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Capítulo III

En la noche del once de julio de 2020, en mitad del viejo estacionamiento que ahora estaba repleto de automóviles, por unos pocos segundos, unas luces provenientes del llavero iluminaron el lugar más que cualquier farola en la zona. Lucas, Santiago y Aquino del futuro aparecieron en la misma posición en la que estaban antes del viaje. Los chicos de 2023 parecían desconcertados con lo sucedido, notaban los coches a su alrededor, por suerte nadie los había visto.

—¿Qué pasó? ¿Ya está? —preguntó Lucas soltando las manos de los demás.

—Exacto, ya viajamos en el tiempo —respondió Aquino levantando la vista en busca de un transporte.

—¿Tan rápido? No sentí nada.

—Yo sí... —dijo Santiago cubriéndose la boca con la mano y alejándose para vomitar más de lo necesario. Ninguno se preocupó por el estado del chaleco antibalas, aunque por suerte no le pasó nada.

—También me pasó la primera vez.

—Qué raro, yo no tengo ganas de vomitar —dijo Lucas.

—Depende de la persona, o tal vez ya habías viajado en el tiempo —dijo Aquino con una pizca de ironía en su voz.

—Claro.

Lucas respondió continuando el pequeño chiste mientras Santiago volvía de detrás de un coche negro que estaba a la derecha, el viaje y el golpe pasado le estaban molestando un poco, aunque era algo de todos los días para su versión futura.

—¿Solo yo vomité? —asumió mientras preguntaba, aun así, Lucas lo confirmó con un simple "sí".

—Bien, deberíamos ir a la fiesta —dijo Aquino mirando a Lucas, esperando que lo guie.

—¿Cómo sabemos si estamos en 2020? ¿Y por qué me miras a mí?

—Preguntémosle a alguien en que día estamos —sugirió Santiago.

—No es necesario, el llavero nos llevaba a este año, mi versión futura me lo confirmó anteriormente.

Lucas decidió creer en Aquino, no creía que fuese el momento para molestar con más preguntas. Santiago preguntó lo que el viajero quería oír.

—Bien, ¿vamos a la fiesta?

—Supongo —respondió Lucas.

Aquino guardó silencio, metió el llavero que todavía llevaba en su mano en su bolsillo y esperó mirando a Lucas.

—¿Qué? ¿Acaso no sabes dónde queda? —se quejó con una mueca en su rostro.

Aquino negó con la cabeza y se acercó al primer coche que estaba a su lado, observó el vómito de Santiago e intentó acercarse a la puerta delantera, Lucas continuó con más preguntas, quería evitarlas, pero dentro de todo eran necesarias.

—¿Qué otras cosas te olvidaste en estos siete años?

—De hecho, son diez —intentó bromear Santiago, tratando de evitar algún comentario sobre el vómito.

Lucas miró a Santiago a los ojos y frunció el ceño, esperando que con eso entendiese que los chistes no eran tan necesarios, al parecer los chistes no le gustaban si no provenían de él mismo. Santiago comprendió al instante y se disculpó, bajó la cabeza y escuchó a Aquino.

—Me olvidé de todas las voces de ustedes, las de mi familia, además, he ido a tantos lugares como para simplemente acordarme de uno. La destrucción absoluta hacía difícil identificar edificios.

—¿En qué año morimos? —preguntó Lucas mientras observaba como Aquino tanteaba la puerta del coche esperando abrirla, aunque no tenía mucho éxito en ello.

Aquino se alejó a chequear otro coche a un par de metros mientras se preguntaba lo correcto a responder.

—Tú mueres el día del apocalipsis, Esteban y Luciano días antes, Lautaro un par de meses después. El Rubio en 2030... —suspiró.

—¿Por qué haces todo esto? ¿Crees que hay alguna manera de volver el tiempo atrás en tu universo? —preguntó Santiago mientras caminaba junto a Lucas detrás de Aquino.

—No creo que sea posible volver el tiempo atrás allí, pero tratar de salvarlos a ustedes me dará la paz que nunca obtuve.

—Eso suena un poco dramático —comentó Lucas— tranquilo, nada malo pasará esta noche.

