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Pérdida


La fragancia de las flores perfumaba cada rincón del majestuoso reino de Hyrule, combinándose con los brillantes rayos del sol que iluminaban la mañana. Al parecer la naturaleza se había puesto de acuerdo para que aquel día sea único... y con el acontecimiento que se estaba llevando a cabo, no era para menos.

Los gritos de algarabía se escuchaban por todo el pueblo, mientras los habitantes e invitados lanzaban pétalos de rosa al observar a la pareja de recién casados saliendo del Templo del Tiempo. Link y Zelda no cabían en la dicha de saber que por fin lograron cumplir su más anhelado deseo, el estar juntos para siempre bajo la bendición de las Diosas... y próximamente junto con la hermosa criatura que aguardaba su encuentro.

La princesa estaba hermosa, radiante en su vestido blanco, aún no se notaba ningún bulto en su vientre que evidenciara su estado, sin embargo, con la felicidad inundándola poco le importaba. Ya había aprendido a no vivir de la opinión de los demás. Por otra parte, Link, todo galante y varonil, con su sayo azul marino cubierto por una armadura de plata que lo hacía ver como el verdadero héroe que era.

La pareja se subió a la carroza que los llevaría a la recepción que se había organizado en su honor, donde todos sus invitados los esperaban para celebrar junto a ellos la felicidad de su eterna unión.

- Por fin somos marido y mujer... debo estar soñando. Han sido las semanas más largas para mí. – dijo la princesa, emocionada.

Link besa a su esposa en los labios al escuchar sus palabras, para después colocar una mano en su vientre para acariciarlo. Aunque estaba muy pequeño, podía sentir su calor y energía.

- Parece un sueño, pero no lo es. Esta es nuestra hermosa realidad y nuestro bebé es fruto de eso. – dijo Link, sonriendo a su ahora esposa.

- Así es, y por suerte no me he sentido mal. Hoy se ha portado muy bien nuestro pequeño.

- Y estás hermosa... ahora sí puedo decir que eres completamente mía. Ya no tendré que separarme de ti a la llegada del amanecer.

- Nunca más...

No faltaba mucho para que los jóvenes lleguen al lugar de la recepción, un hermoso espacio ubicado en el lago Hylia... pero inesperadamente la princesa hizo una petición.

- Mi amor, dile al cochero que se desvíe al castillo, por favor.

- ¿Ah? ¿Y eso? – preguntó Link, sorprendido.

- Tengo algo que hacer. ¿Me esperas?

- Está bien... pero si quieres te acompaño.

- No te preocupes, no demoraré. – respondió ella, sonriendo.

Una vez que llegaron al palacio, la princesa se dirigió a su habitación. Nadie notó su presencia debido a que la mayoría del personal se encontraba en el lago, cosa que la tranquilizó.

- Espero poder alcanzarte. – dijo a sí misma, ansiosa.

Una vez que llegó a su alcoba, vio como esta se iluminaba con una luz cegadora proveniente de su espejo. Cuando el efecto se redujo no vio nada, salvo unas cosas encima de su cama, una nota y una caja roja de terciopelo. Se acercó al lecho y tomó el papel para saber qué decía.

"Felices y bendecidos sean los tres..."

La princesa sonrió ante dichas palabras, cortas pero profundas y significativas. Le llegaron al alma. Luego de la nota se dispuso a abrir la caja, sorprendiéndose por lo que encontró. Una lira dorada con diseños de plata, la más majestuosa que había visto en su vida, incluso más que las que había usado. Al lado del instrumento también había otro escrito.

"Para que deleites a los que amas y arrulles a tu futuro encanto..."

La princesa no pudo evitar derramar algunas lágrimas con aquellas palabras, sobre todo porque le llegó de sorpresa. Sin embargo, luego recordó que eso no era extraño, pues nadie podía conocer su corazón mejor que ella.

Dio una última mirada en el espejo antes de retirarse a su celebración.

- Gracias, bendecida seas tú también...

...

El sol del ocaso se levantaba magnifico en la tierra de Mondrule, anunciando el medio día. Nadie se cansaba de ver tal espectáculo, ni anhelaba algo que fuera diferente a eso.

La regente del reino se encontraba en su despacho leyendo algunos escritos. Tenía en su rostro un dejo de mortificación, mientras su mano estaba colocada en su frente. Hace días que se sentía mal físicamente. Poco después Delia tocó la puerta ingresar.

