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20


La sorpresa de Jamia entrando sin permiso bajo su techo no es nada grata. Lo que había comenzado como un gran día, terminaría siendo el peor si ella continúa ahí para cuando las gemelas, Gerard y Bob cruzasen el umbral principal que Jamia violó hace unos momentos. No pasó nada hasta que la mujer lo comenzó a hartar, poniendo excusa tras excusa, diciendo que porque es su cumpleaños ha decidido ir, y que había decidido dejar a Miles con su madre porque sería conveniente el hablar los dos a solas, pero él no quiere estar a solas con ella. La última vez que estuvieron a solas fue en su divorcio, y a pesar de que ella lucía realmente dolida, él ni siquiera la miró.

Es cuando su rencor y la pelea de custodias comenzaron.

—Dije que no te quiero aquí.

—Y yo te dije que vine en son de paz. Esto es en serio, Frank.

— ¿No podías venir en son de paz otro día que no fuese mi cumpleaños? Un día hace como... ¡¿Seis meses?! —exclama, comenzando a caminar hacia la cocina. Quizás podría buscar un cuchillo y lanzarlo a su suerte en dirección a su ex esposa. Suena como una excelente idea si no la dice en voz alta.

— ¿Cuál es la diferencia entre hoy y hace seis meses, Frankie?

Cierra los ojos ante el apodo enunciado.

¡Gerard! ¡Gerard es la jodida diferencia! ¡Y sólo Gerard puede decirle "Frankie"!

—Hace seis meses no era mi cumpleaños, Jamia. No era mi cumpleaños.

—Vine exactamente porque era tu cumpleaños y darte una gran sorpresa. Mira, con Lily y Cherry podemos ir a cenar, realmente me gustaría conversar con ellas, estar en familia, Frank.

— ¿Familia? —alza sus cejas, no esconde su risa cuando la pelinegra asiente—. ¿Dijiste... dijiste familia? ¡¿Tú qué coño sabes de familia?! ¡Las abandonaste cuando tenían ocho años, Jamia!

— ¡No las abandoné, tú las alejaste de mí!

— ¿Fui yo el que empezó con los tramites de las custodias? Me querías quitar a mis hijos, Jamia, ¿qué clase de madre haría eso? Sin embargo te llevaste a Miles como si tuvieses todo el derecho. Sal de mi casa, ahora. Mis hijas no te necesitan.

—Pues Miles sí te necesita, ¿está bien? No soy una mala madre, Frank, pero me arrepiento de muchas cosas a este punto. Miles no es feliz conmigo, pero es porque no tiene un padre, no tiene una familia. Él te necesita, necesita a sus hermanas, ¡nos necesita a nosotros juntos!

—Oh, demonios —masculla el tatuado fingiendo asombro, sonríe—, ¿conoces lo que es el arrepentimiento? ¿Quién eres tú y qué hiciste con Jamia? ¿Tardaste ocho jodidos años en arrepentirte? Créeme que si no fueses una mala madre, Miles siquiera se sentiría a gusto contigo. ¿Pero te digo algo? Es tú culpa. Porque yo te pedí el divorcio, no que lo alejaras de mí. Nunca tuve ningún problema con que Cherry y Lily estuviesen cerca de ti, pero fue como tú lo quisiste.

»Me pusiste contra la espada y la pared y pelee, Jamia, por mis hijas. No soy el mismo imbécil de hace diez años, ¿entiendes? Así que te lo voy a pedir una sola vez más, de manera calmada y cordial: hazme el favor de salir de mi casa, antes de que mis hijas lleguen, no será agradable el verte por aquí.

La pelinegra es lo todo lo que la indignación concierne. Suspirando cruza sus brazos encima de su busto. Está realmente cambiada a como la recuerda hace ocho años, está un poco más delgada, sus facciones están más definidas, incluso su nariz es más respingada y puede jurar que la misma sonrisa de la que se enamoró cuando tenía catorce y quince años continúa ahí. Pero gracias al cielo, ya no causa efecto en él, y espera que en nadie más tampoco.

Ambos quedan en silencio, ella de brazos cruzados y él frente a ella, apoyando sus manos de cada lado de la encimera. Vacilante la pelinegra desata el nudo que forman sus brazos y mordiendo su labio da pasos hacia Frank. Por alguna razón que desconoce, éste se pone nervioso ante el comportamiento de su ex esposa.

— ¿Aun tienes tatuado mi nombre en tu pecho? —Frank se estremece, llegando a tiempo para hacer su mano a un lado cuando su dedo toca su pecho. Se queda petrificado sólo con la capacidad de observarla con fijeza.

—Planeo cubrirlo con otro tatuaje —su mandíbula tiembla. La mirada de la pelinegra recorre sus labios y sus ojos constantemente, teniéndolo apresado entre ella y la encimera. No puede caer en su juego. No puede.

—Podemos volver a formar una familia, Frank —susurra—. Créeme cuando te digo que te extraño y que te sigo amando tal cual hace ocho años. Podemos volver a ser una familia, estar juntos de nuevo. Tú y yo con nuestros tres hijos, como siempre debió ser.

—Mis hijas no te necesitan, Jamia —le sostiene la mirada, a pesar de eso parpadea repetidas veces, y siente que con cada parpadeo ella está cada vez más cerca.

—Pero yo sí las necesito a ellas. Y también te necesito a ti, Frank.

Su respiración se entrecorta, sintiendo cómo sus rodillas se debilitan al tacto de la pelinegra sobre su pecho. Fácil atrapa sus labios con soltura y enseguida sabe cómo acoplarse a ellos. Desliza poco a poco sus manos hasta la parte trasera de su cuello y con la misma facilidad y tranquilidad éstas descansan ahí. Frank titubea. Su mente queda en blanco y él en estado de shock. Las manos le sudan con incredibilidad. Por instinto y reflejo va a sostener su cintura, de otra forma no sería capaz de mantenerse de pie.


El auto de Gerard se detiene frente a la residencia Iero. Verlo tan entusiasmado en cuanto a Frank es algo que a Bob genuinamente le hace gracia. Está mostrando su sincero interés en él, y eso para Bob es suficiente. Luce como si realmente lo quisiera y eso a él le consta. Frank es una persona de admirar, al igual que el mismo Gerard. Sus historias en común sobre cómo sacaron a sus hijas adelante ha sido lo que los han unido. Los dos se merecen el uno al otro.

— ¿No contestó? —las cejas del rubio se alzan. Gerard niega en el asiento del piloto, suspirando y presionando los labios—. Vaya. Conociéndolo, realmente quisiera tener algo que decir, como una disculpa, por ejemplo. Frank se ve feliz contigo, y si todos estos meses han compartido, tú sientes amarlo, se lo dijiste y no contestó, supongo que debe haber una razón.

—No soy de las personas que presionan, Bob. Realmente amo a Frank, los últimos meses han sido asombrosos y comprendo que debe tener algún punto para no decir "te amo" de vuelta. Voy a su tiempo.

—Pero no quiere decir que no te duela —Bob hace un mohín, el pelirrojo desciende la mirada, asintiéndole—. Comprendo cómo te sientes, debe ser duro. Pero escucha, vamos a entrar, llevarás el pastel, las gemelas y Bandit llegarán en un rato, celebraremos, y más tarde podrás comentárselo, sin mucha presión. Compraré bebidas, y si tienes suerte, que te la aseguro, él va a emborracharse, los trapos saldrán a la luz... —mueve sus manos insinuando sus palabras. El pelirrojo suelta una risa.

—Eres un ser cruel. ¿Cómo puedes vender a tu mejor amigo así?

—No es cruel si se lo estoy vendiendo a su novio.

Ambos ríen bajando del auto, tras ponerse su chaqueta Gerard va a sacar el gran pastel de la parte trasera del auto. Entre risas el rubio toma su llave y frunce extrañado cuando se percata de que la puerta está abierta. No se lo comenta al ojiverde, pero le pide que haga silencio, ojeando el pastel y con una sonrisa Gerard le asiente.

Silenciosamente los dos se adentran a la casa, Gerard le dice que irá a dejar la caja con el pastel en la mesa de la sala y Bob le asiente. Con una ceja alzada corre escaleras arriba, revisa las habitaciones principales y el baño, Frank no está en ninguna parte. Sin hacer ruido baja las escaleras, el pelirrojo acomoda felizmente el pastel sobre la mesa. Se ha quitado su camisa de trabajo, dejándolo con una camisa simple de la bandera de Estados Unidos y sus brazos descubiertos. Le queda un lugar por revisar, que sería la cocina.

Y desea nunca haberlo hecho.

Reconocería esa cabellera negra en donde sea, quizás su cuerpo luzca diferente, pero sus facciones siguen intactas. Quiere golpear tres cosas al mismo tiempo: a Frank por ser un idiota, a él por estar en medio de esa jodida situación, y a Gerard lejos de la cocina. Pero queda petrificado, y para cuando decide dar el primer paso fuera de la cocina, ya el pelirrojo se ha hecho un lado por el marco de la puerta y lo que Bob alguna vez detalló como una hilera de dientes diminutos y perfectos, desaparece lentamente.

Con un puñal de piedras cayéndole sobre el peso observa a su novio seguirle el beso a una mujer, con sus manos tintadas toma su rostro y ladea su cabeza al mismo tiempo que succiona los labios de la pelinegra con suavidad.

Siente quedarse sin aire e igual de petrificado que Bob, y por más que parpadee una y otra vez, la imagen de su novio besando a alguien más, a una mujer, continúa ahí, y comienza a torturarlo lenta, silenciosa y dolorosamente.

El rubio gira a verlo, y jamás se había sentido tan humillado que en ese mismo instante. Todo le pasa por enfrente, incluyendo su dignidad. O la poca que queda de ella.

— ¡Frank! —grita Bob horrorizado.

El avellana se sobresalta, empujando a Jamia lejos de él. Estupefacto la observa por un segundo, luego a Bob que está tan pálido como una hoja de papel y por último a él. La expresión de Gerard quedaría por siempre plasmada en su memoria y conciencia.

El ojiverde jadea antes de salir de la cocina a pasos pesados, siente sus ojos picar y al llegar a la puerta principal escucha la corrida del tatuado intentando llegar a él.

— ¡Suéltame! —tira de su brazo cuando Frank intenta tomarlo, agitado el avellana no encuentra palabras para defenderse, pero evita que el pelirrojo suba a su auto.

— ¡Déjame explicarte! ¡Esa era Jamia-!

— ¿Jamia? ¿Tu ex esposa? —murmura subiendo sus cejas, su pulso acelerado ha subido hasta su cabeza.

— ¡Sí! Gee, no es lo que-

— ¿Qué me vas a decir? ¿Que no es lo que parece? ¿Que no es lo que creo? ¡Qué mierda, Frank!

— ¡No, por favor-!

— ¡Te vi besarla! ¡Ella no te estaba besando a ti, tú la estabas besando a ella! ¡Y en mí cara!

— ¡E-era la única manera! —la voz del tatuado se quiebra, Gerard tiene la suerte de aun estar firme, pero bien sabe que no durará mucho.

— ¿La única manera de qué, Frank? ¿De restregármelo en la cara? Pudiste-

— ¡La única manera de que me deje ver a mi hijo!

— ¡¿Besándola?! ¡¿Me crees imbécil?! ¡Hay muchas maneras de que vuelvas a ver a tu hijo, Frank, y ella no te lo puede impedir!

—Gee, te lo iba a decir, ésta mañana cuando viniste me-

— ¿Cuándo? —su tono tiembla—. ¿Desde cuándo quieres decirme que ella regresó? ¿Desde cuándo la has venido ocultando?

—... Hace un par de meses llamó, y hace unos días también, dijo que quería hablar conmigo-

— ¿Un par de meses? —encoje un hombro—. ¿Y cuánto tiempo tenemos tú y yo, Frank?

—Gerard-

—Te pregunté sobre ella cientos de veces, nunca quisiste contestarme, y de la nada ella sólo aparece, ¿y le estás dando un beso de lengua? ¿Qué hubiese pasado si nosotros no hubiésemos llegado?

—Gerard —la mandíbula del avellana tiembla—, ¡me dejé llevar, ¿está bien?! ¡Soy un jodido hombre con jodidas hormonas!

—Un hombre con hormonas —ríe el ojiverde irónicamente, niega con su cabeza—. Te dejé entrar en mi vida, Frank. ¡En la de mi hija! ¡Te dejé entrar en la vida de mi hija! ¿Sabes lo que es eso? Yo- yo te dejé... te dejé...

Soltando una risita cubre su rostro, las primeras lágrimas se resbalan por su rostro. Se molesta en hacerlas a un lado.

—Gee, te suplico que no hagas-

—Es... es por esto... —titubea, haciendo callar a Frank de la simple nada. No tiene ningún argumento lo suficientemente bueno para defenderse, porque esta vez es toda su culpa y no puede hacer nada al respecto—. ¿Es por esto que no lo dijiste de vuelta?

Los vellos de sus brazos, cuello y espalda se erizan debajo de su camisa blanca. De repente se percata de que el pelirrojo trae la misma camisa y quizás los mismos pantalones que traía la primera vez que lo vio. Sus hermosos ojos verdes están cristalinos, sus labios tiemblan, sus hombros están levemente encogidos y la punta de su nariz está rojiza, empatándose con el rubor en sus mejillas. No lo recuerda tan vulnerable.

Se siente en la secundaria de nuevo, lo ha hecho llorar. ¿Desde cuándo alguien no lloraba por él? ¿Desde cuándo alguien que no fuesen sus hijas se preocupaba tanto por él? ¿Desde cuándo alguien que no fuesen sus hijas lo tomaba en cuenta?

¿Desde cuándo alguien que no fuesen sus hijas lo quería tanto?

— ¿Qué?

—Cuando... —Gerard resopla—, cuando hicimos el amor... cuando... te dije que te amaba, tú no contestaste. Fue... ¿fue por esto?

Frank deja salir el aire que no sabía que había estado reteniendo, lo mira con fijeza y comete el gran error de callar.

Entonces para Gerard el silencio habla por sí solo.

Asiente una sola vez.

»Comprendo.

A lo lejos observa a Bandit bajar del autobús escolar atentamente justo a Cherry y a Lily, sus manos tantean la puerta de su lado y siente a Frank querer caminar hacia él.

—Gerard-

—Por amor a Dios, ¿Gerard? ¿Es lo único que tienes para decir en tu defensa? ¿Gerard? Sé mi jodido nombre, ¿pero te digo algo? Me siento humillado, de todas las formas. Mi dignidad está en la mierda, tú te quedas callado y eso es suficiente. Intenté ser parte de tu vida, pero me doy cuenta que no es necesario, y lo lamento, Frank. Te pido que por favor te alejes. Aléjate de mí, de mi hija, de nuestra vida. Sólo... aléjate.

El avellana balbucea, está comenzando a cabrearse, pero sus hijas y Bandit llegan extrañadas hacia ellos y debe morderse la lengua. Gerard está actuando como un jodido dramático. ¡Sólo fue un beso! ¡Algo que no significó nada y él está haciendo todo un drama fuera de eso!

— ¿Papá? —Bandit frunce su ceño llegando hacia ellos.

— ¿Mamá? —los ojos de Cherry a la par de los de Lily se abren bajo sus gafas al ver a su madre salir de la casa siendo seguida por Bob.

—Bandit, al auto —el pelirrojo absorbe por la nariz limpiando su rostro nuevamente—. Nos vamos.

—No, pero-

—Dije: al auto —su tono firme hace a la castaña tensarse, mientras que Frank sigue postrado a un lado del auto, mirando cómo Bandit se despide de las gemelas y cómo Gerard sube al auto sin darle una última mirada. Cuando quiere detenerlo sabe que es tarde—. Que tengas un buen cumpleaños, Frank.

Gerard no está haciendo un drama fuera de nada, Gerard está dolido porque ha visto a la persona que ama besar a alguien más, olvidándose de él. Su mejor excusa fue decir que es un hombre y que tiene hormonas, sinceramente no hizo más que meter la pata, siempre cada vez más.

Las gemelas lo siguen dentro de la casa, al igual que Bob. Cuando Jamia quiere seguirlos, el rubio le cierra la puerta en la cara, cerrando con llave de inmediato.

No volvería a pisar esa casa nuevamente sin su consentimiento.

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