El tiempo corre, la vida se acaba. Estamos tan destruidos que fingir es la mejor opción, y aquí estoy, disfrutando de la vida como si no hubiera un mañana.

Gaby

No tengo ni idea de lo que me pasó. ¿En qué momento me volví tan atrevida? Había tenido relaciones en un coche, y cualquiera podría habernos visto.

—¿Estás bien? —la voz de Dayron me sacó de mis pensamientos.

—Sí.

—Mentir no es lo tuyo, hermaita.

—Vale, todo esto me da un miedo de cojones.

—¿Por qué?

—¿No lo ves? Izar, Noah y tú son mis hermanos, y no sé por cuál decidirme. Voy y me tiro a los tres.

—Eso, cariño, es vida. Tienes apenas 21 años y te gusta el poliamor. ¿Cuál es el problema?

—Que no está bien. Si ustedes me gustan, pero si nuestros padres nos descubren, se acaba el juego.

—No nos descubrirán, cariño —sonríe.

Dios mío, esa sonrisa iba a matarme. Al llegar a casa, me sentía más relajada. Una llamada de mi madre reunió a todos en la misma habitación.

—Hola, cariño, hola, chicos.

—Hola.

—Llamábamos para decir que el viaje se alargará un poco más.

—No hay problema, Cataleya. Hemos aprendido a llevarnos bien con tu hija; después de todo, somos hermanos —dice Dayron, y Noah le lanza un cojín, lo que me hace reír.

—Sí, mamá, ya nos llevamos mejor. Mis hermanitos son muy amables y ayudan en la casa —los tres me miran mal.

—Me alegro. Por cierto, hija, tu prima Coral vendrá a casa unos días.

—No, absolutamente no.

—Gabriela.

—No, mamá, dile que no.

—Lo siento, pero ya debe estar llegando.

El timbre de la casa suena y miro a mi madre a través de la pantalla.

—No te perdonaré esto.

—Gabriela Montes, no me hables así. —Cuelga, y me dirijo a la puerta.

Abro la puerta y me encuentro con la Barbie plástica de mi familia.

—Prima, ¡cuánto tiempo!

—Hola, Coral.