Capítulo 39: Fatum
—Hola novia.
Elizabeth le sonrió a la pantalla (lo más probable que como una tonta enamorada).
*******
—Hola novio —contestó ella.
La tez pálida de Patrick se vio envuelta en una capa ardiente de éxtasis retraído, que se transformó de manera instantánea en una auténtica cereza abochornada del cuello para arriba (porque la comparación con el tomate estaba algo gastada).
Había pasado poco más de un mes desde el cumpleaños sorpresa de Patrick. Por supuesto que, para él, la celebración no fue ni la mitad de inesperada si lo comparamos con el regalo que le dio Elizabeth esa misma noche (no lo que están pensando precisamente): corresponder el amor que él por tantos meses se vio obligado a ocultar por miedo a ser lastimado o lastimar a alguien más. Pero principalmente, y aunque a él le cueste admitirlo, escondió ese sentimiento incontrolable y enardecido, temiendo que si salía a la luz, él quedaría como el malo de la película. Nunca le importó demasiado lo que el resto opinara de él, sin embargo quería a sus amigos como a su propia familia, y acabar como el patán lo posicionaría en un lugar que no estaba listo para enfrentar.
Resultó que no fue así. No del todo al menos. Mientras que algunos vitorearon su regreso con Elizabeth —o comienzo, pues nunca se llegó a un consenso de si lo que pasó en Coma cuenta como tal—, Bruno parecía querer desollarlo con cada mirada iracunda que le lanzaba no bien veía la oportunidad. Lauren, quien cada día demostraba más tener un corazón en vez de una hamburguesa, se iba alejando de Patrick por lo mismo. Si bien lo consideraba un amigo muy cercano, quería a Bruno demasiado como para preferir al niño amish por sobre su novio.
De la sombra de los enamorados no se salva nadie. Todo hemos estado o estaremos allí alguna vez en nuestra vida. A veces como la sombra, y otras bajo la misma.
Con respecto a Daisy, la relación era más que tensa; apenas se saludaban con la mano en la escuela. ¡Gracias al cielo que el quiebre fue poco antes de salir de vacaciones de verano! El ambiente se volvía tan filoso con ambos chicos bajo el mismo techo en el salón de clases, que Nick temía una explosión nuclear al tocar a alguno de los dos y liberar toda esa energía contenida, casi como la de un átomo. Y hablando de Nick... Bueno, sus dos hermanos estaban saliendo, digamos que tuvo sentimientos encontrados y no sólo por ese beso que no se podía sacar de la cabeza ni del corazón.
Por último pero no menos importante, estaba Kevin. El mejor amigo de nuestra pelirroja, quien no se alegró ni por un segundo al enterarse de la noticia. Quizás era por lo mucho que despreciaba a Nick debido al incidente en su cumpleaños y a cómo había tratado a Amy; podía ser también, porque Patrick nunca había estado del todo conforme con su relación con Grace. Ambos se toleraban, pero claramente jamás serían amigos inseparables.
En caso de que se pregunten si ambos chicos habían salido en citas, pues no. No aparte de las reuniones colectivas. Es necesario tener en cuenta que, a pesar de todo, eran hermanastros. Y si bien tarde o temprano actuarían como una pareja normal de novios, se lo estaban tomando de manera ligera (demasiado ligera para él) por Victoria. La pobre casi se ahoga con su propia saliva cuando se enteró de la noticia, que no la contentó en lo absoluto a decir verdad. No porque extrañaría a Daisy que amaba como a una hija, ni porque se vería extraño para la sociedad, sino porque significaría que Lizzy no podría mirarla como su madre nunca. Pero con el correr de los días (y más de una lágrima) concluyó que, con tal de pertenecer a la misma familia que su pequeña, incluso siendo su suegra, estaría eternamente agradecida al Señor y a la Virgen.
La vida le regresó a su Elizabeth, sólo que no de la forma en la que siempre soñó. Y aprendió que eso estaba bien.
La vida nos concede lo que anhelamos de maneras insospechadas.
Patrick también lo entendió cuando, sin previo aviso, su Pandita llamó a la puerta y saltó para besarlo. Una mujer ruidosa, llena de vida e ideas locas tendría por siempre su corazón. Algo impensable.
Algo hermoso.
Se llama amor.
*******
Desde que Zack llamó a Kevin gritando que había sido aceptado en Juilliard, ellos y Samu recorrieron lo ancho y largo de Nueva York en búsqueda del apartamento perfecto para los tres futuros actores de cine y/o teatro. Tuvieron que hacer un poco de papeleo debido al contrato que ya habían firmado hacía semanas, pero nada que un buen par de cientos de miles de dólares y un abogado excepcional no solucionen en un santiamén.
