Capítulo V
En la mansión, la camioneta roja estacionó en donde estaba anteriormente luego de traspasar los portones y Rafael bajó bastante orgulloso. El chico que conducía también bajó y se reunió con Rafael cerca de las puertas traseras.
—¿Ahora qué?
—Hay que llevar a este imbécil hasta la entrada —dijo Rafael señalando la puerta con las manos.
El chico, sin rechistar, levantó a un Santiago inconsciente y lo dejó frente a la puerta. Versalles abrió la misma segundos más tarde y al instante se percató de la situación.
Al ver a su hijo sonriendo después de traer a Santiago, Versalles se preocupó y agarró del brazo a Rafael para llevarlo adentro de la mansión. También le pidió a sus hombres que llevaran a Santiago por la puerta trasera.
Sin hacer mucho alboroto, Versalles llevó a Rafael al segundo piso de la mansión, pasando por la sala principal, la cual estaba repleta de invitados vestidos formalmente, en su mayoría con traje.
Los invitados veían a Rafael y a su padre, pero no se preocupaban por su estado.
En el segundo piso, adentro de una habitación, Rafael fue empujado por su padre al soltarlo del brazo. Versalles cerró la puerta atrás suyo delicadamente y miró a su hijo firmemente.
—¿Estás loco? —dijo Versalles— ¿Cómo te atreves a traer a alguien así?
—Es uno de los chicos de los que te hablé padre. Le dispararon a mi amigo y me humillaron, era lo mínimo que podía hacer.
—No estoy hablando de eso, imbécil.
Versalles tocó su frente lamentándose.
—Sabías que estaba en mitad de una reunión.
Rafael soltó una corta risa.
—¿Reunión? Parece más una fiesta.
Esas palabras lo sentenciaron, Versalles golpeó a su hijo en el rostro con la palma derecha. Rafael se quejó y tocó su rostro.
—No vengas a joderme ahora. Esto es muy importante.
—Lo siento —dijo Rafael.
—Si que lo vas a sentir. La maldita policía está detrás nuestro y decides ir a por un imbécil que le disparó a tu puto amigo. No puedo creer lo idiota que eres. ¿Qué se supone que haga con él ahora?
—Bueno, podríamos enterrarlo.
—No hablo de él —suspiró— ojalá tu madre estuviera aquí.
—Podrías interrogarlo.
—¿Sobre qué? —cuestionó Versalles.
—No lo sé, sobre sus amigos. Portaban armas.
—¿Armas?
Versalles quedó sorprendido, al parecer no era el único en la ciudad que podía portarlas, claro, además de los policías. La armería de la ciudad estaba cerrada hace mucho tiempo.
—Está bien, los interrogaré.
—Gracias padre.
—No hago esto por ti. Lo hago por el bien de la familia.
—Sigo siendo parte de ella.
—Tristemente.
Versalles abrió la puerta y cruzó hacia el otro lado, no sin antes avisarle algo más a su hijo.
—Espero que no regreses a ese lugar en el que estabas, no te acerques.
—Ok —asintió— no volveré.
Ambos sabían que esa era una mentira, Versalles bajó las escaleras y llevó a Santiago a un cuarto oscuro sin que nadie lo viera con la ayuda de sus tantos hombres mientras que Rafael también bajó por las escaleras y se topó con una chica de su edad, de cabello rubio y unos ojos color café, con un vestido rojo, que no dudó en hablarle.
—¿Y ahora qué has hecho?
—Cállate, Sarah. No te metas en esto.
—Bien —respondió cruzando sus brazos y alejándose.
—Bien —dijo Rafael en tono de burla, se alejó y afuera subió de nuevo a su camioneta roja.
Rafael cerró la puerta de la camioneta con mucha fuerza, enojado por lo sucedido dentro de la mansión. Su amigo no estaba con él para ayudarlo, tampoco se importó lo suficiente. Encendió el motor del coche girando la llave y se encaminó de nuevo a la discoteca en busca de un poco más de venganza, su reputación no podía ser pisada por un grupo de chicos insignificantes.
De vuelta en la discoteca, frente a sus ojos, y sin Aquino a su lado, Lucas encontró a Tara con la pistola del chico muerto en sus manos, apuntándole.
