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Capitolo 5: E tu sei?

Capítulo 5: ¿Y tú eres?

Enero 28, 2019.

     Irisha se estaba duchando mientras yo terminaba de vestirme, todavía era bastante temprano, por lo que podíamos terminar de arreglarnos con calma. Desayunamos con papá antes de ir directo al colegio; panqueques, huevos revueltos y café. El trascurso al colegio demoró menos de lo pensado, Sebastian; el chofer nos llevó en la camioneta de papá.

     Nuestro horario no había quedado tan malo, al estar en el último curso las clases se encaminaban más a nuestro ingreso a la universidad, por lo cual se me hacían mucho más interesantes. Irisha y yo compartíamos 5 clases, sin contar inglés; ya que era la materia obligatoria para todos los cursos.

     —Bueno, mi próxima clase inicia a las 8 —hablo revisando la hoja en mis manos con toda la planificación del semestre—, tengo matemáticas.

     —Yo igual, después tengo contabilidad.

     —Y yo tengo... ¡Física!

     —Buena forma de iniciar el día —agrega mi amiga con una gran sonrisa.

     Física, bien, alimento para cerebritos.

     —Sonamos como nerds.

     —Tú si lo eres.

     —Tú igual —reímos—. Vamos a clase.

    Las dos primeras clases transcurrieron rápido, muy rápido a mí parecer, tanto los profesores como los estudiantes fueron amables, claro eso no evitaba que hubiese los típicos Bully o las Queen B, como en cualquier ambiente escolar. Lastimosamente. Un receso inició por lo que mi punto de encuentro con mi mejor amiga fue la cafetería.

     —M&M's —me saluda la rubia a penas me ve.

     —Hola, ¿Qué tal estuvo tu clase?

     —Bien, ya te cuento, entremos, tengo hambre —enreda nuestros brazos en forma de gancho y entramos al espacioso lugar. Demasiadas mesas bien distribuidas, los estudiantes están segregados por grupos, cual película americana era el panorama.

     —Conocí a una chica —habla sonriendo—, no recuerdo su nombre, pero es agradable, tenemos inglés a la misma hora.

     —Eso es genial, en mi clase había personas agradables, pero no hablamos mucho, creo que fui algo tímida —me encojo de hombros.

     —Te entiendo —ordena un panini para ella y unas papas para mí, acompañadas de mi deliciosa Coca-Cola—. Ya quiero entrar a inglés, va a ser pan comido.

     —Una cosa es saber hablar inglés y la otra es estudiar el idioma, amiga.

     —Lo sé, pero va a ser mucho más fácil, duh —recibe nuestro pedido y nos dirigimos a una mesa vacía.

     —Solo voy a decir que a estas papas les faltan una malteada y listo —ella ríe.

     El día había trascurrido con normalidad, las demás clases estuvieron alfo aburridas debido a que estaba iniciando el periodo escolar, así que la mayoría estuvieron enfocadas en las convivencias estudiantiles. Sebastian, vino a recogernos, era un hombre de tal vez 40 años, quién sabe, en estos pocos días noté que era muy amable.

     Se sentía extraño tener un chofer, en casa... en Verona las veces que mamá no podía llevarme al colegio me iba en autobús y se sentía bien, estaba acostumbrada a la vida tranquila, alejada del mundo que me esperaba, a pesar de tener dinero, mamá y yo siempre vivimos como cualquier familia de clase media, sin exceder el lujos o gastos exuberantes. Todo lo contrario, a mi familia paterna.

     Los D'Alessandro siempre fueron una familia adinerada, por generaciones y generaciones, a pesar de que papá no exageraba en lujos, tenía algunas costumbres debido a la crianza en ese círculo social. Ellos estaban acostumbrados a vivir en el mundo de las leyes, debido a eso la herencia familiar era enorme. Mis bisabuelos fueron unos excelentes abogados, así que el abuelo continuó la tradición familiar igual que papá; a excepción del tío Esteban, quien podría decirse era la oveja negra, sin embargo, lo amaba, era increíble, su carisma y la forma en la que me hacía reír. Él había optado por sacar esa tradición de su vida y eligió ser un gran arquitecto, alejándose de las tradiciones familiares, escogiendo su propio rumbo, el cual lo llevó a California, junto a su pareja, Magnus.

     En el auto, Irisha hablaba con su mamá contándole cómo había sido su primer día. Habíamos almorzado algo ligero antes de salir del colegio, papá me escribió que me necesitaba en la empresa en la tarde, por lo que los planes de salir a caminar fueron cancelados.

     —Emms.

     —Dime.

     —Ya casi llegamos a tu casa, ¿planeas ir directo a la empresa?

     —Primero; también es tu casa Irisha, vives con nosotros así que también es tuya —respondo sonriéndole— y segundo; no, mi celular está por morir y tengo sueño, así que descansaré un poco y voy más tarde, él me dijo que fuera antes de las cinco.