Kevin se pidió la habitación más grande, pues razonó que, al ser el único en pareja... Ustedes entienden, ellos estuvieron de acuerdo, prosigamos. El mexicano se quedó con la habitación de baño en suite y Zack con la del balcón en el segundo piso.
—No tengo ningún problema con que salgas con quien te haga feliz, pero si Dominic pasa la noche acá, más te vale que no me lo tope —le había dicho Kevin de malgenio, así pues, el piso superior para él.
Las cosas no podían marchar mejor. John, que había sido visitado múltiples veces en cuanto el centro clínico lo permitió, sería dado de alta en el mes de agosto. Zack se había encargado personalmente (con un poco de ayuda de Dylan y Eli) a decorar la habitación contigua a la suya y así darle una bienvenida oficial y estadía definitiva a su nuevo hermano adoptivo. Lily Evans no puso reparo al enterarse del cambio de apellido, pues la chica aseguró que contraería matrimonio con su novio en cuanto acabase la universidad, y por tanto desecharía aquella horrible palabra que la ataba a un pasado lleno toda índole de abusos; abusos por los que ni siquiera John tuvo que pasar gracias a su instinto protector que tantas veces lo salvó a él poniéndola a ella en una situación de violencia extrema.
Ambos hermanos comenzaron una nueva vida, alejada de lo que alguna vez fue su injusta realidad. ¿Sonaba bien, no? ¿Por qué entonces no podía sentirse así Zack?
Y es que su felicidad consistía constantemente en alguien más. En este caso, alguien que no era capaz ni de responderle los llamados.
Zack no estaba seguro de cuánto más podría aguantar sin el tarado que le robó un beso, y de pasó, la alegría que tantos meses se esforzó en alcanzar.
Agradezcamos que las personas que se habían ganado el corazón de Zack eran buenas como muchas otras jamás podrán ser, porque el trastorno de dependencia emocional es un tema serio y necesita tratamiento, y de haberse entregado por completo a alguien tóxico como tristemente pasa en estos casos, no me imagino un final más que trágico igual que los de las obras dramáticas que tanto leía y soñaba con interpretar.
¿Hay algo mal en mí? ¿Seré una falla hasta la muerte? ¿Realmente merezco que alguien me ame? ¿Por qué a quienes quiero no me corresponden? ¿Y si muero solo? ¿Y si se olvidan de mí? ¿Qué haré cuando todos se casen menos yo?
Pero la pregunta que no se podía quitar encima ni en sus propios sueños era tal vez la más dolorosa de todas: ¿Por qué es tan difícil ser feliz y tan fácil rendirse?
*******
(Porque estás enfermo, Zack. Siempre lo vas a estar. Y estar mal no es malo; lo malo es no querer volver a estar bien, o en su defecto, fingir que lo estás.)
*******
Llegó a un nivel extremo y viajó a Pensilvania, mas Patrick le comentó que estaba en casa de Daisy, con quien al parecer ya había hecho las paces; el chico partió corriendo al otro lado del pueblo, sin saber muy bien qué decir, pero con unas ganas atroces de contar las pequitas que tenía en el rostro.
—Tú siempre supiste que yo le gustaba, ¿cierto? —le preguntó Zack a la chica que seguía algo consternada por encontrarlo al otro lado de la puerta—. Daisy, respóndeme. Estoy... confundido.
Antes de que se jalara el cabello, la chica se precipitó a atajarle las manos y le obsequió una sonrisa poco típica de ella. Una mezcla un tanto extraña entre tristeza y perdón.
—Él lo está el doble. —Hizo un ademán para que entrara a su casa—. Iré al supermercado a juntarme con mamá para comprar los víveres. Tienes tres horas. —Tomó sus manos, ahora con suavidad y tanto amor que volvió a ser la chica dulce y soñadora que conocía—. Te deseo toda la felicidad que te mereces, Zack.
—Lo mismo digo, doctora Campbell —respondió éste afablemente—. Sé que me lo tomé mal en cuanto me lo comentaste, pero ahora te lo digo con toda honestidad: usted será la mejor psiquiatra del mundo.
—¿Según quién? —preguntó ella en una risita.
Zack se señaló a sí mismo.
—Su primer paciente.
Se despidió de su querida amiga, tomó aire y subió las escaleras al piso de arriba.