—Eso si es que vamos a la fiesta —dijo Santiago.

—¿Qué creen que estoy tratando de hacer? —se quejó mientras dejaba de tantear el otro coche.

—O tienes un extraño fetiche con las puertas de los coches o estas intentando robar uno.

Esta vez el que miraba al otro con un rostro serio era Aquino, pobre de Lucas, que finalmente comprendió lo que Santiago sintió minutos antes.

—Lo siento... ¿Qué tal si frenamos ese coche de allí? —señaló un coche en movimiento en la entrada del estacionamiento.

—Bien, esperen aquí —dijo Aquino y metió su mano bajo su campera mientras caminaba hacia el coche.

Lucas y Santiago no evitaron mirarse entre ellos confundidos, siguieron a Aquino hasta que este frenó delante del coche en movimiento. Se acercó a su lado haciendo señas con su mano derecha hasta que el coche se detuvo, los chicos miraban delante del coche como Aquino miraba al hombre y le pedí ayuda.

—Necesitamos ayuda urgentemente, tenemos que ir a la discoteca de esta ciudad. ¿Podría ser tan amable de llevarnos?

—Disculpen, debo ir a mi casa —dijo el conductor tartamudeando algunas palabras, se notaba asustado, que tres personas te detengan en mitad de la noche nunca es algo bueno, y más si uno parece un vagabundo.

—¡Por favor! Precisamos su ayuda.

—No, no puedo, que tus amigos se aparten de la calle ahora mismo o tendré que acelerar.

Los chicos no escuchaban la conversación, pero si notaban nervioso al conductor, que en un frentico impulso amenazó a Aquino. La única opción restante del viajero fue sacar la pistola que llevaba guardada atrás en la campera para luego apuntarle en la cabeza al hombre. Lucas y Santiago se sorprendieron, pero decidieron no comentar nada sobre el arma, el conductor soltó el volante al instante y vio como Aquino extendía la otra mano, esperando algo.

—Dame las llaves.

—Pero, es mejor si los llevo, no puedo volver a casa sin coche —dijo impacientado.

—O me das las llaves, o siquiera vas a llegar a tu casa, estoy seguro de que el hospital será una mejor opción.

El conductor miraba hacia todos lados en busca de ayuda, nadie se encontraba cerca, si gritaba, no la pasaría bien.

—¡Dame las malditas llaves!

—¡Está bien! Lo haré —quitó la llave del coche y se la entregó a Aquino.

—Vamos —esperó que el conductor baje y le apuntó mientras guardaba las llaves del coche en un bolsillo.

Lucas se acercó al lado de Aquino y del hombre y comenzó a interrogarlo.

—¿Qué día es?

—¿Cómo que qué día es? —bajó un poco las manos— es once de julio, no comprendo.

Santiago también se acercó y al instante fue enviado por Aquino para sentarse en el asiento trasero del coche, lo cual hizo a la vez que Lucas veía como le quitaban el teléfono de la mano al hombre.

—¿Para qué precisas eso?

—Para guiarnos en dirección a la discoteca. ¿Tiene contraseña? —preguntó mirando ahora al hombre.

—Sí. Es asdf123...

La voz temblorosa del hombre impacientaba a Lucas, que además de tener que presenciar como su amigo cargaba un arma, también debía desbloquear el teléfono móvil dado por Aquino ya que no podía distanciar su vista del conductor.

Lucas desbloqueó el teléfono al segundo intento luego de probar si la primera letra era mayúscula, buscó la dirección de la discoteca y al conseguirla, le asintió a Aquino, esperando que su siguiente movimiento no sea tan impredecible como el anterior.

—Por favor, díganme que no precisan nada más —dijo el conductor mirando esta vez a Lucas, quien se alejaba y subía al coche en la parte delantera.

El encargado de responderle al conducto era Aquino, observó de arriba a abajo al hombre y sonrió al ver la prenda gris que llevaba.

—Sí... quítate esa chaqueta.

