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capitulo 18 (corregido)

Gaby

Ver tu vida pasar en un segundo te hace darte cuenta de muchas cosas, empezando por que nunca más me acercaré a una piscina.

Unos brazos me jalaron hacia arriba, sacándome a la superficie. Mi cara impactó contra un pecho desnudo y caliente; mi respiración se aceleró y mi garganta se secó.

—¿Estás bien? Te tengo, niñata —dijo Izar.

—Me… me salvaste, Izar.

—Digamos que no quería que tu fantasma me jodiera.

—Oh.

Intento ponerme de pie, pero Izar no lo permite; me aprieta más contra él.

—Déjame levantarme, Izar. Estamos haciendo el ridículo delante de toda esta gente.

—Noah y Dayron se están haciendo cargo. Tú vienes conmigo.

—Pero…

No terminó la frase porque me tomó en sus brazos y comenzó a caminar. Pude sentir los murmullos a mis espaldas. Escondí la cara en el cuello de Izar por la vergüenza. Su olor invadía mis fosas nasales; ¿cómo es posible que un hombre huela tan delicioso? Daba ganas de morderlo.

—Veo que estás cómoda —comentó él con una sonrisa.

—No estoy para tus bromas.

—Ya no te enfades. ¿Cómo se te ocurre no decir que no sabes nadar?

—No es algo que se vaya diciendo por ahí, no cuando tienes 21 años.

—Es verdad, pero no debes callarte esas cosas.

—¿Acaso somos amigos?

—Gabriela, no somos amigos, pero podríamos serlo. Además, somos hermanos.

—Hermanastros, Izar. Si pudiéramos ser amigos, cuando dejes de ser un idiota.

—Vamos, Gaby, es mi encanto. No puedes negarlo —se rió.

—No puedo negarlo, pero hay personas que no te aguantan.

—Tú.

—No te odio, Izar, es solo que es complicado.
—Lo que digas, dulzura.

—¿Dulzura?

—Sí, ya tienes dos apodos.

—Eres muy tierno.

—No se lo digas a nadie.

¿Podrías encender la luz? Ya habíamos llegado a mi habitación y no me había dado cuenta. Espera, esta no es mi habitación.

—¿Dónde estamos?

—En mi cuarto. No te asustes, solo quiero estar seguro de que estarás bien.

—Eso lo puedes hacer en mi habitación.

—Tomaste mucha agua y en tu habitación están tus amigos; no descansarás bien.

—Aprecio la oferta, pero no quiero cambiar tus planes.

—¿Mis planes?
—Sí, seguro tienes alguna chica para calentar tu cama.

—No traigo mujeres a mi habitación; mi cama es sagrada.

Miro detalladamente su rostro buscando algún rastro de que miente y entonces lo noto: tiene la cara llena de moretones y le sangra la ceja. ¿Cómo no me di cuenta antes? Soy estúpida.

—Tu cara está llena de golpes —digo
preocupada.

—Deberías ver al otro —responde con desdén.

—¿Por qué lo hiciste?

—Porque no quiero a nadie cerca de ti, menos a él.

—No entiendo…

No tienes que hacerlo; ahora descansa, tengo que volver abajo —dice antes de salir de la habitación, dejándome completamente sola y confundida.

Mi corazón latía con fuerza; quería ir tras él y preguntarle a qué se refería, pero decidí quedarme en la habitación.

¿Qué carajos acaba de pasar?

Izar salió de mi habitación lo más rápido que pudo. No podía dejar que notara cuánto me afectaba. Cuando cayó al agua y América dijo que no sabía nadar, me desesperé. No podía perderla; mi padre me mataría, unda sería igual a lo que yo mismo haría. Es cierto que no la soporto, pero desde que llegó a la casa he de admitir que ha sido divertido; es como un soplo de aire fresco.

—¿Cómo está Gabriela? —pregunté.

—Estará bien, la dejé en mi habitación.

—¡En tu habitación! Izar, no hagas algo de lo que te puedas arrepentir.

—Lo sé, Angie. Aprecio que me estés ayudando en esto, pero recuerda que ella no puede vernos juntos.

—Es muy difícil; eres mi mejor amigo, no puedo solo fingir.

—Lo sé y te prometo que poco a poco fingiremos que nos estamos conociendo. Por favor, necesito tenerla cerca.

—Sí, ya sé tú y tus hermanos se sienten atraídos por ella. Y no los culpo; es linda. Pero prometiste que Dayron hablaría conmigo después de aquella noche y no ha vuelto a mirarme.

—Sí te mira, solo que tú no lo notas.

—¿De qué hablas?

—Nada, olvida eso. Ahora tengo que resolver algo; nos vemos luego.

Me alejé de Angie para encontrarme cara a cara con Dylan y Melissa.

—Ustedes dos, largo de aquí.

—Pero…

—¡AHORA!

Todo a mi alrededor hizo silencio para ver el espectáculo.

—No puedo creer que por esa chica nos estés corriendo —dijo Dylan.

—Sí, exactamente por esa chica, la cual te recuerdo vive aquí. Quiero que se vayan.

—Yo ustedes les haría caso; no queremos cabrear a la bestia —habló Noah y sonreí.

—Es más, se acabó la fiesta; ¡largo todos! —esta vez fue Dayron quien habló.

Todos los invitados salieron uno a uno sin decir nada, menos Luka y América quienes se quedarían todo el fin de semana.

—Eso fue aterrador —comentó Mer.

—Es la única manera en la que entienden —respondí.

—Vale Noah, recuérdame nunca enfadar a Izar —dijo Mer con un tono nervioso.

—No tengas miedo; tu mejor amiga lo hace enfadar todo el tiempo y no ha muerto —le recordé.

—Es verdad, pero ¿por qué?

—Es diferente.

—¿Diferente? Espera… ¿te gusta?

—En realidad nos gusta a los tres —respondí con una sonrisa resignada.

—Madre de Dios, ahora sí Gaby está en uno de esos libros que tanto lee —exclamó Mer sorprendida.

—Se podría decir. El problema es que ella no querrá nada con nosotros.

—Iba a decirles que no estuvieran tan seguros; cada uno tiene algo que le gusta a Gaby. Solo tienen que explotarlo —dijo Noah con confianza.

—¿En serio?

—Sí. Y como estoy de buenas y me parecen muy secos, yo los ayudaré. Quiero lo mejor para mi amiga y algo me dice que eso son ustedes tres.

Gaby

La música se había parado; solo podía escuchar a Izar gritar que se acabó la fiesta. Había cancelado su celebración por mi culpa… por ser una estúpida.

—¿Puedo pasar? —preguntó Izar al asomarse por la puerta.

—Claro, es tu habitación —respondí mientras intentaba ocultar mi incomodidad.

—Te traje algo de comer y un té caliente —dijo mientras entraba con una bandeja en las manos.

—Gracias, Izar. ¿Por qué eres tan amable?

—No soy amable —replicó él con una sonrisa desinteresada.

—Iba a devolverte el favor…

Me puse de pie y me dirigí al baño; hacía rato había visto un botiquín de primeros auxilios allí.

—¿Qué haces? —preguntó él curioso.

—Déjame curar tus heridas —respondí decidida.

—No hace falta…

—Sí hace falta; es mi pago por salvarme de morir ahogada —insistí con firmeza.

—Iba a decirte que no tienes que…

Pero interrumpí su protesta:

—Quiero hacerlo.

Me senté sobre la cama otra vez, pero esta vez más cerca de él. Tomé un pedazo de algodón empapado en agua oxigenada y comencé a limpiar sus heridas. Hizo un gesto de dolor y me detuve al instante:

–Lo siento, debí avisarte –dije preocupada.

–No pasa nada; continúa –me animó él con una sonrisa forzada.

Seguí limpiando sus heridas hasta llegar a sus labios hinchados por el golpe. De repente, unas ganas incontrolables de besarlo me invadieron.

–Puedo notar que estás nerviosa –dijo él observándome fijamente.

–No es cierto; no lo estoy –respondí rápidamente.

–Gaby, no mientas… ¿no íbamos a ser amigos?

–Los amigos no quieren besar a otros amigos –murmuré sin poder contenerme.

–¿Qué acabas de decir?

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