Gabriela

¿Qué media escuela pensaría que me estaba tirando a mis hermanastros? Eso me traía de malas. Había recibido un montón de notas amenazándome con alejarme de los Black. Todo iba bien mientras evitara a mis hermanastros. Sé lo que eso significa: romper la promesa que le hice a mamá de llevarme bien con estos idiotas.

—¡Tierra a Gaby!

—Oh, hola, Angie. Disculpa, estaba algo distraída.

—Puedo notarlo, linda, pero que nada de lo que se diga aquí en el colegio te afecte.

—No lo hace, es solo que me molesta. Todos aquí ponen carteles y apodos. Joder, hay que tener la cabeza muy sucia para pensar eso.

—No es tan malo, Gaby. Además, no son tus hermanos.

Miro detrás de Angie y veo a Matt, que viene hacia donde estoy. Me pongo de pie para irme, pero él llega antes de que pueda dar un paso.

—Hablemos, por favor.

—No tenemos nada de qué hablar, ahora tengo que irme.

Matt me toma del brazo con fuerza, evitando que dé un paso. Trato de soltarme, pero me es imposible. Había olvidado lo fuerte que era este tipo.

—Gabriela, por favor, no hagas drama y habla conmigo.

—No quiero, Matt. Suéltame, tengo que ir a clase.

—Basta ya de estupideces, eres mía, acéptalo ya.

—No soy un objeto. Tú me perdiste, ahora te aguantas.

—Ya la oíste, suéltala. —Un Noah todo sudado llega a nosotros junto a sus hermanos.

—No te metas, niño rico, esto es entre ella y yo.

—Mira, imbécil, si no quieres que tu novia te deje por cómo te puedo dejar la cara, suéltala —interviene Izar.

—Ninguno de ustedes me dice qué hacer. —Matt trata de jalarme, pero le doy un codazo hacia atrás, haciendo que me suelte. Me alejo de él.

—Maldita perra loca.

—Te lo advertí, Matt, ya no soy esa niña a la que intimidas. Lárgate o no podré detener a mis hermanos si rompen tu cara.

—Exactamente, niño bonito. No sé qué tipo de relación tuviste con ella, pero según puedo ver, eso se terminó.

—Está bien, me iré, pero tú y yo vamos a hablar.

Matt se va, dejándome completamente confundida. Rápido, y para evitar preguntas, recojo mis cosas y salgo de ahí en dirección a clase.

Ya estoy cansada de los rumores de un posible romance entre mis hermanos y yo. Me había ganado muchos enemigos por culpa de ese estúpido rumor.

—De verdad necesito golpear algo con urgencia.

—Tranquila, amiga, pronto lo olvidarán. Además, dudo que tus sexis hermanos permitan que corra el rumor por más tiempo.

—Angie, ambas sabemos que sí lo harán. Joder, les encanta ser el centro de atención, más el idiota de Izar que se cree que, porque su cara fue tallada por el mismo Lucifer, es mejor que cualquiera.

—Yo no me creo mejor que nadie, hermanita, soy mejor. Ya llegará el día en que te lo demuestre.

Joder, tierra, trágame y no me regreses.

—Es de mala educación escuchar conversaciones ajenas, hermanito —le respondo con sarcasmo.

—Pues ya ves, es lo que tienen los idiotas. Solo venía a decirte que mi padre llamó para avisarte que te irás con nosotros.

—Gracias por la información, pero ni de coña me voy contigo, prefiero ir caminando.

—Como quieras. Adiós, tengo una rubia caliente esperando por mí. Ten cuidado en el camino a casa —me dice antes de irse, no sin antes guiñarme un ojo.

—Eso fue intenso.

—Sí… Ahora, si me disculpas, debo ir a casa.

—Vale.

Decido que irme a pie era la mejor opción, o eso creí hasta que empezó a llover. Sigo caminando a pesar de que la lluvia me empapa, hasta que de repente el claxon de un auto suena a mis espaldas.

—¡Sube, hermanita, te llevo!

—No es necesario, Izar.

—Vamos, te estás mojando y al final vamos al mismo lugar.

Me da la impresión de que está tramando algo, pero decido confiar en él. Grave error que me iba a perjudicar.

—Gaby.

—Dime.

—Respecto a todo el chisme de esta mañana, ya está resuelto.

—Qué bien.

—Oye, sé que me porté como un idiota, pero quizás podamos ser amigos.

—No lo sé, pero juro que lo pensaré.

…

Su boca estaba sobre la mía, su lengua en una lucha constante por explorar todo a su paso. Un leve gemido escapó de mis labios cuando dos pares de manos comenzaron a acariciarme el trasero y los senos. Una lengua caliente rosaba mis pezones, que se ponían duros.

—Paren, por… por favor, esto es una locura —gemí.

—Vamos, hermosa, lo disfrutarás, solo déjate llevar —susurran en mi oído para volverme a besar.

—Gabriela, despierta —escucho a lo lejos.

Pero estoy tan concentrada en mi sueño que lo ignoro.

—Gabriela, ya llegamos.

Siento cómo unos brazos me levantan y me pegan contra él. Puedo sentir el latido de su corazón. Joder, era sexy.

—Vamos, dulzura, despierta.

Abro los ojos levemente y casi me da un infarto: estoy en los brazos de Izar, pero por culpa de aquel sueño no puedo verlo a la cara.

—Hasta que al fin despiertas —escucho decir a una señora.

—¿Eh?

—Tu novio te trajo aquí porque estabas ardiendo en fiebre y te desmayaste.

—¿No… novia?

—Sí, yo, amor, me diste un susto tremendo.

Izar le dijo a la enfermera que era su novia. Está loco, pero decido seguirle el juego.

—Perdón, amor, ya estoy bien.

—En realidad, no. Tienes una gripe muy fuerte y la fiebre no disminuirá en unos días. Debes hacer reposo, no salir de la cama, darte baños fríos cada vez que te suba la fiebre y tomarte estos medicamentos.

—No se preocupe, doctora, yo me encargo de cuidarla.

Virgencita, apiádate de mi alma.