     —Está bien —sonríe.

     —Eres la hermana que siempre quise tener —la abrazo—. Aún no puedo creer que estemos viviendo juntas, eso había sonado tan imposible.

     —Nada es imposible cuando se tiene un padre con dinero —se encoje de hombros mientras ve que entramos a la residencia.

      —Tienes razón.

     O eso creía.

      —Señoritas, lamento interrumpirlas, pero llegamos —asiento.

     —Gracias Sebastian, —sonríe y baja para abrirnos la puerta del auto.

     Entramos a la casa y nos dirigimos a nuestra habitación, estando allí puse a cargar mi celular, Irisha se cambió de ropa, después yo hice lo mismo. Mi amiga tomó una siesta mientras que yo me distraje leyendo y escuchando música en el escritorio.

***

     No noté el momento en el que me dormí. Me levanté rápidamente, me puse unos zapatos, tomé mi celular y bajé casi corriendo por las escaleras. Irisha aún se encontraba dormida así que no le informé que ya me iba.

     —Sebastian —hablo cuando lo veo en la cocina.

     —¿Sí, señorita? Dígame.

     —¿Puedes llevarme a la empresa, por favor? —pregunto viendo la hora. Mierda, las 6:34 pm, voy tarde.

     —Claro que sí, señorita.

     Ambos salimos de la casa y subimos al auto. Mi celular tenía 8 llamadas perdidas de papá, el auto avanzó y nos demoramos tal vez unos 35 minutos, ya en el edificio me dediqué a llamar a papá, pero él no contestó, una de las recepcionistas me vio y se acercó a mí.

     —¿Puedo ayudarla?

     —Ehhh si, Elijah D'Alessandro me está esperando.

    —¿Usted es la Srta. D'Alessandro? —asiento— Ohh, el señor Elijah la está esperando hace más de una hora.

     —¿Puedo pasar?

     —Oh claro que sí, el ascensor se encuentra al fondo.

     —Gracias —camino hacia el ascensor.

     Saco mi celular y espero a que tres pitidos afirmen que lo estoy llamando y golpeteo mi pie contra el suelo.

      —Que no esté enojado, que no esté enojado —cruzo mis dedos.

     «—Papá —hablo en un hilo de voz—, estoy en la empresa...

     —Llegaste temprano —su voz suena normal o eso parece. Eso es algo bueno ¿no?

     —Perdón...

     —Luego hablamos, piso 14, espera afue... —cuelgo y subo al ascensor.»

     Marco el botón número 14 del ascensor, pocos minutos pasan cuando las puertas de la caja metálica vuelven a abrirse, camino a paso lento hasta encontrar otra diminuta recepción. ¿Acaso esto es un hotel o algo por el estilo?

     —Buenas tardes —hablo acercándome a la rubia detrás del escritorio.

     —Buenas tardes, ¿usted es?

     —Emma D'Alessandro —respondo sonriendo un poco—, disculpa, ¿cuál es la oficina de Elijah D'Alessandro?

     —¿Tiene agendada una cita con él? —es mi papá, no necesito agendar una cita. Blanqueo mis ojos y asiento— En ese caso debe esperar a que la anuncie, pero es la oficina al fondo del pasillo izquierdo.

     —No es necesario el anuncio —camino directo a la oficina escuchando como llama a mi nombre a mis espaldas—. Gracias.

     ¿Fui muy grosera?

     Sin previo aviso abro la puerta de la oficina poniéndome en una posición que me incomoda. Papá se encuentra junto a dos hombres a espaldas de donde me encuentro en una probable junta. Girando sobre sus espaldas 3 pares de ojos se posan sobre mí logrando que la sangre suba a mis mejillas y mis deseos de salir corriendo sean mayores que mis ganas de quedarme.

     —Hija, creí haberte dicho que esperaras afuera —habla calmado.

     —Lo siento, no alcancé a escuchar —aclaro mi garganta—. Buenas tardes.

     —Ven —camino hasta papá y él me abraza—. ¿Cómo estuvo tu día?

     —Estuvo bien, creo... —reconozco a uno de los hombres que se encontraban frente a nosotros— Hola Ian...

     —Emma, Hola —responde Ian ofreciéndome una sonrisa. Es tan lindo que podría derretirme.

     No, no, no, Emma ¿qué estás pensando?

     Le devuelvo la sonrisa— ¿Y tú eres? —pregunto mirando a quien estaba junto a él.

     ¿Soné muy mal educada?

     No me había detenido a detallarlo, su apariencia era mucho más joven que Ian, pero se veía mayor que yo; una altura considerable, cabello rubio y liso, ojos marrón oscuro. Lindo.

     —Emma, él es Mathew Gilbert, es hijo del socio que aún no conoces —responde Ian por él.

     —Mucho gusto, Mathew —extiende su mano hacia mí y sonríe. Su sonrisa también es linda, pero no como la de Ian.

     —Emma —aprieto su mano y después retiro la mía— y el gusto es mío.

     —Pienso que Emma debería quedarse para que esté enterada —interrumpe Ian. Enarco una ceja.

     ¿Enterarme de qué?

     —Concuerdo contigo —habla papá.

     —¿Enterarme de qué? —pregunto con curiosidad.

     —Ven, sentémonos —todos lo seguimos al gran sofá que se encuentra cerca a la puerta.

     —Emma, como bien sabes al ser hija única eres la heredera de tu padre —habla Ian y asiento—, tu padre te citó porque es necesario que estés informada de que el día que tu padre decida retirarse, tú tomaras el cargo como accionista mayoritaria.

     ¿Qué yo qué?

     —Exactamente, el plan era que conocieras a los abogados de la empresa, agendar una reunión para la presentación oficial entre los accionistas tal como lo hizo Mathew a su tiempo, enseñarte todos los lugares y darte actividades para que vayas aprendiendo poco a poco de esta labor.

     —¿Planeaban que hiciera todo eso hoy?

     Asienten.

     —Hum, está bien —me levanto y ellos lo hacen seguido de mí—. ¿Por dónde iniciamos?

     —Una presentación formal.

     —Mucho gusto —los miro a los 3—, soy Emma D'Alessandro, única hija de Elijah D'Alessandro, hasta donde sé —bromeo. Ian sonríe, pero papá frunce su ceño.

     —¿Qué sabes sobre la empresa, Emma? —pregunta el rubio.

     —D'Alessandro e Soci es una firma de abogados, encabezado por 3 socios, siendo mi padre el socio mayoritario con el 50% de la empresa, Ian el 25%, la familia Gilbert el 15% y el 10% restante corresponde a accionistas minoritarios —asiente—. Existen dos sedes establecidas; la principal que es donde nos encontramos y la otra en Londres. Los abogados están preparados para atender casos tanto nacionales como internacionales. Al ser una firma bastante cotizada no se aceptan casos a la ligera.

     —Bien, hablas con autoridad, eso es importante —habla papá y sonríe orgulloso. Le sonrío de vuelta—. Ian, ¿puedes mostrarle las instalaciones?

     —Sí, sígueme —asiento.

     Me acerco a papá para despedirme de él con un beso en la mejilla.

     —Te informaste —inquiere sonriendo.

     —Tengo contactos —lo abrazo—. Te manda saludos el tío Esteban.

     Niega sonriendo y yo me encamino siguiendo a Ian.

     —Los acompaño —habla el otro chico, no recuerdo su nombre.

     Ian solo asiente, salimos de la oficina de papá, pasamos por la pequeña recepción y miro con pena a la chica.

     —Ella es Tamara, es la asistente de tu padre —la saludo aún con vergüenza—, mi asistente no se encuentra, luego la conocerás —asiento—, sigamos.

     Caminamos por el pasillo de la derecha, y él se detiene en una puerta mediana parecida a la de papá.

     —Esta es mi oficina —señala la puerta sin abrirla para luego señalar otra más pequeña—, aquí se encuentran los archivos, de los casos más importantes, cabe aclarar que todos nuestros casos se manejan de forma confidencial si el cliente lo solicita —vuelvo a asentir—. Solo hay 3 copias de las llaves, debido a que aquí solo se encuentran los casos manejados por sus padres y por mí.

    —En ese caso las tienen los socios —se adelanta el chico. Debo ponerle un apodo si sigo sin recordar su nombre.

     —Exactamente —responde Ian—, en el piso de abajo se encuentran algunas salas de juntas, igual que en el 12, 11 y 10 —nos adentramos al ascensor—. Las oficinas de los abogados se encuentran a partir del piso 9.

     —Okay —respondo recopilando la mayor información que puedo—, ¿los socios ejercen como abogados?

     —En casos muy importantes, generalmente suelen ser casos de figuras públicas, por esa razón nos encargamos nosotros personalmente.

     —Entiendo.

     El rubio sigue callado, está prestando atención con menos intensidad que yo.

     —Mathew llegó con tu misma edad, ahora está a punto de graduarse, en unos meses tomará el puesto de su padre.

     Aah sí, se llama Mathew.

     —Aah okay, que bien —lo miro—, ¿quién es tu padre?

     —El tercer socio —se encoje de hombros. Eso ya lo sabía. Trato de no blanquear mis ojos

     Ian me muestra cada una de las salas de reuniones correspondientes al piso de abajo, dejando las demás para otro día, algunas son amplias y espaciosas, otras son más pequeñas, deben distribuirse por la intensidad del caso. Todas las paredes están pintadas de blanco con gris claro, hay por lo menos un cuadro por sala, una gran mesa de más de 10 personas en las salas grandes y una mesa de 6 personas en las salas pequeñas. Hay un total de 6 salas para reuniones, amuebladas según el espacio.

