Gaby

Coral se había ido al fin; me había librado de ella. Pero, como me lo imaginé, la muy pendeja fue a chismearle todo a mi madre.

—No, mamá, no le pediré disculpas y no quiero volver a verla —le dije con firmeza.

—Es tu prima, Gabriela.

—No lo es, y lo sabes. Sabes que es adoptada, pero nadie se lo dice y la dejan creerse la reina del mundo.

—Gabriela…

—No, mamá, no tienes idea de lo que hizo. Soy la burla de toda la escuela. Sin mencionar que se metió en el cuarto de los chicos desnuda.

—¿Quééé?

—Eso que oyes. ¿Sabes lo vergonzoso que fue para mí que vinieran a dar las quejas? No es una niña, mamá, y de verdad no quiero problemas con nadie. Además, fueron los chicos quienes la echaron; era su casa.

—Está bien, Gabriela, tienes razón.

—Te amo, mamá, pero eres demasiado buena con las personas.

—Yo también te amo —respondió ella, y colgué.

Miré a los chicos que estaban detrás de mí, esperando una reacción.

—Eres buena mintiendo, cariño —dijo Dayron, con una sonrisa traviesa.

—Gracias —le respondí, dándole un tierno beso que hizo que todos se sonrojaran.

Después de que Coral se fue, los chicos decidieron demostrarme que era la única para ellos, y vaya que lo hicieron. La atmósfera se llenó de risas y bromas, haciéndome sentir especial.

—Y bien, ¿qué haremos ahora? —pregunté, tratando de contener la emoción en mi voz.

—No lo sé, tú mandas, princesa —dijo Dayron, acercándose y dándome un beso suave en los labios.

—¿Y si nos vamos a la playa? —sugerí, sintiendo la brisa del mar en mi mente.

—¿A la playa? —repitió Noah, levantando una ceja, sorprendido por mi propuesta.

—Sí, a la playa —dije, haciendo una carita adorable que sabía que él no podría resistir.

—Dulzura, tenemos una piscina gigante y tú quieres ir a la playa —mencionó Noah, con una sonrisa burlona.

—Exacto. La piscina es genial, pero la playa tiene un encanto especial que no se puede comparar.

—Vale, iremos a la playa —dijo Dayron, rindiéndose ante mi entusiasmo.

—¡Wiiii! Nos vamos a la playa! —grité, saltando de emoción.

—Eres tan adorable, niñata —dijo Dayron, sacudiendo la cabeza con una sonrisa.

—Les he demostrado que no soy tan adorable, ¿verdad? —les respondí, haciendo un puchero juguetón.

—Touché —respondió Noah, riendo.

—Punto para ti, cariño. Nos vamos a la playa —confirmé, sintiendo que finalmente el día se ponía a mi favor.

Con la emoción a flor de piel, comencé a planear lo que llevaríamos: toallas, protector solar, y, por supuesto, un par de bocadillos para disfrutar mientras nos relajábamos bajo el sol. La idea de pasar un día en la playa, lejos de los problemas y la tensión que Coral había traído a mi vida, me llenaba de felicidad.

La risa de mis amigos resonaba a mi alrededor, y en ese momento, supe que estaba lista para dejar atrás lo que había pasado y disfrutar del presente. Después de todo, la vida era demasiado corta para no disfrutar de cada momento.