Capítulo IV
Negando lo sucedido afuera de la discoteca, Lucas escuchaba la música interna del edificio mientras Aquino observaba la cercanía y comenzaba a acercarse al cuerpo del chico en el suelo.
—¿Qué estás haciendo? —preguntó Lucas al verlo levantarlo del suelo.
—Ayúdame a moverlo de aquí.
—¿Qué? —se acomodó la chaqueta y tocó su pecho adolorido— ¿no llamaremos a la policía?
—La policía sacará a todos de aquí, necesitamos esconderlo, vamos.
Lucas se aproximó al cuerpo y vio la cara del chico, sentía un gran vacío en su pecho, Aquino, por lo contrario, únicamente estaba preocupado por la misión.
—Toma sus pies.
Aquino tomó al chico de los brazos y esperó que Lucas lo levante de los pies, este esperó unos segundos y no tuvo otra opción. Al levantarlo, Aquino guio a Lucas hacia un contenedor con una tapa abierta en la esquina del callejón, un poco antes de salir a la calle.
—¿Por qué hacemos esto? Era mejor llevarlo al hospital, hacer algo distinto.
—No hay tiempo, debemos esconderlo.
Lucas suspiró y se detuvo a metros del contenedor. Aquino notó la pausa y esperó a Lucas.
—No te importa un carajo, ¿o sí?
—¿Y a ti sí? Estos chicos trataron de asesinarte, deberías estar agradecido.
—¿Por qué mi vida vale más que las de ellos?
—Tú eres la clave, te preciso con vida. No dejaré que nada se interponga en mi camino a la hora de salvar el mundo.
—Este chico tenía una vida, familia, amigos, le quitamos todo eso al instante.
—Vamos —suspiró— ayúdame a meterlo allí de una vez.
Lucas sabía que no estaba haciendo lo correcto, pero esa era su única opción, ayudó a llevar el cuerpo del chico dentro del contenedor y una vez metido, se alejó mientras que Aquino recogía la otra pistola del suelo y también la dejaba caer en el contenedor.
—¿Qué harás ahora? —preguntó Aquino mientras veía a Lucas alejarse.
—Seguiré el plan.
Mientras avanzaba hacia la puerta, Lucas se quitó la chaqueta, el audífono y también el chaleco, arrojando todos con mucha fuerza contra el suelo. Aquino notó la impotencia de Lucas y tocó su frente con muchos nervios, las manos seguían ensangrentadas, por lo cual su siguiente paso luego de cerrar la tapa del contenedor fue ir al baño a limpiarse, sin darse cuenta de que ahora la entrada había quedado desprotegida. A un par de calles, de vuelta a la gran mansión, Rafael le comentaba a su padre lo sucedido evitando algunos datos.
—Él mató a Leo, le disparó a sangre fría. Mateo y yo pudimos escapar, aunque presiento que el objetivo era yo.
—¿Quién lo hizo?
-Era un hombre vestido con un traje negro, llevaba un extraño bigote, también había alguien más. Llevaba una campera que no le quedaba nada bien, aunque seguro no lo veamos de nuevo.
—¿Qué fue lo que hiciste?
—Le disparé tratando de defenderme después de que le dispararan a Leo, fue lo único que pude hacer.
—Así que está muerto ahora —se levantó de la silla y caminó hacia la puerta para hablarle a otro hombre que se encontraba afuera. Al volver, el mafioso continuó hablando con su hijo.
—Déjame resolver esto —dijo Rafael cruzando sus manos.
—Ahora no, deja que la fiesta continúe, lo precisamos.
—¿Y cuándo actuaremos? No podemos dejar que amenacen a la familia de esta manera.
—No tienes opinión aquí, por lo menos estás con vida, eso ya es importante, así que ve y disfruta la fiesta, lo arreglaré más tarde.
—Pero...
—No hay peros. Vete ahora mismo.
Rafael miró a su padre con mucho desagrado, giró y salió del salón, bajó las escaleras y subió a una camioneta roja sin zona de carga junto a su otro amigo, aceleró y abandonó la mansión con un nuevo objetivo. En la discoteca, Santiago hablaba con su versión del pasado sabiendo que eso no le gustaría a Aquino.
—¿Seguro que no nos hemos visto antes? —preguntó su versión del pasado mientras bebía jugo de naranja de un vaso de plástico rojo.
—Segurísimo— respondió con miedo de ser descubierto.
—¿Seguro? Esto es muy raro, creí haberte visto en otro lado —dijo mientras entrecerraba los ojos, tratando de recordar momentos pasados.
Lucas de 2023 entró por la puerta trasera después de lanzar todo al suelo y llegó con Santiago, esperando contarle todo lo que le había sucedido.
—Santi! Ven aquí —gritó.
Ambos chicos vieron a Lucas y Santiago se acercó un poco a él, sin alejarse del todo de Santiago de 2020. Su versión del pasado se acercó al ver que Santiago se había acercado y no evitó la pregunta.
—¿También te llamas Santiago?
—¿Yo? No, mi nombre es... ¡Santino! Así me llamo —se alejó evitando la charla y volvió con Lucas, que lo llevó cerca de la puerta, allí es donde pudo observar el pequeño moretón que tenía en el ojo.
—¿Qué pasó? ¿Estás bien? ¿Qué te pasó en el ojo? Debí ayudarte, maldición.
—¿Qué me pasó? —rio quejándose— sígueme.
Afuera de la discoteca, Lucas llevó a Santiago al contenedor, allí ambos veían el cuerpo de chico muerto. Varias emociones pasaban por el rostro y mente de Santiago, no podía entender como Lucas podía haber asesinado a ese chico, no dudó en preguntar que le había sucedido, tal vez su amigo no era un asesino.
—¿Tú hiciste esto? ¿Quién es él?
Santiago se alejó del contenedor con un gran nudo en la garganta, Lucas cerró la tapa y alivió un poco a su amigo.
—No sé quién es, tampoco lo asesiné.
—¿Qué le pasó a tu campera?
—El chico me disparó y tuve que quitármela. Si no fuera por el chaleco estaría muerto, así que gracias por dármelo.
Santiago sonrió al ver que había hecho algo que ayudó a Lucas, aunque todavía necesitaba saber qué había pasado.
—Pero... entonces ¿Quién lo hizo? —rascó sus manos.
—¿Quién crees que lo habrá hecho?
—¿Mi yo del futuro?
—Sí. El maldito Marty Mcfly lo hizo —cruzó por al lado de Santiago y volvió a la salida trasera, Santiago permaneció de pie, mostrándose imparcial hasta que decidió seguir a Lucas.
—¿Lo dejaremos ahí? —dijo llegando tras Lucas antes de cruzar la puerta.
—No lo sé. Ve a preguntarle al otro —dijo evitando la conversación y entrando de nuevo a la discoteca.
—¿Qué? ¿Acaso no hay nadie en la discoteca? —dijo y suspiró al no obtener respuesta.
Después de toda una montaña rusa de emociones, Santiago se encaminó hacia la entrada de la discoteca por la parte exterior izquierda en busca de Aquino, quien, por otro lado, se encontraba de pie muy preocupado por como resultarían las cosas. Adentro de la discoteca, Lucas caminó un tanto enojado y desorientado hasta que se topó con Tara, lo cual ya le parecía costumbre.
—¡Hola! ¿Todo bien? ¿Has visto a mi novio? Hace un largo rato que no lo veo, fue contigo a algún lado, ¿no es así? —miró al suelo arrepentida— discúlpame por eso, no le caen bien muchas personas.
—Me he dado cuenta —se quejó con una larga mueca en su rostro —discúlpame tú a mí, no lo he visto por ningún sitio.
—¿Estás seguro? ¿Y qué es eso que tienes en el ojo?
Lucas tocó el pequeño moretón con su mano derecha y sintió una leve molestia, parecía ser más grave de lo que creía.
—¿Esto? —bajó la mano— no es nada, me lo hizo un amigo.
—¿Amigo? ¿Qué clase de amigos hacen eso?
—Los míos.
Tara se mantuvo en silencio por unos cuantos segundos, sospechando en gran escala de Lucas, pensando que este podría haber acabado con la vida de su no tan joven pareja. Lucas evitó estar conversando por mucho tiempo más y se alejó para cruzar por la pista de baile hasta encontrar a Melina y su versión de 2020, Tara observó la puerta trasera con mucha curiosidad.
Lucas del pasado decidía las palabras exactas que utilizaría para hablar con Melina e invitarla a bailar, mientras que su versión del futuro observaba la situación y al instante planeaba como evitarla, al parecer nada había resultado bien en el pasado.
Lucas se acercó a la barra y evitó encontrarse con los demás chicos mientras tomaba un vaso de vidrio con agua dentro, luego regresaba a donde estaba Melina y arrojaba el vaso encima suyo, arruinando su vestido. Melina reaccionó disgustada observando como Lucas se alejaba y se disculpaba muy brevemente, allí es cuando su versión del pasado intentó actuar, pero aun así Esteban fue más rápido. Melina se dirigió al baño y Esteban fue atrás suyo.
De vuelta a la barra, Luciano y el Rubio aconsejaban a Lautaro con su extraña situación. El Rubio parecía estar un tanto borracho, pero las cosas que decía parecían tener sentido.
—Tienes que ser tú mismo y ya, es así de simple.
—Esa táctica nunca funciona —respondió Lautaro entre quejas.
—A ti no te ha funcionado.
—Sí, como si tú le hablaras a muchas chicas —respondió Luciano, burlándose de lo dicho por su amigo.
—Por lo menos le hablo a más a que a ti —respondió el Rubio, un tanto orgulloso mientras bebía cerveza.
Luciano suspiró quejándose, sabía que lo dicho por el Rubio era mentira, pero no estaba allí para discutir con él sobre eso, su deber era aconsejar a Lautaro, y es por eso que preguntó.
—¿Vas a hablarle de nuevo?
—No lo sé, ¿debería hacerlo? Estaba con su novio hace un par de minutos.
—Ese imbécil siempre está con ella, aunque hay momentos en los que no, ahí es cuando deberías hablarle —dijo el Rubio, dejando el vaso de plástico vacío sobre la barra.
—Hablando de su novio, ¿alguien lo vio por aquí? —preguntó Lautaro, mientras que Luciano y el Rubio únicamente negaron haberlo visto, observaron detalladamente a las demás personas, y allí vieron a Esteban acercarse.
—Hola chicos, ¿la están pasando bien?
—Claro que sí —respondió Lautaro.
Esteban esperó que Lautaro le pregunte de igual manera si disfrutaba la fiesta, aunque este permanecía un tanto desanimado por todo lo sucedido, y lo que no sucederá. El Rubio vio en la mano de su amigo un vaso de plástico con algo dentro y sintió curiosidad al instante, al parecer continuaba teniendo ganas de beber algo.
—¿Qué bebes? —le preguntó.
—Eh, nada, es solo agua.
—¡Dame eso! —tomó el vaso de la mano de Esteban— un poco de agua no me haría mal —bebió y no se disgustó al descubrir que el líquido no era nada más que cerveza.
—Devuélveme el vaso —dijo Esteban extendiendo la mano, no parecía muy contento ni tampoco enojado, estaba nervioso por si alguien descubría lo que estaba bebiendo, por suerte, el Rubio no dijo nada sobre eso cuando le devolvió el vaso.
—Bueno, esto está bastante bien —dijo y le entregó el vaso.
—¿Y tú cómo haces para hablar con ella? —dijo Lautaro, angustiado por su situación amorosa actual.
—No lo sé, ¿soy yo mismo? —respondió Esteban, dándole la razón al Rubio sin saberlo, quien soltó una débil risita al segundo.
—¿Y a dónde fue ella ahora?
—¿Melina? Un idiota le arrojó un vaso de agua encima. Fue a cambiarse a uno de los baños.
Lautaro continuó con una larga cara mientras suspiraba con pocas ganas.
—No entiendo, ¿cómo pueden funcionar esas cosas? —habló refiriéndose a la forma de comunicarse con las chicas que tenían sus amigos.
—A ver, también tienes que tener en cuenta que le hablas a alguien con novio, que a su vez es tres años mayor que ella, y que nosotros —dijo Luciano.
—No importa eso, ¿acaso vieron lo linda que es?
—Cállate y bebe del vaso de Esteban —dijo el Rubio señalando el vaso mientras se alejó en busca de otra cerveza para beber, no soportaba escuchar las quejas de Lautaro.
En la puerta principal de la discoteca, Aquino miraba sus manos ahora limpias y las guardaba en su bolsillo, observando como a su lado derecho, un Mercedes-Benz sedán negro se estacionaba a un lado de la calle, el conductor del coche era desconocido para Aquino, quien intentaba observar hacia el interior y no lograba nada en su larga mirada. Santiago se aproximó por el lado izquierdo y comenzó a hablarle un tanto enojado.
—¿Acaso vas a dejarlo allí dentro?
Aquino giró confundido y vio a Santiago preparado para discutir, él no comprendía que pasaba, pero poco a poco comenzó a sacar sus propias conclusiones.
—¿De qué estás hablando? —intentó camuflar lo que su versión del pasado ya sabía.
—No soy estúpido, se lo que sucedió, Lucas me contó todo.
—Eso, eso fue sin querer, la pistola se disparó sola. No fue mi culpa.
—Ese no es el problema, ¿por qué tuviste que dejarlo dentro de un contenedor? —movió sus manos señalando hacia atrás, hablando del contenedor.
Aquino observó los movimientos de Santiago e intentó detenerlo, el conductor del coche no debería descubrir nada, aunque estaba un poco lejos, no quería llevar la situación a otro nivel si es que Santiago se enojaba lo suficiente.
—Ya basta, en unas horas arreglaremos todo, lo sacaremos de allí.
—¿Y cuándo será eso? ¿Y qué harás? ¿Deshacerte del cuerpo de otra forma misteriosa?
Aquino pasó la mano por su frente, agobiado por las constantes preguntas que Santiago continuaba haciendo.
—¿Acaso lo enviarás a 2030 de un viaje en el tiempo?
—No es mala idea —respondió Aquino, todavía cansado de tantas preguntas.
—Estás enfermo, espero no convertirme en algo parecido a lo que eres, gracias a Dios que no soy igual que tú —giró y tocó el pestillo de la puerta para entrar a la discoteca, pero antes de hacerlo, Aquino lo tomó de la chaqueta y lo empujó contra la pared, se olvidó de lo que el hombre en el coche pudiera estar pensando.
—Claro que deberías estar agradecido de no ser como yo, no sabes por todo lo que he pasado, terminar muerto es mejor que convertirse en lo que soy, créeme.
—¿Esa es una forma de decirme que me mate? —dijo Santiago, notándose en su rostro un tanto de temor y confusión.
Aquino soltó a su versión del pasado y dejó que se acomode, no tenía mucha idea de si el pequeño, sin sentido e improvisado sermón funcionaría, se notaba en su rostro confuso que no quería llegar a ello.
—Es una forma de decirte que dejes de molestar y te centres en el plan.
—Lo siento, no quería enojarme —respondió Santiago, sabiendo que lo hecho por Aquino había sido peor.
—Lo sé, sigo siendo tú. Quédate aquí, ya regreso —se acercó a la puerta.
—¿Qué harás?
— Tú sabes que haré —entró por la puerta principal mientras Santiago esperaba que, por lo menos, no le haga lo mismo a Lucas.
Santiago permaneció de pie en la entrada de la discoteca, observó el coche negro por unos segundos y luego alejó la mirada para no parecer tan obvio. Adentro de la discoteca, Aquino cruzaba entre las personas de la pista de baile mientras trataba de encontrar a Lucas, quien se encontraba bebiendo agua de un vaso a una esquina de la pista, cerca de la computadora donde alternaban las canciones. Lucas parecía estar muy calmado, Aquino, al verlo, creyó que podría tratarse de su versión del pasado, que tal vez era idéntica, pero este no era el caso, Lucas únicamente estaba enojado e intentaba distanciarse del plan lo suficiente, aunque permanecía observando a los chicos. Al ver a Aquino acercarse desde en frente, Lucas pensó miles de próximas situaciones, aunque se mantuvo en silencio, esperando que él hable.
—¿Qué carajo estás haciendo?
—Estoy bebiendo agua —bebió delante suyo— ¿por?
—No hablo de eso, imbécil. Estoy hablando de por qué le dijiste a Santiago sobre lo que sucedió.
—Creí que debía contárselo.
—Bueno, creíste mal.
—¿Por qué? ¿Qué tiene de malo decir la verdad? Aunque es cierto que la evitaste un par de veces —recordó la pistola y trató de dejárselo claro.
—No quise que viera lo que hice, ahora cree que soy un asesino sin sentimientos.
—Bueno...- dijo y luego bebió el resto del agua del vaso, también dejó en claro lo que pensaba de sus acciones y pensamientos. Aquino comprendió al instante.
—He hecho cosas muy graves, pero no me quedaba otra opción, lo de hoy, fue solo sin querer.
—Lo entiendo, seguramente hiciste muchas cosas para protegerte a ti mismo y al Rubio en el futuro, o pasado, ya no sé cómo llamarlo.
Esta vez se notaba la seriedad en las palabras dichas por Lucas, al parecer comprendía la situación, pero sabía que lo sucedido no era excusa para actuar de esa manera. Aquino se quedó en silencio, entendió a Lucas y esperó que este hable de nuevo.
—¿Solo hay agua aquí? —dijo mirando los vasos de las demás personas a su alrededor.
—Vi al Rubio quitarle un vaso con cerveza a Esteban hace un rato, estaban cerca de la barra de allí atrás —señaló girando la cabeza.
—¿Cómo viste todo eso? —preguntó Lucas confundido, en ese momento, Aquino debía encontrarse afuera del lugar.
—Estaba limpiando mis manos en el baño, además, siempre estoy atento a todo. Tú también deberías estarlo.
—Sí, sí —miró a sus lados— ¿Y Santi?
—Está en la entrada, le dije que se quede allí mientras venía a hablar contigo.
—¿Y en qué hora estamos? ¿Cuánto tiempo más permaneceremos dando vueltas?
—No lo sé, el necesario —sacó el teléfono robado del bolsillo y encendió la pantalla, marcaban las 21:40, hora que le dijo a Lucas.
—Queda poco tiempo, ¿no es así? Por ahora están todos los chicos adentro, o eso creo.
—Deberían de estarlo, búscalos mientras voy por Santiago.
—Está bien, daré una vuelta —dijo Lucas, dejando el vaso sobre la primera mesa que encontró y se perdió entre la multitud, mientras, Aquino volvía a la entrada y cruzaba la puerta.
—¿Santiago? —miró hacia todas partes, al parecer, él no estaba allí.
Minutos antes, mientras Aquino 2030 y Lucas 2023 hablaban, Santiago se encontraba en la entrada cuando desde lejos vio una camioneta roja acercarse y estacionarse cerca suyo. Dentro de la larga camioneta se encontraban Rafael y su amigo, preparados para actuar, ambos sentados en distintos asientos luego de que partieron de la mansión, al parecer habían pisado otro lugar antes.
—Uno de ellos es él, seguro. Secuéstralo, él debe de saber algo —dijo Rafael mientras esperó que su amigo baje y golpee un poco a Santiago.
—¿Estás seguro de esto? —preguntó el chico sentado en el asiento del copiloto.
—Estaba discutiendo con el tipo que queremos, debe de conocerlo. Además, secuestrarlo a este chico hará que venga el otro a buscarlo.
—¿Cómo sabes eso? Probablemente no funcionará.
—Espero que esta sea la última vez que me contradices, haz lo que te he pedido.
—Sí. Ya voy.
El chico bajó de la camioneta y se acercó a Santiago de 2023, quien estaba muy tranquilo vigilando la entrada tal y como su versión del futuro le había dicho.
—¡Hola! ¿Acaso quieres pasar? —exclamó Santiago con mucho entusiasmo.
Para sorpresa de Santiago, el chico golpeó su rostro y al instante lo dejó inconsciente, lo detuvo antes de que cayera al suelo y le puso una bolsa negra en la cabeza. Lo llevó a la parte trasera de la camioneta y allí lo metió al lado de Rafael, quien parecía un tanto contento por lo cometido.
—Sin tus amigos no eres nadie —sonrió.
El chico ató las manos de Santiago y colocó una cinta gris en su boca para que no hablase ni se moviera si llegaba a despertar. Luego subió al coche y espero las indicaciones de Rafael.
—Vamos de regreso a la mansión, llevémoslo ante mi padre —dijo Rafael mientras empujaba a Santiago contra una de las puertas debido a que no tenía espacio.
—Bien —dijo el chico a la vez que encendía el motor de la camioneta.
A unos pocos metros de la entrada, el hombre en el sedán observaba la situación con mucho desconcierto.
—Mierda, debería llamar a mi jefe —dijo el hombre mientras sacaba su teléfono móvil con mucha prisa.
—¿Qué sucede ahora? —dijo el hombre a través del teléfono.
—Es Versalles, o su hijo, no lo sé. Están secuestrando a un chico aquí. ¿Intervengo?
—No, John, no hagas nada. Tienes que pasar encubierto, no puedes actuar.
—Escuché disparos hace un rato, ¿seguro que no debo hacer nada?
—No intervengas, sigue observando —dijo el hombre.
John permanecía observando la situación exterior y no se concentraba en la voz de su jefe, aunque si sabía lo que estaba diciendo. El jefe cortó la llamada y John, dudando sobre qué hacer, bajó del coche cuando ya era demasiado tarde, justo cuando la camioneta ya se había alejado lo suficiente y Aquino salía en busca de su versión del pasado.
—Al carajo con todo esto —se acercó a Aquino, quien buscaba a Santiago por todas partes. Al escuchar pasos, Aquino giró esperando encontrarse con Santiago.
—¿Santi? Oh, no eres él.
—¿Ese es su nombre? ¿El nombre del chico que estaba aquí?
Aquino giró de nuevo y observó al hombre, miró el coche y al instante comprendió quién era, el tal John había estado allí observando por un largo rato, tal vez había visto a Santiago.
—¿Sabes a dónde fue?
—Sí. ¿Él era tu amigo?
—¿Era? —metió su mano en la espalda, preparado para usar su pistola por si las cosas se complicaban.
—Es una forma de decir —observó los movimientos de Aquino y decidió no impacientarlo— lo secuestraron.
—¿Qué? —alejó sus manos de su espalda.
—Estuve observando todo desde lejos, un chico bajó y lo golpeó, luego lo metió en una camioneta roja.
—¿Acaso fue un chico pelirrojo?
—No, pero vi a uno un poco gordo.
—Ese es otro de ellos. ¿Y tú? ¿No lo ayudaste?
—Estuve distraído por un largo rato, no, no pude ayudarlo.
—¿Tienes idea de a dónde lo pudieron llevar?
—Tengo mis conclusiones, la mansión de Versalles, su hijo secuestró a tu amigo y lo llevó hacia allí.
—¿Y quién carajo es él? ¿Y quién eres tú? —miró de arriba a abajo al hombre una y otra vez.
—Su nombre es Miguel de Versalles, es un conocido mafioso italiano, y yo, yo soy...
—No importa, espera aquí —se alejó y entró a la discoteca en busca de Lucas. John se mantuvo de pie frente a la entrada, no tenía nada más que hacer en ese momento, nada que no tenga que ver con su misión.
En la pista de baile, cerca de la computadora, Lucas hablaba con Santiago de 2020, ambos compartían cuales eran sus gustos musicales y decidían cual sería la próxima canción a colocar, aunque este era más que nada deber de Santiago, quien observaba la pantalla mientras le preguntaba a Lucas.
—¿Y tú de dónde conoces a Melina? Te me haces familiar.
—Soy... soy su primo —dijo Lucas, diciendo lo primero que se le venía a la mente.
—¡Lo secuestraron!
Aquino apareció y arruinó el buen ambiente que se había formado, Lucas parecía mezclarse en la fiesta hasta que llegó ese momento en el que lo tomaban del brazo y lo separaban de Santiago de 2020 para que no estuviera al tanto de la conversación.
—¿Qué? ¿A quién secuestraron? —preguntó muy desconcertado.
—¡A mí! O sea, no a mí, a Santiago.
—¿Quién querría secuestrarlo? ¿Cómo te has enterado? —apartó su mirada de Aquino y vio a Santiago mirando a Lucas a un par de metros después de haber encontrado una canción.
—Lo ha secuestrado un mafioso, de apellido Versalles —mantuvo una larga pausa mientras comprendió lo que tanto rondaba por su cabeza— es el mismo apellido que Antonio...
—¿Quién? ¿Él tipo ese que te traicionó?
—Sí. Mierda.
—¿Qué haremos ahora?
—Vamos a la entrada, hay alguien allí que podría ayudarnos —comenzó a caminar, Lucas lo siguió, pero la larga espera de Santiago para que él le confirmara la canción todavía estaba pendiente en su cabeza, y delante suyo.
—Sí, pon esa —miró y señaló a la computadora mientras se alejaba, confirmándole a Santiago de una vez por todas.
Santiago asintió y clicó en la canción, la cual comenzó a escucharse, aunque, los primeros segundos no eran nada más que puro silencio, donde justo se escuchó un largo grito proveniente de la parte trasera de la discoteca. Entonces todos en la fiesta lo escucharon, algunos se importaron más que otros, pero los impacientados como confundidos, sacando sus conclusiones, eran Lucas y Aquino, quienes descubrieron que era Tara, la que el grito expulsaba de sus pulmones.
—Tara...
—Mierda —dijo Aquino.
Lucas y Aquino corrieron sin parar hacia la salida trasera, Aquino cruzó por la puerta primero y tropezó con la piedra que todavía no había sido apartada del camino, cayó y el llavero también tocó el suelo. Aquino extendió su mano en el suelo y tomó el llavero de nuevo, este volviéndose colorido y desapareciéndolo del lugar mágicamente. Delante de Lucas, Aquino había desaparecido, y también se encontraba Tara, con su teléfono y la pistola en la mano, al parecer había llamado a la policía luego de encontrar el cadáver en el contenedor, y no estaba muy contenta que digamos.
—Bueno, estoy en la mierda.
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