Odiame todo lo que quieras, gritame ignorarme enfadaste, pero no me dejes de amar porque me destruyes

Gaby

Su prima, la rubia, era su prima. Estúpida, no sé qué me pasó; no debí sentirme así.

—No estás bien —me habla Dayron.

—Sí, solo un poco cansada. Me voy a dormir.

Me alejo de él para subir a mi habitación y tirarme en la cama. Punto aclarado sobre Amanda, pero ¿quién es Erica? Unos toques en mi puerta me distraen.

—Adelante —grito.

—Hola, ¿estás bien? —pregunta Noah.

—Sí, Noah, solo estoy cansada, nada más.

—Mírame, dulzura —me toma por el mentón y me hace mirarlo—. ¿Qué quieres que te diga?

—¿De verdad crees que no lo noté? Gaby, cada paso que das lo observo y sé que estabas celosa.

—No es cierto; no podría estarlo cuando no somos nada.

—Eres nuestra Gaby.

—No soy un juguete, Noah. Ustedes siempre están rodeados de mujeres; yo no quiero eso en mi vida.

—Ya no más, dulzura. Solo nos importas tú.

—Tengo sueño, Noah, y mañana hay clases.

Noah se quita los zapatos y se saca el pantalón, quedándose en ropa interior.

—¿Qué haces?

—Dormir contigo —se acuesta en la cama mirándome hacia él.

—Estás loco.

—Descansa, Gaby.

—Descansa tú también, Noah.

Desperté sola en mi habitación y verdaderamente lo agradecía. Me había levantado temprano y me estaba alistando; quería irme sin encontrarme con los hermanos y su perfecta prima. Salí de la casa sin ser vista; estaba concentrada en mi teléfono cuando de repente choqué contra alguien.

—Perdón —dije mientras seguía caminando; no tenía ganas de hablar con nadie.

Llegué al colegio y todos estaban con sus amigos compartiendo. En esos momentos extrañaba a mis amigos.

—Gaby, llegaste —la voz chillona de Amanda invadió mis oídos. ¿Cómo llegó aquí tan rápido?

—Hola —me limité a decir.

—Te fuiste sola; mis primos están en el patio. Ellos me trajeron.

—Me alegro por ti. Ahora sí me disculpas; tengo clases.

Salí corriendo de ahí antes de que la situación se saliera de las manos. A la hora del almuerzo ya deseaba irme de aquí. Los chicos me habían llamado, pero yo los ignoraba; no quería ni verlos.

—Me parece que esto es tuyo —dijo alguien detrás de mí.

—¿Perdón?

—Sí, tú y yo chocamos en la mañana y dejaste caer tu libro.

—Oh, gracias —sonreí.

—De nada; me llamo Alex.

—Yo soy Gaby; un placer.

—El placer es mío, belleza —sonrió él.

—De verdad gracias por traerme el libro; si no, el profe me mataría.

—Un placer. Ahora tengo que irme; nos vemos después.

—Claro…

Qué chico más agradable y yo aquí de tonta malhumorada por unos idiotas. O sea, sí follamos, pero solo fue eso: nada más sin compromiso. ¿Qué esperaba? ¿Que me amaran? ¿Que nos casáramos? No seas idiota, Gaby; eso jamás pasará…

—¿Qué mierda fue eso? —escuché murmurar a mis espaldas.