*******
Aquello que le rompió el corazón el día de la ceremonia fue ver ambos asientos reservados para sus padres vacíos. No quería que ese fuera el recuerdo de su graduación, y luego de más de seis meses sin tener contacto con sus progenitores uno diría que el tiempo ya habría comenzado a curar el dolor que se infiltraba bajo su piel y le tapaba las arterias, pero sólo servía como recordatorio de la maldición que tendría que llevar consigo hasta la muerte. Amar a quien no debía, y darlo todo por su bienestar.
Sus tíos se ofrecieron a pagar por su educación superior, lo que implicaba que ya no necesitaría de sus padres nunca más. Y eso le quemaba.
Pasó de sus pensamientos negativos para abstraerse en su tejido y así dejar que la pena trasmutará en un punto, y otro, y otro...
Toc, toc.
—¡Jesús! —exclamó soltando el chaleco para su novio.
La abrupta interrupción pasó a llevarle un punto. Suspiró frustrado. Tendría que deshacer todo lo que avanzó hasta encontrarlo y continuar con el patrón. Se levantó del sofá y caminó hasta la puerta para recibir a la inesperada visita que osaba interrumpir su tarde floja y apacible. Sin embargo, cuando la persona se encontró cara a cara con él, a Dylan se le cayó el alma a los pies. Su día estaba a punto de volverse tan caótico como emocional.
—¿Mamá?
—Sé que no merezco tu perdón ni el de Dios, Dyl —dijo la mujer avergonzada—. Y me he odiado desde el día en que dejé que tu padre te pusiera una mano encima y te separa de mí. No hice nada para evitarlo, e incluso estuve de acuerdo con él. No tienes que darme una segunda oportunidad, sólo saber que...
Dylan se abalanzó sobre ella y la envolvió en un abrazo que terminó por arrancarle lágrimas a los dos.
—Dios lo perdona todo, mamá. Y si Él lo hace, yo también —musitó entre sollozos teñidos de esperanza perdida—. Tiene que entender que él me ama, como yo la amo a usted, como usted me ama a mí y como yo amo a John. Eso no va a cambiar. Y si no está de acuerdo con eso, la seguiré amando, pero a la distancia.
La mujer lo contrajo más fuerte, casi intentando retroceder el tiempo, o darle todo el amor que le faltó por más de un semestre, o ambas cosas.
—Has pasado por tanto dolor, mi angelito, y aun así tienes bondad en tu alma. Estoy orgullosísima de ti. Te amo como eres, porque Dios le da las batallas más difíciles a sus mejores guerreros, y sé que Él te hizo así porque nadie podría amar tanto a John como tú. Y te creó pensando en que serías su héroe y verdadero amor... ¿Tú... me darías otra oportunidad?
—¿Qué opina papá?
—Seremos sólo nosotros dos. Tú y yo contra el mundo.
—¿Me llevará usted al altar cuando sea el momento?
Ella asintió levemente.
—Pase entonces. Prepararé un té. Es tiempo de que nos pongamos al día, ¿no le parece mami?
*******
Bruno le dio un beso en la frente y se puso de pie.
—¿Qué te parece si te preparo un chocolate? —propuso, tratando de corregirle su cara abatida. La tapó con una manta y le sonrió—. Quédate aquí, no tardo. Soy cien por ciento tuyo, hablaremos de todos los libros que quieras, ¿te parece?
—Aquí estaré —contestó Daisy mirándose las manos.
El muchacho bajó a la cocina y se dispuso a preparar el mejor chocolate caliente en la historia de las bebidas invernales. Usó chocolate blanco y negro, dulce de leche, nutella, crema, chispas verdes, galletitas y hasta malvaviscos. La sola idea de conseguir aliviarla aunque fuese un solo segundo de aquel calvario, lo contentaba de una forma inexplicable.
Colocó el chocolate y una galletita en la bandeja y salió en dirección al segundo piso. Pero no bien llegó a la sala de estar, la bandeja se le estuvo por caer.
Daisy bajó las escaleras impulsada por Sebas, que la traía animosamente de la mano. Un pequeño público (los que no estaban familiarizados con el drama Dominic y Zack en el jardín trasero principalmente) los aplaudió para brindarles apoyo a los participantes de la primera ronda de karaoke.
El italiano se quedó contemplando la enorme pantalla que mostraba la letra de la canción. Sus ojos seguían la pelotita que saltaba sílaba por sílaba para que los cantantes no se saltaran el ritmo indicado, pero él tenía la cabeza puesta en otra parte.
¿Por qué no podía ser espontáneo como Sebas? ¿Por qué tenía que tenerle miedo a todo el mundo? A veces sentía que la tierra lo acechaba, que el mal se lo podía tragar en cualquier momento. Se imaginó a él en vez del español; sonrió ante su propio escenario ficticio, consciente de lo patético que era, pero sin la menor idea de lo que eso significaba.
Bruno di Lorenzo, un chico puro de corazón e inocente de pensamiento, estaba a punto de experimentar (o ya lo estaba haciendo) un sentimiento tan ajeno a su personalidad que tardaría años en darse cuenta lo que significaba.
—¡Oye, novio! —Lauren lo sorprendió tomándolo por los hombros desde atrás, consiguiendo que pegara un respingo y el chocolate se le derramara—. ¡Ups, te asuste! Ven, juguemos beer pong. Kev y Grace nos retaron. Están en racha hoy y ya es tiempo de cambiar eso.
*******
Inútil. Innecesario. Fracaso. Estúpido (¡Ayuda!) ¿Ayuda? Desechable. Igual al resto. Inferior al resto. Rabia. Lágrimas. Inservible. Maldita depresión. Decepcionante en todo. Huir. Dolor. Destruido. Irresponsable. Reemplazable. BASTA. Huir. Intento. (¡Ayuda!) Retrasado. Falla. Deforme. Intento. Mediocre. Suicida. (¿Suicido?) ¡No! ¿Sí? ¡No! ¿Por qué no? ¿Dolor? Alegría. Autolesiones. Volar. Alas. Estancamiento. Irreal. Silencio. Demasiado silencio. ¡Ayuda! Obsesivo. Gritos. Estrés. Pesadilla. Llantos. ¡Ayuda! Sonrisa falsa. Falso. Ganas de morir. ¿Intentar morir? ¡Ayuda! Agotamiento. Sueño. Sueños. DETENTE. Rendido. ALTO. (¡Ayuda!) ¿Sí?
—¿Te ocurre algo, amor?
Negó con la cabeza.
—Nada, mamá. Tan sólo estaba pensando.
(¡Ayuda!)
¿Por qué no?
*******
Dominic por poco se desmaya al verlo entrar al cuarto.
—No respondiste mis mensajes —espetó molesto—. Soy más alto y fuerte que tú, así que no te dejaré irte sin antes una explicación. No puedes... Besarme así como así.
—Zack...
—No, cállate y escúchame. Te estoy regañando. Estas semanas han sido espantosamente confusas. Tenía un amigo, y luego del beso, siento que lo perdí. ¿Siquiera estabas enterado de que entré a Juillirad? No, no respondas. Me duele que seas tan egoísta. ¿Cómo te atreves a besarme y luego huir? ¿No pensaste cómo yo podría sentirme? —Suspiró—. Estoy cansado de perder a las personas que quiero. Casi pierdo a Eli hace un año. Casi pierdo a John hace unas semanas y ahora siento que te estoy perdiendo a ti, ¡maldición! ¡No puedes besarme y esperar que finja que nada pasó! ¡Es tu culpa lo que estoy sintiendo ahora, hazte cargo de tu mierda, Dom! ¡Resuélvelo! —De a poco la voz se le fue cortando hasta que sólo pudo expresarse en susurros—. Sólo sirvo para amar, pero pareciera que cuando ofrezco mi corazón, nadie está dispuesto a recibirlo. Tengo tanto amor que no sé qué más hacer con él. Y eso me está matando.
—Yo lo quiero —dijo Dom tímidamente—. Dámelo a mí, por favor. Concédemelo y te juro por todo lo que amo que lo cuidaré.
—¿Qué podrías amar tú? —respondió cauteloso.
—A ti. Desde el día uno. Desde que te vi a través de una pantalla y sólo podía imaginarme tu voz. Eres la mejor fotografía que he podido capturar —soltó Dom con las manos empuñadas—. Tu risa, tus insistencias por hacerme sonreír, tus ganas de cambiar el mundo y esparcir tolerancia y respeto... Eres arte inmortalizado. Cuando te veo, percibo vida. Y cuando estoy contigo, quiero vivir, y que me hagas reír, y hacerte feliz a cambio. No soy bueno demostrando lo que siento. Y sé que esto te sonará a un cliché. Pero es porque que nunca me había sentido así con nada más salvo con una buena foto... —Se sobó el cuello, ciertamente incómodo por abrirse de ese modo—. Si amar causa una sensación tan única y exquisita como esta especie de felicidad eterna que no conocía, entonces tomaré el riesgo de salir lastimado.
Pero tengo que decírtelo, aun sabiendo que nunca podrás corresponderme. Aun sabiendo que no eres...
Él se acercó y lo interrumpió con una leve sonrisa:
—Soy Zack, es todo lo que soy. No me gustan las etiquetas, porque nos restringen y yo nunca sé dónde está la línea que las separa. —Dom se le quedó mirando, anonadado; sin saber cómo reaccionar ante su revelación—. Por ejemplo, si te digo que cuando sonríes te ves más bonito, ¿estaría cruzando el límite establecido? —añadió provocándole algo parecido a un paro cardiorrespiratorio.
Dom agachó la cabeza, pero Zack vislumbro una sonrisa.
Y por un instante, su caos mental se congeló y sólo hubo espacio, tiempo y sentimiento para compartir un beso con Dominic. Y en ese beso, se formó un puente de cristal entre ambos latidos, en el que sus almas se encontraron y saludaron, dispuestas a unirse como muchas otras, en un baile eterno de cariño y arrebato.
—Tú me robaste un beso. Ahora es mi turno de robarte el corazón.
—Es tuyo —contestó Dom apartándose ligeramente. Corrió la mirada cargado de vergüenza—. Eso es lo que odio. Odio ser gay. Pero me odio menos contigo, siento que no estoy mal; que lo siento no tiene por qué estar mal. Me gusta que me gusten los hombres, si eso significa poder estar contigo. Me gusto cuando te veo.
—Me pasa lo mismo con mi reflejo.
—Mata pasiones —escupió Dom rodando los ojos.
Zack le sacó la legua.
Luego, los pensamientos y las voces regresaron como flechazos con la punta envenenada. No se iban. Nunca lo hacían.
*******
Fue en la noche. Agosto. Sin una gota de lluvia. Clima despejado. Estrellas decorado el cielo negro y grillos amenizando el silencio en la oscuridad. "Entraría" al otro día a Juilliard, lo que le tenía los nervios al rojo vivo.
Dom había vuelto a distanciarse. Parecía un vaivén emocional.
Inestable.
Bipolar.
Era principios de agosto, se sintió como finales del pasado año.
El miedo de Juilliard lo tenía algo desorientado.
Sintió un bocinazo. Corrió a la vereda. Había estado caminando por la calle.
De noche. Oscuro.
¿Qué había estado haciendo afuera?
Me llamo, Zack, dijo en su mente.
Caminó por horas. O por minutos. O corrió. O se quedó quieto.
Era agosto.
¿Dónde estaba?
¿Autopista?
Fue de noche.
Dos meses sin la medicación.
Juillirad.
Era agosto.
Caminó.
¿Por qué Dom no le contestaba el teléfono?
—¡Quítate, pendejo!
Una luz blanquecina lo cegó; había vuelto a caminar por la calle. Autopista. Esquivó el camión, mas no las imágenes.
—¡ZACK!
—¡No, Eli por qué lo hiciste!
Tanta sangre... ¡Murió! ¿No murió? Casi muere. Tanto dolor.
—¡Eli, no, no me dejes!
Comenzó a correr, a gritar, a correr y a gritar. Las luces y los bocinazos lo espantaban, lo hacían recordar.
¡Por su culpa casi muere!
Era de noche.
Fue en agosto.
Juilliard.
—John, ¡John, no! ¡John!
Tanta sangre...
¡Todo a su alrededor moría!
—¡Aléjate, Dom! ¡No me toques! ¡Aléjense! ¡Largo!
—¡John, no!
Tanta sangre....
Se miró los brazos. Era la suya. Se había estado cortando mientras caminaba.
Un hilo de sangre, como el hilo rojo. UN hilo que define nuestro destino. El suyo, hecho de sangre.
Fue en agosto.
Y de pronto, estaba llamando por teléfono.
*******
—¿Zack?
—¡Eli, por mi culpa mueres! NO, NO, NO. ¡TU CULPA! Nunca podré ser yo por tu maldita culpa, ¡tu culpa me llena de culpa! Estúpida... NO, NO. Perdón, te amooooooo. Te amo.
—¿Zack, estás ebrio? —Algo como una risa—. Mándale saludos a Kevin.
Eli cortó y le aceptó un beso a su querida alga.
*******
Fue en agosto. Le caía agua de la frente. Los pies dolían.
¿Tan rápido corría?
—Chico, esta es la última parada.
Adiós bus. Barro.
¿Granja?
Dos meses. Juilliard al día siguiente.
(¡Ayuda!)
De pronto, le contestó.
—¿Por qué no quieres que sea feliz con Dom?
—Zack... estoy algo ocupado ahora.
—¡Dices que quieres que sea felicidad pero por tu culpa estoy más confundido que nunca! ¡Nunca debí ocultar lo que siento! ¡No te necesito! ¡Eres un imbécil y ojalá nunca nos hubiésemos hecho amigos, pedazo de mierda!
Algo como una risa irónica.
—¿Sabes qué te habría pasado sin mí? Te habrían despedazado como lo hicieron con nuestros padres Sin mí no serías tan fuerte como lo eres.
—¡No me hiciste más fuerte, sólo una peor persona! —bramó Zack. ¡Su culpa!—. Estabas tan empeñado por evitar pasar por lo que nuestros papás pasaron que te transformaste en un monstruo. ¡El monstruo del que ellos nos advirtieron que nos alejáramos!
—Hice lo necesario para sobrevivir. Si el lugar es un infierno, entonces yo seré el diablo.
—No... No está bien. ¡Nunca estuvo bien! Me volví una pésima persona por seguir tus consejos, por creer que era lo mejor.
—¡Fue lo mejor, pedazo de imbécil! ¿Crees que serías el chico más popular sin mí? ¿Que tendrías a todas las chicas tras de ti sin mí? ¿Que serías co-capitán de baloncesto sin mí? ¡Claro que no! Tú no eras más que el afeminado de noveno grado con complejo de narciso.
—Hijo. De. Puta.
Alguien cortó.
Siguió caminando. O corriendo. Llegó a una puerta.
—Toc, toc.
Era agosto.
Se llamaba Zack.
*******
—No es por nada, pero Zack está afuera de la casa gritando —comentó Amy viendo por la ventana—. Estás jugando con él. Sabes que te corresponde, no entiendo cómo lo dejas pasar.
Nick se acercó y abrió.
—¿Qué es poesía? Dices mientras clavas en mi pupila tu pupila azul. ¿Qué es poesía? ¿Y tú me lo preguntas? Poesía... —Extendió su brazo con cierto toque dramático, intentando abarcar con él todo el mundo—, eres tú.
Nick bajó corriendo.
*******
—Dime que me amas.
—¿Eh?
—¡Dímelo!
—¿Estás bien?
(¡Ayuda!)
—Huyamos. Nunca seremos felices. Huyamos, Dom. Huyamos y amémonos como corresponda. Tengamos nuestra propia historia de amor. Sé mi príncipe y yo tú héroe. Es nuestro tiempo de protagonizar. Huyamos... ¡Todos han tenido su historia de amor! ¿Y nosotros qué? ¡Ni una oración tenemos! ¡Somos menos que eso! ¡Somos paréntesis!
—Zack...
—¡Huye conmigo! ¡Huyamos! Quiero morir, ¿o no quiero? ¡Vamos! Veeeen.
Algo como un beso.
Sí, definitivamente un beso.
Era la casa de alguien. Confuso y borroso, pero sentía una mano entrelazada a la suya. Amor de darse la mano. Amor de casarse. Amor como un dibujo de un príncipe tocando la guitarra.
Un sonido de motor.
—Para ti. —Le pasó un casco. ¿De dónde sacó el casco?
¿Y la moto? ¿Estaba en moto? ¡Iba manejando!
Dominic gritaba de alegría. Se oía hermoso. Sus ojos azules. Sus pecas. Su pelo. Era hermano de Eli pero era Dominic. Le encantaba porque era Dominic.
Pero entonces, la vio ensangrentada.
Y luego a su hermanito adoptivo.
—¡Dom, bájate! ¡Siempre lastimo a todos!
—Zack, ¡Zack, desacelera!
Un grito.
No supo de quién. Lastimaba a todos. Era un inútil... Un inútil... ¡Que ni siquiera había quedado en Juilliard.
—¡Falsifiqué la carta!
—¿Eh? ¿De qué hablas? ¡Zack, desacelera!
—¡Soy un inútil!
—¡Basta!
Un semáforo en rojo.
Una luz blanquecina.
Un bocinazo.
Un destino sellado en sangre.
—¡ZACK!
Las manos sobre su cintura ya no estaban.
Un choque en la autopista.
Luego, todo se hizo negro.
FIN DEL SEGUNDO LIBRO
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro