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Capitolo 4: Benvenuta.

Maratón 2/2.
Capítulo 4: Nueva Vida

     Me vestí "decente" como diría mi mejor amiga o más bien presentable y bajé. Ian se encontraba como de costumbre en el sofá, con los ojos cerrados y sus brazos descansaban a los lados. Justo en la misma posición de esta mañana.

     —Estoy lista —comento mirándome al espejo. En serio amo este espejo, quiero uno así en casa.

     —Vamos —contesta levantándose, tomando las llaves en una de sus manos y el celular en la otra—. Oye, sobre lo que sucedió arriba...

     —We shouldn't talk about it —le sonrío—. No sucedió nada, así que no hay nada de qué hablar. Todo está bien.

     Él asiente.

     —Entonces, vamos —asiento—. Por cierto, lindo acento.

     —Gracias.

     Ambos salimos rumbo al garaje del edificio. Si, cuando sea grande quiero vivir en un lugar así.

     —Entonces, ¿a dónde iremos? —pregunto sonriendo.

     —Inicialmente quiero mostrarte Via del Corso, y después podemos ir a cenar a algún restaurante, si quieres.

     —Si, me parece —él sonríe en respuesta. ¿ya he dicho que su sonrisa es preciosa? ¿pero qué carajos estoy pensando?—. ¿Puedo encender la radio?

     —Adelante.

     Una canción que no conocía, pero que tenía un buen ritmo rompía el silencio se apoderara del auto. Ni siquiera sé qué tan lejos queda la tal vía de no sé qué, aun así, mi distracción en este momento era golpetear mis dedos al ritmo de la canción y mirar por la ventana.

      —¿Pudiste descansar?

     —Para serte sincera ni siquiera supe en qué momento me quedé dormida, si no hubieses tocado probablemente seguiría de largo.

     —Jajaja, no lo dudo, a decir verdad, no creí que te despertaras cuando toqué.

     —¿Cómo sabías que estaba dormida?

     —Entré al cuarto para hablar contigo y te vi dormida.

     —Ah —raro.

     —Por cierto, no hemos hecho las preguntas.

     —Eso es verdad —contesto— 20 preguntas, no más.

     —Pero deberíamos hacer una pequeña presentación, ¿no?

     Enarco una ceja— Entonces inicia tú.

     —Bien. —sonríe de lado— Me llamo Ian Rossi, tengo 24 años, estudié derecho penal, mi color favorito es el negro y mi género de música favorito es el rock.

     Cliché.

     —Iniciando, el negro no es un color, es la ausencia de este.

     —Entonces no tengo color favorito —dice para después soltarse a reírse.

     Imito su acción—Está bien, mi turno —digo sin parar de reír—, me llamo Emma D'Alessandro, pronto cumpliré 18 años, quiero estudiar ingeniería química, tengo dos colores favoritos el rosado y el vino tinto, y mi género de música favorito también es el rock, aunque escucho mucho pop.

     —Interesante —asiente.

     —Lo sé —contesto con algo de arrogancia que lo hace reír— ¿Falta mucho para llegar?

     —¿Ya te aburrí? —cuestiona con burla.

     —No es eso, solo quiero conocer el lugar que me dices.

     —En unos 10 minutos llegamos.

     —Bien, entonces inicia con las preguntas —digo sonriéndole.

     —¿Pasatiempo favorito?

     —Escuchar música y leer.

     —¿Al mismo tiempo? —asiento— Esta no cuenta como pregunta.

     —Bien, ¿el tuyo?

     —Hacer ejercicio mientras escucho música —yo si decía que él no era cuerpo glorioso.

     —Vaya, mi turno, ¿por qué no has hecho ejercicio estos días?

     —No me he tomado el tiempo, además suelo hacerlo en la madrugada.

     —¿Qué tan temprano?

     —5 am —responde sin mirarme.

     —¿Es que acaso no duermes?

     —¿Por qué lo dices?

     —He notado que te acuestas a dormir tarde y si te despiertas temprano pues el tiempo para descansar es poco.

     —Ah, pues, estoy acostumbrado.

     —Ya veo, tu turno.

     —¿Haces ejercicio?

     —No, para serte sincera detesto todo lo que está relacionado con sudar y moverse.

     —¿Todo? —pregunta con una ceja enarcada, con una sonrisa lobuna en su rostro.

     Si... Aaah, ya entendí.

     —Humm, siguiente pregunta —contesto sin mirarlo sintiendo como el calor sube por mis mejillas.

     —Es tu turno —habla aun sonriendo.

     —¿Te gusta leer?

     —Si, no lo hago muy seguido por falta de tiempo, pero me gusta.

     —Ya veo.

     —Si, ¿y tú?

     —Bastante, es más cuando era pequeña quería ser escritora.

     —O sea, ayer.

     —Ja, ja, ja, que gracioso —lo miro mal—, vas.

     —¿Ciudad favorita?

     —Antes podría haber dicho que París, pero recientemente me he enamorado de Londres, no lo sé, simplemente me encanta, me atrapó. —un «qué bien» se escapa de sus labios— ¿La tuya?

     —Amo New York, es la ciudad de las oportunidades —dice aparcando el auto junto algunas motos y más autos—, la ciudad donde puedes ser tú y nadie va a juzgar.

     —New York es linda, siempre quise ir allí, pero papá no dejaba que mi mamá me sacara del país tan fácil, así que fue imposible.

     —Tal vez no lo hizo porque estabas pequeña.

     —Tal vez, pero bueno, mi turno —él asiente para bajar del auto. Imito su acción— ¿Qué te gusta leer?

     —Generalmente suelo leer mucho sobre historia, filosofía, ciencia y política —asiento— y claramente sobre leyes, ¿Tú?

     —Soy de leer mucho romance, ¿qué te puedo decir? soy una romántica empedernida —él sonríe—, pero soy de esas personas que piensan que se debe leer de todo en la vida.

     —Eso está bien.

     —¿Estás emocionada por tu nueva vida?

     —Humm, no tengo expectativas. —Él hace una muecay asiente— ¿Hasvisitado muchos países? —cuestionocambiando el tema.

     —Vale, creo que unos diez, pero no recuerdo bien —asiento— Ven, vamos por aquí.

     Nos encaminamos por un callejón algo oscuro, algunas motos se encontraban parqueadas a los bordes de este impidiendo más el paso. Ian se ubicó detrás mío posando sus manos en mis hombros para guiarme.

     —¿Es seguro estar aquí? —pregunto viendo a mi alrededor.

     —Ya casi llegamos a nuestro destino, no tienes que preocuparte.

     —Okay... —respondo dudosa.

     Doblamos hacia la izquierda una última vez y pude divisar una gran calle demasiado transitada pero hermosa. Estaba completamente iluminada, a sus lados se encontraban tiendas de marcas reconocidas, personas hablando diferentes idiomas; algunos tomando foto, unos solamente viendo y otros comprando.

     —¿Ya habías venido?

     —Vengo cuando necesito pensar.

     —¿En un lugar tan concurrido? en mi caso yo iría a un lugar donde nadie pudiera molestarme —me encojo de hombros.

     —Aquí nadie nota tu presencia, todo el mundo va en lo suyo, así que eso me ayuda.

     —¿Ni siquiera la prensa?

     —Por el momento no me han encontrado —responde sonriendo—. Ven, por aquí queda un buen restaurante.

     —Okay, entonces guíame.

***

     —¿Te gustó la cena?

     —Sí, estuvo deliciosa —respondo sonriéndole—, gracias.

     —¿Quieres seguir caminando o ya estás cansada?

     —Podemos caminar un poco más.

     Él asiente.

     Ambos salimos del restaurante esperando que ningún paparazzi se encontrara allí y por suerte así fue. Nos encaminamos tranquilos hablando sobre cosas triviales; como lo fresca que estaba la noche o la forma en la que varias personas vestían.

     —Entonces, ¿prefieres frío o calor?

     —El frío, es que es más fácil entrar en calor que entrar en frío —¿qué acabo de decir?—. O sea, a lo que me refiero es que es mucho más fácil quitar el frío que el calor, tú me entiendes.

     —No, no entiendo —dice riendo.

     —Omitamos esa respuesta, solo capta que el frío.

     Ríe. Su risa es graciosa.— Está bien, tu turno.

     —¿Tienes hermanos?

     —Si, una hermana mayor.

     —Ya veo, yo siempre quise tener un hermano mayor, ya sabes, hacerlo enojarse por meterme con sus amigos.

     —Eres bastante graciosa —sigue riendo—, pero sí,entiendo tu punto —Mi turno, ¿alguna comida que no te guste?

     —La piña y el hígado.

     —¿La piña? pero si es deliciosa.

     —Soy alérgica a ambos.

     —¿En serio?

     —Sip —asiento.

     —¿Quién es alérgico a la piña? —pregunta riendo.

     —Pues yo, duhh —blanqueo mis ojos.

     —¿Qué pasa si comes piña?

     —No puedo respirar ni tragar, mi cara se pone roja y se inflama, me da fiebre y probablemente puedo morir por eso, todo depende la cantidad que ingiera.

     —¿Cómo descubriste que eras alérgica?

     —La verdad es que cuando era una niña la piña me encantaba mamá no me daba mucha porque temía a que me cortara la lengua por la acidez, pero cada vez que la consumía me picaba la boca y sentía como mis labios se inflamaban, hasta que un día me comí casi la mitad de una piña completa, entonces mi rostro se empezó a inflamar.

     »No podía respirar, me sentía mareada, resulta que me desmayé y cuando desperté me encontraba en una clínica porque me habían internado. El médico le explicó a mi mamá el porqué de mi reacción y desde ese día mamá no prepara nada con piña, tanto en casa como en la pastelería.

     —¿Solo pasa cuando la ingieres?

     —Exactamente.

     Me da una sonrisa— ¿Ya quieres irte?

     Asiento.

***

     Después de llegar al pent-house me despedí de él y subí de nuevo a la habitación. Cambié mi ropa por una más cómoda, cepillé mis dientes mientras "LA LISTA" se reproducía desde mi celular ambientando todo el baño. Ese fue el nombre que le pusimos con mi mejor amigo a una playlist con canciones subidas de tono, supuestamente esas canciones eran las que queríamos utilizar cuando llegara el momento indicado, sin embargo, la escuchábamos cada que podíamos porque muchas de esas canciones eran nuestras favoritas del momento.

