9
— ¿Señor Way?
Gerard alza la mirada ante el llamado, la recepcionista sonríe.
—Dime, Leia.
—Llamó el señor Iero, vendrá por usted. Debe estar abajo en cinco minutos.
El pelirrojo asiente y agradece con una sonrisa. Aun le hace gracia ese tipo de avisos a los cuales no está acostumbrado. Está saliendo tarde, tuvo que quedarse e incluso llamó a Bandit para decirle que no llegaría a cenar, pero mágicamente Frank ha llamado y su trabajo pasa a un segundo plano por completo, puesto a que ya había dejado gran parte de lado sólo por llegar temprano a casa, y aun así seguiría llegando tarde. No sabe qué hace Leia aun rodando por ahí, ni siquiera Kurt cuando tenían trabajo extra. Claro que el rubio se ha metido en problemas por ello, pero de alguna manera siempre consigue salirse con la suya.
Rápidamente toma sus pertenencias y se coloca su chaqueta, al salir se despide de Leia que también está saliendo y se percata de que ha obscurecido hace un buen rato. Suele estar ensimismado en su trabajo, pero ésta vez ha exagerado. Se da la tarea de no hacer algo como eso de nuevo, mucho menos si dejaba a Bandit cenando sola.
Le sonríe al tatuado que se encuentra recostado del auto con las manos en los bolsillos de su chaqueta, continúa con su camisa de trabajo y corbata negra. Medianamente extiende sus brazos para abrazarlo, Frank lo detiene posando su mano frente a él.
—Camión cargado —con su cabeza señala al auto, Gerard desvía su vista a la ventana; las gemelas hablan animadamente junto a Bandit. El pelirrojo alza su ceja girando a verlo—. ¿Realmente le dijiste a Bandit que no llegarías a cenar?
—El reloj me pasó encima —suspira—. Lo siento.
—Conmigo no —vuelve a apuntar al auto—, con tu hija. Al auto, Gerard.
El teñido muerde su labio, extraño a su comportamiento. ¿Frank se enojó con él por dejar a Bandit sola? Si no lo está, pues lo parece bastante. Su familia nunca se había preocupado por eso, y Bandit conoce su trabajo, sabe que la mayor parte del tiempo llegaría tarde y ella tendría que arreglárselas. A ella no parecía molestarle, quizás estaba en lo incorrecto.
— ¿Tú la llamaste o ella te llamó?
—Ella llamó a las gemelas, les pedí que preguntaran por ti, dijeron que seguías en el trabajo y que habías llamado a Bandit diciéndole que no llegarías a cenar. Así, textualmente. Les pedí que le preguntaran a Bandit si quería que la fuese a buscar para pasarte buscando e ir a cenar todos juntos de nuevo en tu casa, y ella accedió.
Luego abre la puerta del piloto y se adentra al auto, entonces él queda varado en medio de la acera confundido. Sí, Frank suena molesto. Quizás comprende su punto, pero no comprende el por qué hace un gran lío fuera de eso. Al subir saluda a las chicas súper poderosas —como las ha empezado a llamar—, y Bandit tampoco se ve molesta con la situación. Sin embargo, en todo el camino del banco a su casa, Frank ni siquiera le dedica una mirada y lo hace preocuparse. Cuando llegan el tatuado se estaciona y también sale con prisa del auto. Gerard suspira pesadamente. No le había visto la faceta de enojado, se refiere a que, luce sexy y provocativo, pero eso no quitaba el hecho de que estuviese enojado, y sobre todo con él.
Le pisa los talones al entrar a la casa y cuando las chicas suben a encerrarse en la habitación de Bandit, sigue al avellana a la cocina la cual se ha convertido en su punto de encuentro secreto siempre que los Iero vienen. El tatuado continúa serio y ausente, Gerard arremanga su camisa hasta sus codos igual que Frank y se apoya de brazos cruzados cerca de la puerta, con una sonrisa vacilante postrada en el rostro. Porque vamos, Frank está enojado, quiere decir que tiene que contentarlo, claramente podría sacar provecho de todo eso.
