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3

Sus manos sudan, sus piernas tiemblan, y si tuviese uñas medianamente largas, ya éstas estarían más allá de la cutícula. Muchas veces ha pensado que su trabajo es insignificante, quiere decir, no es su trabajo soñado. Le ayuda a mantener una familia de dos, lo cual es más que suficiente. La mayor parte del tiempo cree que es un trabajo bastante fácil, a veces sólo debe sacar cuentas mientras escucha a su compañero de al lado parlotear. Pero ahora su jefe está sentado frente a él y le está dando una de las mejores noticias.

O eso debería de ser.

—Eres el nuevo gerente, Way. Tomarás el puesto de Benhall, lo despedí. Felicitaciones. Eres una pieza importante para nuestro banco. Puedes integrarte a tu nuevo puesto.

— ¡Espere! —posa sus manos frente a él—. ¿Eso es todo?

— ¿Debería haber más? Vamos, tú sabes qué hacer. Has estado esperando por este puesto a eso de cinco años, desde esa última vez que me pediste un ascenso.

—El ascenso se lo pedí hace tres meses, señor Ansel.

—Y ahora lo tienes. Tú primera paga será este treinta, y déjeme decirle que estoy confiando lo suficiente en usted como para darle tal puesto. Me agradas, Gerard. Eres buen trabajador, te llevas bien con tus compañeros, no has tenido ninguna falta, tu asistencia es buena, y además escuché que hoy es el cumpleaños tu hija, así que decidí adelantarte algo de esa paga.

Desliza una pequeña tarjeta sobre la mesa, y no quiere parecer desesperado, así que espera un lapso de cinco segundos para tomarlo, con lentitud, eso sí. Debe ser respetuoso y hacer como que esto no le emociona en lo absoluto, pero tampoco parecer malagradecido. Sabe sobre ese balance, y aquí es cuando debe ponerlo en práctica.

—Señor Ansel, esto es... Muchas gracias —jadea una risa—. Supongo que agradezco el que haya despedido a Benhall.

—No agradezcas nada, él se lo ganó. Renunció para no ponerlo en el papel de despedido, pero me gusta decir que lo hice.

— ¿Le da más poder? —se arriesga a preguntar. Tiene que comenzar a medir sus palabras si quiere durar más de dos meses en el puesto de gerente. Y no es por querer ahogarse en un vaso de tequila, pero la sola palabra se le antoja pesada, lo cual le hace pensar que será más trabajo del que de por sí ya tiene.

—Digamos que sí —el señor de edad media le asiente sin prestarle mucha atención, Gerard lo agradece internamente—. A partir de hoy podrás tomar la oficina que pertenecía a Benhall y mudarte de tu puesto a un lado de Cobain. No es por nada, pero está algo loco.

— ¿Kurt? —frunce su ceño, el señor Ansel asiente, parece hostil ante del nombramiento de su trabajador—. Bueno... Hay veces en las que habla mucho, pero es una persona agradable.

—Todo a tu criterio, hijo. Puedes retirarte, que tengas un buen día. Disfruta de tu ascenso, espero que no me defraudes.

Aun con el ceño levemente fruncido se levanta de la silla, da un apretón de manos a su jefe y tras agradecer nuevamente se retira. Claramente no le ha gustado el tratamiento de éste hacia su compañero, se refiere a que, es comprensible, a veces ni él lograba soportar a Kurt, pero era gran parte de su amistad. El hombre le ha hecho muchos favores y ha sido atento, lo ve como alguien normal.

Y todo desde secundaria. Es afortunado de aun conservar aquellas amistades. Parece ser que todos siguieron sus mismos pasos y él no se quejaba, después de todo, esa es una de las cosas que lo hace sentir menos solo en su toma de decisiones sobre el pasado.

—A la oficina de Benhall en dos minutos —murmura posando una mano en el hombro del rubio que se sobresalta. Kurt frunce el ceño.

— ¿Para qué?

Gerard no le responde, se limita a guiñarle el ojo y coger el par de cajas con sus pertenencias. De regreso hacia el que solía ser su puesto ha pedido las llaves de la oficina a la recepcionista, es ella quien maneja las llaves de todo el lugar y le sorprende la habilidad que tiene la chica para saber qué llave pertenece a qué puerta. Cosas tan simples como esas le sorprenden.