- Le traje su infusión, princesa.

- Gracias, Delia. Espero con esto sentirme mejor. – dijo la joven, tratando de responder bien.

- Disculpe que se lo diga de nuevo, alteza, pero yo insisto en que debe verla un médico. No entiendo por qué se niega. – dijo la mujer, preocupada.

- Porque tampoco es algo que me ha incapacitado. Ha de ser inicios de un resfrío. – respondió la dama, desinteresada.

- No se está alimentando bien. Los cocineros me dijeron que casi nada se le antoja.

- Es cierto... debe ser por el estrés.

Delia quiso seguir insistiendo, pero no quería que la princesa se moleste. Todos en el palacio estaban preocupados por ella y sólo buscaban su bienestar. Dark Zelda se dio cuenta de que la manera en la que respondía no era la adecuada, por lo que trató de arreglar la situación.

- Gracias por preocuparte, Delia, pero de verdad no creo que esto sea de cuidado. Te aseguro que si los síntomas siguen pediré que llamen al médico. – respondió Dark Zelda, tratando de dar su mejor sonrisa.

- Está bien, princesa. Yo estoy a las órdenes para lo que necesite.

La mucama se retiró, dejando a la joven sola con su trabajo.

Dark Zelda, yendo contra su sensación de malestar, se mantuvo trabajando todo el día, hasta la llegada de la noche. De no ser que la puerta se hubiera abierto, hubiera continuado en lo suyo.

- ¿Aun sigues aquí?

La regente se dio cuenta que Dark Link había entrado, quien la fue a buscar por no haberla visto en su habitación. La joven mostró su mejor sonrisa y se levantó a darle un beso en los labios, a lo que el guerrero le correspondió de la misma manera... aunque también se preocupó al haberla sentido.

- ¿Estás muy caliente? Parece fiebre...

- ¿De verdad? No creo, debe ser el cansancio. – respondió ella, evadiendo el tema.

La princesa se sorprendió cuando el joven la tomó en sus brazos y la sacó del despacho. No esperó por parte de él una acción como esa, al menos no en un sitio público... pues en la intimidad la historia era muy diferente.

- Por si te preocupa que nos vean, a esta hora todo el mundo duerme. – respondió el guerrero, sin dejo de preocupación.

- No es eso... sólo me sorprendí. – dijo ella, sonrojada.

- Desde hace un tiempo te noto decaída, como enferma, ¿seguro todo está bien?

- Si, sólo es cansancio por tanto trabajo, también te ha pasado cuando has entrenado mucho con los soldados.

- Si he tenido malos días, no lo niego... pero en tu caso lo veo diferente.

- Gracias por preocuparte.

Él sólo sonrió ligeramente ante el agradecimiento de la princesa, pero era cierto, se preocupaba por ella debido a ese enigmático sentimiento que ella le causaba, y hasta le fecha no lo comprendía. Dark Zelda se sentía encantada entre sus brazos, protegida, extasiada mientras aspiraba el varonil perfume que emanaba. Lo amaba más cada día que pasaba, a pesar que por el momento era mejor callarlo.

Una vez que llegaron a la alcoba, el guerrero la recostó en su cama.

- ¿Estás mareada? – le preguntó él.

- Un poco...

- Espero que el descanso te haga sentir mejor.

- ¿No te quedarás?

- Recuerda que esta noche estaremos en vela en el bosque, es parte de nuestro entrenamiento especial. Sabes que cada mes hacemos lo mismo.

- Es cierto, lo había olvidado... hasta mañana.

Dark Link se despidió besándola antes de retirarse, mientras que Dark Zelda se quedó acostada en su cama, hasta que no pudo soportarlo más y corrió al baño a vomitar, la sensación de asco con el mareo se le hizo intolerable. Ya no pudo contenerlo.

Una vez aliviada, tomó un baño rápido y se alistó para dormir, sintiéndose sumamente débil y agotada. Antes de recostarse fijó su mirada en la rosa, a la que le vio algo distinto a lo normal. Impactada se acercó a ella, sin poder creerlo.

- ¿Y esto? – preguntó sorprendida.

En el tallo de la rosa había aparecido un pequeño capullo, bastante tierno; para cualquiera eso hubiera sido normal, pero para ella no, pues sabía perfectamente lo que significaba. La rosa estaba tan enlazada a su vida que le dio la señal de lo que estaba pasando.

Una nueva vida se estaba formando en la rosa... de la misma manera que en ella.

Estaba embarazada.

La princesa observaba la rosa impactada mientras asimilaba su realidad nada esperada. Hubo unos días en los que sí tuvo una sospecha, pero la dejó de lado por su propia calma.

No sabía cómo sentirse, pues un inmenso miedo la inundaba, pero al mismo tiempo una inmensa alegría, ya que uno de sus más grandes y secretos sueños se había cumplido.

Desde su nueva forma soñó con formar una familia, pues por su condición carecía de una, y qué mejor si aquel bebé era del hombre al que amaba con todo su ser. La felicidad y las dudas jugaban cruelmente con sus sentires mientras tocaba su vientre.

- ¿Qué va a pasar ahora? El reino, el palacio... Dark Link. – se preguntó, preocupada.

¿Cómo iba a tomar su pueblo el tema de su embarazo, si ni siquiera estaba comprometida? Pero sobre todo, cómo lo iba a tomar Dark Link, el hombre con el que tenía un compromiso de cuerpo y alma, pero que no sentía nada de amor por ella. Si sus consejeros se enteraban, para tapar el "escándalo", lo normal que harían sería casarla a la fuerza, pero en este caso no podía ser, más si se trataba del Comandante del Ejército de Mondrule. Lo más lógico era que él sea el primero en enterarse... pero el valor no salió a relucir. ¿Cómo tomaría él, un alma libre, solitaria y descarriada, que iba a ser padre?

- No puedo... no puedo decirle...

Esa noche se durmió con las lágrimas inundando su rostro, sintiendo mucho miedo. Talvez en otras circunstancias hubiera sido completamente feliz, pero ahora, por primera vez, no tenía idea cómo encontrar una solución.

...

Las semanas transcurrieron sin piedad para la regente, quien con el pasar de los días ya había asimilado la noticia, pero aun temía. Por suerte su bebé estaba muy pequeño, por lo que no se notaba nada en su ropa.

Una tarde se encontraba con su amado almorzando en el balcón de sus aposentos, sin que nadie pudiera verlos. Dark Link la miraba extrañado, pues en esos días notó que había cambiado bastante, ya que pasó de no comer casi nada a todo lo contrario. Sin perder la educación y delicadeza, la dama se alimentaba con gusto, incluso había repetido dos veces el mismo plato de camarones al ajillo que habían preparado los cocineros. Estaba bastante deleitada con su comida hasta que notó la mirada del joven.

- Yo... lo siento. – se excusó, avergonzada.

- ¿Ah? ¿Por qué te disculpas? – preguntó el joven.

- Porque creo que me he pasado. He comido demasiado.

- Yo no le veo nada de malo, al contrario, me gusta verte comer así.

La princesa se sonrojó al escuchar al joven hablarle de esa manera, además que se sentía avergonzada de saber que la estuvo viendo comer como una descocida. Dark Link se dio cuenta de eso, por lo que también se apenó y trató de desviar el tema.

- Bueno... lo decía también porque no has comido mucho en estas semanas, así que tu hambre está justificada. La comida está muy buena, fue bien elegida por el cocinero.

La joven en el fondo sabía muy bien que el motivo de su hambre excesiva se debían a los antojos que le daban debido a su estado, incluso ella fue la que pidió que preparen los camarones, pues de eso tenía ganas.

- Has estado bastante cambiante, a decir verdad. – dijo el guerrero.

- ¿A qué te refieres? – preguntó, disimulando que no comprendía.

- Duermes mucho, pasas de no tener hambre a tenerla en exceso... incluso estás distante conmigo. ¿Otra vez te has vuelto a enojar? – preguntó serio.

- No... para nada.

- ¿Entonces qué sucede?

- De verdad no pasa nada, sólo estoy cansada.

- Como digas... muchas gracias por todo. Voy al entrenamiento. – dijo el joven, sin deseos de volver a insistir.

- Suerte en todo.

El joven se despidió y dejó a la princesa sola, quien fue a tomar una siesta debido a lo cansada que se sentía, mucho más si había comido tanto. Acarició su vientre con ternura, hablándole a su bebé con un amor que ni ella misma sabía que sentía.

- Siempre cuidaré de ti... ahora que existes nada me separará de tu lado.

No supo en qué momento se quedó dormida, su cuerpo simplemente se desvaneció...

***

Camino y camino. Mis pasos no paran...

Me estoy dirigiendo a un lugar que ni siquiera puedo mencionar, pues si lo hago me consumiré en veneno. No sé por qué me dirijo hacía allá... no quiero... no puedo... pues los recuerdos llegan a mi como púas clavándose en mi ser, destrozando mi corazón.

No quiero asimilar que he llegado, y lo puedo ver, y como siempre sigue tan despreciable... pero lo que veo después me deja anonadada.

- ¡NOOOOO!

En sus manos lo tiene a él, a quien amo con toda mi alma, mientras el suelo se baña con su sangre...

- ¡Suéltalo! ¡No lo toques!

De inmediato intento ayudarlo, pero las fuerzas se me terminan, no puedo más... y la sangre sigue corriendo sin cesar...

***

Se despertó sumamente alterada y con un frío penetrando su piel, mientras su respiración estaba agitada. Vio que los ventanales de su balcón estaban abiertos, cuando ella los había dejado cerrados. ¿Cuántas horas había dormido? Ya no faltaba mucho para la llegada de la noche, por lo que se dio cuenta que lo hizo por horas.

- ¡Noo!

Se alarmó al ver que los pétalos de su rosa se agrietaron por el viento, mientras se iluminaba de manera intermitente, demostrando que estaba alterada. Aunque luego vio que la ventisca no era la causante, había algo más, y ella sabía muy bien qué... la sombra más aterradora para ellas. La joven corrió a auxiliarla, no sin antes cerrar los ventanales.

- Tranquila... sólo fue una pesadilla. – dijo con voz tierna, pero preocupada.

Pero la rosa no dejó de alarmarse, pues todo lo ocurrido no era una simple pesadilla, y la princesa lo sabía. Él la estaba molestando, la estaba llamando insistentemente.

- Ven aquí...

La joven comenzó a taparse los oídos para no escuchar nada, no de nuevo. Aquella voz había regresado a perturbarla, a lastimarla una vez más.

- Él ya está perdido, y no lo podrás salvar... será todo mío.

- ¡DÉJAME EN PAZ! ¡VETEEE! – gritó exaltada.

- ¿Él no te importa? ¿No lo quieres volver a ver?

¿Acaso él había logrado su cometido? Ella no podía creerlo, no quería. Haría lo que sea por proteger al hombre que amaba, al padre de su nuevo amor, mucho más ahora que se estaba convirtiendo en una persona correcta. No se lo iba a permitir.

- Quiero que trates de calmarte, detendré esto pronto. – le dijo la princesa a la rosa.

La rosa se alarmó aún más al haber escuchado eso, pues sabía que Dark Zelda lo volvería a hacer... regresaría a ese horrible lugar.

- Nada malo pasará... confía en mí. – prometió con una sonrisa.

No se dejó convencer ni siquiera con el aroma que la rosa comenzó a emitir para retenerla. Su decisión estaba tomada. Iría a enfrentar el mayor de sus miedos.

...

La luna llena se encontraba en su cúspide, mientras el viento soplaba con extrema fuerza. Ya estaba cerca de su destino y por suerte ni un alma estaba cerca.

- Ya llego...

El ambiente comenzó a tornarse más turbio, lo que significaba que estaba cerca de llegar. Moría de miedo, pero no iba a huir.

Las afueras del Bosque de Gehena se veían tan tétricas como, para su mala suerte, lo recordaba. Y justo cuando estuvo a punto de poner un pie en su entrada, se detuvo en seco.

- ¿Qué pasa?

La rodeó un doloroso escalofrío en el cuerpo, mientras que de su boca salió un hilo de sangre. Sintió como miles de dagas penetraban su cuerpo.

- Este lugar ya no te pertenece. No puedes entrar.

- No dejaré... que te salgas con la tuya... maldito monstruo. – habló ella con dificultad.

- Yo ya me salí con la mía... y me encargaré que me recuerdes por el resto de tu vida.

No supo en qué momento sucedieron las cosas, pero sintió como una enorme luz la rodeaba por completo y la desaparecía del lugar.

...

Sin saber cómo se vio arrastrándose sola en los prados de Mondrule, lejos del bosque maldecido. No entendía por qué no había podido ingresar como antes, pero en esos momentos no lograba pensar... se sentía mareada, con náuseas y con una punzada en el vientre.

- Ah...

Colocó su mano en donde le dolía, sintiendo humedad y calidez... hasta que vio sus dedos enrojecidos...

- No... no...

Toda su falda estaba bañada en sangre... Y sin soportar aquella imagen, mientras el dolor y las lágrimas la dominaban, cayó en la oscuridad de su inconsciencia.

...

¿Cuánto tiempo había pasado? No lo sabía, pues solamente sentía mucho dolor de cuerpo, pero sobre todo en el alma. El miedo y la oscuridad formaban parte de sí misma.

Escuchaba algunas irreconocibles voces de fondo, tres para ser precisa... su mirada nublada no lograba reconocer en dónde se encontraba. No era su alcoba, de eso estaba segura, pues no percibía el aroma de la rosa.

Poco después pudo escuchar que una de las voces se retiró, dejando al otro par a solas, quien al poco tiempo se acercó. Se sorprendieron mucho de ver que estaba despertando.

- Ya está reaccionando...

- Despacio, no hay que presionarla.

Dark Zelda logró abrir los ojos, descubriendo quiénes eran las personas frente a ella... y no pudo evitar sorprenderse al verlas.

- ¿Se acuerda de nosotras?

- Ustedes son...

- Las gemelas, ¿recuerda? Kayra y Kaysa.

- Si... si las recuerdo. ¿Pero por qué están ustedes aquí? ¿Dónde estoy? No entiendo na...

La regente sintió una dolorosa punzada en su vientre, por lo que Kayra la volvió a recostar.

- No se agite, por favor... aún no está recuperada. – le pidió, preocupada.

- ¿Recuperada de qué? ¿Qué fue lo que me pasó? – preguntó la dama.

- Por ahora sólo descanse, princesa. – pidió Kayra.

- ¡NO! Exijo que me digan qué me pasó. ¡AHORA!

Las hermanas se miraron entre sí, sumamente entristecidas, mientras la penetrante mirada de la princesa las atormentaba. No sabían cómo afrontar el tema.

- ¿Qué pasó con mi...?

- Estábamos de regreso a casa y la encontramos desmayada en la pradera, bañada en sangre. – narró Kayra.

- No sabíamos qué hacer, a quién avisar, por lo que la trajimos casa para que mi hermana la revise. – dijo Kaysa.

- Yo conozco algo de enfermería y la revisé... y...

La joven enmudeció, no sabía cómo continuar el tema, sobre todo ante una mujer de la altura de la princesa.

- ¿Qué le pasó a mi bebé? – preguntó con voz temblorosa.

No le importó mencionarlo delante de las gemelas, a pesar que aún eran desconocidas para ella. Lo único que quería era librarse de la duda que le quemaba el alma, el mayor de sus miedos.

- Lo perdió...

La joven quedó pasmada, sin poder respirar. De inmediato colocó una mano en su vientre para tratar de rescatar algún retazo de la presencia de su pequeño, pero no había nada. Estaba vacía, seca.

- Lo lamento mucho, princesa. – dijo Kaysa.

- Apenas mi hermana lo descubrió, llamó a una persona más especializada en el tema para que la trate y así evitar peores consecuencias. – continuó Kayra.

- Nosotras la despojamos de toda su ropa, joyas, para que nadie la reconozca. Por suerte se creyó la historia de que usted es un familiar lejano, así que nadie en el reino va a saberlo.

- Y esto nos lo llevaremos a la tumba, se lo juramos.

Dark Zelda seguía sin articular palabra, mientras asimilaba la historia tan lastimera que las gemelas le contaban. Varias lágrimas comenzaron a caer por sus mejillas, mientras su corazón se destrozaba en mil pedazos.

- Princesa...

- Yo... ¿podrían dejarme sola, por favor?

- Claro que sí, no dude en llamarnos si necesita algo.

Las hermanas se retiraron, dejando a la dama sola.

Dark Zelda se acomodó en la cama, abrazándose a sí misma mientras su cuerpo temblaba de terror y dolor. No podía creer que había perdido lo único propio y auténtico que había tenido en su vida, la única prueba de amor con el hombre que amaba, a pesar que él no sentía nada por ella. Es verdad que estaba asustada, temía cómo afrontarlo, pero la dicha de su existencia la llenaba de valor y aliento para luchar contra lo que sea.

Por muchas ocasiones imaginó su sonrisa, la suavidad de su tersa piel, su llanto, sus hermosos ojos mirándola con amor y necesidad... pero ahora todo se había esfumado, quedó con los brazos vacíos, pero sobre todo el alma hecha añicos. Con su perdida había quedado por completo sepultada.