Con un sinfín de lágrimas en su rostro, Tara temblaba con la pistola en la mano.
—Tara, baja eso, por fav—
—¡Qué fue lo que le hiciste! —sollozó— ¡dímelo!
—¿Hacerle qué a quién?
Lucas intentó evitar la verdad y se alejó un poco. Tara seguía con lágrimas en sus ojos y no podía dejar de apuntarle a Lucas, necesitaba respuestas.
—¿Dónde está mi novio?
—¿Tú novio? Apenas lo he visto.
—¡Lo mataste! —exclamó Tara.
—No lo hice. No estuve aquí. Por favor, Tara. Baja el arma.
—¡No me llames así! No tienes el derecho.
Con una voz calmada, Lucas intenta aliviar la situación.
—Está bien, tienes razón, no debería llamarte por tu nombre.
Lucas intenta avanzar ya que creía Tara no iba a disparar y podía quitarle el arma.
—¡Ni un paso más! Voy a dispararte.
Lucas estiró su mano derecha a la altura de su hombro lentamente, intentando alcanzar el arma.
—No voy a avanzar, pero, tienes que bajar el arma —dijo Lucas.
—¡Ya llamé a la policía! ¡Estarán aquí en dos minutos! ¡Te arrestarán por lo que hiciste!
—No creo que la policía quiera verte con esa pistola, ahora tiene tus huellas —intentó persuadirla.
—Saben que yo no lo hice, yo los llamé.
—Hay miles de casos en los que el homicida llama.
—Bueno, este no es uno de ellos.
Lucas se dio cuenta que Tara no iba a disparar luego de esas palabras, pero aun así no se movió de su lugar.
—Puedes dármela y terminaremos con esto —dijo Lucas.
—¡Jamás! Cuando vengan los policías la tiraré lejos.
—La encontraré.
—¡Entonces tendré que matarte ahora así no lo haces! Ojo por ojo, lo veo justo —dijo Tara.
—Por dios —suspiró— te dije que no lo hice, créeme.
En ese instante, John apareció por la puerta trasera y vio a ambos chicos.
—¿Qué demonios está sucediendo aquí?
—Nada, aquí no pasa nada —dijo Lucas, sabiendo que no podía evitar que Tara cargaba con un arma, y a sus espaldas, un chico muerto estaba.
—¡Él mató a mi novio! Y a alguien más.
—¿Qué fue lo que hiciste? —preguntó John.
—¡No lo hice! ¿Cuántas veces tengo que decirlo? —exclamó— ¿Dónde está Santiago cuando se le precisa? —susurró.
—Oye, niña. Baja el arma, hay otras formas de resolver esto —dijo John, levantando la mano de la misma forma en la que Lucas la había levantado segundos antes, teniéndolas ahora un poco más abajo.
Lucas suspiró y se calmó.
—¡Gracias! —exclamó.
—Eso no significa que no le crea —dijo John, quien se apresuró al lado de Tara y con éxito pudo quitarle el arma de sus manos.
Tara se lanzó al suelo a llorar sin parar, sus manos temblaban del miedo.
—Estarás bien ahora. Encontremos a tu novio —dijo después de ver a Lucas seriamente.
—No lo hice, ya lo dije.
—Esperaremos a la policía ahora, seguro estará por aquí pronto —dijo John mientras miraba atrás suyo, viendo el contenedor.
Lucas aprovechó la situación y corrió sin parar hasta entrar por la misma puerta por la que había salido, John se percató de que no estaba.
—Con que así quieres jugar, eh. Allí dentro no tienes salida.
Con la música a todo volumen, dejando de lado los gritos escuchados, las personas de adentro de la discoteca permanecían igual que antes, chocaban con Lucas cuando este cruzaba entre medio de ellos, tratando de llegar a la entrada, aunque al hacerlo, Rafael entró por la puerta y ambos cruzaron miradas. Rafael llevaba una gran confusión con repentinos momentos de ira, mientras que Lucas no sabía exactamente lo que rondaba por su cabeza.
