capítulo 3 ( corregido )
**Gabriela**
Llegar a pensar que alguien me va a ayudar es estúpido. En verdad, tan estúpido que lo dejo todo y solo dejo que se sigan burlándose de mí. Las personas a mi alrededor se reían y yo solo quería que la tierra me tragara.
—Aléjense de ella.
Esa voz la conozco; sé quién es. Y por más que lo odie, ahora solo quiero abrazarlo.
—Vaya, pero miren quiénes están aquí, los hermanitos Black.
—Dylan, déjala.
—No, si mal no recuerdo, estas son tus reglas, ¿recuerdas? Así se le da la bienvenida a los nuevos.
—Dylan, te recomiendo que cierres la boca.
—Tú no me das órdenes, y te recuerdo que esta es mi escuela y aquí mando yo.
—¡Ja! No me hagas reír.
Noah y Dayron aprovechan para levantarme del suelo. Miro hacia Izar; este sonríe y yo me sonrojo.
—Dylan, me das lástima. Todo esto para llamar la atención, para ser el rey del colegio cuando aquí ya hay tres. Y te lo advierto, no me busques porque me vas a encontrar.
Izar ignora completamente a Dylan a pesar de sus reclamos y camina hacia mí. Me mira de arriba abajo y frunce el ceño. Se vuelve hacia Dylan y le da un puñetazo en la cara que lo hace caer al suelo.
—Tarde, ya me encontraste —dice mientras me levanta del suelo y me lleva en brazos.
—Puedo caminar.
—Definitivamente eres tonta. ¿Por qué no te defendiste?
—Discúlpame, señor, no sabía que tenía que hacerlo.
—Ya, chicos, basta. Gaby, ¿por qué estabas en el patio?
—Una chica se me acercó, me dijo que ustedes me estaban buscando.
—Ok, ya veremos quién es. Ahora debemos arreglar esto para que tu madre no nos asesine.
—Chicos, ¿pueden enseñarme a defenderme? Sé que tienen un gimnasio. Por favor.
—Para mí está bien, así no tengo que salvar tu trasero veinticuatro siete.
—Gracias.
Mis hermanos han estado siendo amables desde que llegué aquí. Es la primera vez que los cuatro estamos en una habitación sin matarnos. Izar decide empezar con el entrenamiento y, para nuestra suerte, nuestros padres no están ahí y no regresarán hasta tarde. Me encuentro en el ring, es la tercera vez que me hacen caer.
—Vamos, levanta. No abras tanto las piernas o le darás a tu oponente un punto débil.
—Eso intento, Noah.
—Pon las manos en forma de puños al golpear, eso dolerá más.
Voy en dirección a Izar, que está distraído, y le doy una patada. Este se dobla del dolor.
—Bien hecho, niñata, aprovecha que tu oponente está distraído y ataca.
—Gracias.
—Tienes fuerza para ser tan pequeña.
—Eso no quiere decir que no pueda defenderme.
**Izar**
Pasamos el resto de la tarde enseñándole a Gabriela lo básico para defenderse. Admito que la niña aprende rápido, y eso me da curiosidad.
—Tierra a Izar.
—Ya, déjame, Noah.
—No, debemos arreglar esto. No podemos permitir que esto vuelva a pasar. Por más que la enseñemos a defenderse, sabemos que esto podría ir más lejos. Dylan…
—Dylan ya está empezando a molestarme.
—Pues hagamos algo.
—No se puede; lo prometimos.
—Corrección, prometimos no meternos con él si él no lo hacía.
—Pero es que no se metió con nosotros. No podemos meternos en guerras que no nos corresponden.
Noah tenía razón: ese era el trato. Si alguien quería joder, podría hacerlo siempre que no nos salpicara. Pero esto ya nos había salpicado por defenderla… o al menos a mí. No tenía ni idea de lo que venía, pero estaba dispuesto a correr el riesgo. Ella me pertenecía, aunque no lo supiera.
**Gabriela**
No quiero volver al colegio, no después de lo de ayer. Siendo sincera, siento miedo. No es que sea una niña débil; solo evito los problemas… Desde aquella vez que perdí el control, me asusta.
—Gabriela, ya nos vamos, se nos hace tarde.
—Puedo ir andando.
—No creo que sea buena idea —susurra Izar en mi oído y comienzo a ponerme nerviosa.
—Está… está bien.
—No tienes que estar nerviosa, hermanita, no mordemos.
—Y aunque lo hicieran, hermanito, nunca podrán morderme, soy mucho para ustedes.
—Cariño, ninguna mujer se nos resiste, ¿por qué tú serías la primera?
—Fácil, querido hermanito, porque no soy estúpida. Ahora vámonos, se nos hace tarde.
El camino al colegio es demasiado silencioso. Al llegar, los cuatro nos bajamos del coche y puedo sentir varias miradas penetrándome la piel, como si quisieran que muriera. Dirijo la mirada al frente y solo quiero desaparecer. Mis piernas se sienten débiles; doy un paso atrás y pierdo el equilibrio, pero por suerte Dayron me sujeta.
Había un cartel con mi nombre y una frase: “La puta de los Black”.
—Quiten esa mierda de ahí ahora mismo.
—Lo siento, Noah, pero eso no va a poder ser.
—Claudia, ahora.
—Déjala, Noah —digo, y los chicos me miran confundidos.
—Gaby, te están faltando el respeto y me dices que la deje.
—Exacto.
—Estás loca.
—No, es que por más que trato de entender, solo veo un motivo: está celosa.
—No es cierto, y menos de ti.
—No me digas. Ayer inventaste que mis hermanos necesitan de mi ayuda y yo de estúpida caí en tu trampa.
—Fuiste tú.
—Dayron, yo...
—Cierra la boca, Claudia. Por esta razón nunca quise follar contigo.
—No me jodas. ¿Todo esto por qué Dayron no quiere follar contigo? —se burla Izar.
—Sí que están necesitadas; siento pena por ustedes, de verdad.
—¿Qué te podemos decir, hermanita? Somos la manzana de la discordia, dividida en tres.
—Noah, en otro momento diría que es estúpido, pero ahora no sé qué decir.
—Fácil, todos aquí comentan que te estamos follando. Y aunque me gustaría admitir que no nos provocas ganas, sería mentir.
—Lo que opine esta gente me vale madres. Yo hago con mi cuerpo lo que me dé la gana, y si quiero montarme una orgía, lo hago.
—¿Ven? Yo tenía razón, es una puta.
—Sí, Claudia, soy una puta, pero al menos esta puta puede follarse lo que tú no. Ahora debo ir a clases, permiso —digo para salir de ahí.
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