Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

23

Bandit da un salto sobre su puesto, Gerard frunce el ceño. Observa a su hija hiperventilar y a Kristin sonreír. ¿Por qué Kristin está sonriendo? ¿Y por qué Bandit está hiperventilando? ¡¿Y por qué él no está sonriendo e hiperventilando con ellas?!

— ¿Se puede saber por qué tanto escándalo? —pregunta con el fastidio dibujándose en su semblante. Bandit reacciona, saliendo de hiperventilar para lanzarse a los brazos de la rubia que la recibe gustosa—. Bandit.

— ¡Positivo! —exclama la castaña.

— ¿Positivo? —alza una ceja. Bandit se separa de Kristin para extenderle un objeto. Siente marearse al percatarse de qué se trata y debe sostenerse de la encimera de la cocina— ¿Po-positivo? —sus ojos se abren, su hija asiente. De sus delgados dedos le arrebata el objeto— Dos rayas. Conozco dos rayas. Ah, mierda, positivo. ¡Positivo!

Es él quien está hiperventilando ahora, debe sentarse para no caer.

En su vida ha tenido sólo dos pruebas de embarazo en manos, la primera: cuando Lindsey le dijo que estaba embarazada. Le entregó una pequeña caja con el objeto adentro y un papel, ambos asegurando que serían padres adolescentes. Y la segunda: justo ahora, y por más que no hay un papel con una prueba de sangre que lo asegure un cien por ciento, esas dos rayas rojas no las olvidaría nunca y las reconocería en donde sea.

Kristin está embarazada.

Su hija junto a su cuñada cambian la celebración por la preocupación, empezando a preguntarle mil y un veces si se encuentra bien, mas sólo puede hacerle señas en negación agradeciendo para sí mismo que hayan comprendido el que necesita silencio. Repentinamente volvió al momento en donde Lindsey le dijo que estaba embarazada. La misma emoción, los mismos saltos, los mismos gritos. Mientras que él se quedó literalmente parado en una esquina viendo todo pasar frente a él. Claramente antes lo comprendió mucho menos que ahora, Kristin tiene una razón para estar feliz, pero en aquel entonces, Lindsey estaba por cumplir dieciséis y un bebé parecía ser todo lo que ella quería.

Cuando sale de su trance es que puede abrazar fuertemente a su amiga, Bandit se les une luego. Le repite lo mucho que la quiere y que siempre podría contar con ellos, después de todo, ahora son más familia de lo que eran antes. Mikey aún no lo sabe, quería que fuesen los primeros en saber y compartir su emoción. Kristin podría ser feliz, y a pesar de que su mejor amigo se vio afectado ante la ruptura con su hermano y éste quedó como un imbécil, siente que la felicidad de la rubia lo hace valer. Bert llega un rato después, mientras Bandit y su cuñada hablan sobre temas de bebés en los que no es partícipe.

Al verlo lo abraza fuertemente. Han pasado un par de semanas desde que viajó y otro par de días desde que llegó, es normal extrañarlo cuando suele verlo merodeando por ahí la mayor parte del tiempo.

— ¿Embarazada? —sus ojos se abren, Gerard asiente presionando sus labios. El pelinegro jadea—. Mierda, ¿por qué no me lo dijiste? Debo ir a felicitarla.

— ¡Eh, eh, eh! Detente —con su brazo evita su paso cuando quiere adentrarse a la casa. Bert exhala bajando sus hombros, regresa a apoyar los codos en una de las mesas del jardín—. Necesito hablarte sobre algo.

—Pues que sea rápido, porque en serio merece ser felicitada. Descontando que está embarazada del idiota de Mikey, esa parte la puedo omitir, Kristin se lo merece.

—Estamos conscientes de eso, pero quería preguntarte otra cosa —Bert hace un mohín, él suspira—. ¿Cómo está Ray?

Bert hace una mueca de lado.

—La última vez que lo vi estaba considerando lo que Bandit le había dicho —el pelirrojo frunce el ceño.

— ¿Sale con la madre de su amigo?

Bert chasquea con su lengua.

—Ray no está desesperado, Gee. Pero algo me dice que se está comenzando a sentir como se sentía Kristin: sin tiempo. Sucede que estuvo pensándolo bastante, probablemente ya se sienta listo. Tal cual Kristin; no va a esperar a que alguien más se mueva por él. Si él no da los primeros pasos, nadie va a hacerlo por él. Además, la mujer luce realmente dulce. Puedo imaginar que, siendo Ray como es, no le será difícil el endulzarse el uno al otro y termine saliendo un mini afro de ahí.

Ambos ríen, Gerard niega por lo bajo.

— ¿Qué con su hijo? ¿Dices que Ray puede embarazarla de nuevo?

Anything could happen, anything could happen —canturrea el pelinegro en un extraño baile que los hace reír nuevamente. Gerard encoje un hombro, tiene razón. Todo puede pasar—. Bien. ¿Y qué hay de ti? ¿Todo bien con el enano y sus secuaces?

Gerard bufa, descendiendo la mirada. El malestar que lo ha estado caracterizando desde hace casi un mes se instala en la boca de su estómago. Navidad se acerca, están a pleno noviembre y lo que más debería sentir es felicidad porque su espíritu navideño bien puede con todo la mayor parte del tiempo. ¿Pero cómo hacerlo? El que Frank se alejara junto a Cherry y Lily lo descarriló, así hubiese sido él el que se lo pidió. Realmente no quiere tenerlos lejos, los necesita consigo y con Bandit. Sin mencionar que en ocasiones diarias su hija se encarga de darle esa mirada intencional cargada de puros sentimientos que estallan como fuegos artificiales escribiendo "Por favor, trae a los Iero de vuelta" en el cielo.

El pelinegro busca la mirada de su amigo cuando no le contesta. Enseguida sabe que hay algo mal. Suspira resignado.

»Voy a ahorcarlo, ¿qué hizo el muy desgraciado?

— ¿Cómo sabes que fue él?

—Porque te he escuchado hablando sobre él. Tú no lo lastimarías, Gee, tú no lastimas a nadie. Más bien, las personas suelen pasar por encima de ti, y sabes que tu error es dejar que eso pase. ¿Qué hizo?

El pelirrojo restriega su rostro con sus manos. ¿Realmente tendría que contar la historia de nuevo? Primero se la dijo a Bandit, en la heladería, luego vinieron su hermano y Kristin, y por último Bert. Espera que para cuando a Ray se le ocurra preguntar Frank ya haya regresado, o al menos espera haber podido superarlo si eso no pasa.

—Lo encontré besando a su ex esposa en su casa el día de su cumpleaños. Discutimos, no tuvo argumentos para defenderse y simplemente me fui.

— ¿Ex esposa? —sus ojos se abren al mismo tiempo que eleva sus cejas. Asiente—. Voy a asesinarlo, juro que voy a asesinarlo. ¿Quién coño besa a su ex teniendo pareja? ¡Está mal de la cabeza, ¿o qué?!

—Bert, escucha-

Su enunciado es interrumpido por el sonido de su teléfono recibiendo una llamada. El corazón le cae al estómago, con sus ojos abiertos observa a Bert. El pelinegro frunce su ceño inclinándose a ver el remitente, y también abre los ojos. Siendo más rápido toma el teléfono, alejándolo del pelirrojo. Comienza a perseguirlo alrededor de la mesa, como si estuviese en otra de esas situaciones junto a Mikey, pero es Bert el que hace su papel esta vez.

— ¡No vas a contestarle!

— ¡Dámelo! ¡A ti qué te interesa, Robert!

— ¡Dignidad ante todo, Gerard! ¡Dignidad, ante todo!

— ¡Dejé de tener dignidad en el momento en que me enamoré de él! ¡No puedes decirme algo como eso!

— ¡¿Así de fácil te resignas?! ¿De verdad estás tan demente por este tipo? Mierda, ¡te humilló!

— ¡No es como si-!

— ¡Oigan! —el grito de Kristin los hace detenerse en una cómica posición. El pelinegro no le devuelve el aparato, cuelga la llamada y lo mete a su bolsillo. Gerard bufa cruzándose de brazos. Ve a Bert correr para abrazar a la rubia, mas ella lo detiene girando a verlo por encima de su hombro—. Frank está afuera.

El gruñido de Bert se transforma en una sonrisa cínica, dándole paso a su bajada de tensión. Puede sentir su palidez aproximarse. Su amigo no hará nada, pero mejor no probarlo. Logra detenerlo a los adentros de la cocina, denotando el enojo en su semblante. Gerard sabe que realmente lo está porque así era cuando intentaron algo y así ha sido desde siempre, su forma de enojarse es única. El pelirrojo toma sus hombros.

—Por favor, déjame encargarme de esto.

—Gerard, él te lastimó, y yo no voy a dejar que un idiota como él te lastime. Permiso.

—No —vuelve a obstaculizarle el paso, Bert rueda los ojos—. No es la primera vez que alguien me lastima, Bert. Lo que pasó fue algo sumamente ridículo, yo necesito disculparme tanto como él.

El pelinegro baja sus hombros viéndolo salir por la puerta de la cocina hacia la sala. Puede que esa haya sido una indirecta para él, pero Gerard está tan cegado por la situación que probablemente lo dijo inconscientemente. Ya no pensaría en ello. Si Frank regresó es por algo, pero mantendría sus defensas de mejor amigo en alto de todos modos.

Sus manos sudorosas logran girar el pomo luego de practicar respiraciones. Pierde su aliento al verlo. De repente todo vuelve a la primera vez que lo vio, sólo que ésta vez hay miradas significativas del uno al otro, sin necesidad de decir palabra. Dan un respingón cuando Bandit corre a encontrarse con las gemelas que bajan del auto con la misma emoción, colisionan en un efusivo abrazo que casi las hace caer al suelo.

Gerard alza sus cejas, pudo haberse imaginado un poco más lo mucho que las tres chicas se extrañaban antes de negarle a Bandit nuevamente el que irían a Belleville en busca de ellos. Estaba a nada de cambiar de parecer, pero se le adelantaron. Agradece internamente por ello.

Ríe nerviosamente cuando ambas lo abrazan antes de adentrarse a la casa siguiendo a su hija. A lo lejos observa a alguien más apoyarse de la cubierta del auto. Lo apunta.

— ¿Quién es?

Alzando una ceja el avellana gira hacia donde apunta y sonríe. Con una seña de la cabeza lo invita a acompañarlo. Al llegar el muchacho sonríe, y su sorpresa es notoria cuando la misma sonrisa de Frank se dibuja en su rostro.

—Gerard, él es Miles, mi hijo. Miles, él es Gerard...

Su silencio se vuelve incómodo de inmediato. El pelirrojo rasca su nuca con su mano, viendo al tatuado titubear y a su hijo esperar que continúe. Miles asiente una vez, dando un paso al frente.

—Soy Miles, el hijo perdido, y tú eres Gerard —toma su mano para sacudirla, se acerca para murmurarle—: Espero que sigas siendo su novio, me agradas hasta ahora. Voy a adentro.

Y palmeando su hombro el muchacho pelinegro se dirige hacia la casa, Gerard lo sigue con la mirada hasta que entra y cierra la puerta tras él. Vacilante gira al avellana.

—Es idéntico a ti.

— ¡Ya lo sé! Incluso pensé en la posibilidad de yo haber estado embarazado, porque realmente se parece más a mí que a...

—Que a Jamia, sí —completa su sentencia asintiendo cuando él calla, Frank asiente de vuelta descendiendo su mirada—. Si existiese algo tal como el embarazo humano masculino, estaría totalmente de acuerdo en cuanto a los genotipos entre ustedes.

— ¿Gracias? —ríe cerrando un ojo en una mueca, Gerard ríe junto a él—. Me hiciste imaginarme embarazado nuevamente y ahora no sé cómo sentirme al respecto.

—Sería genial si los hombres pudiésemos reproducir, ¿sabes? —levemente frunce su ceño—. Y... te verías... lindo... embarazado. Diciendo, como... los locos.

Gerard lo observa reírse, dejando su dentadura relucir cuando con cada risa sus hombros se encogen. Siente los vellos de sus brazos erizarse. Joder, lo extrañó tanto. Sólo pasaron unas semanas, pero para el tiempo que se habían acostumbrado a compartir juntos, extrañarlo se volvió un vicio que sólo su presencia puede saciar. Como una píldora que calma una migraña, o cualquier inyección que cura una terrible enfermedad. Verdaderamente lo necesita, y se está restringiendo a sí mismo el lanzarse sobre él y hacérselo saber.

Por un momento su sonrisa se borra y la de él también, entonces sólo queda la profunda conexión de sus miradas. Se estremece.

