Capítulo II
Atado de pies y manos, sin poder ver nada debido a la completa oscuridad que reinaba en el interior de la van, Lucas despertó con un intenso dolor en la parte trasera de su cabeza.
—¿Dónde mierda estoy? —exclamó Lucas mientras se movía desorientado en el interior de la camioneta, que permanecía inmóvil.
Luego, pateó la puerta trasera de la van hasta que el hombre encapuchado la abrió, revelando su rostro parcialmente iluminado por la débil luz exterior. Lucas pudo distinguir un bigote descuidado en el hombre.
—Nadie puede oírte aquí... —susurró el hombre en un tono amenazante.
—¡AYUDA! —gritó Lucas con todas sus fuerzas, esperando que alguien escuchara su desesperado llamado.
Pateando desesperado, Lucas golpeó al hombre y este retrocedió, se encontraba indignado por lo sucedido y no esperaba encontrarse con esa reacción.
—¡Lucas! ¡Soy yo! Ya deja de moverte —exclamó el hombre desconocido.
Al oír su nombre, Lucas se calmó e intentó descubrir quién era el hombre.
—¿Cómo sabes quién soy?
Ciertamente, a Lucas no le importaba tanto descubrir eso, si no revelar la identidad del secuestrador, sus palabras anteriormente lo habían cautivado, por lo que había dejado de patear desesperadamente. El hombre sacó una navaja de su bolsillo y cortó las cuerdas que retenían a Lucas, este se asustó por ver el arma, pero decidió no correr luego de liberarse, lo lógico sería que resultase herido por error.
El secuestrador quitó su capucha después de desatarlo y reveló su identidad, desconocido para Lucas, el hombre intentó hacerse reconocer.
—Soy Santiago —afirmó el hombre esperando que Lucas le crea.
Lucas llevaba un gran susto y una ansiedad constante que no le dejaban pensar correctamente, o eso creía, padecía de una reacción escéptica y claramente esperada, aunque intentó comprender la situación con desconfianza.
—Imposible, ¿quién eres en realidad? —cuestionó Lucas, con una mezcla de desconfianza y temor que se reflejaba en su voz.
—¡Santiago! Pero no soy el Santiago que conoces —respondió el hombre, intentando transmitir cierta tranquilidad con una exaltada voz.
Lucas se sentó en el borde de la camioneta, sin apartar los ojos de aquel misterioso individuo. Su mente estaba llena de preguntas.
—¿De qué estás hablando? —preguntó Lucas, buscando desesperadamente una explicación que le permitiera comprender la situación en la que se encontraba.
—Soy Santiago, pero no de este año —reveló el hombre mientras Lucas lidiaba con la luz del sol que llegaba a sus ojos luego de estar en la oscuridad.
—¿Cómo que no de este año? —preguntó con los ojos entrecerrados intentando cubrirse del sol con su brazo derecho.
-Vengo del futuro —declaró el supuesto Santiago con solemnidad.
—¿Para qué? ¿Para matarme? —preguntó Lucas, asustado, pero a la vez nervioso, utilizando una pizca de su humor para defenderse.
—¿Acaso soy un puto T-800? —exclamó indignado.
Lucas miró de arriba a abajo al supuesto viajero en el tiempo y dudó sobre su procedencia, así que Santiago tuvo que intentar calmarlo.
—No voy a matarte, sólo, sólo déjame explicarte todo... —aseguró con voz serena, tratando de calmar a Lucas y preparándose para una larga narración.
Como ya sabes, soy Santiago, preferiblemente llamado Aquino por mis amigos. Aunque la última vez que los vi a todos fue hace siete años, 2030 no es un buen año. Puede que me creas, o que presientas mi locura desde el punto en el que te secuestré. Vengo del futuro con una misión, salvar al mundo. Tal vez quisieras preguntarte el porqué.
