—Hola, Coral —espeté sin ganas.

—¡Primaaa, cuánto tiempo! —me abrazó con entusiasmo.

—¿A qué has venido?

—Sigues siendo igual de amargada —dijo mientras entraba empujándome.

*"La mato, la mato."*

Los chicos se quedaron mirándonos en silencio, y por la expresión en mi rostro, decidieron que lo mejor era callarse.

—Pero, vaya, primita, ¡vaya casita tienes! Y estos tres bombones... —dijo Coral, sonriendo de manera provocativa.

—Coral, ¿a qué viniste? —insistí, ignorando su comentario.

—Tu madre me dijo que podía quedarme aquí.

—Cataleya no está, está de luna de miel —intervino Izar.

—Uyyy, pero este bombón tiene carácter —dijo Coral, sonriendo con desdén.

Sentí que la ira me hervía por dentro. ¿Qué se creía?

—Mira, Coral, no sé a qué has venido y no me importa, pero te voy a pedir que te retires.

—¿Aún no superas que te quitara al chico que te gustaba? —dijo, riéndose.

Sin darme cuenta, di un paso hacia adelante, dispuesta a acabar con ella. Sentí los brazos de Dayron sujetándome.

—Calma, cariño —susurró.

—Ves, prima, tengo razón para reírme —dijo Coral.

—Eres una... —le di un codazo a Dayron, liberándome de su agarre.

Me lancé contra la Barbie plástica, la agarré del pelo y la empujé al sofá. Me subí encima de ella y comencé a golpear su cara, sintiendo que la ira me invadía. De repente, fui levantada por los aires gracias a Izar, que empezó a acariciar mi espalda para calmarme.

—Estás loca, Gabriela. ¿A tu madre qué le vas a decir? —dijo, mientras ella escupía sangre y yo sonreía.

—Díselo, llámala y dile que te partí la cara por... —comencé, pero Izar me interrumpió.

—Gaby —dijo Noah esta vez.

—No, Noah, esta estúpida me ha jodido siempre, creyéndose la mejor, la más bonita, la que tiene el mejor cuerpo. Pero no es más que plástico de mala calidad.

—Pero, ¿sabes qué? Fue conmigo con quien tu novio quiso follar una y otra vez, sin descanso —dijo Coral, sonriendo de manera desafiante.

Golpe bajo. Comencé a retorcerme en los brazos de Izar, necesitaba soltarme y acabar con ella. Quería arrancarle la piel.

—Pues, ¿qué crees? No me importa —respondí al fin.

—No lo parece —dijo Coral, con una sonrisa burlona.

—Sí, Coral, al fin y al cabo me hiciste un favor, porque ahora tengo los mejores orgasmos de mi vida y no me arrepiento. —Los chicos sonrieron, sorprendidos.

—¿Qué acabas de decir? —preguntó Coral, claramente desconcertada.

Y así, señoras y señores, es como se calla a una Barbie plástica.