Rafael se alejó de la puerta y Lucas, en vez de intentar cruzarla, se metió de lleno entre la multitud, desapareciendo frente a los ojos de un Rafael que intentaba detenerlo para también llevarlo a la mansión.
Lucas caminaba mirando hacia atrás justo cuando se topó con su versión del pasado, este se quejaba por el suave golpe de frente que obtuvo.
—¡Ten cuidado por donde caminas! —observó detenidamente a Lucas —espera, ¡eres tú! Estropeaste mi intento de hablar con Melina.
Lucas escuchó a su versión pasada, pero lo dejó a un lado.
—No tengo tiempo para esto —continuó caminando y se alejó lo suficiente, encontró un baño y entró sin dudarlo.
Adentro del pequeño baño, lo primero que Lucas vio fue a Esteban dado vuelta, pero este no estaba solo, se encontraba besando a Melina cuando giró y miró a Lucas. Bajo el efecto del alcohol, Esteban mantuvo sus pies un tanto firmes y trató de golpear a Lucas en el rostro, lo cual no sucedió ya que este había esquivado el golpe retrocediendo hacia atrás y luego encestando un cachetazo con su mano derecha en el rostro de Esteban, quien se quejó del dolor repentino. Melina lanzó un grito y trató de alejar a Lucas.
—¡Imbécil! ¿Por qué has hecho eso?
—Lo siento, fue la adrenalina del momento, no lo sé.
Lucas se giró y salió del baño con mucha prisa mientras Melina ayudaba a Esteban, tratando de que no esté más mareado de lo que estaba antes del golpe.
Al abandonar el baño luego del incidente, Lucas encontró a un policía delante de la computadora, pausando la canción y alterando a toda la discoteca, aunque a muchos no les importó, la gente mayor, posiblemente familia de Melina, no se preocuparon, tampoco se preocuparon del paradero de su hija.
Lucas permaneció inmóvil por unos segundos a un par de pasos del policía, olvidó mirar si Rafael estaba cerca, aunque él no estaba tan pendiente de Lucas, los policías también eran un problema.
—La fiesta se terminó. Que nadie se mueva de aquí hasta previo aviso —dijo el policía con los brazos cruzados.
Lo dicho por el policía pareció no importarle al imprudente Lucas, que se lanzó de lleno a la puerta principal, pero al abrirla encontró más policías en patrullas del otro lado, su única opción fue cerrar la puerta y rezar que el policía de adentro no lo haya visto.
Afuera, en la parte trasera de la discoteca, el ambiente continuaba igual de sombrío, John, solitario en la mitad del callejón, observaba el cuerpo del chico muerto dentro del contenedor con muchas preguntas rondando por su mente, le daba un vistazo al arma homicida cuando dos policías llegaron desde atrás, apuntando con pistolas.
—¡Manos arriba! —dijo uno de ellos, no tan calmado como el otro.
John giró lentamente y levantó ambas manos con mucha precaución, al ver a los policías, trató de hacerles entrar en razón.
—Tranquilos. También soy policía... bueno, agente —bajó sus manos lentamente para luego dejar la pistola ensangrentada en el suelo.
—¿Agente de qué? —preguntó el otro.
—CIA.
—Mentira. ¿Por qué la CIA estaría metido en esto?
John metió su mano en el bolsillo de su chaqueta y retiró una pequeña identificación que enseñó a los policías por unos segundos, allí se veía su rostro, nombre y también pruebas de que era quien decía que era, aunque los policías no le prestaron mucha atención, todavía llevaban las pistolas altas.
—No estoy metido en esto —resaltó sus palabras— estoy investigando otro problema y llegué hasta aquí.
—¿Por qué estabas tocando la pistola? Ahora tus huellas estarán en ella.
—Era la única manera de tomarla, no quería ensuciar mi ropa, además, sé quién lo hizo, o eso creo —guardó la identificación.
—¿Quién ha sido? —preguntó uno de los policías mientras guardó su pistola.
—Vengan a ver esto —atrajo a los policías al contenedor.
Los policías observaron el cuerpo del chico con disgusto, no parecían contemplar muchos homicidios muy seguido. John cerró la tapa del contenedor al percatarse de esto.
—Fue un chico, de unos dieciocho a veintitantos años. Lo he visto hace unos segundos.
—¿Qué? ¿Lo has visto y no lo has detenido? —preguntó asombrado el policía que había guardado el arma después.
—Tuve ciertos problemas, la novia de uno de los chicos que acompañaban a la víctima complicó las cosas, por eso también llevaba la pistola en mis manos.
—¿Ella dónde está? Necesitamos hablar con los testigos —dijo el otro policía, apartando la vista y mirando a una de las salidas del callejón.
—Está dentro de la discoteca, entró hace unos minutos.
—¿Y el asesino? ¿Dónde está?
John se mantuvo en silencio por unos pocos segundos, lo siguiente a decir era la locación de Lucas, aunque probablemente con su mirada, los policías ya habían sacado sus propias conclusiones.
—Él también está allí dentro, un metro ochenta, de cabello oscuro y con una muy fea campera azul. Había otro chico con él, pero no pude localizarlo, tal vez está adentro.
—Bien, llamaremos a la ambulancia y enviaremos el cadáver a la morgue, gracias por todo, ya puede retirarse.
John negó con la cabeza.
—Gracias a ustedes, aunque, no me iré de por aquí, esperaré al chico con mucho gusto.
El policía que guardó su arma primero sacó unos guantes grises de uno de sus bolsillos y levantó la pistola ensangrentada con mucho cuidado, sacó su guante con su otra mano y llevó la pistola hacia su patrullero mientras el otro entraba a la discoteca en busca de Tara, ninguno parecía querer estar allí atrás más de lo necesario. John se mantuvo de pie y esperó a que Lucas saliera, confiaba en sus raros instintos.
Donde la música había sido detenida trágicamente por un homicidio, Lucas buscaba una salida mientras permanecía sentado en una silla tras la barra, su pie derecho se movía de vez en cuando debido al estrés que cargaba. Observó a lo lejos y detectó a Tara, pero esta no estaba hablando con el policía, en cambio, hablaba con el pelirrojo Rafael en la misma mesa en la que estaban antes del asesinato.
—¿Has visto a ese imbécil? —preguntó Rafael.
—¿De qué estás hablando? ¿Cómo es que estás con vida? No puedo creerlo.
—¿Por qué creerías que no lo estoy?
—Tú estuviste allí afuera, ¿acaso le disparaste al chico del contenedor?
—Leo... —suspiró— no, yo no he sido, él era mi amigo —se quejó de las acusaciones de Tara.
—Entonces fue ese chico, no puede ser.
—Lo sé, debo atraparlo. Nos vemos después.
Rafael giró y empezó a alejarse, aunque la voz molesta de Tara lo atrajo de vuelta.
—No, no nos veremos de nuevo, ¿no has visto lo que ha pasado? ¿No viste en lo que te has metido? No puedo seguir contigo, ya no más. Terminamos.
—¿Qué?
Rafael parecía confundido, al inicio de la conversación, Tara estaba preocupada, pero al final, no mostraba tanta preocupación, o eso él creía.
—Bien, terminamos. No tengo que estar más atrás de ti —dijo Rafael, manteniéndose firme y luego alejándose lo suficiente, la situación parecía no molestarlo, estaba enfocado en sus propios asuntos.
Lautaro observó desde lejos como Tara comenzó a llorar, angustiada y herida por lo sucedido, trató de acercarse para calmarla, pero Lucas agarró su brazo y sin soltarlo, trató de convencerlo sobre quien era.
—Lautaro, por favor, preciso tu ayuda.
—¿Quién eres? Suéltame —se soltó agitando su brazo.
—Soy un conocido de... —hizo una pausa y pensó lo adecuado a decir —al carajo, soy yo, Lucas.
—¿Lucas qué?
—Lucas, tu amigo, el único que conoces, idiota.
Lautaro trató de no hacer ninguna mueca con su rostro, se mantuvo serio lo suficiente, aunque por dentro sufría intentando no reírse.
—Vengo del futuro, preciso tu ayuda para escapar de este lugar sin que los policías y el novio de Tara me vean.
—Ex-novio, o eso creo.
—¿A qué te refieres?
—Nada, nada. ¿Cómo es que vienes del futuro? ¿Acaso estás drogado? Y si fuera cierto, ¿de qué año vienes?
Lucas respiró profundamente y comenzó a detallar sus palabras.
—Vengo de 2023 para salvar el mundo de una catástrofe. Santiago está conmigo, bueno, estaba.
Lautaro frunció el ceño, que el desconocido también supiera el nombre de otro de sus amigos le hizo pensar varias cosas, o le estaban jugando una broma de muy mal gusto, o Lucas decía la verdad, aunque intentó no creerlo.
—Ya deja de tomarme el pelo.
Lautaro se alejó e impidió que Lucas tratara de tomar su brazo de nuevo, al dar pasos hacia adelante, se topó con Tara en la silla, esta sollozaba de vez en cuando e intentaba calmarse crujiendo sus dedos. Lautaro vio una mesa a su izquierda y tomó el primer vaso de agua que encontró frente a sus ojos, no importase su dueño, Tara merecía calmarse de alguna forma.
—Hola, ¿todo bien? Toma esto —extendió su mano con el vaso de agua, aunque Tara no lo tomó. Lucas miró desde lejos, todavía pensando lo que podía hacer.
—No quiero eso, quiero que todo esto se acabe y atrapen al homicida, así puedo salir de aquí de una vez —respiró profundamente y alejó el vaso con su mano, haciendo que se salpique un poco de agua sobre la ropa de Lautaro.
—¿Homicida? ¿De qué estás hablando? —dijo sin darle importancia al agua, creía que la mayor parte de la tristeza provenía de la ruptura con su novio.
—Alguien mató a un chico afuera de aquí, yo, yo lo he visto —sollozó lentamente.
—Imposible. ¿Acaso sabes quién fue?
—Fue, fue este chico que me molestó hace un rato, es medianamente alto y tiene el cabello oscuro, también tiene un moretón en su ojo.
Oyendo las palabras que Tara intentaba decir con mucha calma y sin tartamudear, Lautaro reconoció al supuesto homicida al instante, el moretón lo había delatado.
—¿Estás segura? —tartamudeó, el nudo que tenía en su garganta le privaba la comunicación, la revelación había sido muy impactante.
—Sí. ¿Por qué? —preguntó una muy confundida Tara, que vio como el rostro de Lautaro cambiaba, pasó de asustarse repentinamente a mantenerse con una mirada firme frente a la chica que le gustaba, raramente la conversación fluía si se trataba de homicidios y viajes temporales.
—Espera aquí. Ya regreso —dijo Lautaro, dejando el vaso sobre la mesa a su lado y volviendo hacia donde estaba Lucas sin que este lo viera, Tara vio como Lautaro se alejaba, arrepentida de lo que había revelado, probablemente no tenía que haberlo hecho.
Lucas miraba hacia otro lado cuando sintió un gran golpe en su estómago por la parte izquierda, Lautaro había utilizado su puño para golpearlo y luego empujarlo contra una pared, allí colocó su brazo contra su cuello, dejándolo sin salida.
—¿Mataste a alguien? —preguntó enojado mientras esperaba una respuesta para golpearlo de nuevo.
—Carajo, me olvidé de que estabas entrenando Muay Thai.
—Ni siquiera esto es Muay Thai. Además, ¿cómo sabes eso? —presionó a Lucas contra la pared manteniendo una seria mirada.
—Ya te lo dije, vengo del futuro, sé todo sobre ti, bueno, no todo.
—No puedo creerte, necesito pruebas.
—¿Pruebas de qué? Pudiste haber llamado a la policía y no lo has hecho, ¿o sí? Eso significa que si quieres creerme.
—Dices que vienes con Santiago, ¿dónde está él?
—¿Cuál de los dos?
—¿Dos? ¿De qué estás hablando ahora?
Lautaro intentó mantenerse racional, pero la situación no favorecía lo suficiente a Lucas.
—Santiagos de 2030 y 2023 estaban conmigo, pero...
—¿Pero qué? ¿Dónde están? —interrumpió.
—Uno desapareció frente a mis ojos y al otro lo secuestraron.
Esas palabras dejaron a Lucas libre de las manos de Lautaro, que retrocedieron al este oír tal atrocidad. Los paraderos de ambos Santiago eran desconocidos para cualquiera de ellos.
—Gracias —dijo Lucas, agradeciendo ser soltado, aunque eso no aseguraba que Lautaro le estuviera creyendo.
—¿Qué deberías hacer ahora? —preguntó mientras miraba a un policía acercarse a Tara.
—Necesito idear un plan para escapar de aquí.
—O tan solo puedes correr e irte.
—Sí, si no fuera porque me buscan por homicidio, y no solo me busca el lado bueno de la ciudad. No sé qué haré para librarme de esta, si tú dices que debería correr, tal vez esa sea mi única opción.
—¿Has visto cuantos policías hay afuera para huir? —suspiró— ni siquiera sé por qué estoy hablando de esto, no sé si debería creerte.
—Lautaro, por favor, necesito tu ayuda, no sé, piensa algo —miró a Rafael alejándose hacia la salida, evitando a un par de policías que casi lo reconocen.
El ambiente de la discoteca estaba más frío que nunca, la tensión dentro del edificio aumentaba y los policías comenzaban a interrogar a cada persona, Rafael pudo escapar antes de que decidieran impedir la salida del lugar, dos policías se posicionaban en la puerta delantera mientras que un tercero interrogaba a Tara, en la puerta trasera, John entraba después de ver como trasladaban al cuerpo a una camilla y luego a una ambulancia para transportarlo a una morgue.
El policía que interrogaba a Tara había sido avisado por el otro de la situación, John llegó a su lado y vio como Tara, ahora un tanto más calmada, aunque no del todo, trataba de hablar con el oficial. Lucas y Lautaro trataban de idear un plan un tanto distantes de la ley, la puerta trasera estaba casi libre, el único problema era John.
—¿Acaso sabías quién era este chico? —preguntó el policía a John después de parar la interrogación.
—No, no tengo ni la menor idea.
—Al parecer estaba involucrado en una mafia cercana, la chica es la pareja del hijo del jefe de la mafia, Miguel de Versalles. Según lo que ha dicho, ella no sabía nada sobre eso, y, tampoco tenemos muchas pruebas como para atraparlo.
—¿Se sabrá quién era el chico que lo asesinó? —preguntó con una curiosa mirada.
John evitó hablar de la mafia, debía continuar encubierto, sin que nadie supiera su verdadera misión. Además, nadie sabía si Lucas era culpable del todo.
—Pronto lo sabremos, la pistola fue llevada por balística y más tarde sabremos quien la utilizó.
—¿A dónde la llevaron?
—A la estación, a dos de cuadras de aquí. El nuevo jefe se interesó demasiado por esto.
John no mencionó ni una palabra sobre ello, únicamente giró y dio las gracias por la información, retirándose luego de la mesa en donde también estaba Tara, chocando al dar media vuelta con Lautaro, que casualmente lo había topado.
—Oh, discúlpame, no te he visto —dijo Lautaro mirando hacia sus pies, algo se le había caído, aunque decidió no mencionarlo.
—No hay problema.
—¿Eres tú al que la policía estaba llamando hace unos segundos? —señaló Lautaro.
—¿Qué? ¿A mí? —se señaló a sí mismo.
—Parece ser, cerca de la pista de baile escuché a un oficial preguntar por alguien como tú.
—Si es así, muchas gracias, iré a ver.
John caminó en dirección a la pista de baile mientras Lautaro asentía con la cabeza, Tara limpiaba sus últimas lágrimas junto al otro policía. Mientras, Lucas se adentraba por la esquina izquierda de la discoteca, pegado por la pared sin que nadie lo detectara, llegó a estar al lado de Lautaro y evitó con mucho éxito a John.
Lautaro levantaba la identificación que a John se le había caído del suelo y comprendía que este trabajaba para CIA, información que lo dejó atónito.
—¡Este tipo es de la CIA! —susurró ante un Lucas ansioso por intentar escapar.
Lucas giró desconcertado y vio a Lautaro con la identificación en la mano, enseñándole una fotografía de muy baja calidad de John, a su lado se veía también la insignia de la agencia, Lucas rotó su cabeza tratando de encontrarse sentido al objetivo del agente en la situación, confuso, tomó la identificación de la mano de Lautaro y le prestó más de la atención necesaria.
—Esto es imposible. ¿Qué hace la CIA aquí?
—Ahora investiga viajeros en el tiempo.
—Claro, que chistoso —guardó la identificación en el bolsillo de su chaqueta.
Lucas se acercó a la puerta trasera y abrió la puerta lentamente.
—Gracias.
Al poner un pie fuera de la discoteca, Lucas recordó lo que era de vital importancia y le faltó mencionar. John notó que lo dicho por Lautaro era falso y al girar para reconocerlo y hablarle, vio a Lucas con un pie fuera del edificio, al instante comenzó a caminar con mucha rapidez hasta casi llegar a toparse con Lautaro, Lucas lo vio y mencionó lo que debía con mucha prisa.
—No salgas de la discoteca, recuérdalo. Que nadie lo haga.
Lautaro no comprendió lo mencionado por Lucas, lo primero que decidió hacer fue entrometerse en el camino de John, haciendo que este se tropiece de nuevo en su desesperado intento por atrapar a Lucas. John se quejó gravemente con Lautaro, aunque dejó esa conversación para otro momento.
Al salir de la discoteca, Lucas corrió con mucha rapidez hacia la izquierda, esperando toparse con una salida a la calle donde el coche robado estaba estacionado. John salió y lo vio cruzar en la esquina, lo persiguió y sacó una pistola de su funda en el camino.
Los pasos ya lentos de Lucas, debido al callejón sin salida en el que se encontraba, se oían cada vez más claros, John también se apresuraba y llegaba a estar justo detrás de Lucas, dejándolo sin escapatoria.
—Hasta aquí has llegado, chico —levantó su pistola.
Lucas dio media vuelta y vio a John con la pistola en su mano, trató de hallar una salida, pero su única opción era entregarse ante la ley.
—Yo no hice nada, no puedes hacer esto.
—Vas a tener que acompañarme de igual manera, vamos.
—¿Por qué debo ir contigo? ¿Por qué no estás vestido como un policía? ¿Quién eres en realidad?
—¿Yo? Solo soy un buen samaritano.
—Esto no dice lo mismo —sacó lentamente la identificación del bolsillo para no ser fusilado— ¡Agente de la CIA!
—¿De dónde has tomado eso? —revisó sus bolsillos con su otra mano libre.
—Bueno...
—¡Dámela! —extendió su mano y de un manotazo le quitó la identificación a Lucas antes de que hablara— nadie puede enterarse de esto.
—¿Qué haces aquí?
—Estoy encubierto investigando algo más importante que tú y yo.
—Lo dudo, además, ¿qué tan importante es si me lo has dicho?
—¡Cállate!
—Eres el hombre que vio a Santiago en la entrada, ¿no es así?
—Sí, y tú el que mataste al otro chico —le apuntó moviendo la pistola.
—Que no lo hice, cuantas veces debo repetirlo, fue mi otro amigo —se quejó suspirando.
—¿El que secuestraron o el otro?
—El otro —miró si John cargaba unas esposas, al no encontrarlas, se calmó un poco, todavía precisaba escapar sano y salvo de allí.
—Eso aun así te lleva a ser cómplice.
—¿Acaso quieres que le diga a todos quién eres? Bong.
—No le dirás a nadie, y no es Bong.
—¿No? ¿Y cómo es? —intentó persuadir mientras intentaba encontrar un espacio para huir.
—Soy Bond, John Bond.
Esas fueron las últimas palabras de John antes de caer inconsciente al suelo, una silueta se había escabullido por detrás y lo había golpeado tan fuerte en la nuca como para lanzarlo al suelo, la pistola cayó al lado de Lucas, pero este no la tomó, se quedó observando al chico misterioso que se asomó para hablarle.
—¡Hola! Santiago dijo que precisabas ayuda —dijo Luciano de 2023, con un sarcástico tono y una mueca en su rostro.
Lucas permaneció inmóvil al ver como John caía tan fácil luego del golpe, aunque lo que le dejó una incógnita superior fue la aparición de su amigo en mitad de la noche.
—¿Pero qué c?
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