15
Cuando Gerard dijo que irían a un restaurante caro, Frank se imaginó un excéntrico lugar en donde todos irían vestidos elegantemente, probablemente tendrían la oportunidad de escuchar algo de música en vivo e incluso tomarían un poco más de lo usual que se quedarían riendo el uno del otro. Pero subestimó todo aquello que Gerard tenía planeado. Le advirtió un par de veces durante los almuerzos en la cafetería que debía vestir traje porque no jugaba cuando hablaba sobre ir a un restaurante caro, así que Frank decidió no llevarle la contraria al pelirrojo. Debía tener buenos planes si de hecho sería la primera vez que cenarían juntos y sin sus hijas.
El lugar es simple pero bonito, no hay muchas personas, el servicio es agradable, no hay ningún escenario donde se presente música en vivo pero sin embargo se puede oír una suave música de fondo, dándole el toque romántico y perfecto a la velada. Frank no puede sentirse más satisfecho.
— ¿Qué tal tu pasta? —pregunta Gerard con su boca llena, hace reír al tatuado que casi deja caer champaña sobre su saco. Le hace señas para que limpie los extremos de su boca que se ha ensuciado con salsa, el pelirrojo tarda en captar, pero cuando se percata Frank ya está inclinándose para remover la suciedad con una servilleta. Queda gélido, logra reaccionar para reír y tomar de su bebida.
El tatuado suspira.
—Esto es... asombroso, Gee.
— ¿Cubrí todas tus expectativas?
—Realmente sí, lo hiciste —se ríe—. Gracias.
—No es nada, Frankie. Lo merecíamos. Una cena sólo para nosotros. Me refiero a que, sí, amamos a nuestras hijas y las quisiéramos siempre con nosotros pero esto era necesario para ti y a mí, ¿entiendes?
—Sí, de hecho sí —suspira—. ¿Y sabes la mejor parte? Que no vamos tener que hacer ninguna apuesta, tampoco tendremos la presión sobre nosotros estando ellas en la segunda planta. Cherry y Lily decidieron no ser entrometidas y no preguntar adónde iba tan bien vestido. Sólo sonrieron, me halagaron y se fueron a su habitación. Algo me dice que están empezando a sospechar, ¿sabes?
— ¿En serio? —ríe el pelirrojo alzando sus cejas—. Bueno, tampoco hemos sido muy obvios, ¿o sí? Digo, hemos estado todos estos meses almorzando juntos todos los días, tú o yo yéndolas a buscar al colegio, en la cocina de ambas casas, en tu cuarto, en el mío, en tu oficina...
—En tu baño...
—En el tuyo...
Ambos sueltas risas que los hacen sonrojar, más la poca luz del interior no los hace visible para el otro. Frank niega por lo bajo.
—Sería... extraño si Cherry o Lily supiesen sobre... nosotros. Hablo de que, Bandit está acostumbrada, ¿comprendes? Mikey y Ray tienen tiempo saliendo y es algo que no le es repentino-
— ¿Por qué siempre las llamas "Cherry y Lily"?
—... ¿Disculpa? —jadea el avellana en una risa, Gerard sacude la cabeza.
—No, no, lamento interrumpirte, sino que me llamó la atención que siempre las llames "Cherry y Lily" en vez de "Lily y Cherry" porque por instinto me refiero a Lily primero y luego a Cherry, es... estúpido, lo siento. Continúa.
— ¡Oh, claro! —vuelve a reír—. Está bien, no es nada estúpido. Es sólo, no sé —encoje un hombro—. Supongo que es porque cuando eran pequeñas Cherry solía ser más revoltosa que Lily, entonces siempre la llamaba primero a ella que a Lily, se volvió costumbre.
— ¿Eran una pesadilla?
—Algo, pero nunca tanto. Amaba llegar del trabajo y que ambas me saltaran encima gritando "papi, papi" —ríe nostálgico—. Ya no hacen lo mismo, pero siempre se preocupan por mí, ¿sabes? Es lo bueno.
—Bandit nunca me dejaba salir con tranquilidad al trabajo. Lloraba y me pedía que la llevase conmigo. Hubo un punto en donde tuve que levantarme una hora antes de lo normal por unas cuantas semanas para calmarla y que me dejase salir.
—Te ahorraba tiempo y salías a la hora adecuada —sonríe el tatuado, Gerard asiente—. Eso es muy inteligente, señor Way.
Entre risas regresan a sus comidas, acabando con ambos platos entre miradas furtivas y una que otra pequeña sonrisa. Sin la necesidad de un diálogo de por medio. Simplemente maravilloso.
— ¿Sabes? —el pelirrojo aclara su garganta—. Siempre que tenemos una conversación nuestras hijas están incluidas, es como si... No tuviésemos nada más sobre qué hablar.
—Amo a mis hijas, Gerard —suelta otra risa—. Y tú amas a Bandit, ¿por qué no estarían en nuestras conversaciones? —Gerard calla, haciéndolo pensar en lo que acaba de decir. Frank desvía la mirada, mordiendo su labio—. Bien, quizás tienes razón, siempre hablamos sobre ellas, y ésta es nuestra noche, nuestra cena, sólo nosotros dos. ¿De qué quieres hablar?
El ojiverde muerde la parte izquierda de su mejilla interna, con total nerviosismo. Es increíble que después de todo ese tiempo, Frank aun lo siguiese poniendo nervioso, como si hubiese sido la noche anterior cuando llegó a la puerta de su casa presentándose como el padre de las gemelas. Ha tenido un tiempo en mente el querer preguntarle sobre la relación con su ex esposa, su vida pasada en sí. Él tuvo la oportunidad de comentarle con quién ha estado en el ámbito sexual y sentimental, ¿por qué no preguntarle lo mismo?
—Yo te comenté sobre mi vida en el ámbito sexual y sentimental —comienza—, ¿qué hay de ti?
Gerard puede asegurar que la expresión en el rostro del avellana es exactamente igual a la suya cuando la pregunta le cayó de golpe. Pero Frank no se inmuta, toma de su champaña.
— ¿Deseas saber? —el pelirrojo asiente con cierta obviedad que lo hace sonreír—. Bien. Sexualmente... La última vez fue hace dos años, y te sorprenderá saber que fue Bob el que inauguró mi bonito trasero.
Los labios del banquero se entreabren, luciendo netamente sorprendido ante la confesión de su querido acompañante. Frank esconde su sonrisa tras su copa y Gerard puede notar cómo su rostro toma color junto a sus ojos brillosos.
—Eso... —balbucea—, no era algo que esperaba del todo. ¿Es por eso que insistes tanto en ser activo?
—No exactamente —deja su copa a un lado—. Verás, no es algo que me moleste, pero el recuerdo en sí no es bueno. Es sólo... una mala memoria de mi primera vez siendo tomado por... ahí, porque, bueno, Bob es mi mejor amigo, mis hijas lo aman y yo le estoy muy agradecido. Hubo un tiempo en el que quisimos intentar algo pero sólo no se dio. Además, su gusto por las mujeres es mucho más grande y sabía que si quería que Cherry y Lily se sintiesen a gusto no sería conveniente el vernos juntos. Así que tomamos el asunto como adultos, él consiguió una novia, yo seguí con mi vida de padre, el título de mejores amigos no nos lo quita nadie y estamos realmente contentos con eso.
Gerard asiente, tomando en cuenta que todo lo que Frank ha dicho tiene sentido y que ahora está bien, Bob es su mejor amigo y él no tiene ningún problema. Pero ahora teme el hacerlo sentir incómodo una vez se encuentren en la intimidad.
— ¿Y tú ex esposa?
— ¿Qué hay de mi ex esposa?
—Sólo algo que me gustaría saber. Cómo fue su relación, y todo eso.
—Yo... —el avellana titubea, pasando su mano por su nunca—. Es un tema que no me gusta tocar, ella como tal no es un buen tema, a decir verdad.
—Oh... está bien. Lamento el hacerte sentir incómodo.
—Todo está bien, Gee —acaricia su mano por encima de la mesa—. Oye, ¿por qué no mejor salimos de aquí?
—No eres de la clase elegante, ¿cierto? —sonríe Gerard vacilante, levantándose de su silla. Frank hace una mueca.
—Una pizza hubiese sido convencional para mí.
—Lo tomaré en cuenta la próxima vez —guiña un ojo al avellana y tras pagar la cuenta ambos se dirigen al auto del tatuado. Quedan en silencio una vez están solos.
—Y... ¿qué quieres hacer? —pregunta girando a ver al ojiverde. Gerard evita el contacto visual, lo que sea para no dejarlo ver cómo su rostro pasa a ser del mismo color que su cabello.
—Lo que tú quieras, Frankie.
—... Cher y Lil están en casa, Bandit también está en tu casa, el apartamento de Bob es un asco, sería vergonzoso hablar con alguno de tus amigos y no creo estar dispuesto a pagar por un motel.
—Realmente no tengo ganas de pagar por un motel —el pelirrojo niega con su cabeza, riendo a la par del avellana. Ni siquiera entiende cómo están tan nerviosos cuando han hecho eso varias veces.
—Bien, hagamos algo —Frank frota sus manos, suspira—. En la cajuela hay mantas y almohadas que quedaron del último campamento que hicimos, los asientos traseros se echan hacia atrás y no habrá la necesidad de gastar dinero. ¿Qué dices?
Gerard ladea su cabeza.
—Digo que mejor tengas un buen lugar para estacionarte si es lo que quieres hacer aquí.
Frank muerde su labio reprimiendo su risa, decide entrelazar su mano con la de él y dejar otro de esos besos en ella, la suelta para poner el auto en marcha pero ésta se vuelve a encaminar hacia la del pelirrojo.
—Lo aseguro.
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