     Generalmente escuchaba música para quedarme dormida, y escogía esa lista porque la mayoría de los ritmos de las canciones eran lentas así que ayudaban a relajarme. The Weeknd inundó mis oídos con una de las canciones pertenecientes a la banda sonora de 50 Sombras de Grey con tan solo pensar ese nombre yo desearía que algún Christian me llevara a su cuarto rojo. Me recosté en la cama, conecté el celular al cargador, cerré mis ojos y empecé a susurrar la canción mientras que me dejaba invadir por el sueño.

     «I'mma care for you I'mma care for you
     You make it look like it's magic
     Because I see nobody, nobody but you
     I'm never confused»

***

Enero 23, 2019.

     Los días transcurrieron de una forma muy normal, hablaba a diario con mamá y mis amigos. Ian lograba que mi estadía no fuera aburridora o quizá molesta, muy pocas veces se ausentaba o trabajaba desde la oficina en su casa, inventaba cualquier actividad para que ambos nos conociéramos más, primero jugamos baloncesto en una pequeña cesta que tenía en la terraza, vimos demasiadas películas y hasta me habló sobre la empresa. Seguimos paseando por la ciudad mientras que él me explicaba sobre la historia de cualquier lugar que visitáramos.

     Ian era agradable, lograba hacerme reír con su increíble sentido del humor, pocas veces dejaba que me aburriera o estuviese triste, la verdad lograba hacerme sentir mejor. A pesar de levantarme con mal humor matutino él me recibía con su sonrisa perfecta y su ropa deportiva, aunque en realidad él se veía bien con lo que se pusiera, estoy más que segura que si él deseaba vestirse con una bolsa se vería increíble.

     Te desviaste del tema, Emma. CONTROLATE.

     Sonreí en respuesta a mis pensamientos mientras que asentí llevando mi pulgar a la boca mordiéndolo levemente. El ya mencionado se encontraba viéndome sin que me diera cuenta desde el sofá mientras que yo solo estaba recostada en el espejo.

     —¿Por qué sonríes? —pregunta sonriendo también.

     —Recordé algo que me pasó en Verona —miento.

     —Ajá —dice asintiendo con una sonrisa como si no me creyera.

     —¿Y qué vamos a hacer hoy?

     —La verdad quiero ver una película, ¿quieres ver una conmigo?

     —Es una buena idea, yo preparo las palomitas —respondo yendo hacia la cocina.

     —¿Qué quieres de beber?

     —Coca-Cola —busco las palomitas para meterlas al microondas.

     —Dale.

     —¿Como se llama tu novia? Esta cuenta como una de las preguntas —pregunto marcando el tiempo en el microondas.

     En respuesta recibo una fuerte carcajada.

     —¿Para qué quieres saberlo? —pregunta aun riendo. Me encojo de hombros—, su nombre es Ivanna, Ivanna Hood.

     Entonces le gustan modelos.

     —Ya veo, es linda.

     —Sí... ¿Te gustan las películas de terror?

     —Sí.

     —Está bien, ¿alguna en especial?

     —No hay problema con la que escojas.

     —Vale.

     Las palomitas tardaron 4 minutos en estar, así que las vertí en un tazón de vidrio que encontré en la alacena y me senté en el sofá a la espera de que Ian escogiera la película, cuando lo hizo fue por las gaseosas y se sentó a mi lado.

     —¿Qué película pusiste?

     —Babadook.

     —Vale.

     En silencio empezamos a ver la película, la cual estaba entretenida y si lograba ponerme nerviosa en algunos momentos. O tal vez se debía a sentir a Ian tan cerca.

     —¿Sales con alguien? —¿A él que le importa?

     —¿Salir en plan más que amigos? —asiente— No, yo... no soy de compromisos.

     Enarca una ceja— ¿No? ¿por qué?

     —No son lo mío.

     —Tienes 17, es entendible, disfruta tu adolescencia.

     —Sip —asiento—. ¿Tu familia vive aquí?

     —Solo mi familia paterna.

     —¿Por qué?

     —Mi madre es americana, así que mi padre como cualquier hombre enamorado fue tras ella, por eso solo mi familia paterna incluyendo a mi padre son italianos.

     —Creí que los europeos les gustaban las latinas, no las americanas, suelen ser muy insípidas —hago una mueca que lo hace reír.

     —Mamá tenía lo suyo —ríe de nuevo—, aunque si te soy sincero opino igual, las americanas son algo insípidas —asiento—, por eso prefiero a las italianas.

     Pero tu novia es Brasileña.

     —Buena decisión —río—, ¿por qué prefieres a las italianas?

     —Son como las latinas, solo que en vez de esa sazón que las caracteriza las italianas te envuelven con ese carácter fuerte.

     —Es decir, te gustan las italianas porque tienen un carácter fuerte —enarco una ceja.

     —Tal cual —asiente—. Me gusta que me reten.

     —¿Ah sí? —lo miro. Me mira.

     —Sí.

     Ambos seguimos en esa burbuja de mirarnos fijamente, como si alguno tratara de descifrar qué es lo que piensa el otro. Un ruido fuerte proveniente de la película nos hace salir de esa curiosa e incómoda burbuja a lo cual reímos.

     —La película es buena —agrego.

     —Lo es —afirma.

     Si hablamos de la película, ¿verdad?

***

     «—¿Entonces es muy caliente?

     —Humm, sí.

     —¿De 1 a 10?

     —10.

     —¡Bien!

     —Así es.

     —Mi duda ahora es, ¿por qué carajos no has aprovechado? ¿A esta qué le  pasa?

     —Porque no, ¿qué te pasa? —juego con la almohada. Ella ríe—, es amigo de papá y mucho mayor que yo, no está bien.

     —La edad es solo un número.

     —Un número que influye.

     —Claro que no.

     —Y tiene novia.

     —¿Y eso qué? Louis Tomlinson también y aun así ama a Harry y salen en secreto.

     Suelto una carcajada— Lo único con sentido que has dicho hoy, es eso, aunque es una mala comparación.

     —Tal vez sea cierto, pero deberías arriesgarte.

     —Claro que no, olvida el tema.

     —Está bien, ya no hablaré sobre eso.

     —Mucho mejor así podem...

     —Aunque si lo piensas bien, los hombres maduros tienen más experiencia, eso quiere decir que son mucho mejores en la cama que chicos de nuestra edad —me interrumpe.

     —¡Irisha! Deja de pensar en eso, por amor a Dios.

     —Ay, ni que fueras una santa paloma.

     —No dije eso, sé que puedo ser hasta peor, pero el hecho de que sea con él hace que imagine esas cosas y no está bien.

     —¿Qué no está bien? —habla Ian recostándose en la pared frente a mí.

     —¡Mierda, me asustaste!

     —Lo siento, es que no abrías.

     —Oh, ¿llevas mucho tiempo ahí? No te oí —niega—, si es que estoy hablando por llamada.

     —Vale, ehh, tengo que salir, llego tarde, así que hay pizza en el microondas, cuando tengas hambre solo caliéntala.

     —Está bien.

     —Descansa.

     —Que la pases bien —él sonríe y se va.

     —¿Y eso fue? —regreso a la llamada.

     —Ian.

     —¿Esa era la voz del bombón andante? —casi puedo sentir su emoción hasta aquí.

     —Así es.

     —Dios.

     —Necesito conocerlo.

     —¿Para qué?

     —Tranquila fiera, solo quiero saber qué es lo que mi mejor amiga se va a comer.»

     Ambas estallamos en risas y pasamos toda la llamada bromeando sobre temas calientes o Harry Celoso Styles.

***

Enero 24, 2019.

     Mañana era mi último día en casa de Ian. Él se había comportado de maravilla conmigo, tal cual, a un caballero, sin embargo, de vez en cuando se le escapaban frases o preguntas con doble sentido, o por lo menos así lo tomaba yo.

     Tal vez mi mente es demasiado perversa.

     Había accedido a la absurda idea de hacer ejercicio con Ian, y me arrepiento de eso, nos despertamos temprano, demasiado temprano, más específicamente a las 5:30 de la mañana. Mientras el hacía pesas y pecho yo solo trotaba en la caminadora; luego me cambiaba a la bicicleta de spinning.

     Y aquí nos encontrábamos, haciendo un batido de vitaminas y no sé qué otras cosas contenía, lo único que podía confirmar es que el color y el olor me daban vomitar.

     —¿Se puede saber qué demonios planeas hacer que ingiera?

     —Es solo un batido, tienes que probarlo —ríe.

     —¡Deja de reírte de mí!

     —No me estoy riendo de ti —trata de contener su risa, pero al final vuelve a reír y yo imito su acción—. Es que tus gestos son muy graciosos.

     —Claro que no —hago un puchero.

     —Claro que si —pellizca mi nariz—, ahora bebe eso.

      —Está bien, pero si vomito lo haré sobre ti —sobre él, quiero ver eso.

     No. ¿Emma, qué te está pasando? Golpeo levemente mis mejillas tratando de reprenderme por haber pensado eso.

     —Hazlo —incita a que beba—, sé que te va a gustar.

     ¿Va a gustarme qué? Emma, no más.

     Rio antes de posar el recipiente de vidrio sobre mis labios e inclinarlo para que el líquido de color asqueroso entre a mi boca. El sabor es raro, pero no es feo. Bebo un poco menos de la mitad y le entrego de nuevo el vaso.

     —¿Y? —cuestiona viéndome con expectativa—, ¿te gustó?

     —No sabe mal...

     —Te lo dije.

     —Pero tampoco sabe bien. Ahora, ya hice dos cosas que no me gustaban solo porque insististe, así que es tu turno.

     —¿Ah sí? —inquiere con una ceja enarcada.

     —Sí —asiento.

     —¿Qué cosas? —se recuesta en la isla de la cocina.

     —Hacer ejercicio y beber esa cosa —señalo el vaso.

     —Ambas son buenas para ti, influyen en tu salud.

     —Pero no me gustan, así que tienes que sacrificarte por mí y hacer dos cosas que no te gustan —asiente—. ¿Qué no te gusta?

     —Las películas de romance, una mala lasaña, aquellos que critican la Coca-Cola y los que comen hamburguesa con cubiertos.

     —Entonces veremos una película de romance, yo la escojo.

     —Está bien.

     —Okay, iré a cambiarme.

     —Sí, yo igual.

***

     Después de una buena ducha y ropa cómoda, ambos nos encontrábamos en el sofá buscando la película que veríamos.

     —¿Mujer Bonita?

     —Así es, es una comedia romántica y después vamos a ver 10 Cosas que Odio de Ti.

     —Son antiguas.

     —¿Y?

    —Nada, solo pensé que no te gustaban las películas antiguas.

     —Hay muchas cosas que me gustan —me encojo de hombros—, pero que los demás no lo saben.

     —¿Cómo qué?

     —En Verona visitaba bares donde declamaban poemas.

     —¿Te gusta la poesía?

     —Sí.

     —¿Qué te gusta?

     —Lamartine.

     —Francés, ¿no? —asiento—, "La meilleure poésie écrite est celle qui n'est pas écrite."1

     —Gustavo Adolf Bécquer lo citaba.

     —En cambio él sí es español —asiento— ¿Qué es poesía? ¿y tú me lo preguntas? Poesía... Eres tú.

Cita de Alphonse Marie Louis Prat de Lamartine: ""La mejor poesía escrita es aquella no se escribe".1

     —Una de las tantas rimas de Bécquer.

     —La rima XXI, para ser más exactos.

     —La leí.

     —¿Y...?

     —Me gustó.

     —Lo esperaba.

     —¿Cómo es que sabes de poesía?

     —Me gusta.

     Enarco una ceja— ¿en serio?

     —Sí —sonríe—, ahora, Prestémosle atención a la película.

     —Tú iniciaste —me defiendo.

     Ambos dirigimos nuestra atención a la película, de vez en cuando miraba de reojo a Ian mientras que él seguía con la vista a la pantalla o a su celular. La poca luz que irradiaba el televisor iluminaba su perfil, dejándome ver su nariz respingada, la forma en la que abría o cerraba sus labios para hablarle a los personajes y sus largas pestañas. Todo en él era lindo y hasta perfecto.

     Salí de mi pequeño trance y volví a enfocarme en la película, poco a poco me fui recostando en su hombro para encontrar la comodidad, sin embargo, a él no le importó. Lo que me hizo reaccionar fue la acción de posar su brazo tras mi cabeza para que yo estuviera más cómoda y no sintiera tanto frío.

     Cerré mis parpados para descansar la vista por un momento y como era de esperarse me quedé dormida. Cuando desperté ambos nos encontrábamos en una posición un tanto rara, pero cómoda; él se había recostado en lo largo del sofá mientras que yo estaba encima suyo inclinada hacia el espaldar del sofá. Su brazo rodeaba mi espalda descansando su mano en mi codo, mi rostro descansaba en su pecho mientras que mi mano se afianzaba a su hombro.

     Con que eso se sentía despertar junto a él.

     No, no, no. ¿Qué estoy pensando? Esto no está para nada bien.

     Mierda.

     Me levanté un poco alterada y de forma brusca despertándolo a él. Lo primero que hizo fue buscar mi rostro con sus ojos, para después identificar la escena y el porqué de mi actitud.

     —Lo siento, no debí quedarme dormida.

     —No es tu culpa.

     —No, yo si... es que... esto está mal y no debió pasar.

     —Tranquila —me toma por los hombros para que yo lo mire—. No pasó nada, solo nos quedamos dormidos, no hay nada de qué preocuparse, todo está bien.

     —Okay, está bien —logro calmarme, después de respirar profundamente unas 3 veces. Mis pensamientos siempre lograban jugarme malas pasadas.

     —¿Mejor?

     Asiento.

     —¿Tuviste una pesadilla o un mal sueño? —pregunta preocupado. No, solo imaginé algo que no debe pasar.

     —Sí...

     —Vale, ¿quieres un té? —¿por qué eres tan lindo y te preocupas por una tonta pesadilla que ni siquiera tuve?

     —No, gracias, no me gusta el té.

     Ríe. Su risa es linda. No más Emma.

     —¿Qué deseas?

     Muchas cosas que no son legales, ni aptas para mi edad.

     —Dormir.

     —Ya es tarde —responde mirando la hora en el reloj que no noté—, ¿te parece si cenamos y descansas?

     Asiento.

     Él se levanta del sofá, rumbo a la cocina y yo lo sigo. Me siento en una de las sillas que están ubicadas en la isla, mientras que lo observo moverse con fluidez a través de la cocina buscando ingredientes para preparar la cena.

     —¿Vas a cocinar?

     —Te prepararé un sándwich.

     —Vale.

     —¿Cuántas preguntas nos faltan?

     —Siendo honesta no tengo ni la menor idea, solo recuerdo que fui la última en preguntar —asiente.

     Él se queda un momento en silencio mientras termina de preparar mi cena.

     —7 preguntas.

     —¿Tan poquitas? —asiente— ¿Llevas la cuenta?

     —No, pero tengo buena memoria.

     —Vale, tu turno —me pasa el plato con el sándwich y después destapa una Coca-Cola en lata que tenía en la nevera, junto a al menos docena.

     Enarco una ceja— ¿Cuándo las compraste? —pregunto señalando al montón de latas.

     —Anoche —sonrío—. Vi que gustaba bastante.

     —Ah —¿nos casamos?—, gracias.

     —Sí, mi turno, ¿qué planeas hacer cuando vivas con tu papá?

     —Inicialmente aprender a convivir con él, me enfocaré en mis estudios y según sé, él planea que me involucre en la empresa.

     —Pero tú no quieres estudiar algo relacionado con la empresa, ¿no?

     —Exactamente.

     Hace una mueca— Okay, entiendo.

     —Mi turno —asiente—. ¿Qué hubieses estudiado en vez de tu carrera?

     —Arquitectura, como tu tío.

     —Espera, hay algo que no entiendo.

     —Ilumíname.

     Mastico un pedazo del sándwich— ¿Tú eres amigo de mi tío o de mi papá?

     —De ambos —¿solo me va a responder con monosílabas?

     —Sigo sin entender.

     —Conocí a tu tío en la universidad, nos hicimos amigos, después conocí a su familia y fue allí donde tu papá, él y yo entablamos una gran amistad hasta el punto de montar una firma de abogados.

     —Aaah —tomo un sorbo de Coca-Cola—, es decir que tienes la edad de mi tío.

     —Sí.

     —Okay, vale —me digo más para mí misma.

     —Bueno señorita, es hora de dormir.

     —¿Me estás poniendo horario para dormir?

     —No, pero mañana tengo que ir al trabajo.

     —Pero ni siquiera vimos la segunda película.

     —Emma... Dijiste que querías dormir.

     —Porfa, se me quitó el sueño —hago pucheros—. Porfa, porfa, porfa.

     —Está bien —blanquea sus ojos para luego reír—. Más te vale no dormirte.

     —Como ordene, capitán —hago un saludo militar y él ríe.

     —¿Qué película vamos a ver?

     —10 Cosas que Odio de Ti.

     —¿Esa donde el chico le canta en un campo de futbol americano?

     —Así es —frunzo mi ceño—, ¿ya la viste?

    —Mi hermana insistió en que la viéramos.

    —Ohh —Entiendo.

     —Mi hermana hizo una "pijamada" conmigo y me obligó a ver muchas películas románticas —reí.

     —Entiendo —asiente—, ahora, veámosla.

     —Vale.

     La película inició y mi atención fue captada, una de las tantas películas románticas protagonizadas por el gran cliché la chica buena y la apuesta del "chico malo". A la mitad de la película empecé a batallar con mis ojos para que estos se cerraran, pero al final lo hicieron.

***

Enero 25, 2019.

     Desperté algo tarde a mi parecer, eran más de las 10 de la mañana. Me levanté, hice mis necesidades y cepillé mis dientes para bajar a la primera planta. Ya estando allí busqué a Ian por todas partes y no lo encontré, en cambio, vi una nota en un papel adhesivo pegado a la gran nevera en la hermosa cocina.

"Tuve una reunión de último minuto, siento no haber estado cuando despertaste, espero llegar primero que tu padre para poder despedirme."

Ian

     Preparé algo para desayunar; huevos revueltos con tocino y algo de leche, papá me había enviado un mensaje diciendo que vendría pronto por mí, así que debía estar lista. Comí de forma lenta mientras veía Instagram, todas esas vidas perfectas y fitness, mientras que la mía se basaba en caerse y levantarse, comer grasa, "mantener" mi estabilidad emocional y tratar de no engordar.

     Después de comer lavé los trastes y subí a la habitación para terminar de empacar mi ropa, la cual era muy poca, ya que, traté de ser lo más organizada posible. Ya con mis cosas en las maletas me metí a la ducha y me aseé de una forma rápida, me puse un vestido blanco, con medias veladas "transparentes"; es decir de mi tono de piel y unos botines negros.

     El celular vibró mientras que una canción de Queen sonó como notificación de una llamada.

     «—Papá, hola —bostezo. ¿En serio tengo sueño?

     —Hija, ¿estabas durmiendo?

     —No, pero me desperté hace poco.

     —Vale, llego en 10 minutos.

     —Está bien papá, estaré abajo.

     —Dale hija, ¿Ian está ahí?

     —No, él salió.

     —Vale, nos vemos ahorita —cuelga.»

     Los nervios empiezan a invadirme, trueno mis dedos mientras que atrapo mis labios con los dientes de una manera brusca logrando que un hilo delgado de sangre salga de este. Empiezo a arrastrar maleta por maleta hasta llegar al inicio de las escaleras, las cargo escalera abajo y me canso en esos minutos. Como puedo las meto en el ascensor y me ubico adentro de la caja metálica junto a las dos maletas de la mitad de mi tamaño.

     Dios, no estoy preparada.

     ¡Para nada preparada!

     Las puertas se cierran y los minutos adentro pasan demasiado lentos haciéndose eternos. Sigo mordiendo mi labio a pesar de sentir dolor. Cuando las puertas se abren dejando ver el estacionamiento de Ian salgo con las dos maletas rondando a mi lado, una mirada nerviosa y muchas ganas de descubrir lo que me depara el destino.

     Vamos Emma, da un paso.

     Doy el primer paso fuera del edificio y los demás se me hacen más ligeros. Diviso un auto estacionado al otro lado de la calle y de este sale papá, que al verme sonríe y camina hacia mí para después estrujarme en un gran abrazo de oso.

     Necesitaba esto y no lo sabía.

     Sin verlo venir las lágrimas recorren mi rostro y yo me aferro a papá, él besa mi cabeza muchas veces sin soltarme. Después me suelta para examinar mi rostro, pero vuelve a abrazarme, duramos en así algunos minutos, ninguno se atreve a romper el abraza porque no queremos hacerlo.

     —Mi bebé —dice cuando ya nos hemos calmado un poco. Limpia las lágrimas en mis mejillas y me da un beso en la frente—. Estás demasiado grande y hermosa.

     Me mira con ternura— Claro que no, mamá dice que no voy a crecer más.

     —Tu mamá tiene razón —me quejo haciéndolo reír—. ¿Cómo estás? ¿cómo te fue en el viaje? Lamento haberme demorado tanto.

     —Estoy bien, el viaje salió bien; esperaba terminar más cansada de lo que llegué, pero todo salió bien —asiente— y no te preocupes, sé que eran cosas del trabajo, entiendo.

     —Está bien hija, me alegro mucho —asiento y sonrío—, subamos al auto.

     Sube las maletas al baúl, abre la puerta del asiento del copiloto para que yo entre, después él rodea el carro y se sube a su lugar. Durante el camino hablamos un rato sobre su trabajo y mis días con Ian, omito muchas partes, claramente, sin embargo, me expreso muy bien sobre el tiempo en el que él no estuvo. Sé que él me habla, pero yo simplemente me siento cansada, como si no hubiese dormido nada, a pesar de acabar de despertarme.

     Papá levanta un poco la voz logrando que le preste atención.

     —Entonces, hija.

     —¿Sí?

     —¿Aceptas?

     —Si papá, claro.

     Él solo suelta una carcajada mientras sigue conduciendo.

     —¿Sabes lo que aceptaste?

     —Si...

     —Entrar a un mariposario... Sola —ríe—, se nota que me prestas mucha atención.

     —Me estaba quedando dormida.

     —Si lo noté, por cierto, tengo una confesión.

     —¿Una confesión? —pregunto confundida.

     —Sí —responde—, solo no quiero que te enojes y que me dejes hablar.

     —Está bien...

     —Durante el tiempo que estuviste en casa de Ian porque yo no estaba se suponía que era porque estaba fuera del país por razones de trabajo, ¿sí? —asiento—, la verdad es que no fue así.

     —¿Qué quieres decir?

     —Si estuve fuera de la ciudad, pero no del país.

     —Sigo sin entender.

     —Cuando lleguemos a casa entenderás la razón por la que no estuve cuando llegaste.

     Frunzo mi ceño— ¿Se supone que no debería enojarme?

     —Solo espera a que lleguemos a casa, ¿puedes?

     Suelto un bufido— Está bien —blanqueo mis ojos.

***

     —Le diré a Marcus que baje las maletas, ¿si recuerdas a Marcus? —niego con la cabeza—, cuando lo veas lo reconocerás.

     —Está bien.

     Llegamos a una casa bastante grande, encerrada con unos grandes muros y una gran puerta negra de metal, esta se abre dándonos paso y dejando ver una piscina no tan grande rodeada con césped y sillas reclinables. Tal como la recordaba.

     Papá baja del auto y yo lo imito, un hombre mucho mayor que papá se acerca y baja las maletas del auto.

     —Hija, él es Marcus, ha sido el mayordomo de la familia desde que eras una bebé.

     —Señorita Emma, si me permite decirle está más hermosa desde la última vez que la vi.

     —Ahora te recuerdo, Sr. M —él sonríe. Lo abrazo—, muchas gracias.

     —Entremos.

     Lo sigo, entramos a la gran casa, unas paredes tienen un tono verde oscuro y otras son blancas, la sala principal tiene algunos sofás, una pequeña mesa y hermoso candelabro de cristal; o eso parece.

     —Te mostraré primero tu habitación, ¿sí?

     —Vale.

     Él empieza a caminar rumbo a las escaleras y yo lo sigo, por lo menos unas 3 personas que trabajan para papá me ven fijamente, pero no de una forma grosera, sino curiosa. Ya en el segundo piso caminamos casi hasta al final del pasillo y nos ubicamos en una puerta negra.

     —Entra.

     —¿Tú no vas a entrar?

     —No, yo ya la he visto —responde encogiéndose de hombros—, dale, entra.

     Confundida entro a la habitación y no se ve nada, ya que todo está oscuro, papá me empuja un poco dentro del cuarto y cierra la puerta dejándome en medio de la oscuridad. Escucho como algo se mueve y el miedo crece dentro de mí.

     No es como si papá me metiera en una habitación oscura con algo peligroso, ¿verdad?

     Algo se cae y un quejido se hace escuchar.

     —Mierda.

     Esa voz...

     Frunzo mi ceño— ¿Irisha?

     —¡Sorpresa! —enciende la luz y la veo sobándose el pie. Me río— No te rías.

     —¿Qué te pasó? —no paro de reír—, ¿qué haces aquí?

     —Ehh, sí, un hola y un abrazo sería mejor.

     Me acerco a ella y enredo mis brazos en sus hombros, ya que es un poco más alta que yo y ella hace lo mismo.

     —Hola estúpida rusa.

     —Hola italiana idiota —reímos.

     —¿Qué haces aquí? Se supone que deberías estar en Génova, ¿no?

     —Sobre eso, viviré contigo.

     —Espera, ¿qué? —pregunto confundida—, creo que no escuché bien, repite lo que dijiste.

     —Sí, fui muy directa. Viviremos juntas, aquí, en esta casa —se encoge de hombros.

     —¿Cómo es que sucedió eso? Cuéntame todo.

     —Ven M&M's, sentémonos —hago lo que ella me dice y después inhala de una forma exagerada—. Entonces...

     —Entonces... —incito a que continúe.

     Sonríe y continua.

     —Mira, ¿recuerdas cuando te conté que papá había sido trasladado por su trabajo y claramente mamá y yo tendríamos que mudarnos con él a la otra ciudad? —asiento— Pues, mamá se dio cuenta de lo triste que estaba porque me iba y porque tú te ibas, así que pensó que éramos lo suficientemente grandes para vivir juntas, por lo menos un año.

     »Así que habló con papá, pero al inicio dijo que no porque un año era mucho tiempo, y no quería aprovecharse de la amistad que tiene con tu papá para que me dejara quedar aquí.

     —¿Entonces cómo lograste que tus papás te dejaran venir?

     —¿Me dejas continuar? —asiento blanqueando los ojos—, como te decía mis papás charlaron bastante, hasta el tío Elijah fue para convencerlo y lo logramos.

     —¿Tan fácil?

     Hace una mueca— Tuve que prometerles a mis padres que iba a sacar las mejores notas en el primer bimestre, y debo tener un nivel de 8 en adelante, así que amiga mía, vas a ayudarme a estudiar juiciosa.

     —Jajaja, trataré, pero no hago magia.

     —Estúpida —golpea mi hombro.

     —Auch, eso dolió.

     —No te quejes, florecita.

     La miro mal para después soltarnos a reír.

     Almorzamos todos en la mesa, papá nos informó sobre nuestro inicio de clases, el lunes, es decir en 3 días, así que decidimos descansar lo que nos quedaba del fin de semana para iniciar las clases con energía.

     Mi vida es muy cliché.

***

Enero 27, 2019.

     Ya era Domingo y me retracto cuando dije que íbamos a descansar estos días, no fue para nada así, Irisha y yo nos acostamos muy tarde, y dormíamos casi hasta la mitad del día. Papá ordenó que nos compraran algunos útiles escolares, algo que me hubiese gustado haber hecho a mí misma, sin embargo, la persona que los compró tenía buen gusto.

     Eran cosas en tonos azul turquesa o azul bebé y rosado pastel, además de las cosas obvias como cuadernos, lápices, colores y esferos, compraron una mochila para cada una y el uniforme que el colegio exigía. El uniforme consistía en una falda a cuadros rojos, grises y azules, una camisa blanca manga corta, una corbata gris, un blazer gris, medias grises y zapatos azul oscuro casi negro.

     Pues feo no era, pero lindo tampoco.

     Los primeros días Irisha y yo compartiríamos habitación mientras terminaban de remodelar la de ella, así que sería una pijamada constante. Ya era de noche, ambas revisamos nuestros horarios y ordenamos nuestros cuadernos mientras escuchamos algo de Led Zeppelin, una de las tantas cosas en común que tenía con Irisha eran los gustos musicales, lo cual es fantástico.

     «I'm gonna give ya every inch of my love,
     gonna give ya my love»

     Cantamos a todo pulmón.

     —Y pensar que yo creía que esa canción era romántica.

     —Lo es —mueve sus cejas de una forma graciosa—, a su manera.

     Reímos.

     —¿Nerviosa? —pregunta mi amiga terminando cerrar su mochila— Porque yo sí.

     —Un poco, pero sí.

     —Este uniforme no está para nada mal.

     —Opino lo mismo, pero tampoco es la gran cosa.

     —Exacto, podríamos dejarlo en lindo.

     —Sí —afirmo—. Cambiando de tema, Ian tampoco está para nada mal.

     ¿Por qué terminé hablando de Ian?

     —Eso quiero corroborarlo con mis propios ojos —frunzo mi ceño.

     —¿Para qué?

     —Para saber si es verdad, no me digas que estás celosa.

     —¿Celosa? No, claro que no.

     Pfff.

     —Más te vale amiga, no quiero que te enamores de alguien imposible.

     —Nadie ha hablado de amor, ni nada por el estilo, solo digo que es lindo.

     —Según me dijiste, está para morirse.

     —Sí.

     —Volvamos a cambiar de tema —asiento—. Se siente raro volver a iniciar, ¿sabes? Es decir, me siento nerviosa, pero a la vez feliz.

     —Muero por encontrarme un profesor extremadamente guapo, del cual pueda enamorarme, casarnos cuando me gradúe, tener dos hijos; niño yniña, además de eso vivir en una casa a las afueras de Roma.

     —¿Tenías que ser sarcástica? —me golpea con la almohada. Me quejo.

     —Está en mí.

     —Lo sé —blanquea sus ojos—. Durmamos, necesito descansar mis 8 horas completas, si no mañana va a ser un desastre.

     —Lo he vivido, descansa —apago la luz y me recuesto en la cama.

     —Duerme bien, te quiero.

     —Y yo a ti —me arropo.

🥀🥀🥀🥀🥀🥀

Ciaooooo, espero les haya gustado este mini maratón, no olviden tomar agua y seguir usando tapabocas, nos leemos pronto.

No olviden votar y comentar, eso me hace saber que les gusta.

All the fucking love, rose.

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