La princesa del reino, la seria e inquebrantable monarca, lloró como nunca antes lo había hecho, sin importarle que aquella acción aumentaba su dolor físico. ¿Cómo iba a seguir viviendo si un pedazo de su corazón había muerto? Sentía abandono, impotencia, rabia, odio hacia al causante de su desdicha... y al mismo tiempo culpa, pues de no haberse presentado ante él, de haber ido su burla, su bebé aun estaría con ella.

- ¿No tuviste suficiente con lo de antes, maldito? ¿Nunca te vas a detener hasta verme muerta? Jamás te perdonaré...

Siguió llorando hasta que no pudo más con el agotamiento, mientras las lágrimas seguían invadiéndola.

...

La madrugada continuaba su tormentoso andar, mientras las gemelas se habían quedado en la otra habitación, pues la princesa ocupaba la de Kayra. Se sentían muy apenadas e impactadas por todo lo ocurrido.

- Puedo escucharla llorar, a pesar que intenta contenerse. Con lo orgullosa que es jamás permitiría que nadie la vea en ese estado. – dijo Kaysa.

- No puedo imaginar el dolor que debe estar sintiendo... pero me pregunto de quién... – dijo Kayra, pero fue interrumpida por su hermana.

- Creo que la respuesta es bastante obvia, ¿no? Quién más que el Comandante.

- ¿Pero él lo sabrá? Deberíamos buscarlo y decirle.

- Ni se te ocurra, eso no nos corresponde. Le prometimos que no diríamos nada, además no sabemos si él lo sabe.

- Tienes razón... pero me da impotencia verla así. Siempre se ha mostrado altiva, orgullosa, pero al mismo tiempo cálida y amable con todos. – reconoció con tristeza.

- Ella saldrá de esto... por ahora es mejor dejarla descansar y levantarnos muy temprano para llevarla al palacio. No es bueno que se exponga a las preguntas de su gente cuando vean que no se encuentra.

- Moriremos con este secreto, ni siquiera a ellos se lo diremos.

- Nunca...

Luego de su promesa, las jóvenes se quedaron dormidas, pero sin dejar de estar atentas a la llegada del amanecer.

...

No faltaba mucho para que la luna se oculte y dé cabida al sol del ocaso. Y a las afueras del palacio las tres damas se encontraban llegando.

Las hermanas quisieron acompañar a la princesa hasta la entrada, pero esta les pidió que la dejaran ahí, pues quería aprovechar que todos dormían y que nadie la vea entrar. Aun sentía dolor en el cuerpo, pero más que todo en el alma, sin embargo, se había quedado sin lágrimas de tanto llorar y ahora sólo le quedaba continuar con su tormento en silencio.

- ¿Está segura que sola puede continuar? – preguntó una de las gemelas.

- Sí, no se preocupen por mí. Yo... agradezco mucho por la ayuda que me han brindado, pero sobre todo por el respeto a mi dolor y silencio. – dijo la princesa, hablando con dificultad, pero tratando de mostrarse fuerte.

- No tiene nada que agradecer, princesa. Y como le juramos, este secreto quedaría siempre con nosotras. – dijo Kaysa.

- Ahora céntrese en curarse... en cuerpo y alma.

- Gracias, quizás el destino quiso que nos conozcamos. Y esta ayuda no es lo único que debo agradecerles.

Se despidió de cada una con un abrazo, para después dirigirse al palacio, que aun dormía plácidamente... a excepción de una persona.

...

Al llegar a sus aposentos, lo primero que hizo fue buscar a su rosa, la única amiga con la que se sentía en confianza. Con sumo dolor descubrió que ella se encontraba apenada, mientras el capullo de su tallo se había desprendido y yacía seco en la tierra.

- También te quedaste vacía...

La joven volvió a derramar lágrimas, pero se detuvo al sentir una presencia detrás de ella, una a la que conocía a la perfección.

- ¿Dónde estabas?

El Guerrero de las Sombras la tenía tomada de la cintura, a sus espaldas, sin imaginar el lluvioso rostro que poseía. Disimuladamente la dama se limpió las mejillas y trató de responder lo más calmada posible.

- No podía dormir y salí a caminar. ¿Recién llegas? – preguntó, disimulando tranquilidad.

- Hace un momento. Si querías ir a caminar era que me esperes, te hubiera acompañado.

- Pensé que estarías cansado...

Dark Link volteó a la dama para verla de frente, y grande fue su sorpresa al descubrir que estaba pálida y ojerosa, mucho más de lo normal. Sin duda su estado le preocupó mucho.

- Estás muy pálida. ¿Te sientes bien? – preguntó sorprendido.

- Si... co... como te dije no he dormido bien... Disculpa que me vaya así, pero quiero dormir.

- Está bien... hablamos más tarde.

La joven se dio la vuelta y se recostó en su cama, tapándose casi todo el rostro. Dark Link la notaba distante desde hace tiempo, y no tenía idea del por qué...

...

A partir de ese doloroso evento, los días se volvieron grises en el palacio, como si todos sintieran aquella pérdida que sólo le correspondía a la Dama de la Luna.

La princesa, debido a su secreto estado, decidió otorgarse una licencia para recuperarse, pero más que todo para estar sola y no hablar con nadie. Permitía que Dark Link ingrese a su cuarto para dormir con ella, mas no que la toque, pues no estaba lista para aquello. El joven, aunque extrañado, no le reclamaba nada, pero si se sentía incómodo ante esa situación, y no de la misma manera en la que estuvo cuando ella lo rechazaba por su supuesta infidelidad, sino porque le preocupaba. No comprendía ese sentir hacia ella, pero no le gustaba y no sabía qué hacer para reanimarla. Las palabras no se le daban para nada, mucho menos si estaba tan distante.

Aquella barrera que ella le ponía le causaba una gran frustración.

...

En una de esas tantas tardes de entrenamiento, el humor de Dark Link terminó por desequilibrarse, pues Nox y Ryotta no asistieron al entrenamiento, por lo que la actividad que tenía planeada ese día tuvo que suspenderse. No asimilaba cómo se atrevieron a desafiarlo de esa manera, así que no dudaría en asignarles un terrible castigo.

Se imaginó en donde se encontraban, en la casa de sus amantes, como siempre... él conocía el sitio porque no era la primera vez que los sacaba a rastras de ahí, y esta vez iba a hacer lo mismo.

Cuando llegó a la vivienda, se dispuso a tocar la puerta, pero la conversación que escuchó del otro lado, entre las hermanas, le llamó la atención...

- ¿Veo que tu amorcito sigue dormido? – dijo una de ellas, riéndose.

- Ya le insistí que se levantara, pero no quiso hacerme caso. – respondió la otra.

- Déjalos, de todas maneras el Comandante no los librará de un buen castigo, como la vez pasada.

Como lo sospechaba, los rufianes se encontraban ahí. En ese momento iba a tocar la puerta, pero el siguiente tema lo dejó en seco. La princesa había pasado a ser la protagonista.

- No hemos visto a la princesa desde ese día que la dejamos en el palacio. Y por más que trató de disimularlo, se la veía destruida. – mencionó Kayra, entristecida.

- Por eso le propuse que la acompañemos hasta la entrada, pero ella no quiso.

¿De qué estaban hablando las jóvenes? ¿A qué día se referían? ¿Acaso fue el día en el que supuestamente se fue a caminar porque no podía dormir? Desde ese entonces comenzó a portarse extraña y a verse enferma.

- Ella deseaba estar sola, no compartir su dolor con nadie. Entiende, no debe ser fácil pasar por un aborto. Debe ser horrible perder al hijo que esperabas.

Y con aquella confesión, el Guerrero de las Sombras se quedó pasmado, siendo este el inicio de su fatídico destino.

...

Comentarios finales:

Hola a todos y... ¡FELIZ AÑO NUEVO! Espero este nuevo año sea muy bendecido para todos y que por lo que estén luchando se cumpla. Y para dar inicio al 2019, traigo para ustedes un nuevo capítulo de esta historia que no ha sido olvidada.

Como podrán darse cuenta el destino de DZ era similar al de su contraparte, pero algo ocurrió ahí que cambió los esquemas de la peor manera, y ahora es ella la que más sufre. Es la primera vez que narro un aborto, y no fue fácil.

¿Cómo se sentirá DL al saber esto? Habrá un remolino de emociones, pero este triste acontecimiento será la apertura de la desgracia que se viene.

Espero que el capítulo haya sido de su agrado, a pesar de lo triste que estuvo, y como siempre agradezco todo el apoyo que me dan.

Chaito ^^

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