A un par de metros frente a la discoteca, el coche conducido por Aquino estacionaba a un lado de la calle principal de la ciudad, el edificio gris y blanco se encontraba al final de la calle que continuaba por ambos lados, uno de ellos llevando a la secundaria, y el otro a un gran hospital. Lucas y Santiago habían permanecido en completo silencio durante todo el trayecto, Aquino procuraba llegar con tiempo mientras planeaba su próximo movimiento, en cambio, los chicos solo especulaban lo que él iba a hacer.

—Bien, llegamos —apagó el motor del coche quitando la llave, miró a Lucas y preguntó— ¿Por qué no llevas la chaqueta puesta? Esa es mejor que la azul.

—Se la robaste a alguien— miró indignado— no puedo usar algo así.

—Deberías —miró a Santiago— ¿Y tú? ¿Te has puesto el chaleco? He visto que te has movido demasiado ahí atrás.

—Sí, lo he hecho.

—Bueno, bajemos —abrió la puerta y bajó del coche.

Lucas y Santiago se estaban preparando para bajar cuando Aquino los detuvo por la ventanilla del coche.

—En realidad, preciso que alguien conduzca el coche. ¿Cuál de los dos podría hacerlo?

—¿Para qué exactamente? —preguntó Lucas.

—Yo puedo hacerlo —sugirió Santiago abriendo la puerta trasera y bajando del coche.

—Necesito que me esperen en la entrada con el coche.

Lucas veía como Aquino le daba las llaves a Santiago y este se subía al coche a su lado, obviamente no dudó en preguntar cuál era su próximo movimiento.

—¿Qué harás ahora?

—¿Ves al hombre en la puerta de la discoteca? Precisamos evadirlo para entrar y controlar la zona.

—Sí, ¿y?

Lucas miró al hombre calvo vestido con un traje negro mientras Santiago arrancaba el coche.

—Ya verás lo que haré —dijo Aquino mientras se alejaba a la puerta de la discoteca junto al hombre.

—Será mejor que no le dispare —suspiró.

—Tranquilo, Lucas. No soy un asesino, eso lo sé —dijo Santiago.

—No lo conoces realmente. De todas formas, ¿sabes cómo conducir esto?

—No del todo, pero si mi yo del futuro puede hacerlo, ¿por qué yo no?

—Dios —miró a la discoteca y suspiró— estamos muertos.

—Eh, es solo un acelerón hacia adelante, no nos pasará nada malo— arrancó el motor y aceleró sin previo aviso.

—No lo digo por eso, mira allí —señaló la puerta donde Aquino estaba.

Santiago aceleraba el coche sin observar demasiado su camino, ahora estaba pendiente a lo que su versión futura hacía, y esto era noquear de un golpe en el cuello al portero de la discoteca. El coche llegó a la entrada y Santiago frenó de golpe, Lucas se golpeó un poco contra los plásticos de delante ya que se estaba vistiendo con la chaqueta gris que Aquino había robado.

—¡Mierda! Ten cuidado a la hora de frenar.

—¡Lo siento!

Lucas se acomodó mientras Santiago apagaba el coche viendo las siguientes instrucciones de Aquino, este estaba arrastrando el cuerpo del hombre por el suelo mientras le señalaba a Lucas para que lo ayudase.

—Dios mío, ¿en serio? —bajó del coche— fíjate que nadie nos vea —dijo hacia Santiago, quien asintió y esperó.

Lucas se acercó a Aquino y miró al hombre inconsciente siendo arrastrado.

—¿Ahora estamos secuestrando personas? Creí que eso era solo tuyo.

—Cállate —dijo mientras continuaba arrastrándolo, Lucas solo observaba.

—¡No te quedes ahí! Ayúdame.

—¿De dónde lo levanto?

—Agarra sus pies.

—No tengo mucha fuerza que digamos como para levantarlo.

Aquino suspiró.

—Bien, ve y abre la cajuela.

Lucas se alejó y abrió la cajuela del coche mientras Santiago observaba por la ventanilla, una vez abierta, Aquino arrastró al hombre levantándolo desde los hombros y ahora sí, con la ayuda de Lucas, lo metió dentro de la cajuela esperando que nadie lo vea, y que el portero no se despierte en un largo rato. Lucas cerró la cajuela y habló.

—¿Lo mataste?

—No, simplemente está inconsciente.

—¿Y por qué hiciste eso?

—Necesitábamos cruzar la puerta, ese apenas es nuestro primer paso, además, me serviría ser el portero.

—¿Qué significa eso?

—Que voy a precisar su ropa —caminó hacia donde estaba Santiago— baja del coche.

—¿Ya vamos a entrar? —bajó del coche.

—Todavía no, preciso cambiarme. Lucas, dame los audífonos —extendió la mano.

Lucas sacó los audífonos del pantalón y se los dio a Aquino, quien colocó uno de ellos en su oreja, apretó un botón que tenían en el centro y esperó que el otro audífono se conecte automáticamente.

—Con esto nos comunicaremos, usa ese, yo usaré este —le dijo a Lucas.

—¿Esto es algún tipo de tecnología del futuro? —preguntó Santiago.

—No, lo robé de una tienda en 2023.

—Quién lo diría —respondió Lucas en un tono sarcástico.

—Ponte ese audífono y ve a la discoteca de una vez.

Lucas se puso el audífono y se alejó de Aquino, Santiago le siguió el paso mientras su versión futura entraba al coche para vestirse con el traje del portero. Mientras caminaban hacia la entrada que se encontraba a un par de metros, Santiago no perdió la oportunidad de preguntarle a Lucas.

—¿No estás asustado por todas las cosas que él dijo?

—¿Qué cosas exactamente? —frenó delante de la puerta.

—Sobre tu muerte, la pistola que lleva consigo, viajar en el tiempo, salvar el mundo, todas esas cosas.

—Asustan, sí, pero más miedo te tendría que dar a ti. Tu no mueres el mismo día en el que sucede todo esto- dijo Lucas.

—Tranquilo, no estamos en el mismo universo, todo puede ser diferente aquí.

—Diferente no significa mejor.

Santiago observó a Lucas y decidió quitarse el chaleco antibalas de encima. Aquino escuchaba todo por el audífono, pero decidía no hablar, estaba ocupado cambiándose.

—Ten. Úsalo —extendió su mano con el chaleco.

—¿Estás seguro?

—Si, tal vez te da la seguridad que necesitas.

Lucas tomó el chaleco y se lo vistió por debajo de la chaqueta, luego le agradeció a Santiago. Ambos entraron a la discoteca por la puerta principal mientras Aquino terminaba de vestirse con el traje del hombre que noqueó y desvistió.

Al pisar el interior, el suelo comenzó a temblar repentinamente, la música estaba tan alta que retumbaba por todos lados, estaba tan tranquilo afuera que ni se notaba el ritmo constante de adentro, Lucas miró a todas partes y encontró un par de meses en cada lado, en el centro había una gran pista de baile donde se encontraban unas veinte personas, alguien estaba encargado de alternar de canción con una computadora portátil como si fuera un disc-jockey.

—¿Qué haremos ahora? —preguntó Santiago observando unos baños a lo lejos, también pudo encontrar una puerta trasera.

—No lo sé, tratemos de mezclarnos.

—¿Y si nos perdemos?

—No te alejes mucho de la puerta, yo hablaré con el otro tú —trató de encender el audífono sin tocar nada.

—Llámame Aquino —dijo el viajero por el audífono —así me llamaban en el futuro.

—¿Qué? ¿Esto estaba encendido todo el tiempo? ¿Nos estabas escuchando?

Santiago observó a Lucas tratando de adivinar qué diría su versión futura, prácticamente esperaba una próxima tarea mientras observaba una salida por la parte trasera.

—Más o menos —respondió Aquino— estaba vistiéndome.

—¿Y ya estás?

—Sí. Estoy en la puerta, este traje me queda un poco grande.

—¿Qué haremos ahora?

—Dispérsense, busquen a los chicos, no lo sé, traten de que no salgan.

—Para eso estas tú, controlas la entrada y la salida.

—No todas las salidas —señaló Santiago— allí, hay otra puerta.

—Mierda. Bueno, no importa, no creo que sea tan importante que salgan un par de metros.