Little Rock en el futuro, no es una ciudad muy tranquila, en realidad, nunca lo fue. El apocalipsis siempre estuvo frente a nosotros, todo comenzó un once de julio de 2023, no importa la hora, sino el día. El cielo se tornó oscuro, el temor rondaba por las calles, pero yo aún no me percataba. Estaba en la secundaria cuando sucedió, un temblor similar a un terremoto estalló en la ciudad, y en todo el mundo. Mis amigos sufrieron de formas inimaginables ese día, algunos perdieron la vida, otros a sus amigos y familias, incluido yo. Luego del temblor, un viento inexplicable desvaneció a cientos de personas. Sobreviví de formas que no yo comprendo, no estaba solo, Michel, bueno, el Rubio, me acompañó en estos siete años. Se volvió capaz de muchas cosas, al igual que yo. Juntos sobrevivimos y exploramos el mundo, no tan alejados de esta pequeña ciudad, aunque voces ajenas nos comentaron que en todos lados era igual. Meses antes de mi viaje temporal, un hombre nos encontró, ciertamente, nosotros nos lo encontramos, pero él ya nos estaba buscando. No buscaba específicamente a un grupo de supervivientes en medio de la nada, buscaba a un grupo de supervivientes en Little Rock. Su nombre era Antonio, Antonio de Versalles, dijo que tenía la solución a este problema, y nosotros, esperanzados, le creímos. Una especie de esfera destellante de luces azules y amarillas era la clave, necesitábamos encontrarla para salvar al mundo, volverlo a su normalidad. Tardamos un largo tiempo recorriendo las calles, los edificios, hasta que un día, dentro de una destrozada mansión, allí se encontraba.
Junto al Rubio y Antonio, me aproximé a la esfera, pero no todo resultó como esperábamos. Antonio no era quien creíamos, él comenzó a contarnos su verdadero plan. Al parecer, la clase de núcleo que teníamos en frente era una fuente de poder creada por Antonio el día de su cumpleaños, once de julio...
Él quería destruir al mundo, no salvarlo, nunca comprendí cuál era su motivo, luchó contra Michel y contra mí, ambos perdimos ese día, y Antonio, se aproximó al núcleo, colocó sus brazos alrededor de la esfera de dos metros de diámetro y la explotó, de alguna forma canalizando su poder. En ese momento, todo se detuvo, el Rubio ya no estaba conmigo, había sido arrojado al centro de la esfera por Antonio minutos antes.
En el suelo, mientras me levantaba de una golpiza, encontré un pequeño llavero azul, lo toqué y de un momento para otro aparecí en un blanco lugar, Antonio no estaba allí, había alguien más. Decía reconocerse como mi versión del futuro, 2040, para ser exactos, me explicó que existen distintos universos, y una única manera de detener todo. El llavero me ayudaría a viajar en el tiempo, al tocarlo, viajaría a otro año. Aquino 2040 parecía pertenecer al mismo universo que yo, o eso creo, al ser mi versión futura, tenía muchas cosas que decirme, solo me aconsejó lo que debía hacer, me envió a este año, de otro universo, ya que el mío había explotado por culpa del traidor, Antonio. Mi versión futura dijo que debía impedir que todos mis amigos, incluido yo, abandonáramos la discoteca antes de que termine el día, dijo que todo sucedía un once de julio entre este año y 2020, dijo que tú y yo éramos la clave, y por eso es que estoy aquí.
Terminando la narración, el viajero del futuro esperó que Lucas respondiese algo.
—¿La clave? —preguntó escéptico— ¿Viajes en el tiempo? ¿El Rubio? ¿Quién eres y cómo sabes quién es él?
Lucas parecía no comprender del todo, se mostraba libre a cualquier conjetura, pero la situación no le cerraba del todo.
—¿Esto es una broma de mal gusto? —preguntó rascándose la nuca.
—Dime una vez en la que alguien apareció de la nada e intentó convencerte de esto.