—Te debo una disculpa —dice por fin, Gerard muerde su labio—. Una muy grande, Gee. Soy un imbécil. Desaparecí —suspira—, desaparecimos por estas semanas porque por fin conseguí que Jamia accediera empezar los trámites para una custodia compartida. No quería seguir con más rencor, el sólo sentirlo me estaba quitando muchas posibilidades, y no quería que fuese así. Y también... tenía mucho miedo. Y se lo comenté a Miles hace dos días, cuando nos reunimos por primera vez. Él no me odia, ¿sabes? Tiene... afecto hacia mí. Está dispuesto a dejarme remendar el tiempo perdido. Y no tienes idea de lo que feliz que me sentí, y de lo mucho que quería llamarte para decirte que lo había logrado, pero tú no estabas y yo sentí-

Su voz tiembla cuando la mano del pelirrojo va a acariciar su rostro. Se apega a ella, cayendo y estremeciéndose ante su tacto. Sin esperarlo sus lágrimas caen, y puede sentir el sentimiento del avellana traspasarlo. Con su pulgar traza suavemente su mejilla, apartando una de las gotas fugadas. Los dedos tintados rodean su muñeca y mueve su cabeza posando un beso en la palma del pelirrojo antes de seguir hablando.

»Sentí que no era justo el seguir teniendo miedo, si era eso lo que me mantenía alejado de ti. No quiero estar alejado de ti, Gee. Quiero que conozcas a mi familia, y quiero conocer a la tuya. No quiero que sientas que fue un error el dejarme entrar en tu vida, o en la de Bandit. Porque para mí es un honor ser parte de ellas y también el que ustedes sean parte de la nuestra. Cuando dijiste que me amabas no supe qué responder, porque temí a que fuese cierto, y es vergonzoso que mi propio hijo, al que no veo desde hace ocho años y ni siquiera me recordaba, dijera lo cobarde que fui a dejarte ir cuando a duras penas sabía de ti. Me hizo ver-

Suficiente parloteo para su ansiedad acumulada. Con un paso adelante el pelirrojo se inclina hacia él, y como si sus labios jamás hubiesen tocado los contrarios, succiona suavemente su labio inferior, sintiéndolo temblar bajo él. Frank tarda en corresponderle, pero cuando lo hace lo llena de un alivio increíble. Recrear su primer beso cuando han tenido cientos resulta una de las mejores cosas para ambos, no tienen que esforzarse mucho para que sea perfecto a su manera.

Frank toma ambas muñecas del ojiverde, tambaleándose y casi al mismo tiempo estabilizándose. El impacto ha llegado antes de lo espero.

»Me hizo ver que estaba muy equivocado, en muchas cosas —jadea separándose—. Lo lamento mucho, Gerard. No debí actuar de esa manera.

—También te debo una disculpa —el pelirrojo absorbe por la nariz, juntando sus frente y pasando sus manos a entrelazarse por la espalda del tatuado—. No debí reaccionar así. Debimos hablarlo.

—Tú estabas en todo tu derecho. Me imagino entrar una cocina y verte besando a tu ex...

— ¿Bert? —risotea el ojiverde—. Mi ex es Bert, Frankie. Que por cierto, quería matarte hace un rato cuando Kristin vino a avisar que estabas acá afuera. Sigue siendo un gran amigo.

—Me hierve la sangre de sólo pensarme en tu posición —niega cerrando sus ojos—. Yo te necesito conmigo, Gerard. Mis hijas te necesitan con ellas, y ahora Miles también. Porque sé que te amará al igual que comienzo a amar a Bandit también y a toda tu-

— ¿Indirectamente dijiste que me amas?

Puede ver el brillo de sus ojos tintinear, sentir el agarre en su espalda apretarse y su aliento entrecortado chocar contra su mejilla. A pesar de la intensa mirada que comparten, Frank asiente.

—Sí. Te amo. Realmente te amo.

Con una sonrisa proveniente de su arranque de felicidad atrapa sus labios nuevamente, asegurándose de que el abrazo tome seguridad. Se dedica a besarlo con la misma fuerza con la que lo había extrañado.

Y si hace mucho silencio y presta bastante atención, puede escuchar a su familia celebrando su reconciliación.

Su familia, incluyendo a las gemelas, ¿y por qué no a Miles también?

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro