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2

— ¿Gee?

— ¿Uh? —hace un sonido con la garganta, dejando una de las cajas en el suelo.

— ¿Estás bien?

—Uhm, ¿sí? —frunce el ceño—. ¿Por qué?

Bert encoje un hombro.

—Bandit.

Se detiene, captando su punto. Bert es uno de sus mejores amigos desde la secundaria. Él se quedó con Gerard cuando Lindsey murió y estuvo siempre para Bandit, al igual que Ray, al igual que Mikey y al igual que Kristin, porque Kristin no puede faltar. Cada cumpleaños Bert lo ve igual, pero no dice nada, eso lo sabe. Por alguna razón, lo ha hecho esta vez.

Y joder, lo conoce. No está bien. No del todo.

—Mi hija cumple dieciséis, Bert —encoge su hombro—. Es ley de vida. No iba a ser una niña por siempre.

—Pero estás pensando en otras cosas, ¿no es cierto? Gerard, te conozco.

—Ya lo sé —suspira cerrando la puerta de la cajuela. Se recuesta de ella—. ¿Qué te puedo decir?

—Estás pensando en Lindsey, ¿cierto?

Suspira pesadamente.

—Siempre pienso en Lindsey, Bert. Siempre. La veo cuando llega del colegio. La veo cuando sonríe. La veo cuando duerme, cuando hace su tarea, cuando bromea conmigo y cuando me dice que me ama. ¡La veo todo el tiempo, porque Bandit es idéntica a ella, en cada mísero rasgo y hasta personalidad!

—Claro —asiente cabizbajo—. Sabes que nosotros siempre estaremos aquí, ¿cierto? Somos nosotros seis contra el mundo. Y que si en algún momento decides hacer algo por ustedes, también los vamos a apoyar.

— ¿A qué te refieres?

—Que a pesar de todo siempre estaremos juntos. Nosotros seis. Así yo tenga una familia algún día, Kristin deje a la basura que tiene como novio y Mikey y Ray decidan hacer algo por ellos también. Tú no puedes quedarte estancado, Gee. Estaremos juntos siempre, pero no significa que nada vaya a cambiar.

— ¿Insinúas que necesito una pareja?

—O puede que Bandit en algún momento se enamore y decida tener un novio. Nunca sabes. Pero dejarán de ser sólo ustedes dos en algún punto, y debes estar listo.

—Lindsey tuvo a Bandit a los dieciséis, Bert, y no estoy comprendiendo qué mierda es lo que estás intentado decirme. ¿Insinúas que mi hija en cualquier momento se conseguirá un novio y saldrá embarazada? Robert-

— ¡Mierda, Gerard, no estoy insinuando nada! ¡Sólo intento animarte, porque quieras o no, están solos!

— ¡Acabas de decir que los tenemos a ustedes!

— ¡Sí, pero no de la manera en la que ustedes necesitan! ¡Porque todos vamos a tener una familia un día y no seguiremos viniendo en todos los cumpleaños a primera hora de la mañana! ¿Ahora sí comprendes?

— ¿Sinceramente? No. Pero está bien. Déjalo así. Mi hija y yo no necesitamos a nadie, Bert. Bandit es feliz conmigo, yo soy feliz con Bandit, es lo que cuenta. No necesitamos a nadie más.

Toma las cajas en el suelo con esfuerzo y se encamina a la entrada. Lo escucha bufar y luego decir por lo bajo:

—Ni siquiera entiendo cómo es que Mikey y Ray siguen juntos. Mikey estaría mucho mejor con alguien como yo.

—Eso es algo que debes hablar con él, no conmigo —le contesta alzando su voz. Y no lo ve, pero puede asegurar que le ha sacado ambos dedos del medio.

Suelta un bufido. Bert quiere a Mikey, Ray quiere a Mikey, ¡incluso Kristin quiere a Mikey! No sabe qué demonios tiene su hermano, pero al parecer algo de su encanto no le vendría mal. Tal vez debe dejar de sonreír tanto y adoptar su porte serio, porque es lo único que él logra verle.

Al entrar a la casa deja el de par de cajas a un lado del sofá más grande y luego Bert entra a sus espaldas. Oye gritos desde la cocina y frunciendo el ceño junto al rubio se acercan hasta entrar de nuevo.

— ¡Eh, eh! ¡Bandit! ¿Qué pasa aquí? —pregunta subiendo su voz nuevamente. Enseguida capta sus atenciones.

—Desde que se fueron, Bandit ha estado intentado "reconciliarnos" —Mikey hace comillas con sus dedos.

