Hora del baño
Encendiendo las luces de la habitación, unos pasos resonaron contra las baldosas junto con el sonido de una llave abriéndose.
Poco a poco el vapor del agua caliente inundaba el baño mientras poco a poco una serie de artículos eran acomodados para preparar la tina que se iba llenando poco a poco.
Con cuidado, Alastor se sujeto un poco sus cabellos, para luego remangarse las mangas y quitarse los guantes, dejándolos a un extremo de la mesa de baño. Sintiendo la temperatura, noto satisfecho como había llegado a la temperatura adecuada.
Una vez tuvo todo listo, salió del baño hacia el interior de la habitación, donde se encontró con la persona a la que había destinado todo ese proceso. Suspirando, no pudo evitar sonreír al verla aun un poco dormida.
Había sido una jornada muy extenuante durante esa tarde, quedando completamente exhausta. Por supuesto, eso era su culpa en gran medida lo posible, recordando aquellos adorables sonidos y el movimiento incesante de sus pieles chocando en la privacidad de su habitación.
Pero ya no era momento de pensar en ello. Tenía un deber con su adorada princesa y era ayudarla en ese momento en el que apenas podía ponerse en pie. Así que con mucho cuidado, Alastor la tomo entre sus brazos, dejando su desnudez al descubierto.
Como la princesa que era, la llevo cargada hacia la tina mientras ella aun estaba inmersa en su propia sensación de adormecimiento. La introdujo lentamente al agua, escuchando el siseo de alivio de la princesa y disfrutando ese breve momento de intimidad.
Tomando las lociones que estaban a su mano, fregó su cuerpo de porcelana quitando los restos de sudor y fluidos que quedaron de su encuentro, tallando con suavidad y disfrutando del tacto, limpio todo su cuerpo mientras ella parecía tararear complacida por aquel adorable gesto.
Una vez termino, busco retirarse para dejarle un momento a solas, cuando esta lo detuvo, jalando de la tela de su pantalón.
—Oye ¿No quieres unirte conmigo? —pregunto ella con ese tono que siempre lo envolvía y lo volvía loco.
Así que, simplemente no pudo decir que no a su petición.
Se deshizo de su chaleco y lentamente de su camisa. Las marcas de todas aquellas cicatrices que aun estaban plasmadas en su cuerpo inmortal, era un vestigio de su debilidad humana y las cuales Charlie observo nuevamente.
Él las veía como lo más terrible de su ser. Porque denotaban su debilidad.
Pero Charlie las veía como una muestra de supervivencia.
Porque en su momento de mayor debilidad, logro superponerse y aunque ahora estaba muerto, era un ser de inmenso poder y estaba allí, a su lado.
Se introdujo con ella en la gran tina, peinando sus cabellos hacia atrás mientras la humedad del vapor los envolvía. Charlie se acurruco a su lado, disfrutando de su piel desnuda y del momento. Jamás habían pasado a eso, nunca lograron conectar de ese momento tan íntimo y ella estaba tan complacida de haber logrado que se uniera a ella así.
Y era una gran dicha, tener a la persona que más quería de ese modo a su lado, en algo tan simple, pero tan intimo.
Pero quizás la felicidad estaba en esos hechos tan pequeños.
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