Cuando ya se acercaba la navidad llegaban al pueblo los vendedores ambulantes de juguetes, todos los niños íbamos a verlos y a soñar despiertos, al menos los más pobres como yo, veíamos las muñecas tan hermosas que en ese tiempo estaba de moda les decíamos de carne, porque estaban hechas de hule espuma las tocabas y parecía que tocabas a un bebe de verdad tus dedos se hundían en los bracitos y piernitas, las caras eran preciosas y abrían y cerraban los ojos azules, y su ropita era muy bonita hasta zapatitos de piel tenían y su pelo rubio con sus bucles, había juegos de té, de cerámica, juego de cocina de peltre, y aluminio, patines del diablo, triciclos, patines de fierro con correas que eran los de moda.

Mi hermana Luz y yo siempre decíamos

-Yo voy a pedir esa mona

-No, esa la voy a pedir yo, decía ella

-Pero siempre llegábamos a un acuerdo y decíamos

_Mejor tú pide la mona y yo pido el juego de té y el juego de ollitas y cacerolitas para hacer la comidita y darle de comer a la mona.

-Sí, eso vamos a pedir, córrele vamos a la casa hacer la cartita.

Nos alejábamos soñando para hacer nuestra cartita al niño Dios.

Pero como ya dije eran solo ilusiones porque en mi inconsciente sabía perfectamente que esas muñecas sólo las iban a tener las niñas ricas del pueblo, porque a mi corta edad ya me daba cuente que en mi entorno todas mis amigas y vecinos de mi colonia sólo íbamos a recibir pequeñas muñecas de plástico con cabezas de japonesas, con trenzas a cada lado.

Y si bien nos iba, a alguna niña pobre que el niño Dios nos trajera un muñeco más grande, era de sololoil un plástico blandito que nada más ese día se veía bonito, porque con cualquier golpecito o aplastoncito que le diéramos, quedaba apachurrado.

_También había muñecas de pasta, pero esas eran peor porque si se te caían se te rompían y quedaban sin cabeza o mancas, y lo peor soportar el regaño de tu mamá.

_Pero mira nada más muchacha condenada ya rompiste la mona, pero vas a ver ya no te va a traer nada el niño Dios, te dura más un pedo en la mano que los juguetes que con tanto sacrificio te trajo el niño dios, eso era si no estaba enojada pero si lo estaba te pegaban por descuidada.

Muchos años después cuando hice el papel de niño dios, comprendí a mi santa madre lo que sentía cuando rompíamos nuestros juguetes.