Aquino trató entrar en razón con Lucas, lo que decía era cierto, él nunca había tenido una interacción similar, además, esta podía ser la aventura que necesitaba, aunque todavía no le tenía fe del todo.
—¿Qué quieres que te diga? ¿Quieres que te crea? —preguntó Lucas bajando de la van con calma.
—Eso estaría genial.
Aquino sabía que Lucas iba a creerle, por lo cual decidió contarle parte de su plan actual.
—Suponiendo que me crees, ahora regreso, traeré algo que podrá ayudarte en todo esto.
Aquino caminó hacia la parte delantera de la van para buscar algo dentro de la guantera, confiando en Lucas a más no poder. Por otro lado, el secuestrado, por lógica, se largó a correr y desapareció de la vista de Aquino sin que él lo notase, estaba tan centrado en su plan que no creyó que Lucas haría semejante cosa.
Aquino llevaba un chaleco antibalas en su mano y observaba a todos lados, Lucas no se encontraba cerca. El estacionamiento en el que se situaban se encontraba completamente vacío, ni un alma rondaba por los alrededores.
Aquino, sabiendo que Lucas se había largado, cerró las puertas traseras de la van con fuerza y suspiró.
—Si no cuento contigo, tendré que ir a por mí mismo.
Aquino subió a la van, dejó el chaleco bajo el asiento a su lado y encendió el motor para direccionarse de nuevo a la secundaria. Mientras tanto, Lucas corría sin mirar atrás por una larga acera, llegó a una tienda de ropa y al instante entró.
Su cuerpo ya no daba para más, su mente tampoco, se encontraba agitado, ansioso e intrigado, lo que había sucedido no era algo de todos los días. Lucas no miró a su alrededor, solo se centraba en que el demente que lo secuestró no estuviera detrás suyo, buscó su teléfono en sus bolsillos, pero no lo encontró, este probablemente estaba en la parte trasera de la van.
—¡Maldita sea! —exclamó Lucas, nervioso, con gotas de sudor pasando por su frente.
En ese momento, alguien tocó su hombro, y Lucas, asustado, giró y miró a la persona con un perturbado rostro.
—¿Lucas? ¿Estás bien? —preguntó Tara, quien estaba al tanto de la llegada de Lucas a la tienda.
Su rostro cambió repentinamente, Lucas ahora miraba a Tara confundido, no sabía que estaba pasando.
—¿Qué haces aquí? —preguntó pasando su áspera mano por la frente.
—Trabajo aquí —afirmó— necesito dinero para mudarme de mi hogar.
Para trabajar allí, Tara llevaba una ropa muy casual, parecía ser que el dueño de la tienda la dejaba usar lo que quisiera. Tampoco era la misma ropa que llevaba en la secundaria, Lucas debatió consigo mismo el tiempo que estuvo encerrado en la van, aunque su mente se aclaró cuando vio un reloj en la pared que marcaba apenas unos cuarenta minutos después de cuando había abandonado la secundaria. Tuvo tanto tiempo para pensar que Tara incluso quedó en completo silencio frente a él hasta que decidió continuar la conversación.
—¿Mudarte? ¿Quién quisiera alejarse de su familia tan pronto?
Lucas observaba la tienda mientras preguntaba intrigado, la ropa deportiva con estampados que vendían allí se veía costosa. Su desesperada mirada también era una forma de simular su necesidad de observar la puerta y las ventanas hacia la calle, esperando que el secuestrador no aparezca por ellas.
—Mis padres, no son lo que parecen —dijo Tara con una tibia voz.
—Parecen padres, supongo.
A Lucas no se le ocurrió nada más interesante que decir sobre el tema, había sonreído de la forma más innecesaria posible, la situación se estaba tornando incómoda hasta que Tara decidió continuar hablando.
—¿Y tú qué haces aquí?
—¿Yo? Creí haber visto a alguien conocido.
—¿Aquí adentro? No hay nadie más además de mí.