Posa las cajas sobre su nuevo escritorio y se va a sentar en la silla reclinable. No evita el poder sonreír. Al fin tiene una bendita oficina, para él, donde nadie podría molestarlo y podría sacar sus cuentas en paz y con concentración. Lleva sus pies hasta el escritorio, uno encima del otro, dejando sus manos entrelazadas sobre su regazo. Al cabo de un rato la puerta suena.

— ¡Pasa!

Esta se abre poco a poco y cuando su amigo lo ve con tal comodidad en su puesto, lleva una mano a su boca para luego comenzar a reír.

— ¡No me jodas! —alarga entre risas—. ¿Qué mierda es esto? ¿Dónde está Benhall?

—En algún lugar lamentándose por haber sido despedido. Estás viendo al nuevo jodido gerente del jodido banco central.

Kurt lanza un "¡oh!" tras aplaudir. Eso le gustaba del tipo, su entusiasmo inusual ante las cosas, le hacía recordar a Bert, puede que ambos tengan actitudes similares. Ambos están algo locos, sólo un poquito, pero ha escuchado que las mejores personas tienen cierta locura integrada, no se siente tonto por creer en algo como eso.

—Maldición, espera, siempre he querido hacer esto —comenta el barbudo sentándose lentamente en una de las sillas frente a él, con cuidado adopta la misma posición de Gerard con sus pies sobre el escritorio—. Oh, sí. Al carajo Benhall. Primera cosa buena que Ansel hace por este lugar.

Gerard niega lanzando una risa.

—Mierda, Kurt, ¡tengo mi propia oficina! —exclama el pelinegro retomando sus postura—. ¿Tienes idea de cuánto he esperado por esto?

—En realidad no, pero sea lo que sea, te lo mereces, amigo, de verdad —lleva su mano sobre el escritorio a dar un apretón amistoso con la contraria—. Felicidades, me alegro por ti. Pero ahora yo voy a tener que soportar al resto de la gente de mierda allá afuera, no es como si estuviésemos en secundaria y pudiese venir aquí a hacer mi trabajo cuando quiera, ¿entiendes? Voy a extrañarte.

—Entiendo, pero mis puertas siempre están abiertas, Cobain.

El rubio sonríe.

—Eso no sonó bien, pero lo obviaré —encoje sus hombros bajando los pies de la mesa.

—Jódete —carcajea—. No puedo esperar a decirle a Bandit.

— ¡Oh! Cierto que hoy es su cumpleaños, escuché decir algo sobre eso a Frances ésta mañana.

— ¿Frances le habla a Bandit? —arruga su entrecejo—. No recuerdo haberlas visto juntas.

—Realmente no creo que sean muy amigas —Kurt niega con su cabeza desviando la mirada—. No es como si siempre se la pasaran juntas, pero tampoco es algo que pueda asegurar. Recuerda que mi hija me odia, Gerard.

— ¿Aun? —hace una mueca. Más de una vez lo ha oído lamentarse por no ser el padre que su hija merece, pero asegura el no saber qué es lo que ella merece. Gerard no lo comprende, él sabe qué es lo que Bandit merece, es algo fácil de deducir. Pero al parecer para Kurt no es tan fácil como se pinta.

—Nunca ha sido mi mayor fan, de eso estoy seguro —alza sus cejas—. Quisiera poder tener una relación cerca de la que tú tienes con Bandit. Courtney es la que logra sacarle más palabras, Frances es apegada a su madre en cierta parte.

—Eso es algo bueno, Kurt —encoje un hombro.

—Sólo quiero conocer a mi hija. Quiero decir, tiene dieciséis, y lo único que recuerdo que le gusta puede que ahora ya no le guste. También la he notado extraña.

— ¿Extraña en qué sentido?

—Uh... ¿En el sentido de que no se junta tanto con mujeres? Se la pasa con hombres, pero he logrado observarla, trata a todos como amigos. Tampoco es muy femenina, siempre viste de negro... —mueve sus manos, queriendo insinuar su sentencia sin el uso de palabras. Gerard decide darle un empujón.

— ¿Quieres decir que piensas que Frances es lesbiana?

—Suena más bonito si lo llamas "homosexual", ¿sabes?

—Kurt, ¿te molesta que Frances sea... homosexual?

— ¿Qué? ¡No! —chilla, pero luego jadea—. Gerard, es mi hija, ¿está bien? Así yo no sea su persona favorita, sigo siendo su padre, y me preocupa, y la quiero, y me importa, y la apoyo. Así me muera mañana, sé que voy a estar para ella. Sólo falta el día en que ella me tome en cuenta. Pero no me molesta, digo, me hacían bullying en el colegio por ser tu amigo.

—No soy tan gay, Cobain —reprocha entrecerrando los ojos.

—Pero sí lo eras bastante en aquel entonces —sube sus manos en defensa—. Ya te lo dije, sólo quiero estar con ella y conocerla, y al parecer necesitaré de tu ayuda.

—Supongo que es porque me consideras buen padre —hace un mohín, Kurt asiente con obviedad. Gerard suspira—. Bien, eh... ¿Has visto que le gusta alguien últimamente? ¿Alguna chica, o chico? Hay la posibilidad de que sea bisexual, debes aceptar cualquier cosa, es una de las maneras en las que te puedes acercar a ella.

—Comprendo, tienes razón —el ojiazul asiente pensativo—. Y sobre eso... Creo que sí. Pero si te lo digo te vas a alarmar.

—Dímelo. No creo que a este punto algo como eso pueda alarmarme.

—Uhm, ¿seguro? —Kurt entrecierra sus ojos, sabe que con lo que está apunto de decir es probable que Gerard explote, pero lo ha llegado a ver y es algo que le hace gracia. Decide que le gusta ver el mundo arder y que sería agradable verlo justo frente a él. Para su mayor y grata suerte, Gerard le asiente—. Creo que a Frances le gusta Bandit.

— ¡¿Qué?!

Kurt sonríe de un extremo a otro. Sabía que eso sucedería, pero antes de que el fuego se propague, lo hace callar.

—Eh, eh, dije que a mi hija le gusta tu hija, no que a tu hija le gusta mi hija, ¿de acuerdo? Calma esos huevos, Way.

— ¡¿Y eso qué?! Bandit nunca me ha hablado de su sexualidad, pudo haber tenido dudas sobre eso a la edad de catorce años, Kurt.

—Entonces merezco un voto por hacértelo pensar —sonríe, enseguida ésta se borra—. No me vayas a despedir por esto, por favor.

—Imbécil —va a golpear su cabeza con su mano, el barbudo se queja y va a regresarle el golpe.

Nunca madurarían, Gerard puede jurar que ambos tendrían cincuenta años y se seguirían comportando como colegiales. No es tan malo, a veces es bueno mantener el espíritu, ¡pero acaba de decirle que hay una posibilidad de que su hija sea gay! Le ha metido mil y un teorías a la cabeza a eso de tres minutos.

»Vete de aquí antes de que te restrinja la entrada a mi oficina hasta nuevo aviso, ¿quieres?

—Ya se te subieron los humos a la cabeza. Muérete, Way.

—Escucha, si vamos a ser consuegros, es mejor que nos tratemos bien, ¿de acuerdo?

—Y ya bromeas sobre eso —el rubio bufa—. Es increíble lo rápido que te acostumbras a las cosas. Me voy.

— ¡No, espera! —la exclamación de Gerard lo hace detenerse en el marco de la puerta—. ¿Sueles teñirte el cabello, cierto?

Kurt alza una ceja, extrañado.

— ¿De nuevo Bandit y sus regalos de cumpleaños?

—Bingo —ladea su cabeza, Kurt asiente tras presionar sus labios.

—Te mandaré la dirección de la peluquería por mensaje.

*

Las expresiones en los rostros de sus amigos y su hermano es su primera y única razón para querer estrellarse la cabeza contra alguna pared. Si quitamos a Ray mirándolo extraño, a Mikey reprimiendo sus ganas de reír y a Bert riendo a carcajadas, probablemente sea Kristin la que dé el voto final.

— ¡Dios mío, luces espectacular! —grita la rubia dando pequeños saltitos—. Ah, mierda, ¡Bandit va a amarte! —salta a besar su mejilla.

—Parece que te calló un meteorito en la cabeza —dice Ray, ahora con una expresión divertida.

—Creí que tu faceta de artista había quedado en el pasado —ríe Mikey—, ¿en qué momento compraste las latas de aerosol?

Golpea a su hermano mientras observa a Bert posar sus manos en las rodillas, intentado tomar aire. Quiere decir algo, pero su risa se lo impide. Va a golpearlo a él, pero con un sonido estruendoso la puerta de la cocina se abre, interrumpiendo su acción.

— ¡Bandit ya viene!

Y no sabe si esa es Lily o Cherry, pero ellos la siguen hasta la sala de estar en donde se encuentran el resto de sus amistades y las luces ya se encuentran apagadas. Hay decoraciones por todas partes, el pastel es enorme —y nada comparado con el de él esa mañana—, al parecer están las amistades importantes de su hija ya que logra reconocer algunos que lo saludan y todo desaparece cuando la ve entrar por la puerta.

Todos gritan "¡sorpresa!" encendiendo las luces y una alegre Bandit es rodeada primero por todos sus amigos, saluda a cada uno con un abrazo, después viene su familia al fondo de la habitación, primero Ray, luego Kristin, luego Mikey, luego Bert y de último Gerard. La castaña ahoga un grito al ver a su padre.

— ¡Te amo! —grita por sobre la música que ha comenzado a sonar con estridor—. ¡Sabía que el rojo era tu color!

— ¡Sólo no comiences con las burlas, ¿sí?! —grita acercándose a su oído. Bandit sonríe, y sabe que lo primero que le diga que no haga, será lo primero que ella hará.

— ¡Ven, te presentaré con mis amigos! ¡Quiero que vean tu nuevo estilo!

— ¡¿Te refieres al de "idiota intento de Power Ranger"?!

— ¡Me refiero al de "papá genial"!

— ¡Van a creer que quiero parecerme a alguno de ellos, Bandit!

— ¡Ni siquiera los conoces, ven! ¡También quiero que conozcas a Lily y a Cherry antes de que su papá las venga a buscar! ¡Dijeron que las pasaría buscando temprano porque mañana aun hay colegio!

Y Gerard no dice nada más, se deja jalar por su hija hacia su grupo de amistades, las que conoce y las que no, recibe más de un cumplido sobre su nuevo estilo de cabello y luego debe retirarse porque Kristin lo llama.

— ¡Hay un hombre en la entrada preguntando por unas niñas! ¡Creo que son sus hijas!

El padre de Lily y Cherry viene a su cabeza. ¿Ya las vino a buscar? Ese tipo sí que ha de ser extraño.

Recuerda las palabras de Bandit en la mañana. "Muchos tatuajes e instrumentos" pasa por su cabeza una y otra vez. Incluso llega a asustarse, ¿qué si es un hombre fortachón dispuesto a romper cada uno de sus huesos por querer reprocharle el que sus hijas deben quedarse un poco más para que disfruten de la fiesta?

Tampoco se considera la persona más fuerte, ha bajado mucho de peso y es algo raquítico. Aun así, Bandit es buena amiga de Lily y Cherry, y no se cumplen dieciséis todos los días. Quería decírselo al señor.

Su pinta no es la mejor, lleva una de esas camisas con la bandera de los estados unidos y mangas cortas, pantalones sumamente ajustados y ahora su cabello es de un rojo brillante. ¡Luce como uno de los amigos de su hija!

Se abre paso entre todas las personas hasta la puerta principal, y al abrir la puerta puede jurar que esperaba de todo, menos lo que sus ojos presencian en ese momento. Queda estupefacto, y más que eso, embelesado. A duras penas puede pronunciar:

— ¿Quién es usted?

La música ahora se escucha amortiguada, su voz es clara y también lo es el latido de su corazón. El hombre es de estatura media, Gerard asegura el llevarle máximo una cabeza de altura y puede que sea algo robusto, pero no demasiado. El suéter holgado le da a apreciar sólo unos cuantos tatuajes, un par el cuello y otros en los dorsos de sus manos.

— ¿Señor Way? —su voz hace eco en su cabeza, es suave y nítida. Gerard asiente aun encerrado en la repentina burbuja.

Entonces el tipo le sonríe, cuando menos se lo espera está sacudiendo su mano.

—Mi nombre es Frank, Frank Iero. Soy el padre de Cherry y Lily. Mucho gusto.

Oh, maldición.

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