     El ojiazul me presentó algunos abogados que se encontraban en el piso 9, todos fueron muy amables, dos de ellos estaban algo ocupados, sin embargo, sacaron el tiempo para saludarme y entablar una corta conversación conmigo, me sentí importante.

     Lo eres, vas a heredar esto, recuérdalo.

     En el ascensor Ian vuelve a entablar una conversación.

     —En el primer piso se encuentra la cafetería, igual que en el piso 7, aunque la del primer piso es mejor —bromea—, tiene una zona verde grande.

     Rio— Me imagino que los fumadores se adueñan de esa zona.

     —Te equivocas, hay una zona especial para fumadores.

     —¿En serio? Jajaja —es obvio que debe haber una, Emma. Me doy una cachetada mental—, eso está bien.

     —Sí, aunque no muchos fuman.

     —Eso es aún mejor —Mathew se mantiene alejado de la conversación, solo asiente de vez en cuando.

      Llegamos al primer piso y observo la recepción, ahora si me detengo a detallarla. La entrada del edificio es bastante amplia, las paredes están de gris oscuro, hay algunos sofás para esperar y la recepción como tal, 3 mujeres uniformadas se encuentran tras la unos computadores y teléfonos.

    —¿Conociste a las recepcionistas? —pregunta Mathew.

     —Hablé con una —él sonríe e Ian asiente.

     —Te las presento —lo sigo.

     Ian camina detrás de nosotros, y logro sentirme incómoda.

     Mathew me presenta las tres mujeres, siendo Ana la rubia que me atendió, Louise una castaña y por último Jenny una pelinegra. Todas son demasiado agradables, tanto que terminamos en una pequeña conversación los 5. Noto que Ian no se encuentra con nosotros así que lo busco con la mirada y lo encuentro; está cerca al ascensor hablando con una mujer realmente hermosa, es casi igual de alta que él, su cuerpo es voluptuoso, pero no vulgar, unas excelentes curvas, viste de una manera elegante y refinada, su cabello es negro y liso, su tez es morena. ¿Es su novia?

     Él nota que lo estoy viendo, habla un poco más con la mujer y camina hacia nosotros, las recepcionistas al verlo se despiden de mí y vuelven a sus lugares. Mathew y yo los encaramos, y la mujer no sonríe, está extremadamente seria, tanto que logra intimidarme un poco.

     —Debo irme —asiento—, si tienes alguna duda respecto a cualquier cosa no dudes en preguntarme —habla en mi dirección.

     —Está bien, muchas gracias, Ian.

     —Que estés bien, Emma —me sonríe.

     —Sí, tú igual.

     —Mathew.

     —Ian.

      Estrechan sus manos y el ojiazul camina a la salida con la pelinegra. Esa despedida fue muy, demasiado formal. ¿Ella será su novia? Es muy linda.

     —¿Quieres ir a la cafetería? —pregunta el rubio.

     —Sí.

     —Ven —camino a su lado y nos dirigimos al fondo del edificio y ninguno habla. Es muy callado.

     —¿Sueles ser tan callado? —ríe. Mierda, yo y mi bocota.

     —¿Sueles ser preguntona?

     —A veces.

     —Entonces, a veces soy callado —reímos.

     —¿Qué deseas?

     —Una Coca-Cola está bien.

     —Vale, ¿algo más?

     —Así estoy bien.

     Asiente y va a la caja. Yo escojo una de las mesas vacías que se encuentran cerca de la zona verde, podría caber una cancha de baloncesto. Pasan unos minutos y Mathew llega con nuestro pedido y se sienta frente a mí.

     —Entonces, Emma, tengo curiosidad.

     —Pregunta.

     —¿Cuánt... —el sonido de mi celular lo interrumpe y me disculpo para levantarme de la silla, alejarme un poco y contestar la llamada.

     «—¿Hola? —contesto si mirar a quién pertenece el número.

     —Emms, soy yo, Irisha.

     —Oh, no vi el número —suspira—. Dime.

     —¿Dónde estás?

     —En la empresa, ¿pasó algo?

     —Verdad, lo había olvidado por completo —rio—, es que desperté y no estabas, así que me asusté.

     —No te preocupes, estoy bien, tonta rusa.

     —Me preocupo por ti y me tratas mal, que gran mejor amiga me vine a conseguir.

     —Así me amas.

     —Porque me toca.

     —Estúpida —reímos—, voy más tarde, ¿vale?

     —Sí, solo fue el susto, aún sigo dormida.

     —No lo dudo, descansa.

     —Bye.

    —Bye —cuelgo.»

     Vuelvo a la mesa y Mathew sonríe.

     —¿Todo bien?

     —Sí, ¿qué ibas a preguntar?

     —¿Cuál es tu nombre?

     Rio— ¿No prestaste atención cuando me presenté? —niega sonriendo, al menos no fui la única— Emma D'Alessandro, aunque creo que en unos meses el apellido de mi mamá se agregará a mi nombre.