Lucas no tenía ni la menor idea de qué responder, se escucharía raro si dijese que la había visto a ella, no quería que Tara tuviera alguna conclusión fuera de lugar y él tuviese que hablar con Lautaro sobre ello, no quería causar ninguna confusión.
—No, lo encontré afuera —decidió responder.
—¿Entonces qué haces aquí? —insistió.
El dilema en el que Lucas se encontraba era un tanto complicado, debía decidir si contarle la verdad a Tara o guardarse el secreto del supuesto viajero en el tiempo y crear una buena excusa, esto último fue lo que decidió impresionar.
—También vine en busca de... —observó sus alrededores— ropa.
—Oh, ¡Wow! ¿De qué tipo?
Tara se veía sorprendida, Lucas casi siempre vestía lo mismo, era inusual encontrarlo buscando algo más, tal vez estaba allí para ir al cumpleaños adecuadamente.
—No lo sé exactamente.
Lucas ya se había tranquilizado, el ambiente de la tienda había calmado su frenética forma de hablar.
—¿Estás para conseguir algo para el cumpleaños de Melina, cierto? —preguntó Tara con mucha curiosidad.
—¡Sí! —exclamó Lucas— era predecible, ¿no es así?
Después de unos percances, todo parecía salir a la perfección, Lucas había camuflado la situación de manera ideal, aunque Tara la tornaría incómoda.
—Con ropa deportiva no sé si conquistarás a Melina —dijo entre risas.
Lucas se sonrojó, aunque también estaba confundido, Melina no le atraía actualmente, supuso que en los anteriores años sus señales llevaron a la chica a contarle todo a Tara, esa es la única forma de la que ella se enteraría, tampoco decidió entrar más en el tema, solo lo evadió con una pregunta.
—¿Por qué dices eso? Melina ahora está con Esteban.
Ese era otro punto interesante, no había necesidad de insinuar algo así.
—¿O no? —preguntó Lucas.
Una sonrisa iluminaba su rostro, Tara parecía reírse de la inocencia de Lucas, si es que tenía razón.
—Para tu mala suerte, Melina si está saliendo con Esteban, literalmente, estoy segura de que ahora mismo van al cine.
—¿Qué? —se tropezó con un estante a su izquierda mientras observaba hacia la puerta y oía la voz de Tara —¿Al cine? ¿Cómo es posible? Tiene una fiesta de cumpleaños que organizar.
—No creo que organice demasiado, no es lo mismo que su fiesta de quince.
Tara caminó y arregló unas camisetas verdes de poliéster sobre una mesa marrón a la derecha de Lucas. Las extendió, dobló y colocó correctamente. Lucas la miraba mientras intentaba encontrar algo para hacer.
—Entonces, ¿qué vienes a buscar?
—¿Eh? —confuso y entreverado continuó— algo normal, sencillo, para ir y venir...
—Claro, comprendo tu situación, ven, tal vez esta campera azul te sirva.
—El azul no es mi color.
Tras observó de arriba abajo a Lucas, con una crítica mirada, su chaqueta era azul, no comprendía por qué lo decía, así que únicamente le siguió el juego.
—Me di cuenta, los oscuros te sientan más. Aun así, azul es lo que llevarás.
Confundido, Lucas se preguntó por qué Tara no le dejaba decidir. Él sabía que tal vez había cruzado la raya haciéndose el gracioso, pero, ciertamente el azul no era de su agrado.
—¿Por qué? ¿No hay otro color?
—Te vendo esto o nada —dijo Tara, con una seria mirada, aunque por dentro, probablemente estaba deseando que se la comprase.
Lucas suspiró y asintió luego de unos segundos, lamentándose por la posible compra que haría, pero ya olvidándose de la situación por la que había cruzado.
—Ven, sígueme, vamos a verla.
Tara comenzó a caminar hacia el mostrador y Lucas la siguió confiado, allí, ambos observaron la campera azul.
Un par de minutos atrás, afuera de la secundaria, Santiago esperaba su autobús mientras observaba su teléfono con mucha calma, su mochila le estorbaba y debía acomodarla cada cierto tiempo. Del otro lado de la calle, ya cuando ni un alma rondaba por la circulada calle principal, el secuestrador de Lucas acechaba a su próxima víctima. Aquino del futuro bajaba de la van, cerraba la puerta con mucha delicadeza y cruzaba la calle sin mirar a los lados, acercándose a su versión del pasado. Al llegar a estar a unos pasos suyo, decidió hablar para llamar su atención.
—¿Santiago? ¿Eres él?
Santiago se sorprendió al escuchar su nombre de una boca desconocida, guardó su teléfono con mucha rapidez y miró a sus alrededores, vio la van a lo lejos pero aun así confió en él.
—¿Qué sucede? —dijo Santiago, sin aceptar que era el hombre que Aquino 2030 estaba buscando.
—Lucas, lo atropelló una motocicleta, está herido, pidió que te encuentre aquí, precisa ayuda.
—¿Qué? —sacó su teléfono para llamar a emergencias —¿Dónde está ahora?
—Sígueme, está en la van.
Santiago se encontró mediante un gran dilema, su amigo podría estar herido gravemente, también podrían estar engañándolo, saber que el hombre desconocido conocía el nombre de Lucas lo dejó confiando un poco más, aunque también decidió ser precavido con la situación.
—Iré llamando al 911 mientras tanto, esto es preocupante. ¿Lucas está bien?
Santiago comenzó a marcar al 911 y eso ya era imparable por su versión futura, aunque intentó convencerlo.
—Ya llamé a emergencias, no hacía falta —dijo mientras comenzó a caminar a la van.
—De igual manera llamaré por las dudas —insistió Santiago mientras marcaba el último 1 en su teléfono.
Su versión futura sabía lo que se aproximaba, un gran golpe en la frente de Santiago era la mejor solución, y fue lo que pasó cuando abrió una de las puertas traseras de la van y no encontró a nadie. Dio media vuelta para reclamarle a Aquino, pero ya era muy tarde, su frente había impactado contra la puerta cerrada restante y su teléfono contra el suelo, para el agrado del viajero, Santiago no llegó a presionar el botón de llamada.
Su siguiente paso fue largarlo contra la van, inconsciente, Santiago cayó seco y no pudo ni despertarse mientras Aquino 2030 lo llevaba al estacionamiento dónde había hablado con Lucas. Antes de llegar, la van giró a la derecha y frenó en un semáforo justo cuando Lucas la vio y al instante abandonó la tienda de ropa segundos antes de comprar la campera. Tara se apresuró para frenarlo.
—¡Espera! —corrió tratando de detenerlo con la bolsa en la mano —¿Qué es lo que estás haciendo?
—Guárdamela para más tarde, regresaré, lo prometo.
Esas fueron las últimas palabras antes de salir de la tienda con mucha prisa, Tara se veía angustiada, la situación era incomprensible, no había manera de que Lucas gastara tanto tiempo para nada, es por eso que guardó la bolsa bajo un estante en la recepción con la esperanza de que él regresara. Mientras tanto, Lucas cruzó la calle trotando y frenó delante de la van negra cuando esta pasó el semáforo rojo. Aquino frenó de golpe y Lucas se alivió por no ser atropellado, ningún otro automóvil cruzaba por la calle, así que Lucas podía estar allí el tiempo necesario con todo el gusto del mundo. Tara observaba por la ventana de la tienda confundida.
Justo cuando Aquino frenó de golpe, la cabeza de Santiago chocó contra el asiento delantero, provocando que despertase confundido, asustado y con algo similar a una gran jaqueca. Aquino 2030 no se percató, su principal problema era Lucas delante de la van.
—¿Qué demonios haces? —golpeó el volante y lo señaló.
Lucas apenas lo escuchó, su próxima acción fue sentarse a su lado abriendo la puerta derecha. Lo único que rondaba por su cabeza era el porqué de no haber sido perseguido y la tranquilidad con la que Aquino hablaba, lo pensó tanto que al final accedió, y por suerte del destino, él cruzaba por la calle.
—Estoy listo para ayudar —afirmó.
—¿Qué?
Aquino no comprendió el repentino cambio de pensar, pero se centró en Santiago cuando escuchó sus quejas desde la parte trasera. Lucas también lo notó y al instante comenzó con las preguntas.
—¿Qué hace él aquí? ¿También lo secuestraste?
—Dios mío. Tengo que apresurarme, si es que vas a ayudarme, quédate callado unos segundos.
Lucas permaneció en silencio observando a Santiago mientras que Aquino del futuro continuó conduciendo la van y más adelante estacionó en el gran estacionamiento ya clausurado, detrás de unos grandes árboles, Tara no era capaz de verlos desde la otra calle, nadie podía hacerlo. Lucas fue el primero en bajar de la camioneta, se acercó a las puertas traseras y las abrió al instante, Santiago intentaba salir cuando vio el rostro de su amigo.
—¿Lucas? —preguntó con mucho desconcierto.
La claridad impactaba en su rostro y tal vez le nublaba la vista, no tenía sentido que su amigo se encontrara allí, y menos con un completo desconocido, el cual se aproximó por la izquierda de Lucas, asomando su cabeza.
—Vamos —dijo extendiendo su mano para que Santiago bajase, su primera reacción fue mirar a Lucas, este lo calmó creyendo que así era más fácil que comprendiera.
—Te necesitamos —dijo Lucas.
—¿Para qué? —preguntó Santiago mientras bajaba de la van— ¿Quién es él?
—Él...
—Soy tú —dijo Aquino 2030 mientras regresaba a la parte delantera de la van— cuéntale —le encargó a Lucas.
—¿Qué? Maldito imbécil, ¡me golpeaste!
Santiago se quejó al instante debido al gran dolor que rondaba por su frente, se veía confundido y necesitado de respuestas.
—Así como escuchaste. Él viene del futuro, 2030 si no me equivoco.
—¿Esto es una broma? Los viajes en el tiempo no existen —se colocó en el borde de la van.
—Al parecer sí —suspiró— aunque dudo un poco.
—¿Cómo puedes creerle a ese vagabundo?
—Mira, te resumiré la historia. Al inicio solo había un único universo...
Las palabras de Lucas se desparramaban por la mente de Santiago mientras que Aquino, adelante, abría la puerta delantera que no había cerrado del todo y cruzaba en busca de algo en la guantera. Allí encontró un par de audífonos extraños y costosos, metió su mano bajo el asiento en el que anteriormente estaba Lucas y tomó un chaleco antibalas ligero de color gris claro, volvió a la parte trasera justo cuando Lucas se equivocaba explicando parte de la historia, y seguro no era la primera vez ya que casi estaba en el final.
—Entonces Antonio los traicionó y destruyó este universo y luego él —señaló a Aquino— viajó al pasado con un llavero para así encontrarse con nosotros.
—No este universo, destruyó el mío. Este es el segundo universo, según yo —corrigió Aquino.
—Yo diría que es el primero, así lo llamaré —dijo Lucas.
—No te preocupes tanto con nombrarlos, no sé cuánto dure —dijo con pocas esperanzas.
—Ese hombre, Versalles, ¿no es el mismo apellido que tenía ese novio de Tara? —dijo Santiago esperando una respuesta.
Lucas se encogió de brazos sutilmente mientras respondía desconociendo ese apellido a la vez que miraba a Aquino, señalando el chaleco que llevaba en sus manos.
—¿Qué haces con eso?
—Es para él —dijo Aquino mientras dejaba el chaleco en manos de su versión del pasado.
—No comprendo. ¿Qué haremos exactamente? ¿Cómo puedes creer todo esto, Lucas? —dijo mirando el chaleco y luego a Lucas, era imposible para él comprender la situación.
—No estoy tan seguro del todo. Supongo que lo veremos ahora cuando saque el llavero.
—Debemos apresurarnos. Ten esto —dijo Aquino, extendiendo su mano para que Lucas tome los audífonos.
Lucas tomó los audífonos sin preguntar, seguramente había una respuesta más adelante, aunque si debía preguntar otra cosa. Santiago también seguía con dudas.
—Espera, ¿si viajamos al pasado no crearemos una línea temporal distinta? No tendría sentido salvar el mundo si cuando volvamos aun así todo pasará —preguntó Lucas.
—Se creará otra línea, pero aun así debemos sobrevivir, es ahora o nunca, lo demás lo resolveremos más tarde —admitió Aquino, al parecer salvar la línea temporal actual no estaba tan asegurado.
—No puedo comprender todo esto. ¿Qué debemos hacer ahora? Dios santo, seguro me golpeé muy fuerte —dijo Santiago y tocó su frente.
—Eso no tiene sentido, el golpe aun así lo recibiste. Hablando de eso, a él no lo ataste —dijo Lucas quejándose con Aquino de su favoritismo hacia sí mismo.
—No tenía tiempo para hacerlo, no tenemos tiempo incluso ahora. Debemos irnos.
—¿Al pasado? —dijo Santiago, tal vez finalmente comprendiendo un poco.
Aquino asintió y colocó su mano en su bolsillo derecho, casi tocando el pequeño llavero azul que llevaba escondido.
—¿Ahora? —negó con la cabeza— no puede ser, debo avisarle a mi familia —dijo Santiago.
—Yo también debo hacerlo.
Pese a que deseaba lograr viajar en el tiempo, Lucas sabía que era necesario despedirse, aunque Aquino no dejó de ninguna manera que eso suceda.
—No hay tiempo para eso, hay que volver ahora mismo.
—Pero...
—¡Pero nada!
Aquino no dejó que Santiago pudiera quejarse o siquiera rogar, era el momento e incluso Lucas sabía lo que se aproximaba, probablemente no era nada bueno.
—Que uno de ustedes me dé una de sus manos —dijo Aquino esperando que uno las extienda.
Lucas guardó los audífonos en su pantalón y extendió ambas manos y esperó la siguiente orden, Aquino tomó una de sus manos y miró a Santiago, moviendo su mirada esperando que este tome la mano restante de Lucas, cuando lo comprendió, bajó de la van y tomó la mano. En ese instante, cuando todos se tomaban de las manos, Aquino sacó el llavero del bolsillo y al instante unas luces azules y amarillas resplandecieron del mismo.
—Una pregunta, ¿por qué 2020? —dijo Lucas.
—Debemos encontrar pruebas de por qué esto pasa, 2020 es el primer año, y es lo primero que vamos a hacer —respondió Aquino mientras el llavero irradiaba colores azulados y amarillentos.
—O sea, es un salto de fe.
Lucas respondió de acuerdo a lo que sabía, este plan no le cerraba del todo.
—¿Y qué haremos exactamente? —preguntó Santiago.
—Entraremos a la discoteca en la que se celebraba el cumpleaños de Melina e intentaremos que nadie la abandone, eso nos dará tiempo para descubrir lo necesario, incluso Antonio podría aparecerse allí y destruir todo, cualquier cosa puede pasar.
—Parece simple —sonrió Santiago.
—No lo es —dijo Aquino con un rostro muy serio, se notaba la gravedad del asunto para él, los chicos apenas comprendían la situación.
—Para mí si lo es —respondió Lucas justo cuando un destello iluminó todo el estacionamiento y desapareció a los tres, la van era lo único que restaba.
Verán... aunque la situación se viera un poco extraña, todo parecía sencillo, sólo debía impedir que mis amigos abandonen una discoteca, era muy simple, o eso creí...
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