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Amor atemporal

Fragmentos del Diario de Sato Kenji:

Hokaiyork, 2155, noviembre

Volverla a ver es todo lo que quiero hacer. Si hubiese sabido que estaba muriendo, que nunca más la vería, entonces le habría dicho que la amaba.

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Hokaiyork, 2168, marzo

Tras años de investigación logré terminar la primera máquina del tiempo en la historia de la humanidad. No sé lo que pueda pasar, pero mi vida ya no es vida si Lía no está en ella.

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Algún lugar del multiverso, 2153, enero, 17

Le di al botón y se hizo la ciencia. Para mi fortuna la máquina funcionaba perfectamente, para mi desgracia las teorías que afirmaban que el tiempo era cíclico e infinito, eran ciertas. En otras palabras, volví al pasado, pero no al mismo mundo en el que nací, sino a uno paralelo. Por suerte el ADN que inserté en el aparato pudo transportar mi esencia a través del pequeño agujero de gusano hasta el yo alternativo que vive aquí; eso arregla los conflictos de adición que podría causar. Dos personas que son la misma compartiendo el espacio-tiempo de una, eso nunca acaba bien en las pelis (aunque de todas formas mi cuerpo no cabía en el puente de Einstein-Rosen).

Kenji se despertó en un apartamento similar al suyo de cuando tenía 25 años. Se acercó al espejo arrastrando sus delgadas extremidades. Aunque las patas de gallo habían desaparecido de sus ojos rasgados y su lacio cabello oscuro no mostraba los tonos grises, era el mismo de hacía unos minutos. El experimento había sido un éxito. Decidió no perder más su tiempo y se apresuró a arreglarse, la misión apenas comenzaba.

En medio de la faena por encontrar ropa limpia vislumbró un verdor inusual que lo hizo retroceder. Abrió la ventana del balcón y el paisaje que encontró lo dejó mareado. Árboles gigantescos reemplazaban los edificios, su propio hogar parecía una formación natural que sobresalía de uno de ellos. Las avenidas y calles estaban conformadas por un sistema de canales por dónde corrían aguas cristalinas que en su interior albergaban peces, crustáceos y algas. El horrible smog, las fábricas y los ruidos característicos de la urbe ahora se convertían en silencio, naturaleza y vida.

La preocupación estrujó el rostro del científico a pesar de todo lo abrumador y curioso del sitio. La infinidad de probabilidades que ese entorno podía ofrecer eran, bueno, infinitas, y algunas de ellas lo corrompían.

«Otra realidad sin ella es tan absurda como mi existencia» se dijo para sí.

Kenji salió corriendo hasta el garaje acuático, agarró el equivalente a su moto (imposible no reconocer la suya por todos los cachivaches que él llamaba mejoras) y partió agitado hacia donde la encontraría.

El ahora muchacho llegó a la universidad donde ella solía cursar. Si Lía era Lía estudiaría veterinaria. No dejó de ir a la escuela, aun cuando sabía que no podría terminar la carrera. La joven amaba tanto a los animales como a su facultad, incluso había fundado su propia ONG, donde ayudaba hasta que la enfermedad también se lo negó.

El adolescente entró al edificio, que era bastante parecido al que ya conocía. Corrió por los pasillos hasta encontrar su aula; estaban en clases, pero un profesor no era rival para Sato Kenji, el primer navegante del tiempo. Abrió la puerta de golpe y todos se giraron. En la primera fila al lado del pasillo, vio una mata de cabellos rizos, que, al girarse, descubrieron los ojos almendrados con los que tanto había soñado. Las lágrimas del triunfador no se hicieron esperar mientras bajaba las escaleras del anfiteatro. El intruso se paró frente a una Lía confundida, los pies le fallaron y cayó de rodillas. La abrazó como nunca antes, o después, lo había hecho. Solo quedaban dos cosas pendientes para culminar su cruzada y la primera salió de sus labios formando un:

―Te amo.

La escena hubiera conmocionado a cualquier corazón que creyera en el amor, el maestro de toxicología veterinaria no era uno de esos, así que intervino algo fastidiado:

―Señorita Lía, podría salir a resolver esta situación.

Ella, más colorada que un volcán, apartó al inoportuno enamorado y lo guio fuera del auditorio. Cuando estuvieron solos en el pasillo la joven soltó de golpe:

― ¿Quién carajos eres tú? ¿Cómo se te ocurre entrar a mi clase y hacer semejante espectáculo frente a todos mis compañeros? ―Lía hizo una pausa para pasarse la mano por la cara, como borrando el bochorno―. Mira, te agradezco que seas sincero con tus sentimientos, pero deberías haber buscado otro momento para declararte. Ahora, sí me lo permites, te pediría que por favor me dejes volver a la conferencia, que es importantísima y me va al examen. Feliz día de la tierra, adiós.

Después de decir aquello desapareció dentro de la habitación dejando a Kenji entre enojado, triste y totalmente ido.

― ¿Qué? ―fue lo único que atinó a decir.

¿Qué demonios había pasado? Todo era demasiado injusto. Había vivido por años con un peso enorme que le oprimía el pecho y le robaba el oxígeno. Se suponía que cuando se librara de la carga estarían al fin juntos. Logró encontrarla después de tantos pesares, y resulta que ella no lo conoce y para colmo lo desecha como quien rechaza el asiento del metro.

«Experimento exitoso mis amígdalas. El yo de aquí es un soberano imbécil, ¿cómo podría no fijarse en ella? » debatía internamente.

Necesitaban hablar con más calma, pero entrar de nuevo era una idiotez mayúscula, así que la esperaría a la salida.

―Debes estarme confundiendo, yo no estoy enferma y no te he visto en mi vida. De verdad espero que encuentres a la chica que buscas ―habían sido las palabras de la muchacha antes de desvanecerse entre la multitud.

«Esta Lía debe ser pariente de Batman, aunque sospecho que su costumbre va más por salirse de mi radio de visión que de esfumarse para conducir el batimóvil».

Lía y Kenji se habían conocido en una cafetería cerca del hospital donde ella se atendía. En este ecosistema libre de desechos tóxicos, tan diferente al suyo, era muy difícil que una niña de 21 años se enfermara de cáncer de pulmón, tenía que haber pensado mejor. Pero y ahora: ¿qué haría? La última vez había gastado 13 años en hacer el dichoso cacharro para transportarse allí, no podía simplemente virar o darse por vencido. Tomó su vehículo y se dirigió a donde creía que estaría la ONG.

El lugar era correcto. Él lo sabía, era Lía, sin una enfermedad mortal que la ensombreciera y la alejara, con más sueños por los que luchar, con una extraña manía de desaparecerse, pero era su Lía. Esta vez decidió no dejarla ir. A pesar de la mueca que hizo cuando lo vio por tercera vez el mismo día, aceptó hablar con él en el café literario frente a la institución. El lugar era agradable y hermoso a pesar de estar inundado, una cualidad necesaria para alimentar la gran variedad de plantas que reinaban. Las mesas y sillas rojas descansaban sobre nenúfares conectados por un camino de piedras rosadas, mientras unas hermosas flores pálidas hacían de sombrillas. La lejanía entre las hojas les daba la intimidad que necesitaban para expresarse.

―Lía ―comenzó a hablar Kenji después de soltar un suspiro―, perdón si empecé con mal pie. Como ya habrás notado soy perseverante así que por favor no vuelvas a escabullirte entre las sombras dejándome con la palabra en la boca.

Ella sonrió apenada y se disculpó por su falta de modales.

―Te conozco ―afirmó el viajero―, sé que adoras los animales y las madrugadas, que tus ojos brillan como estrellas cuando cantas, que odias tu ombligo porque crees que parece un globo, aunque yo lo veo perfecto, que eres la mujer más fuerte y valiente que existe, y sé que te amo tanto que rompería las barreras de la física solo para decírtelo. Por favor, te pido solo una oportunidad para salir contigo, eres básicamente el motivo de mi existencia.

―Vaya, no sé si sentirme halagada o asustada ―bromeó Lía―. Lo que me dices es muy hermoso, aunque no estoy de acuerdo en lo último, deberías aprender a vivir por ti mismo. Me gustaría tener un novio apasionado, no un parásito que dependa de mi energía para ser feliz.

―Auch, eres cruel ―Kenji había creído que la sinceridad brutal de su amada había sido producto de su muerte inminente, aunque ahora caía en cuenta de que siempre fue así―. Aunque pensándolo bien, tampoco me gustaría que alguien a quien estimo dependa de mí para seguir su camino ―reconoció dubitativo.

―Acepto salir contigo solo si prometes que no importa como acabe todo, lo asumirás y seguirás con lo tuyo.

El chico aceptó, y comenzó a sentir algo que creyó que solo viviría en sus recuerdos.

Los dos salieron de allí después de pasar algunas horas conversando y de cantar “Feliz día de la Tierra”. Se despidieron con la promesa de volverse a ver, y así fue.

Kenji disfrutaba aún más de lo esperado de la compañía de esta Lía. Había atesorado cada segundo que pasó junto a su Lía doliente, pero cada contacto estuvo cargado de un sentimiento de melancolía y pesar. No pensar en el mañana lo aliviaba.

Llevaban dos meses saliendo y ya notaba como ella también abrigaba sentimientos por él, así que lo invitó a conocer a sus padres, por segunda vez.

Ese domingo en la tarde entretanto Kenji buscaba una corbata para ir a la reunión, se encontró con el diario del chico de ese universo. Sintió curiosidad por saber cómo pensaba y lo abrió. Nuestro trotamundos se sintió horrible, páginas y páginas dedicadas a Lía estaban escritas en él. La diferencia radicaba en que este niño creía que ella nunca lo aceptaría, así que quería ir a un lugar donde lo amara, y para ese propósito había creado un artefacto para saltar entre mundos. Kenji decidió abrir la habitación que fue todo su planeta durante 13 años y que no había vuelto a pisar después del salto. El laboratorio de este chico lo dejó totalmente impresionado. El chiquillo había logrado calibrar el dispositivo y seguramente había ido a su mundo. Estaba viviendo una vida prestada, y su igual estaba sufriendo por él.

Le había prometido a Lía que asumiría su destino sin importar a donde lo llevara, y eso hizo. Esos meses habían sido más de lo que había deseado. Cogió un bolígrafo y dejó una nota justo antes de partir:

Cuento ganador del 1er lugar en la categoría Romance, en el concurso: "Vuelta al Perfil en 80 días" organizado por WattpadCienciaFiccionES.

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