21
Por encima de la mesa, Gerard observa a Bandit probar de su helado con una sonrisa, ella le sonríe de vuelta. Aun con sus comisuras alzadas va a probar de su helado también y quedan en silencio por ese buen rato. Lo mejor de ir a esa heladería es que no tienen un sabor favorito, Bandit siempre pide un sabor diferente al anterior y él también, casi de manera inconsciente. Adora eso. En su casa las paredes comenzaban a darle claustrofobia, no sabe en qué momento Bandit aceptó en ir con él, pero no puso pretexto.
La heladería está parcialmente vacía y oscureció hace una media hora. Bandit se mantiene pacífica. Desde que lo vio tan enojado cuando se fueron de casa de los Iero ha decidido no ser entrometida. Si Gerard no le quería decir, debía ser por una buena razón. Así la curiosidad la estuviese carcomiendo por dentro, no indagaría. Supone que después sabrá.
—Cada año me traes a ésta heladería en el cumpleaños de mamá —murmura la castaña con su vista en su helado, Gerard sube a verla de inmediato. Bandit sonríe—. Pero este año no lo hiciste porque las primeras semanas antes de su cumpleaños me ayudaste a construir las casas para los perros y estábamos muy enfocados en eso —se ríe—. Fue por algo tonto, pero en serio querías ayudarme y me dije que no eras perfecto como para acordarte de todo, por más que siempre lo hicieras. Tú siempre lo recuerdas todo, llegaste a sorprenderme una vez.
A medida que su hija va hablando, no lo mira. Sus palabras calan en él, formándole un nudo en la garganta. Parpadea repetidas veces y restriega sus ojos cuando éstos escozan. ¿Bandit siempre ha sabido sobre sus intenciones? Bert no mintió cuando dijo que es calladamente astuta, y él claramente le creyó, pero no pensó en que realmente fuese así de astuta y a la vez callada. Siente su corazón palpitar y presiona la mandíbula, deja que ella prosiga.
—Cuando tenía trece... leí muchas cosas. Muchos libros, muchas novelas. Nunca quise ser la adolescente rebelde, quería ser diferente. Siento que lo estoy logrando, pero a pesar de todo es duro. Te tengo sólo a ti, a veces sólo a Kristin, a veces sólo al tío Mikey. Y por más que quisiera, amo a Ray y a Bert, pero la confianza no es la misma. Me costó aprender muchas cosas, como por ejemplo... el diferenciar la ansiedad de la depresión. Uh... mis creencias en Dios, problemas hormonales, problemas escolares. Nunca he sufrido de Bullying, pero no soy la persona más segura conmigo misma, ¿entiendes?
»Detesto los números, me gusta levantarme temprano, no me gusta dormir porque lo considero una pérdida de tiempo, me gusta eso de la igualdad entre géneros, a veces no puedo hacer dos cosas a la vez, pero puedo leer y comer al mismo tiempo —vuelve a reír, Gerard sólo la observa atónito—. Amo el inglés y el español, pero no sé si quiera aprender otro idioma, con esos dos estoy a gusto. Soy gran amante del café, aunque una vez vi un documental, y ahora tengo miedo de quemar mis neuronas y tener Parkinson si lo tomo en exceso.
»Una vez quise intentar drogas, pero no lo hice y estoy agradecida, te hubiese decepcionado. No me gusta decepcionar a las personas, creo que por eso también mantengo un promedio alto en el colegio. Quiero tatuajes, pero al igual que tú, también le temo a las agujas. Soy buena haciendo amigos, pero luego siento que odio a todo ser que se mueva o simplemente respire. Amo las malas palabras, por más que siempre intente no decirlas cuando estás alrededor, simplemente es incómodo para mí, así tú siempre las digas también.
»Tengo días buenos, tengo días realmente malos, amo más bandas de lo que amo cualquier otra cosa, los familiares no están incluidos, y jamás pensé en hacerme amiga de alguien tan rápidamente sólo por gustos musicales que tú me inculcaste a medida que yo iba creciendo, ¿sabes? Resulta divertido el poder cantar canciones de Misfits en medio de una clase sólo por diversión y que alguien más te siga la letra sólo porque sí.
La mandíbula de Gerard se apoya contra su palma, cubriendo sus labios temblorosos parcialmente con sus dedos y evitando a toda costa el romper en llanto. Limpia el par de lágrimas fugadas y absorbe por la nariz, regenerándose. Aunque duda que en algún momento se pueda regenerar de algo así. Siempre creyó que conocía a Bandit más que nadie, y que ella lo conocía de igual forma. ¿Qué clase de mejores amigos serían si no se conocen el uno al otro completamente? Se ha vuelto a equivocar. Pero Bandit tiene razón, él no es perfecto como para hacer siempre las cosas bien.
— ¿Fue lo que pasó con Cherry y Lily?
—Fue exactamente eso —la castaña asiente soltando una risita—. Para mi mayor sorpresa, compartíamos otros gustos y era fácil el poder conversar entre las tres sobre temas diversos, surgían de la nada y fluían del todo. ¿Y te soy sincera? Las extraño a horrores. Hoy hablé con ellas, regresaron a Belleville la semana pasada por las vacaciones, pero que Frank no está seguro de volver para el próximo año de clases.
—Pues... —Gerard titubea—, bien por ellos. Supongo que tendrían que regresar, su trabajo está aquí después de todo.
Bandit suspira. Está descarrilándose de hacia dónde quiere llegar, y su padre no le está siendo de mucha ayuda tampoco. Gerard está evitando hablar del tema, lo sabe. A ese punto tendría que ser directa si él seguía evadiéndola como si todo lo que acaba de decir no tuviese relevancia para él cuando ambos saben que no es cierto.
— ¿Por qué nunca me dijiste sobre Frank y tú?
El pelirrojo se atraganta con la porción de helado que lleva a su boca, comenzando a toser casi descontroladamente. Bandit en cambio sonríe, Gerard ya no podría evitarla ahora. Deja que su padre se estabilice y la mire con los ojos llorosos.
— ¿Cómo supiste?
—Bueno —suspira—. No son buenos ocultando cosas. Nosotras lo sospechábamos. Primero, siempre estaban juntos. Comían juntos, salían juntos, todo juntos. Segundo, podían hablar por horas y no se dejaban de mirar el uno al otro con una sonrisa, respondías mensajes como si de eso dependiese tu vida, siempre lo tomabas en cuenta y viceversa, nosotras lo observábamos todo casi desde una vista panorámica, ellas por allá y yo por aquí. Y tercero, la vez que dijiste que irías a casa del tío Mikey y que él te llevaría, quería pedirte permiso para comprar una pizza, no respondías tu teléfono así que llamé a casa del tío para preguntar por ti. A partir de ahí todas las piezas comenzaron a encajar.
»Pensamos en la posibilidad de que fuesen mejores amigos, pero ahí definitivamente había más que una simple amistad. Entonces cuando nos fuimos la última vez de su casa, te vi tan molesto y luego Cherry me dijo que Frank estaba aparentemente igual, comenzamos a hablar y juntar puntos y llegamos a esa conclusión. No nos equivocamos.
El ojiverde jadea, escondiendo su rostro entre sus manos. Restriega con fuerza y vuelve a absorber por la nariz, hace su helado a un lado y va a tomar las manos de su hija por encima de la mesa, Bandit no duda en tomar las suyas, apretando con parsimonia.
—Band —suena congestionado—, ¿tienes idea de lo mucho que te amo? ¿De que no sería ni la mitad de lo que soy ahora si no fuese por ti?
—Pero también lo amas a él, pah. Lo sé.
—Amar a una persona conlleva a muchas cosas, Bandit. Sea quien sea. Amé a tu madre, y puedo compararlo más con la manera en la que te amo a ti, de lo que lo puedo comparar con la manera en la que amo a Frank.
—... ¿Y qué si mamá y la abuela te enviaron a Frank para que encontraras una nueva manera de amar? ¿Sin compararlo con nada?
La mandíbula de Gerard tiembla y debe bajar su cabeza para esconder sus lágrimas comenzando a brotar de nuevo. Puede sentir los vellos de todo su cuerpo erizarse ante las palabras de su hija, es más de lo que ha podido soportar en ese tiempo. Bandit balbucea, ver llorar a su padre es una de las cosas que menos tolera, realmente acaba llorando ella también. Está consciente de que no hay nadie que la ame más de lo que Gerard hace, y está segura de que si Lindsey siguiese ahí con ellos, lo haría de la misma forma. Pero siempre ha sabido que Lindsey está con ellos, es por eso que dijo lo que dijo.
