Hacia la libertad
Infiltrarme en el barrio bajo para investigar las desapariciones no me pareció tan mal plan. Había descubierto que hacían con los cautivos, aunque ser secuestrada no era precisamente un gran avance en la investigación.
Ser policía en mi planeta no suponía grandes retos hacía apenas diez años. Cuando vinieron los archque, una raza extraña de cuerpos débiles, carentes de cola, y con gran apatía hacia el sufrimiento ajeno, todo cambió drásticamente.
Esos debiluchos habían llegado desde la Tierra huyendo de sus guerras internas, y en lugar de agradecer su nueva oportunidad y prosperar junto a nosotros, se convirtieron en los reyes de los negocios turbios.
Estaba prisionera en la Arena luego de que me secuestraron y me inyectaron una sustancia desconocida. Me lanzaron en una celda del Bajo Mundo y me dijeron que la única manera de sobrevivir era peleando. Había oído algunos rumores de lo que hacían allí, pero una marciana como yo era incapaz de entender cómo esos humanos (en mi planeta humano es sinónimo de monstruo) eran capaces de sentir placer al ver seres asesinándose entre sí.
Y allí estaba yo, presa de un experimento en el sitio más horrible de mi mundo y lista para pelear. En total éramos 41 luchadores. De todos los que habíamos sido inyectados con el súper suero, solo quedábamos nosotros, y en lugar de aprovechar nuestros dones nos usaban de entretenimiento, menuda genialidad.
Las celdas estaban más custodiadas cuando no había espectáculo y solo nos quitaban los collares anuladores cuando debíamos pelear, así que tenía esperar mi turno para sacarlos a todos de allí.
Ese día, después de semanas, al fin había llegado mi hora. Me había negado a demostrar mi verdadero poder, y los expertos no esperaban mucho de mí.
Mi enemigo en la Arena era humano, parecía mayor por su piel arrugada y sus cabellos plateados, ellos no poseían escamas como nosotros, ni mudaban la piel para mantener la salud. El tipo contaba con varios cuchillos y espadas, además en sus caderas noté dos pequeñas pistolas de plasma.
Las gradas estaban a mas no poder, noté la presencia de varias especies entre el público, y en el balcón más alto parecían reposar algunos poderosos. El presentador dijo nuestros nombres de pelea, cosa que yo no me molesté en atender. Mi cola se movía nerviosa, al fin y al cabo nunca había tenido una lucha a muerte.
Estaba vestida con una armadura plateada que cubría las partes más sensibles de mi cuerpo, en la cabeza alargada llevaba un casco y como arma me habían dado unas garras de metal que me parecían en extremo incómodas.
Al fin sonó la campana y el hombre cauteloso frente a mí me lanzó unos cuchillos desde la distancia, pero mi cola los pudo repeler tranquilamente. El tipo siguió repitiendo la rutina desde varios ángulos, parecía que quería comprobar mi alcance.
―Nunca he luchado con una lagartija marciana ―dijo el humano tratando de molestarme y corriendo hacia mí con una espada curva en la mano.
Esquivé el golpe de un salto con mis patas traseras y usé mi cola para tumbar al arrogante. El tipo se mordió la lengua y escupió sangre, luego dijo algo que no entendí e inició una serie de ataques con mucha destreza, cortó mi piel reptiloide que sanó con la rapidez característica de mi raza. Sus ataques se hacían más violentos, y los cortes ya no sellaban al instante.
Tenía que atacar, nadie gana una pelea solo defendiéndose, si ese desgraciado lograba atinarme un cuchillazo en un punto vital, estaría perdida. Estuve a punto de atacar su garganta descubierta cuando me di cuenta que estaba concentrada en el enemigo equivocado, él también era una víctima, solo intentaba sobrevivir. Mi deber como protectora de la paz era sacarlo de allí junto con los otros esclavos.
El hombre se estaba cansando de mi jueguito y decidió sacar las dos pistolas, que parecían más grande en sus manos. Yo no llevaba escudos mas que la armadura que me habían dado para pelear, y en la arena no había donde resguardarse. El arma de plasma no le permitiría a mi piel sanarse debido a las quemaduras que dejaba detrás.
Era el momento de usar mi habilidad especial. El humano me apuntó con ambas pistolas, yo cerré mis hendiduras azules para concentrarme mejor. El suelo comenzó a temblar, las paredes se agrietaron por la agitación, los espectadores comenzaron a correr asustados. Me dirigí al lugar donde estaban nuestras jaulas y provoqué un pequeño derrumbe en la puerta.
―Salgan de aquí o morirán enterrados ―grité en el pasillo.
Los demás prisioneros comenzaron a correr hacia la arena, quien había sido mi enemigo me habló:
―Usa el piso, tenemos que salir de este infierno.
Miré el suelo y creé una base, les grité a los demás peleadores para que subieran y con todas las fuerzas que me quedaban impulcé la roca hacia la superficie, hacia la libertad.
Cuento ganador del 1er lugar en la categoría Superhéroes, en el concurso: "Vuelta al Perfil en 80 días" organizado por WattpadCienciaFiccionES.
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