El avellana se mueve por la cocina como si fuese su casa, y eso que él ha tenido la oportunidad de ir un par de veces y ayudarlo a cocinar, más seguía preguntándole al tatuado en dónde se encontraba tal cosa. Frank ya no tenía que hacer eso, él ya sabía en dónde estaba todo y no era necesario preguntar.
Sigue sin mirarlo y Gerard desiste. Esperaría hasta después de la cena para poder intentar algún movimiento, y tendría tiempo para pensar en ello durante la cena. Aun así, lo ayuda a cocinar y no insinúa nada. Puede notar que el avellana lo mira fugazmente un par de veces, pero lo ignora, Frank se aleja desconcertado y él presiona sus labios evitando su sonrisa. No dudaría mucho enojado con él, así no supiese el porqué de su enojo.
Se percata de que la cena se torna incómoda más de una vez, las chicas crean un mejor ambiente y lo agradece. De no haber sido por ellas puede que no haya soportado tanta tensión. Se adelanta a decir que ésta vez no hay apuestas tampoco y que ellos se encargarían de la vajilla, entonces las tres castañas van escaleras arriba y su plan "hacer al enano dejar de estar enojado con él" se pone en marcha. Lo ayuda con todos los platos hasta el lavadero y cuando éstos están por acabarse, comienza por acercarse. Rodea su cintura con sus brazos y baja a esparcir besos en su cuello, lo siente estremecerse.
— ¿Vas a seguir ignorándome? —su voz se escucha más gruesa, sigue besando su cuello. Frank se estremece con cada roce de su lengua contra su piel.
—Tú también has estado ignorándome.
—Estás enojado. ¿Por qué estás enojado?
—No estoy enojado —suspira, secando sus manos una vez termina, pero entonces está acorralado por el pelirrojo, tampoco piensa girarse. No puede mirarlo a los ojos si acabaría por desistir ante él.
—Sí lo estás, sé cuando alguien está enojado, y más si es conmigo —vuelve a besar su cuello, deslizándose hasta la tijera tatuada de su lado izquierdo. Frank inhala, lamiendo sus labios—. ¿Fue por casi dejar a Bandit cenando sola? Frank, Bandit es grande, ella comprende-
—Gerard, dije que no estoy molesto.
—Entonces por favor deja de evitarme y no dirigirme la palabra —tomándolo de la muñeca hace que gire y el avellana se ve obligado a mirarlo a los ojos, los vellos de sus brazos se erizan. Suspira.
—No me gustó que hicieras eso —confiesa por fin, Gerard hace una mueca de lado tras suspirar—. Me refiero a que, sí, es tu trabajo, y está bien. Pero... ¡es tu hija! Y tú has dicho cuánto la amas. Y lamento si estoy haciendo un desastre fuera de esto, pero es que tengo este trauma desde hace tiempo. Cuando Lily y Cherry eran pequeñas, trabajaba todo el tiempo para poder llevarnos a los tres adelante, y era bastante jodido porque tengo tatuajes hasta el culo y simplemente no te aceptan, ¿sabes? Yo planeaba tener una banda, no hijas, pero ya sabes cómo son las cosas.
Gerard entrecierra sus ojos, no lo está mirando mientras habla, pero decide no interrumpirlo y dejar que se descargue. Ha avanzado la mitad de lo que ha querido.
»Entonces nunca tenía tiempo para ellas, nunca las ayudaba con sus tareas y sólo jamás estaba ahí. Bob siempre estuvo ahí, pero ellas me necesitaban a mí. Un día llegué y las vi, esperando por mí porque no querían irse a dormir sin papá cantándoles una canción o contándoles un cuento y cuando estaba-
Gerard no lo deja terminar, tira de su cuello, dejando a sus besos hablar por él. Frank no corresponde enseguida, parecía que iba a llorar en cualquier momento y no hizo falta que terminara su sentencia para que Gerard comprendiera a qué quería llegar. El avellana acaba por suspirar y tomarlo de los hombros, corresponde correctamente a su beso.
—Me prometí que nunca dejaría nada por encima de mis hijas, mucho menos mi trabajo. Ellas siempre serían primero y nada ni nadie cambiaría eso —murmura separándose diminutamente, roza su nariz con la del pelirrojo—. Por favor, no lo vuelvas a hacer. Eso la lastima, créeme.
—Lo prometo —asiente el ojiverde acariciando su cintura, Frank le sonríe y arremete sus labios contra los suyos nuevamente, dejando que el contacto dure todo lo que desea. Sus hijas no bajarían hasta que él fuese a avisarles que tenían que irse, lo que les dejaba un buen tiempo a solas.
El teñido toma ventaja de la situación, apegando al tatuado más hacia él. Y cuando el beso se torna lento y sus lenguas se ven implicadas, sabe hacia dónde quiere ir. Entonces lo besa con más dedicación, deslizando sus manos hasta debajo de sus orejas y ladeando su cabeza cada cuánto. Las manos tintadas de Frank dan el primer paso, yendo a acariciar su pecho.
Le traslada la iniciativa al pelirrojo. Sin separar sus labios baja de nuevo a su cintura, y en un movimiento rápido sube al avellana a la encimera, recorriendo sus piernas por encima del apretado pantalón. Las piernas del tatuado lo rodean, estremeciéndose cuando éste pasa sus besos por su mandíbula hasta su cuello. Comienza a desabotonar su camisa, es cuando Gerard cae en cuenta. Lo detiene.
—Aquí- no —jadea—. Frankie, aquí no, las niñas, están arriba.
Frank se detiene igual de jadeante que él, no dice nada, han llegado más lejos de lo que han pensado, ya no pueden detenerse. Sus erecciones no pueden detenerse.
Con ayuda de Gerard se baja de la encima, ambos con respiración irregular.
—... ¡Tengo una idea! —el avellana da un salto, asustando al ojiverde. Gerard frunce el ceño. Sus ojos incluso toman brillo. De la mano lo lleva hasta el inicio de las escaleras y antes de comenzar a subir se gira a él—. Tú sígueme la corriente, y actúa normal. Nada ha pasado. Sólo déjame hablar, y sigue la corriente.
El ceño de Gerard continúa fruncido, pero ya no tiene tiempo de responder, Frank tira de él haciéndolo subir las escaleras. Pregunta por la habitación de Bandit y apunta a la puerta con posters. El avellana ríe por no percatarse al momento. Le repite nuevamente que siga la corriente y toca la puerta, la abre cuando Bandit avisa.
— ¿Ya nos vamos? —la primera en preguntar es Lily, está pintando las uñas de sus manos y una mueca de fastidio se planta en su rostro. Bandit y Cherry tienen sus narices metidas en la pantalla del portátil, las tres totalmente ajenas a lo sucedido en la cocina hace un minuto.
—Sobre eso les quería hablar —se adentra a la habitación, Gerard decide quedarse en el umbral, atento a las palabras del tatuado—. Les quería decir que probablemente tengan que quedarse aquí ésta noche, en la madrugada viajaré a Belleville porque su abuela llamó, no es nada muy importante pero necesito ir. No quiero dejarlas solas en la casa, realmente prefiero que anden en compañía. Hablé con Gerard y no hay ningún problema. Bandit —la castaña hace un mohín—, ¿te encargo a mis tesoros?
—En mejores manos pueden estar —sonríe, Gerard sonríe a su par y no se percata que el avellana calla y lo observa, con la mirada le habla. ¿Aquí es donde debe actuar? Da un paso adelante.
—Mañana todavía tienen colegio, ¿cierto? —cuestiona, ellas asienten—. Por ropa no se preocupen, ese armario está repleto, se los aseguro —las castañas se ríen—. Ah... Band, tu tío me llamó... No sé qué quiere, pero estaré allá hasta tarde, Frank me hará el favor de dejarme allá, así que también me voy —cruza miradas con Frank, éste asiente levemente—. Van a estar solas, pero nada de desastres hasta que yo regrese, ¿está bien?
Ellas asienten y sonríen. Frank va a despedirse de sus hijas y él le guiña el ojo a Bandit antes de salir. Entonces tienen el camino libre. Gerard salta como si hubiese escapado de sus padres.
— ¡Eso fue asombroso! —masculla al avellana cuando han bajado las escaleras, le roba un beso. Frank ahoga una risa.
— ¡Silencio, y camina! —toma las llaves de su auto, lanzándolas al pelirrojo—. Tengo que viajar a Belleville y tú tienes que ir a ver qué quiere tu hermano.
Riendo corren hasta el auto, Gerard toma el asiento del piloto y Frank sube a su lado, enseguida lo enciende y se dirige a la residencia Iero. Piensa en lo ocurrido hace un momento, su ánimo vuelve a decaer repentinamente.
Le mintió a Bandit.
Él nunca le miente a Bandit.
Es su hija, ¿por qué habría de mentirle? Ella no le miente. Él le ha enseñado a ser honesta tanto consigo misma como con los demás, y ahora él le ha mentido. Sacude su cabeza, disipando los malos pensamientos. Todo está bien. En un semáforo en rojo voltea a ver a Frank, mueve su pierna con ansiedad mientras muerde su labio y observa por la ventana.
—Eres un asombroso padre —dice de la nada—, todo lo que dijiste en la cocina, eres asombroso, Frank. Nunca quise dejar a Bandit sola en la cena, pero ahora sé que no debo dejarlo pasar de nuevo. Digo, ya lo había considerado, pero hiciste hincapié, ya no es algo que pueda ignorar. Lily y Cherry son afortunadas de tener a un buen padre.
El avellana estira sus comisuras, pestañeando una vez. Gerard tiene peso de conciencia, Frank lo sabe. Lo ha visto conversar con Bandit varias veces, tienen la segunda mejor relación padre e hija que ha conocido. Segunda, porque la primera es la de él y sus hijas. Gerard detesta mentirle, y lo que acaba de hacer lo tiene al borde de la locura, sólo intenta desviar el tema y no pensar en ello.
— ¿Gerard?
— ¿Uh?
—No tienes que sentirte mal por haberle mentido a Bandit.
Gerard alza sus cejas, no sabe cómo Frank dedujo lo que estaba pensado, pero el tatuado no es estúpido. Un segundo está saltando y escapando como adolescente y al otro luce y se siente culpable por haberlo hecho. Una reacción normal a la que el pelirrojo no está acostumbrado. Reduce la velocidad cuando llegan a la casa y Frank lo ve suspirar.
—No... no estoy seguro de poder hacer esto, Frank. No le miento a mi hija. Es mi hija. Le enseñé a ser una persona honesta, y esto... Lo lamento, de verdad. No lo merece.
Frank lo mira casi de manera irónica. Él también les ha mentido a sus hijas y no siente tal culpa, ¿eso lo convierte en un monstruo? No puede pelear en contra de eso. Si Gerard siente que no es lo correcto, entonces no lo es. De estar en su lugar haría lo mismo.
—Está bien —articula el tatuado después de un rato. Gerard presiona su mandíbula. Lo ve abrir su puerta—. Pero ser padre no es en lo único en lo que soy bueno, Gee.
Y tras guiñarle el ojo baja del auto, dejando a Gerard pendiendo de un hilo, con la conciencia vuelta un lío, sus pantalones apretando más de lo usual y con ganas de golpearse la cabeza contra el volante infinitas veces. Es un idiota. ¡Rechazó al hombre más jodidamente excitante que ha visto en su vida, sólo porque tiene peso de conciencia por haberle mentido a su hija! Bandit va de un lado diferente al de Frank, es como tener dos vidas.
Bandit le oculta cosas porque es necesario el ocultarle y mentirle algunas veces a los padres, pero esa regla también puede aplicar para los padres cuando se trata de sus hijos. Una luz se enciende en el fondo de su cabeza, entonces torpemente sale corriendo del auto. No dejaría a Frank tan fácilmente.
Llega a tiempo para evitar la entrada del avellana a su hogar, Frank da un respingón girando a verlo. Ni siquiera lo deja hablar, estampa sus labios con los del tatuado.
—Gerard, ¿qué-?
—Cállate, escúchame, Bandit tiene derechos —lo besa—, pero yo también, ¿y sabes qué? —vuelve a besarlo—, Bandit está bien, Bandit está con Lily y Cherry, y ellas están bien, pero ésta noche te necesito a ti, y nadie más que a ti.
Frank lo observa antes de sonreír y lanzarse a los labios del ojiverde, a tientas abre la puerta de la casa y a pasos ciegos y ansiosos se adentran.
Ésta sería su noche, y nada lo arruinaría.
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