     —Entiendo —asiente.

     —¿Eres Mathew qué?

     —Mathew Gilbert.

     —¿Cuántos años tienes?

     —¿No se supone que el de las preguntas era yo? —rio.

     —Suelo ser curiosa.

     —Lo noto —vuelvo a reír—, tengo 21, ¿y tú?

     —Adivina —bebo de mi botella.

     —¿19?

     —No, tengo 17.

     —Wow, eres joven.

     —Lo soy —me encojo de hombros.

     —Entonces estudias derecho.

     —Sí, ¿tú?

     —Último año de preparatoria.

     —¡Que bien! —sonrío—, así que te dedicarás a la empresa.

     —No lo creo, es una decisión de mi padre —sonríe—, por el momento solo debo aprender cómo hacer las cosas bien —No quiero eso.

      —Entonces creo que puedo ayudarte —reímos.

      —Eso estaría bien —le sonrío.

      —Creo que deberíamos seguir con el recorrido, a Ian le faltaron algunas salas.

      —Está bien.

     Ambos nos encaminamos por la primera plata, él explica cada detalle del piso; desde la decoración o ubicación de cada cosa hasta su uso, cual guía turístico, subimos hasta la oficina de mi papá cuando él me escribe que me necesita.

     De forma rápida nos encontramos en la oficina de papá, mientras él hablaba con Mathew sobre no sé qué, yo desvié completamente mi atención al ventanal. Las oficinas eran bastante espaciosas, no todas contaban con la misma vista (por lo menos no como la de papá o Ian), sin embargo, seguían siendo amplias y hermosas. La charla no duró tanto, al igual que mi ensoñación.

     —Emma.

     —¿Sí? —parpadeo rápidamente volviendo mi atención a ellos.

     —Te preguntaba si podías volver a casa con Mathew.

     —¿Por qué?

     —Sebastian está ocupado y yo todavía me demoro bastante.

     —Ah, está bien, ¿él sabe volver?

     —Sí, tranquila.

     —Okay, entonces nos vemos en casa.

     —Sí hija —me da un beso en la mejilla y luego se dirige al rubio—, conduce con cuidado.

     —Lo haré, nos vemos luego.

     Salimos de la oficina haciendo el mismo recorrido hasta el piso cero, las preguntas continuaron haciendo una conversación trivial. El rubio era alguien bastante parlanchín con un acento bien marcado y un hablado muy rápido. Dejamos el ascensor, caminando entre pocos autos debido a que ya era de noche y pocas personas se encontraban en el edificio.

     —¿Cuál es el tuyo? —pregunto ubicando el auto para irnos.

     —Esa de allá —señala una moto blanca.

     —¿Una... moto?

     —Sí, así es, que bien eres observadora —se ríe caminando hacia el vehículo de dos llantas—. ¿No te gustan?

     —No mucho y a papá menos.

     —Lo sé, por eso me dijo que condujera con cuidado, ¿quieres ir por un helado?

     —¿En eso?

     —¿En eso? —repite mi pregunta riéndose— Es una moto, no una guillotina, tranquila.

     Inhalo y exhalo fuertemente— Lo sé, solo no me gustan.

     —No tengo en qué más llevarte.

     —Puedo tomar un taxi.

     —Vamos, no te va a pasar nada, confía en mí.

     —A penas te conozco —me encojo de hombros.

     —Si tu padre confía en mí, ¿por qué no hacerlo tú?

     Cierto.

     —Argh, pero no vayas rápido.

     —Haré lo que pueda —lo miro mal— Está bien, está bien, lo que digas —levanta sus manos en rendición—. Vamos.

     —Okay.

     —Ponte esto —me pasa un casco mientras termina de ponerse unos guantes y demás elementos de protección.

     —¿No te vas a poner uno?

     —Sí, está en ese baúl.

    —Ah, está bien.

     El trascurso en la bendita moto no fue para nada lento, el único momento donde la velocidad disminuía era cuando frenaba en los semáforos. Estacionó la moto en una pequeña heladería y esperó con paciencia a que bajara de la estúpida moto. Mis piernas temblaban y deseé besar el suelo cuando mis pies lo tocaron.

     —No volveré a subir en eso —señalo el vehículo quitándome el casco con la mano desocupada.

     —Oh vamos, ¡fue divertido! —alega con una sonrisa acomodando su cabello— Sé que te gustó.

     —Para nada —hago mala cara—. Dijiste que ibas a ir lento.

     —Eso fe bastante lento, esos niños patinando nos pasaron.

     —Porque iban mucho más rápido que nosotros —bufo—. Vamos, me debes un helado.

     Lo veo sonreír por el rabillo del ojo y me encamino hacia dentro de la heladería. El olor característico inundó mis fosas nasales cuando me encontraba completamente en la tiendecilla, hay una fila de probablemente ocho personas esperando por su pedido y otras cuatro más ordenando.

     —¿Qué sabor quieres? —pregunta a mi espalda.

     Dudo en responder— Pistacho y Oreo.

     —Está bien, ¿quieres algo más?

     —Crema Chantillí.

     —Buena idea —sonríe caminando hacia la fila de pedidos— ¿Te gusta el chocolate?

     —El helado no.

     Sonríe mientras espera en la fila y yo me dirijo a una de las mesas para esperarlo también. Pasan algunos minutos cuando lo veo llegar con dos conos de helado y unas servilletas. Se sienta frente a mí y extiende uno de los conos.

     —Pistacho y Oreo para la dama —vuelve a sonreír.

     —Gracias —le devuelvo la sonrisa tomando el helado—. ¿Chips de chocolate?

     —Creí que te gustarían —se encoje de hombros. Eso fue lindo. Sigo sonriendo— ¿Cuándo es tu cumpleaños?

     —Es un cambio de tema bastante brusco —me levanto de la mesa—. Ya vuelvo.

     Camino hacia la vitrina y pido una cucharilla. Una pelirroja me entrega una con amabilidad y del mismo modo la recibo, le agradezco con una sonrisa y vuelvo a la mesa.

     —¿Una cuchara? —ríe.

     —¿Qué?

     —¿Quién se come un cono con una cuchara? —sigue riendo.

     —¡Yo! Es que no quiero que se me caiga la crema —termina contagiándome la risa.

     —Te la comes primero.

     —¡No! La gracia es comerlo todo junto, mira —en la cuchara tomo un poco de las tres cosas la pongo cerca a Mathew—, pruébalo.

      —Noo —ríe—, eso es antihigiénico.

      —¡Pero ni siquiera lo he probado! —rio— Vamos, yo me subí a esa cosa, ahora tú prueba esta delicia.

      —Bien —bufa y abre la boca para que yo introduzca la cuchara.

      —¿Y bien?

      —No sabe mal.

      —¡Obvio que no sabe mal!

     —¿Entonces? —come de su helado.

     —¿Entonces qué?

     —Tu cumpleaños, ¿Cuándo es?

     —Ah, 10 de Marzo.

     —Falta muy poco.

     —Así es.

     —¿Dulce favorito?

     —Chocolate, ¿el tuyo?

     —Las galletas rellenas de mermelada, esas que tienen como un punto en el centro y es solo mermelada, en especial las de durazno.

     Rio— Bien.

     —¿Helado de chocolate o vainilla?

     —Vainilla, definitivamente.

     —¡Pero si dijiste que el chocolate era tu favorito!

     —No en helado, es no sé muy amargo, hay algo que no me gusta, es más; ni quiera soy tan fan del helado —lo hago reír.

     —Vale, ¿Estudiarás derecho?

     —No lo tengo en mis planes.

     —¿Entonces cómo planeas hacerte caso del bufete?

     —Luego veremos —ambos reímos—. ¿Te gusta estudiarlo? ¿no es muy aburrido?

     —Al inicio no me gustaba, con el tiempo le tomé apreció.

     —Y ahora ya te vas a graduar.

     —Y ahora ya me voy a graduar —afirma con una sonrisa.

     Asiento— Me caes bien, Gilbert.

     —Es mutuo, D'Alessandro.

     Volvemos a reír.

      La conversación continúa de en preguntas personales, pero no tan profundas, él mencionando su cumpleaños a finales de octubre, yo mi gusto por el chocolate con frutos secos, etc. Después de haber comido nuestros helados y él haberse burlado de mí por mi forma de comer el cono, nos dirigimos hasta mi casa, nuevamente en la moto, con los nervios a flor de piel.

     —Hemos llegado.

     —Lo noté —bajo de la moto y le devuelvo el casco—. Gracias por traerme y por el helado, fue divertido conocerte.

     —Cuando quieras —sonríe.

     —Adiós —me despido con la mano y empiezo a caminar hacia atrás.

     —¿Te veo luego?

     —Tal vez —sonrío—. En la empresa.

     —Entonces te veo luego, D'Alessandro.

     —Nos vemos luego, Matt.

     Me giro para caminar hacia el interior de la casa. El calor me recibe de golpe y Clare, la ama de llaves me saluda. Subo escaleras arriba rumbo a la habitación y me dejo caer en la cama.

     —¿Dónde estabas? —Preguntan a mis espaldas.

     —Hola Irisha, ¿cómo estás? Yo estoy bien, gracias por preguntar —respondo dando la vuelta sobre la cama, quedando boca arriba.

     —No seas dramática, cariño —se sienta a mi lado—. El rubio se veía lindo.

     —Lo es.

     —¿Y...?

     —¿Y? —inquiero con una ceja enarcada.

     —¿Tú y él...?

     Suelto una carcajada.

      —Por Dios Irisha, tú me shippeas con todo lo que se mueve, acabo de conocerlo, ve despacio.

     —Te trajo en una moto.

     —Sí, aún me tiemblan las piernas.

     —Eres una miedosa.

     —Prevenida —corrijo—. ¿Qué hora es?

     Revisa su celular— 9:33 pm.

     —Papá debe estar por llegar.

     —¿Ya cenaste?

     —No tengo hambre, comimos helado.

     —Eso no es cena.

     —Luego como algo.

     —Creí que habíamos hecho un trato.

     —Hago el intento de cumplirlo, a veces desayuno —me encojo de hombros. Ella entrecierra los ojos.

     —Tengo tarea, no olvides comer.

     —Sí mamá.

     Irisha se acerca, deja un beso en mi frente y sale de la habitación. A los minutos me levanto de la cama sintiendo un leve mareo el cual ignoro, para vestir mi pijama, conectar a cargar mi celular y bajar a la cocina. La voz de mi papá intercepta mis oídos cuando logro pisar la primera planta.

     —Emm's.

     —Hola pá —beso su mejilla—. ¿Cómo te terminó de ir?

     —Bien, una reunión se alargó, ¿ya cenaste?

     —No tengo hambre, iba a tomar un poco de yogurt, ¿quieres algo?

     —Solo tomaré agua.

     —Vale —ambos caminamos hacia la cocina.

     Sirvo primero su vaso con agua y después sirvo un poco de yogurt de mora para mí. Mi estómago gruñe cuando doy el primer sorbo del yogurt.

     —¿Te agradó Mathew?

     —Sí —le resto importancia con la mano—, creí que iba a ser hijo de papi y mami, pero no, es... amable.

     Ríe— Es un buen muchacho, me alegra que te agrade, espero que puedan entablar una buena amistad en un futuro.

      Enarco una ceja.

      —¿Solo eso?

     Levanta sus manos con inocencia— No estoy diciendo nada más, ya si en un futuro resulta que hay algo más que una amis... —lo interrumpo.

     —¡Papá! Por Dios, acabo de conocerlo, estás igual que Irisha —blanqueo mis ojos—. Iré a dormir, descasa.

     —Ella si me entiende —ríe.

     Empiezo a caminar con él siguiéndome, el mareo sigue presente, podría mencionar que incluso más fuerte. Cuando empiezo a subir las escaleras siento un pinchazo muy fuerte en la cabeza, las luces empiezan a desenfocarse, dejo se sentir mi cuerpo cuando las luces pasan a ser un color negro. Con mis ojos cerrados escuchando el eco de una voz llamando mi nombre me dejé llevar.

***

Enero 29, 2019.

     El eco de más voces resuena mientras voy despertando, la luz es bastante fuerte, y el pitido de una máquina irrita mis oídos. Abro lentamente los ojos acostumbrándolos a la fuerte luz directa mi rostro. Me es imposible enfocar la vista al primer intento, las figuras borrosas empiezan a tomar sentido, la resequedad de mi garganta evita que hable, sin embargo, logro acomodarme mejor en lo que sea en que me encuentro acostada. El sonido de mi movimiento captó la atención de las personas que se encontraban dándome la espalda.

     —¿Papá? —pregunto con la voz rasposa—... Agua.

     La mirada de papá se posó directamente en mí, rápidamente sus pies se movieron acercándose a dónde me encontraba, tomó una jarra de vidrio que estaba en una especie de mesita al lado y entonces me tomé tiempo de observar el lugar en el que me encontraba. Una habitación algo fría, con paredes blancas, prácticamente todo blanco a excepción de la puerta, un monitor mostrando mi ritmo cardiaco con el irritante pitido.

     «Pib, pib, pib»

     Un vaso desechable es acercado a mi mano derecha sin ser soltado completamente.

     —Emma, hija, ¿cómo te sientes? —bebo un poco de agua con la ayuda de papá inclinando un poco el vaso sobre mis labios.

     Cuando siento el líquido frío calmar el ardor y la sequedad de mi garganta, toso un poco y vuelvo a hablar.

     —Me duele un poco la cabeza —hablo aún con la garganta lastimada.

     —Está bien, cariño, toma más agua —habla con amor mientras acaricia mi cabello. Asiento y hago lo que dice—. Te desmayaste.

     Frunzo mi ceño— ¿Qué pasó?

     —Estabas subiendo las escaleras y de un momento a otro te desparramaste, logré sostenerte antes de que te golpearas más, estamos en una clínica —asiento confundida—. ¿Te sentías mal?

     —Yo... me sentí algo mareada cuando llegué anoche —trato de sentarme en la camilla.

     —Espera, no te esfuerces —papá ayuda a que me ponga más cómoda, acomodando las almohadas y subiendo la camilla con un botón.

     —Creí que era un simple mareo por levantarme muy rápido de la cama, luego cuando bajé me sentí más mareo, pero no creí que fuera grave.

     —No fue algo grave, pero sí debes darle atención —interrumpe la otra persona en la habitación—. Mucho gusto, soy la doctora Erika Thons —sonríe.

     —Hija, ella es la doctora que te atendió recién te trajimos

     —Hola... —vuelvo a hacer el amague de levantarme.

     —Tranquila, quédate como estas —asiento volviendo a recostar—. ¿comiste algo raro anoche?

     —¿Anoche? —frunzo mi ceño— ¿Cuánto llevo aquí?

     —Casi 8 horas —responde con simpleza. ¿Casi 8 horas?— Se te ha inyectado suero fisiológico porque te encontrabas en un estado ligero de deshidratación y unos medicamentos para el golpe, ¿te has alimentado bien?

     Hago una mueca y niego lentamente.

     —Bien, tu desmayo se debe a una deshidratación, estrés, además de no alimentarse correctamente. Eres muy joven. Te hicimos unos exámenes de sangre, ¿ayer tuviste alguna emoción fuerte?

     —Humm, me dan miedo las motos y...

     —Y ayer subiste a una, comprendo —asiente anotando en la carpeta verde que sostenía en las manos—. Tu diagnostico no es grave, sin embargo, es necesario que te cuides, más tarde te daremos de alta con una dieta que seguir.

     »Es importante que mantenga la dieta en forma, también que se esté hidratando constantemente; puede ingerir sueros de rehidratación oral, lo que recomendamos es que consuma un litro por día; máximo dos, en lo que dure la dieta —se dirige hacia papá—, también es necesario que no tenga emociones muy fuertes que puedan alterarla, en unas horas vendrá una enfermera para retirarle los equipos y el suero.

     —Está bien doctora, muchas gracias —agradece papá estrechando su mano.

     —Trata de descansar Emma, te golpeaste la cabeza, el dolor permanecerá un rato, así que es mejor que reposes bien —sonríe tomando el celular que comenzaba a vibrar en su bata—, en caso de que vomite por favor avísenme.

     —Gracias doctora Thons.

     —Erika está bien —sigue sonriendo—. Ahora sí debo retirarme, los veo luego.

     Nosotros asentimos y cuando la doctora sale papá se sienta a un lado en la camilla.

     —Me diste un susto de mierda, Emma.

     —Vaya, creí que los padres no decían groserías —me burlo.

     —Tu mamá va a matarme.

     —Está bien, escuchaste a la doctora, no fue nada grave —lo tranquilizo. O hago el intento—. Solo necesito descansar.

     —En serio mocosa, me asustaste horrible —acaricia mi cabello, conteniendo una sonrisa.

     —Lo siento papá.

     —Tu madre asegura que va a venir a cortarme las bolas si algo grave te pasa.

     —Oh, no lo dudo, es probable que ya esté tomando un vuelo para acá —reímos—. ¿Has comido?

     —Dios, no quiero imaginarme eso —hace una mueca rara—. Sí, tomé un café.

     —Aunque ame el café con mi alma, eso no es comida, ve a comer algo.

     —Tal vez así pueda desmayarme y tu madre no va a golpearme —se burla encogiéndose de hombros.

     —Sí, sí, muy gracioso, ve, me traes una barra de chocolate.

     —No puedes comer hasta que te den de alta y menos chocolate, por lo piadoso que soy voy a comerme una en tu nombre —deja un beso en mi frente y se levanta de la camilla—. Ya vuelvo, veré qué hay en la cafetería.

     —Está bien.

     Cierro mis ojos posando mi brazo sobre mi estómago. Segundos después la puerta vuelve a abrirse, logrando que inmediatamente abra los ojos.

     —Papá, ¿pasó algo?

     —Solo olvidé mi celular —sonríe, tomando el aparato que se encontraba a mis pies—, tu madre aseguró que va a llamarme de nuevo, debo estar pendiente.

     —Tienes razón, porfa ¿puedes apagar la luz cuando salgas?

     —Sí cariño, descansa, no demoro —asiento volviendo a cerrar los ojos. Vuelve a dejar un casto beso sobre mi cabello.

     Cuando escucho la puerta cerrarse, otra vez, tapo mis ojos con el brazo izquierdo y procedo a dormir un poco. El sueño poco a poco empieza a inducirse en mi cuerpo debido al dolor de cabeza y la medicina. El chillido de la puerta abriéndose de nuevo vuelve a sacarme de mi ensoñación, sin embargo, no hago el amague de retirar mi brazo sobre mis ojos.

     —Papá, ¿ahora qué se te olvidó?—hablo relamiendo mis labios aún un poco secos, la temperatura en la habitación es algo fría, lo que genera que estos se resequen más.

     Una pequeña y ronca risa se hace escuchar.

     —Según sé por el momento no tengo hijos —mierda.





Helloo, helloo.
No me he olvidado de ustedes, es solo que no había conseguido la inspiración para terminar el capítulo y tampoco he tenido tiempo, trataré de no demorarme para subir el siguiente. Gracias por seguir aquí.

Nos leemos pronto, Arrivederci.

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