—Se pusieron a discutir quién era mejor tío —explica ella, y se nota cansada de la situación—. ¡Sólo digan "disculpa por lo que sea que haya hecho" y besuquéense como siempre hacen! ¡Vamos, es mi cumpleaños!

—Bandit, Bandit, Bandit —se acerca a ella cuando comienzan a gritarse entre los tres—. No gastes saliva, amor. No olvides con quienes estás tratando —ella se ríe por sobre los insultos del par, debe acercarse para susurrarle—: si ya acabaste, larguemos de aquí. Quiero llevarte al colegio.

—Me voy en bus, no es problema.

—Pero yo quiero llevarte.

—Pero yo quiero ir en bus.

—Haz a tu padre feliz y ve con él, ¿quieres? —Ray sacude su cabeza. Bandit lo apunta.

—Si le da un beso a Mikey y dejan sus idioteces. No sirven para estar peleados.

—Negativo a procedimiento —niega el teñido, haciéndola carraspear. Y por ende a Gerard también.

— ¡Atrasan mis planes! —refunfuña exasperado a su hermano y cuñado—. Band, en serio quiero llevarte al colegio.

— ¡Bien! Pero sólo a la entrada, ¡y...! —la castaña se gira, apuntando nuevamente a sus tíos frente a ella. Bert presiona sus labios, e incluso cubre su boca con su mano para no delatar su sonrisa—. Cuando regrese, más les vale estarse amando de nuevo, porque no puedo vivir en un mundo en donde mis tíos favoritos están peleados. Gracias.

Y da una dramática salida luego de tomar su mochila, dando vuelo a su cabellera castaña y dejando su mentón al aire. Entre los cuatro quedan en silencio y se preocupan por intercambiar miradas.

—Yo en serio, en serio —Bert hace énfasis—, estoy dispuesto a pagarle clases de actuación a esa niña, ¡en serio!

Gerard se levanta de la silla a un lado de donde Bandit había estado anteriormente. Levanta sus manos en defensa, e imitando los gestos de su hija, los apunta.

—Más les vale, idiotas —y meneando su cadera sale de ahí, oyendo sus burlas luego.

Al salir ella lo está esperando recostada del auto, su vista fija a su teléfono y cuando lo ve sonríe, adentrándose al móvil, él le sigue luego.

—Y... ¿Tienes planes para hoy?

—Bueno —suspira—, ya escuchaste que Bert quiere hacer una fiesta sí o sí, ¿quién soy yo para rechazar tal regalo?

—Bien pensado. ¿Invitarás a varias personas?

—Algo así —hace una mueca—. No suponía hacer nada, veré qué puedo hacer para que algunos amigos vengan. Hay un par de chicas que recién llegaron a mi clase. Me agradan.

— ¿Nuevas amigas? —le sonríe.

—Tienen muy buen gusto en música, las conocí en el descanso, utilizando camisetas de Ramones, Black Flag y hasta Misfits —regresa la sonrisa—. Son gemelas, se acaban de mudar de Belleville hace unos meses, llevamos como tres semanas juntándonos. Son geniales.

—Ya se ganaron tu corazón.

No evita sentir un ápice de orgullo repentino por haberle inculcado tales gustos musicales desde pequeña. Es un padre verdaderamente orgulloso.

—Ya se ganaron mi corazón —concede sonriendo. En un semáforo rojo gira a verla. Sabe que está vagando en su mente, pero no ha dejado de sentirse tal cual lo hizo la primera vez que la tuvo entre sus brazos. Y es gracioso, porque en cada cumpleaños piensa y siente lo mismo.

Antes de que se percate de su mirada, gira su cabeza, concentrándose en la carretera.

—Sería bueno darles la bienvenida a Summit. A ellas y a su familia. A cualquiera que le guste Misfits, Black Flag y Ramones tiene permitido entrar bajo nuestro techo.

—Ya lo creo, pero creo que sólo son ellas dos y su padre. No sé por qué —sus hombros se encogen—. Se llaman Lily y Cherry.

—Uh, originales para gemelas —dice, pero en algún momento sabe que ha vuelto a verla fijamente, y esta vez ella lo capta.

—Oh, no, no. No.

— ¿No qué?

—No me mires así, papá. No.

— ¿Así cómo?

—Como cada año. Con... nostalgia. Tus ojos brillan y sonríes. Entonces me dan ganas de llorar a mí también y el maquillaje se corre. Vamos, papá.

—Es que... —balbucea subiendo sus hombros con las manos sobre el volante—. No puedo evitarlo. Estoy muy orgulloso de ti, Band. En todos los aspectos. Y te amo. Mucho. De verdad.

La mirada de Bandit se vuelve comprensiva, porque así es ella con él en este tipo de casos, comprensiva. Sólo suspira, y con un nudo en la garganta similar al suyo se acerca a abrazarlo y a repetirle que lo ama. Y Gerard le cree.

—Déjame aquí —dice cuando llegan casi a la entrada del instituto—. Me regreso en bus, ¿está bien?

—Está bien —murmura sin dejar de verla. Lanza un beso antes de abrir la puerta—. ¡Band! —ella se gira—. ¿Qué quieres como regalo de mi parte?

Y de nuevo esa pregunta. Lleva cuatro años haciéndole la misma pregunta, rogando porque la siguiente respuesta no sea igual a la anterior. Pero nuevamente, conoce a su hija, y para Gerard es más como una ley hacerle esa pregunta a desistir por completo ante ella.

Así que se arriesga una vez más, y espera con las mismas ansias su respuesta. Luego de unos minutos de pensar, contesta.

—Creo que sabes lo que quiero.

Y ahí estaba. Tal cual lo dedujo. Los hombros del pelinegro bajan con desgano.

—Bandit, no voy a teñirme el cabello de nuevo. Vas a terminar por dejarme calvo, entonces tendrás que regalarme pelucas de colores.

Ella intenta reprimir su risa, prefiere mantenerse seria a toda costa antes que ceder al humor de su padre. Maldice internamente. Ella no se daría por vencida. Es una Way, y los Way no se rinden tan fácilmente.

—Hoy parece más el día de llevarle la contraria a Bandit —la castaña bufa—. Primero mis tíos y ahora tú. Por favor.

—Ya dije que no.

— ¿Sí sabes que no voy a insistirte, cierto? —baja del auto. Él baja la ventana con el control luego. Bandit recuesta sus codos del marco inferior, quedando inclinada hacia él—. Si no quieres teñirte, por mí no hay problema. Pero puedo irme con Cherry, Lily y su papá genial. Algo me hablaron de él. Dijeron algo sobre muchos tatuajes e instrumentos. Y déjame decirte que eso es mucho más genial que teñirse el cabello, pá. Te amo, nos vemos.

La ve hacer un ademán de irse, reacciona al instante.

— ¡Bandit! —grita, ella se gira, reprimiendo esa sonrisa maliciosa de nuevo.

Ella sabe que Gerard va a hacerle caso. Ella sabe que siempre se sale con la suya. Ella sabe que no puede discutirle, porque siempre va a salir ganando cueste lo que cueste. Y es cuando se tiene que dar por vencido, porque ella ya lo ha derrotado con el solo intentarlo.

— ¿Sí? —vuelve a recostar sus codos de la puerta. Gerard suspira.

— ¿Qué color te gusta?

Su sonrisa se ensancha de aquí a China. Y la verdad es que es por la única razón que siempre se deja hacer de las suyas, porque entonces no valdría la pena. Los adolescentes tienen buenos gustos para esto, ¿verdad? No va a lucir como un idiota de treinta y tres años que sólo ha querido complacer a su hija de dieciséis, ¿verdad? ¡¿Verdad?!

—Me gusta el rojo —hace una mueca—. Brillante. Como el Power Ranger rojo. Creo que también deberías cortarlo un poco. En capaz, ya sabes. Darle forma.

—Espera, ¿qué? —la detiene, Bandit rezonga con fastidio—. Me quedé en Power Ranger rojo, lo siento.

—Ahí está mi pedido. Se me hace tarde. Suerte con eso —ella va a irse de nuevo, pero vuelve a llamarla. Se gira con el mismo desgano—. ¿Sí, papi?

—Te amo.

—Yo también, papá.

Da una última sonrisa antes de girarse y caminar a paso rápido. Con agilidad logra sentarse en el marco de su ventana, sacando mitad de su cuerpo para poder rodear su boca con sus manos como un megáfono y gritar:

— ¡Y nadie es más genial que yo!

— ¡Eso demuéstralo! —grita de vuelta, Gerard sólo puede carcajear antes de adentrarse al auto de nuevo.

Es cuando empieza a preocuparse. Por el espejo del retrovisor intenta peinar su cabello negro y muy maltratado con sus dedos. Está grasiento, lo que le recuerda que lleva una semana y algo más sin lavarlo.

Bufa subiendo la ventana. Por Dios. Él es genial. Teñirse el cabello es algo genial. No porque no tenga tatuajes ni sepa tocar instrumentos no lo es. Bandit está muy equivocada. Y el padre de las tal Lily y Cherry se puede ir muy a la mierda.

Decide que tomará en cuenta la petición y tratará con un tono rojo en su cabeza.

Todo por hacer a su hija feliz.

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