Con rapidez se levanta de su puesto, rodeando la mesa y yendo a sentarse a su lado. Gerard no tarda en abrazarla y esconder su rostro en su cuello.
»Papá... te levantas a las cinco de la mañana todos los días. Preparas mi desayuno favorito la mayor parte del tiempo, así yo no te lo pida. Sabes cuánta azúcar me gusta en mi café, qué canciones poner cuando subimos al auto y también cuáles no. Piensas en mí antes de pensar en ti, todo el tiempo. Sabes cuándo decir las cosas, sabes cuándo no entrometerte, no te metes a mi vida, y confías ciegamente en mí, pero sé que a veces no evitas sentir algo de recelo, y yo lo comprendo porque es algo normal.
»Siempre buscas la manera de hacerme feliz, la manera de entenderme, de estar ahí para mí, preocuparte por las cosas que yo no podría y nunca fallas en dar siempre lo mejor de ti para mí. Kristin una vez me dijo que cuando nací pensaste en darme en adopción, mentiría si digo que no sentí miedo al saber que pude no estar contigo para este entonces. Pero fuiste valiente tal cual siempre, y así como yo merezco un buena vida, tú también, papi. Llegó la hora de que pienses en ti primero, porque yo estoy bien y es algo que te aseguro. Ahora, ¿me dices que pasó el día de su cumpleaños?
La castaña limpia sus lágrimas y lo vuelve a abrazar con fuerza todo lo que considera necesario hasta que él retoma su postura y luce más calmado. Gerard vacila, y brevemente comienza a contarle a su hija los antecedentes ocurridos, saltándose una que otra parte que no considera importante. Por supuesto que acaba por llorar nuevamente, y ella por abrazarlo. Nunca se imaginó en esa posición junto a ella, nunca pensó que sería ella quien lo estuviese consolando, quien estuviese removiendo sus lágrimas gracias a algún amor. Siempre pensó que sería él el que estuviese en ese lugar, que él estaría haciendo todo lo que ella en ese momento. Pero le gusta este pequeño cambio de roles, sólo no se acostumbraría.
Ella cuidaría de su espalda al igual que él cuida de la suya. La mejor relación de padre e hija va para ellos. O eso es lo que ambos quieren creer.
—Lo amo, Band —susurra con su cabeza apoyada del hombro de su hija. Sus helados se han derretido y el local está cada vez más vacío, la noche se torna más densa y oscura y cerrarán en el cualquier momento, pero ellos no tienen la más mínima intención de moverse de ahí—. Realmente lo amo.
—Entonces hay que ir por ellos, porque les tomé el suficiente cariño como para querer formar una familia.
Gerard sonríe.
—Sigo algo dolido, quiero imaginar que él lo está más. Después de todo, es su culpa. Cuando los vi fue como si un piano me hubiese caído encima, no tuvo palabras para defenderse.
—Quizás si lo vas a buscar puedas darle el chance de defenderse. Fue en parte culpa de esa señora, papá, ella no debió llegar así como así. Y no me vengas con eso de "¿por qué yo lo tengo que buscar a él si fue él el que lo arruinó?" —remeda, él se ríe—. Basura, basura, y más basura. A la mierda el orgullo. Ustedes se aman, todos lo vemos. Y aseguro que él está incluso peor que tú. Si ninguno da el primer paso, se van a arrepentir por el resto de su vida. Sin exagerar.
Gerard ladea su cabeza girando a mirarla. Por encima de su hombro posa su brazo y la atrae a él para depositar un suave beso al costado de cabeza, la castaña recuesta su cabeza del pecho de su padre, le rodea el torso con sus brazos y lo aprieta con fuerza. Ojalá pudiesen quedarse así para siempre.
—Suenas como tu madre.
—Quiero creer que sí. Me quedé para representarla. No soy ni una cuarta parte de lo que mamá fue, pero espero poder serlo.
El pelirrojo acaricia su cabello, siente a sus ojos volver a escozar. Jamás se había sentido tan incompletamente completo como lo está sintiendo justo ahora. Suspira.
—Te amor, amor.
—También te amo, papi.
Sus comisuras se alzan. Al menos ella sí lo dice de vuelta.
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