—Lucas, haz todo lo posible para que no salgan —dijo Aquino, reflejando un tono muy serio en su voz.

—Entendido, no dejaré que salgan —le señaló a Santiago la puerta y susurró— ve para allí.

—¿Y tú que harás? —preguntó.

—No lo sé, daré una vuelta.

A un par de metros de los chicos, Lautaro, vestido de traje al igual que todos los chicos, se acercó a una mesa en donde estaba sentada Tara, con un vestido celeste tan largo que le molestaba al pisar con los tacos.

—Hola —dijo Lautaro, con las manos en sus bolsillos.

Tara dejó el teléfono que tenía en sus manos y miró a Lautaro de arriba abajo.

—Hola...- dijo con un reacio tono.

—No la estás pasando bien. ¿No?

—¿Qué te hace creer eso?

—No lo sé, estás con el celular, te vi antes y no estabas hablando con nadie.

—¿Me estás acosando o algo así? —dijo indignada.

—¿Eh? No, no estaba viéndote, o sea, te he visto hace unos segundos nada más —dijo cada vez más nervioso.

—Tranquilo, estaba bromeando —sonrió y rio un poco.

Lautaro también sonrió mientras sentía un gran alivio pasando por todo su cuerpo.

—Entonces, ¿te parece hacer algo después de la fiesta?

Antes de que Tara escuche la propuesta de Lautaro, un chico pelirrojo de unos dieciocho años cruza por delante suyo y lo choca un poco, se acerca a Tara, se sienta en una silla a su lado y pasa su brazo por detrás de su hombro. El chico observa a Lautaro y al instante se molesta.

—¿Y este quién es?

—Nadie, es un amigo —dijo Tara.

—¡Sí! Y este amigo —se señala a sí mismo con ambas manos— ya se iba.

Lautaro dio media vuelta en el mismo eje con uno de sus pies y luego comenzó a caminar hasta alejarse lo suficiente, esperando que el chico no lo moleste. Luciano se encontraba a lo lejos cerca de la barra de bebidas probando una bebida energética que tragó con mucho asco, Lautaro se acercó a su lado y este al instante tuvo que interferir en el triste momento de su amigo ya que había observado todo.

—Bueno, lo intentaste por lo menos.

—Ni me lo digas, está con el imbécil ese —suspiró contra la barra.

—Rafael, un gran imbécil —dijo el Rubio acercándose por la derecha de los chicos mientras llevaba una botella de cerveza en la mano.

—¿De dónde carajo saliste? —preguntó Luciano.

—Estaba con Esteban, vine hacia aquí ya que comenzó a hablar con Melina.

Los tres chicos observan a Esteban hablar con Melina, mostrándose en ambos una reacción recíproca mientras conversan.

—A él sí que le sale todo bien —dijo Lautaro mientras veía a ambos.

—Tara tiene novio, no puedes esperar nada así.

—Quién sabe —dijo Luciano dejando la bebida en la barra.

—¿No te gustó eso? —señaló el Rubio.

Luciano negó con la cabeza.

—¿Puedo tomarlo?

—Claro, haz lo que quieras.

El Rubio agarra la bebida en lata y la vierte en la botella de cerveza con mucha delicadeza, mezclando ambos líquidos para luego beberlo. Mientras tanto, Lucas hablaba de nuevo con Aquino a través del audífono, tocándolo a cada segundo mientras decía un par de palabras entrecortadas.

—Aquí águila calva, tengo a un par de metros a Tara y, por lo que veo, su antiguo novio.

—Lucas, no precisas tocar el audífono cada vez para hablar, lo estas encendiendo y apagando.

Lucas deja de tocar el audífono y mira a su alrededor esperando que nadie lo haya notado.

—Pudiste avisarme sobre eso.

—Creí que era obvio. ¿Dónde está Santiago?

—Fue a dar una vuelta. Bueno, les voy a hablar —dijo acercándose a Tara y Rafael.

—¿Qué? No, no hables con ellos Lucas, no te conocen.

Lucas se acercó a Tara y la miró únicamente a ella a la hora de hablar.

—¡Hola! Tu nombre es Tara, ¿no es así?

—Sí. ¿Y tú eres? —dijo mientras su novio observaba a Lucas seriamente.

—Estoy buscando a Lautaro, no sé si lo has visto.

—Ah, sí, está por allí —señaló a Lautaro junto a Luciano y el Rubio, quienes juntos giraron mirando a otro sitio ya que la estaban observando.

—Está bien, muchas gracias —sonrió y se alejó.

—Bueno, eso salió bien —dijo Aquino a través del audífono.

Mientras Lucas iba acercándose a Lautaro y este lo veía, Rafael tocó su hombro y lo detuvo.

—¿Quién carajo eres tú?

—¿Qué? Soy solo un amigo de Lautaro, ya lo dije.

—Espero no verte por aquí de nuevo.

Lucas entrecerró los ojos y observó a Rafael tratando de comprender lo que insinuaba, Santiago se acercó y separó a ambos chicos antes de que algo malo pasara.

—Está bien, ya nos estábamos yendo —dijo Santiago agarrando del brazo a Lucas.

—Vete con ese idiota, es lo mejor que puedes hacer.

Lucas retrocedió un par de pasos dándose vuelta, pero regresó encaminado contra Rafael luego de su provocación.

—¿Quién te crees que eres hablándonos así?

—¿Acaso no sabes quién soy? —sonrió— ya lo verás, ven afuera dentro de tres minutos o la pagarás junto a tu amigo.

—Esto está siendo peor de lo que pensé —suspiró Aquino por el audífono.

—Cállate —dijo Lucas a Aquino.

—¿Qué acabas de decir? —empujó a Lucas y a Santiago a la vez— o vienes dentro de tres minutos o verás.

Rafael pasó por la derecha de Lucas y lo golpeó con su hombro, detrás suyo venían dos otros chicos que ninguno de los chicos había visto. Tara observaba todo sentada y decidía no intervenir, esa situación se tornaba típica para ella.

—Mierda. Estoy muerto.

Pasando los tres minutos más largos de su vida, Lucas cruzó la puerta trasera solo sin Santiago, ya que había decidido dejarlo atrás y no recurrir a él ni tampoco a Aquino. Al pisar el exterior casi tropieza con una gran piedra que evade pasando por arriba de ella, en el fondo del callejón se encontraban los tres chicos, Rafael estaba en el centro esperando que Lucas apareciera, y cuando lo hizo, comenzó a acercarse a él.

—Demonios, son tres, y vienen hacia mí.

—¿Quieres que vaya? —dijo Aquino por el audífono.

—No, lo tengo controlado.

—¿Qué estás balbuceando? —dijo Rafael estando tan sólo a dos metros de Lucas.

—Estaba hablando conmigo mismo, decía que iba a golpearte demasiado, pero al parecer no tendré que hacértelo sólo a ti.

Rafael comenzó a caminar hacia Lucas con mucha ira, pero este lo detuvo extendiendo sus manos.

—Espera, espera, no vamos a pelear, ¿o sí?

—Me insultaste, te lo mereces.

—En realidad, tú me insultaste primero, a mí y a mi amigo.

Rafael dio un gran derechazo contra el rostro de Lucas y lo desestabilizó tanto que lo envió al suelo. Rafael regresó girándose pensando que Lucas ya había caído de un golpe, pero este tocó su nariz ensangrentada y la limpió con la chaqueta, luego escupió al suelo y se levantó apoyando una de sus manos contra el suelo. Aquino escuchó el golpe por el audífono y comenzó a caminar hacia atrás para ayudar a Lucas.

—¿Te crees tan rudo eh? —exclamó ya de pie— tú no eres nadie aquí, nada. Eres el típico abusador, no haces nada productivo en esta fiesta, ¿por qué no te alejas?

Rafael giró, sacó una pistola que llevaba guardada y le apuntó a Lucas en el pecho.

—Carajo, tiene un arma.

—Ahí voy, haz tiempo —dijo Aquino mientras comenzó a correr hacia la parte trasera por afuera de la discoteca.

—¡Ya déjame en paz! —exclamó Lucas mientras retrocedía un par de pasos.

—¡A ti te enviaré a descansar en paz!

La bala salió disparada e impactó en el pecho de Lucas antes de que este la viera o apenas escuchara el sonido de la pistola disparándose. Lucas cayó al suelo y yació allí justo cuando Aquino llegaba tarde al rescate.

—¡No! —gritó todo lo posible y se lanzó contra Rafael, tirándolo al suelo junto a la pistola, esta cayó a un lado del chico flaco a la izquierda.

Aquino golpeó a Rafael en el rostro y luego se levantó para correr en busca de la pistola, sabía que cargaba una, pero era mejor resolver todo esto evitando que ellos posean esa. El chico vio lo que Aquino intentaba y también corrió en busca de la pistola, el viajero llego antes y al tomarla, dio media vuelta y por error, la pistola se disparó de nuevo, esta vez impactando en el pecho del chico que estaba justo a un metro suyo, este escupió mucha sangre por la boca al instante, la bala había impactado directamente en el corazón. Agonizando en el suelo, Aquino trató de ayudarlo presionando en la herida y dejando la pistola en su otra mano. El otro chico y Rafael corrieron alejándose de la zona luego del disparo.

—No, no, no mueras, ¡por favor!

Aquino no pudo mantener vivo por mucho tiempo más al chico, que murió prácticamente en sus brazos. Con las manos ensangrentadas, Aquino tocó su frente con la pistola y miró a Lucas, se lamentó por unos segundos sabiendo que podía haberlo impedido. En ese momento, Lucas respiró profundamente y abrió los ojos, Aquino lo vio y se acercó a su lado dejando la pistola sobre el cuerpo del chico. Lucas permanecía con una respiración agitada mientras intentaba levantarse luego del disparo, allí fue cuando Aquino se acordó del chaleco que le entregó Santiago y sonrió.

—Estás bien. No puedo creerlo...

—No creo que esto sea bien —se levantó adolorido con la ayuda de Aquino— ¡Mierda! Ahora la campera es inservible.

Lucas miró las manos ensangrentadas de Aquino y al instante notó que no era su sangre, la bala había impactado en el chaleco, y eso sí que lo había notado.

—¿Qué pasó?

—Te dispararon.

—Me di cuenta, tus manos...

—Sí —suspiró— pasaron cosas.

Aquino observó el cuerpo del chico y luego Lucas también lo hizo, este último comprendió la situación y trató de negarla, su amigo había asesinado a alguien, y por lo que veía en su rostro, no parecía haberle apasionado mucho.

A unas calles de distancia, volviendo por donde los chicos llegaron en coche, Rafael y el otro chico llegaban a una mansión y atravesaban un gran portón negro custodiado por dos guardias con traje. El chico esperó junto a los guardias mientras que Rafael cruzó y entró a la mansión, autos lujosos se encontraban a la izquierda bajo un cobertizo mientras que a la derecha había un gran jardín, la distancia entre el portón y la entrada de la mansión era bastante larga, por lo que Rafael, mientras avanzaba, se limpiaba la sangre de la nariz luego del gran golpe encestado por Aquino unos minutos antes.

Rafael llegó a una puerta a la izquierda y la cruzó sin dudarlo, en el centro había una gran ventana de cristal por donde se veían a varias personas bailando y también unas dos escaleras en cada lado que llegaban al segundo piso, donde se encontraba un gran balcón para observar hacia abajo. Rafael cruzó por el pasillo principal y giró a la derecha, chocó un par de personas con bebidas y subió al segundo piso. Al parecer se estaba celebrando una fiesta en la mansión al igual que en la discoteca.

—¡Padre! ¿Estás aquí? —giró a un gran salón al fondo a la izquierda después de subir las escaleras.

Una vez dentro de la habitación, Rafael se acercó a una gran mesa con una única silla dada vuelta que comenzó a girarse. Su padre, Miguel de Versalles, conocido y respetado mafioso, giró en la silla fumando un puro.

—Tenemos problemas.

—Oh... hijo, ¿qué has hecho? 

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