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Capítulo 37: ¿Verdad o reto?

El apartamento era de ensueño, la clase de lugar que sólo puedes ver en los catálogos. Jamás pensó que a sus cortos dieciocho años, se volvería copropietario de un pent-house ubicado en el centro de la ciudad, a pocos pasos de su futura universidad. Sin embargo, el temor de firmar lo irrenunciable lo embarcaba en una costosa aventura que no estaba seguro de poder pagar. No es que el dinero escaseara en su vida, pero la mayor parte de su sueldo iba destinado siempre a su familia, sin excepciones. Ahora que había renunciado a su trabajo para dedicarse a vivir su sueño, tendría que disponer únicamente de sus ahorros, los cuales habían disminuido considerablemente luego de pagar la deuda de la casa, la colegiatura de su hermanito y el tratamiento de su abuelo (sea recordado para bendición).

Se vio aceptando el contrato, y un par de cadenas ficticias de enroscaron en sus muñecas y tobillos. La única forma en la que podría costearse un lugar así para vivir implicaría, a lo menos, ocho horas de trabajo diarias. Adiós a su cómodas tardes de lectura, ¡y ni hablar de ocuparse de sus plantas!

Otra manera era siendo compañero de piso del hijo de dos actores tan ricos como famosos. Un camino mucho más sencillo, aunque deshonroso, y para qué estamos con cosas, bastante fresco.

Intentó responder al entusiasmo de Kev sin que se le notara la clase media baja en la cara. Su amigo apenas había comenzado a conocer a gente que no fuera de su nivel socioeconómico, por lo que no podía culparlo por buscar viviendas que se ajustasen a su presupuesto, a lo que siempre había acostumbrado a tener.

Acompañó a su amigo, quien seguía al agente de bienes raíces por detrás, hasta la entrada. Y cuando el hombre de barba espesa, anteojos gruesos, y terno oscuro les preguntó qué les parecía el lugar, su escepticismo se vio opacado por la ametralladora respuesta del estadounidense.

—¡Nos encanta! —Pescó a Samu del brazo y lo zamarreó como un pequeño que le pide algo a su mamá—. ¿No es así? ¡Anda, di que los queremos!

—¿Lo queremos? —preguntó Sam incómodamente.

Al instante, el brillo de emoción en los ojos de su compañero teatral se disipó. Lo miró confundido, sin poder descifrar el porqué de su desinterés hacia tan espléndido apartamento.

—Sé que soy exigente, ¿pero de verdad no te convenció? Está al lado de Juilliard, tiene dos pisos, cuatro habitaciones, cinco baños, una piscina, una tina de hidromasaje, y hasta un ascensor. Sam, es más que lo cualquier otro departamento nos podría ofrecer —señaló Kevin.

—Ese es el problema, Kev. El pago mensual vale más de lo que yo ganaré en toda mi vida.

—Podemos alquilarla, si te acomoda más.

—Claro. Dame un segundo, me arrancaré todos los órganos vitales y los venderé. Te paso el cheque la próxima semana. —Sam suspiró al ver las cejas alzadas de su amigo—. Sé que es difícil para ti ceñirte a una vida un tanto menos acomodada, pero tendrás que hacerlo si queremos compartir piso: yo no puedo pagar esto.

Kevin resopló.

—Ya te dije que te lo pago yo.

—Me sentiría como un parásito.

Eso le arrancó una sonrisa.

—No entiendo por qué le tienes tanta fobia al dinero fácil.

—Porque hay que ganárselo.

—¿Según quién? Mira, yo tengo más dinero del que necesito, y a ti te falta. Tú eres un genio, saca los cálculos. Las personas deberían dejar de tratar a quienes tienen fortuna como una clase de mito; como algo no tangible y completamente impensable. ¿Si a tu amigo le falta dinero para el taxi le das?

—Kevin... Esto es completamente distinto.

—No lo es. Tú tienes el presupuesto suficiente para darle dinero a tu amigo para el autobús, ¿no? —Samu asintió, ya sabiendo que había perdido—. Bien, a mí me alcanza de sobra para comprarle un departamento a mi amigo. Son distintas realidades, pero ambas existen al fin y al cabo. Negar que tengo dinero es negar que los ricos existimos. Estamos aquí, sólo que en menor cantidad, como las mujeres que valen la pena y las personas que tienen mi aprecio.

—¿Si digo que sí dejarás de soltarte tus sermones?

Kevin le golpeó el hombro. Sam sonrió, porque sabía que eso significaba que él lo consideraba como un amigo, como alguien de confianza.

¿Dejaría de confiar en él si supiera lo profundamente enamorado que estaba de su novia?

La respuesta a sí mismo se vio interrumpida por una llamada telefónica. Mientras que Kevin se despedía del hombre y aceptaba el lugar, Sam había salido a la terraza a contestarle a la chica.

—¡Daisy! ¿Qué tal? —saludó alegre—. ¿La fiesta sorpresa sigue en pie, no?

—Sí, sí, sí —contestó ajetreada—. Lauren y Grace llevaron a Patrick a un concierto de Radiohead. Nos juntaremos a las ocho en casa de Zack, así que ni se les ocurra llegar tarde. ¡El cumpleaños de mi novio debe salir perfecto!

Sonaba muy tierna cuando estaba estresada. Como un enano atrapado en el tráfico que chilla groserías desde la ventana.

—Allí estaremos, doña Florencia. No te preocupes.

—¡Perfecto! Ahora, a lo que venía —continuó con timidez—. Por favor, recuerda traer tu carta de recomendación de Harvard.

—Esto... claro. Lo tengo muy presente —Se le había olvidado por completo—. Te llevaré todo el papeleo.

—¡Eres el mejor senpai, Samu! ¡Gracias!

El chico cortó la llamada justo cuando Kevin se le acercó.

—¿Todo en orden?

—Más o menos. Olvidé unos documentos que me pidió Daisy para postular a medicina en Harvard. ¿Me acompañas a buscarlos?

—No hay problema, pero si llegamos tarde, nos matarán.



*******



Sebas se hallaba tan inmiscuido en su lectura, que por poco se le sale el corazón al oír la puerta del departamento abrirse. Dejó su ejemplar de Multiverso en la mesa al centro de la habitación y se levantó para recibir a su inesperado amigo.

—Coño, ¿puedes tocar para la otra? Casi me matas de un susto.

—¿Qué verga? —dijo su amigo confundido, entrando con otro tipo—. ¿Es que una morra te volvió a robar tu casa o por qué siempre estás en la mía, culero?

—Dijiste que no íbamos a bromear con eso —contestó Sebas herido—. Sólo pasó una vez, carajo. Ya aprendí la lección.

Eh, hi! —saludó el chico que se los había quedado mirando con cierta incomodidad—. Mi noumbre is Kevin. I'm from here... so... It would be great if you guys...

—¡Oh, sí lo siento! —dijo Sebas en inglés. Se acercó al tipo y le tendió la mano—. Soy Sebas, un placer.

—Qué diablos, no tienes ni acento. —Miró a los dos chicos con desconcierto, luego se dirigió a Samu—. ¿También es genio?

—Genio y trilingüe.

—Daltónico y engreído, diría yo —se burló Samu—. Kevin, este es... lo que sea que Zack es para ti.

—¡Oh, oh, oh! ¿Son del grupo? ¿Hacen locuras? ¿Se emborrachan hasta reventar? ¿Asaltan bancos? ¡Qué emoción! —exclamó Sebas dando brincos—. Siempre quise conocerlos, y tener aventuras, ¡y conocer el mundo! —añadió jadeante—. Samu nunca quiere presentarme a sus amigos...

—Me preguntó por qué —comentó Kevin despectivamente.

—Seb... Me estás avergonzando. Cómo sea, tan solo vengo a buscar algo. Ten presente que cambiaré la cerradura.

—Eh, ¿a dónde van? ¿Puedo ir? ¡Di que síííí! Me portaré bien, ¡lo prometo!

Samu y Kevin compartieron una mirada.



*******



Dominic fue a acostar a Llamita a la cama de una de los tantos dormitorios vacíos de la casa de su amigo, ya que la música le impedía dormir. El gatito apreció el gesto de su padre y lamió su mano con su pequeña y lijosa lengüita. Al cabo de unos minutos se quedó profundamente dormido; el pelirrojo le acarició el lomo suavemente y no se detuvo, ni siquiera cuando Dylan entró al dormitorio.

—Aquí dormía John —comentó en voz baja. Contempló el cuarto completo antes de detenerse a mirar a su amigo—. Dormía y sufría —añadió.

—Yo... lo lamento. No sabía. Esto... bajemos. Mi hermana se consiguió un vodka buenísimo de sus padres. —Le hizo espacio a Dylan para que se sentara junto a él sobre la cama—. ¿Cómo está? ¿Ya puedes verlo?

Él sacudió la cabeza en señal negativa; estornudó debido al pequeño felino que dormía con plácida inocencia.

—Sólo familia —dijo, apretando los dientes—. Pero no me importa, quiero que mejore. Incluso si eso lleva un año...

—Dyl, tu novio tiene depresión, no psicopatía o trastorno de la personalidad disociativo. Dale unas semanas y estará fresco como una lechuga —lo animó Dominic alegremente. Aquello consiguió arrancarle una sonrisa.

Las personas se veían asombrosas cuando sonreían; Dominic siempre sentía el impulso de fotografiar esa alegría contagiosa y así poder cautivarla para siempre.

—Me has ayudado mucho desde que John entró a rehabilitación, Nick. De verdad, gracias.

—Entre amigos se apoyan. Además, siento que he sido una horrible persona por demasiado tiempo. Un cambio de actitud no le viene mal a nadie, ¿no te parece?

—Yo diría de imagen, se ve que siempre has sido el mismo.

—No lo presiones, mormón.

Dylan le dio un almohadazo en la cara, causando que el pobre gato saltara hasta el techo.

—¡Dominic, Dylan, bajen! —escucharon que Lauren les gritaba—. ¡Vamos a jugar a la botella, uhhhh!

—¡Qué gran idea!

Narrador: no fue una buena idea.

Oh, un momento, yo soy el narrador.



*******



Todo el mundo recibió a Sebas con los brazos abiertos. A pesar de su apariencia tímida y de bajo perfil, el español gozaba de una extroversión parecida a la de Eli, y ni hablar de su habilidad para hablar hasta por los codos (o exasperar a cualquiera); no tardó ni cinco minutos en presentarse ante el grupo. Se unió a las conversaciones, contó bromas y se comió la mayoría de los cupcakes (o muffins, han pasado varios años, no se puede recordar todo) que Bruno y Daisy hornearon para la fiesta. Si algo era Sebas, además de un voraz lector y un nerd a tiempo completo, o como él prefería denominarse, experto en astrofísica e informática, era un insaciable estómago con patas.

Habló con Patrick en alemán, aunque al cabo de un par de minutos ambos desistieron de la idea, pues Sebas le reclamó que, y cito "tu alemán no es alemán, es una quimera inentendible". Intercambió frases de Games of thrones con Bruno y su novia. ¡Hasta obligó a su antigua amiga a ponerlo al día con su vida! Grace terminó por ceder y hasta le dio un fuerte abrazo; a los cinco minutos, ya estaban hablando de las nuevas publicaciones científicas con respecto a los agujeros negros.

Eventualmente, Grace se levantó para compartir con su novio (pobre Samu, no tenía oportunidad con ese tipo), y Sebas se vio obligado a unirse a algún grupo. Divisó a tres chicas sentadas en la terraza, cuyos nombres no recordaba. Maldito su cerebro que podía resolver integrales con los ojos cerrados, pero se tupía al intentar recordar la más mínima cosa. Sebas era el claro ejemplo de que la memoria no tenía absolutamente nada que ver con la inteligencia.

—¡Hola! —las saludó acercándose. Las tres amigas le respondieron con una sonrisa. Una de ellas, la que estaba sentada en un sofá, se hizo a un lado para que las acompañara—. ¿Puede un varón acompañar a tan simpáticas señoritas?

—Eso depende —contestó la novia de Bruno—. ¿Me das de ese pastel?

—Lauren, acabas de comerte tres rebanadas —advirtió la rubia que le dejó un hueco para que se sentara.

Sebas le tendió el plato y la castaña le aplaudió con entusiasmo.

—¿Quiere alguien, por favor, pensar en la insulina? —dramatizó la otra chica extendiendo los brazos al cielo—. Las células beta no crecen en los árboles, Laury.

—Si pensamos que el páncreas como... un manzano, por ejemplo, y en los islotes de Langerhans como las ramas, entonces sí crecen los árboles —contestó Sebas sonriente.

—Una metáfora algo rebuscada. Además, las células beta procesan la proinsulina, quitando...

—Un péptido de...

—Una cadena proteica...

—De más de ochenta péptidos —finalizó Sebas—. Lo sé.

—Ochentaiuno, específicamente.

Las dos chicas, que habían estado viéndolos como en un partido de tenis de mesa, volvieron la atención a su amiga, esperando que dijera algo.

—Soy Daisy —dijo un tanto avergonzada, quizás por haber luchado hasta obtener la última palabra—. Perdón por mi entusiasmo nerd, adoro la biología.

Él le regaló una sonrisa. Resultaba novedoso e increíble que una chica, en vez de ignorar sus comentarios, los respondiera. Mejor aún, que los contestara de forma correcta.

—Soy Sebas —dijo al trío en general.

—Mi nombres es Sasha —continuó la pequeña... Joder, esos ojos no podían ser humanos—. Y ella es Lauren, aunque creo haberlos visto hablando antes con Bruno —añadió incómoda, como si hubiese dicho algo que en realidad sólo planeaba almacenar en su mente—. ¿Te las estás pasando muy bien?

—Todos son demasiado amables. ¡Es genial! Espero no haberlas interrumpido.

—Oh, para nada. Sólo estábamos hablando de lo que haremos al salir de la escuela.

—¿Qué vas a estudiar? —preguntó de golpe Daisy. Al instante, se disculpó por haber interrumpido a Sasha, pero ella de todas formas le dio la palabra.

—Esto es incómodo... En realidad, soy astrofísico. Ah, y tengo un título de ingeniería en informática.

—¿Qué? Te ves muy chico. Deben ser los anteojos, ¿cuánto aumento tienes?

—No, yo no...

Pero Daisy ya se había levantado y le había quitado los lentes. Se los colocó y pegó un brinco ante el asombro.

—¡Ah, qué es esto! —exclamó entregándoselos.

—Son especiales, para mi daltonismo. No necesito lentes para ver mejor, sólo para ver correctamente.

—¡Genial! ¿Dónde los compraste?

—Los hice hace unos años. Todavía estoy intentando mejorar el prototipo.

Aquello llamó la atención de todas. Él le explicó que tenía diecisiete, y eso las cautivó aún más. Sebas nunca se había sentido tan bien, quizás esa fue la primera vez en la que realmente alguien demostró genuino interés por él. No querían nada a cambio, salvo su amistad. ¿Era eso posible? ¿Cómo fue que por tanto tiempo escogió mal a su círculo de cercanos? Quién lo diría, hay veces en las que confiamos en las personas equivocadas, y nos lastiman tantas veces que no nos atrevemos a volver a entregarnos a nadie más. Sin embargo, con el paso del tiempo y uno que otro tropezón, se aprende cómo escoger gente sana y positiva en tu vida.

Continuaron charlando por casi una hora. Ellas le comentaron que al siguiente año se irían a estudiar a Harvard juntas. Él les contestó que MIT era mejor. Hubo una pequeña pero abrumante discusión al respecto que, obviamente, las féminas ganaron.

Sebas intentó no abrir la boca para soltar chistes astrónomos o datos químicos que rara vez causaban placer en las personas, pero Sebas... era Sebas.

—...eso es lo que hace que los números primos sean tan especiales. Para el conjunto de números pares, existe una fórmula matemática: el dos ene. Y la definición para los impares, es dos ene más uno. ¡Pero los primos no tienen ninguna! ¿Sabían que todos los bancos tienen sus datos protegidos por números primos? Es un lenguaje impenetrable e indescifrable. El que descubra la fórmula, se hará rico. Podrá averiguar todos los secretos que el internet oculta...

Lauren se levantó.

—Suena genial... eso de los primos. Pero se acabó la comida... Los números y yo no somos buenos amigos. Cuento los días para entrar a derecho y no volver a sumar en mi vida. ¡Nos vemos! —se despidió apresurada, entrando a la mansión con los demás.

Sebas agachó la cabeza.

—Eh, no hagas caso a Lauren. Ella es muy activa y no le gusta estar mucho tiempo en el mismo lugar. Eso es muy interesante, Sebas —lo animó Sasha amablemente—. Cuéntanos más.

—Adoro los números primos —comentó Daisy sonriéndole—. Me recuerda a una cita que habla de los números primos gemelos. Son números, que aunque permanecen próximos, siempre son separados por un número par. —Se dio un palmazo en la frente—. Ay, qué vergüenza. No puedo estar ni cinco minutos sin hablar de libros.

—¿Eso es de un libro? ¿Cuál?

—¿Te gusta leer? —preguntó asombrada—. Se llama La soledad de los números primos.

—¡Me encanta leer! Mándame el nombre por WhatsApp. Puedo leerlo y lo comentamos.

—¡ESO SERÍA GENIAL!

El ventanal que separaba el jardín trasero de la sala de estar, fue abierto por una chica muy parecida a Sasha... pero mucho más... más...

¡Levanta la mirada, maleducado!, se regañó alzando la vista a su rostro.

—Sasha, Zack dice que no encuentra las salchichas para Eli y Dylan. Aparte, no nos vendría mal un poco de orden, hermanita. Patrick se está quejando de la música y Bruno está a dos palabras de volver a golpear a Nick. Eli y Grace están un poco pasadas de alcohol Y —añadió, con un guiño—, el pobre de Sam está aburrido. Hazle compañía y te apuesto que le darás una sonrisa hasta mañana.

—¡Hola, soy Sebas!

La chica le alzó las cejas y volvió la vista a las demás.

—El deber llama —dijo Sasha levantándose—. No tardo.

—Iré a cambiar la música, antes que mi novio explote —propuso Daisy—. Nos vemos, Sebas. ¡No olvides leértelo! ¡Te vigilo!

—También podrías decirle que no todos tenemos su gusto musical.

—Buena esa. Cuando se lo digas, procura hacerlo a un par de metros de distancia.

—¿Vas a entrar o te quedarás ahí congelándote? —preguntó la chica una vez que se quedó solo.

—Podrías hacerme compañía.

—También podría besarte, o arrancarme las pestañas por diversión. Honestamente —agregó, escrutándolo con la mirada a pocos metros de distancia—, prefería lo de las pestañas.

—Yo me quedo con lo primero. No te veo con novio.

—Ni yo con una pizca de oportunidad.

—No me rindo fácil.

—Soy lesbiana.

—Es tu día de suerte porque me identifico como una chica.

—Ten algo de dignidad y detente, chico nuevo.

La rubia entró a la casa. Sebas no la siguió de inmediato, pero no podía sacarse de su cabeza sus enormes... dotes de personalidad. Sí, eso. Una personalidad exquisita.

Seguramente ella era la clase de chica que Sam no aprobaría. Él le preguntaría por qué siempre se centraba en mujeres que no le correspondían en lo absoluto. Y Sebas, duro como un tronco, le respondería que, si pensaba que perseguiría a una chica que no lo había tomado ni en cuenta, habiendo más de cuatro mil millones de otras alternativas en el mundo, entonces estaba completamente en lo cierto. Porque eso es exactamente lo que haría.



*******



—Odio la música latina —refunfuñó Patrick de brazos cruzados.

Zack, Eli, Dylan y Sam, bailan al ritmo de Moviendo caderas, el último hit del momento, al centro de la sala con entusiasmo y sin fijarse en las miradas de los demás.

Su novia se sentó junto a él, y le dio un besito en la nariz para intentar apaciguar su mal genio. Él se aguantó la sonrisa, pero no pudo permanecer estoico ante sus cosquillas salvajes y terminó por reírse. Se veía tan lindo cuando sonreía; en sus mejillas se formaban dos agujeros adorables, conocidos como margaritas.

—No me dejas ser amargado ni por cinco minutos.

—Para nada.

—¿Ni en mi propio cumpleaños?

—Muchos menos, Ovejita.

—Por cierto... No te he agradecido. Fue... un muy lindo gesto. Te quiero.

—Me encantaría llevarme todo el crédito, pero sin Zack y Sasha no habría funcionado. Fue un trabajo en equipo.

—Zack, ¿eh? ¿Debería ponerme celoso?

Ella le dio un empujón a la vez que rodaba los ojos (un término muy usado en las novelas, por cierto, pero también en las conversaciones con Patrick).

—Sí, Patrick. En realidad tu fiesta sorpresa fue una fachada para que así yo pudiera llegar antes a su casa y que nos besáramos apasionadamente citando poemas y escuchando Give me love de Ed Sheeran.

Friends o Thinking out loud le habría quedado mejor, pero el álbum no saldría a la venta hasta dos semanas después.

—¿Se contemplaron con culposa confiabilidad? Apuesto que sus pupilas brillaron tanto, que se mezclaron con el resplandor de las estrellas. Entonces entendieron que el amor entre un mariscal de campo y una estudiante aplicada es posible. Deberían hacer su historia pública, apuesto que todas las niñas feas que se la pasan leyendo morirían por leer un libro en el que el popular les presta atención.

—De hecho. Fue digno de best-seller del New York Times.

—Lástima que otros mil libros con la misma primicia se les adelantaron.

Daisy no pudo seguir manteniendo la seriedad.

—Dios mío, somos unos esnobs demasiado pedantes para nuestra edad.

—El buen gusto literario siempre viene con una personalidad amargada. Es el precio que debemos pagar.

Se quedaron en silencio un momento.

—¿Si sabes que Zack juega baloncesto, cierto?

—Bueno, tú saliste con una B- en química avanzada. Y ahora estás en una fiesta en una mansión. Eres el peor intento de nerd que conozco —se burló robándole un beso que le quitó el aire, pero le llenó la vida. 

No estaba lista para dejarlo. Lo amaba demasiado. Tanto que ya no se sentía propia de sí misma. Tal vez ese era problema. El amor deja de ser sano cuando te olvidas de amarte a ti primero.

El amor deja de ser amor cuando debes luchar por él.

El amor comienza a dañar cuando entiendes que nunca será correspondido como querrías.

—Patrick, ¿me acompañas afuera? Tengo que decirte algo.



*******



Eli, mareada de tanto bailar, había decidido irse a una esquina a relajarse. Si de ella dependiera, habría continuado bebiendo como albañil y meneando la cola como mujerzue... amante de la música. Por desgracia, los padres de Zack dormían en el piso superior, y la matarían si se salía de control. Como adultos, asombrosos. Como padres, aterradores.

Jugueteó con el piercing que se había hecho hacía poco en la nariz. Sus amigos la habían molestado, diciéndole que parecía toro, pero a Eli poco y nada le importaba la opinión de los demás sobre las decisiones que implicaban su propio cuerpo y apariencia.

El chico nuevo, Sebastián si su memoria no fallaba, estaba al otro lado de la habitación metido en la pantalla de su teléfono celular. ¡Qué horrible persona ella al dejarlo excluido sin darse cuenta!

No decirle nada a alguien es igual de maleducado que decirle algo desagradable. Convivir con el resto no implica neutralidad, en ningún momento. O haces bien, o haces mal, porque no hacer nada entra en el segundo grupo.

—¡Hola, Sebas! —vociferó Eli captando su atención. Él se le acercó de inmediato—. Ven, saquémonos una selfie con tu teléfono. Es para lo único que debería estar visible en una reunión con amigos.

Él la envolvió en un abrazo y, mostrando los vasos, se tomaron la primera foto. Instantáneamente, la conversación entre ambos chicos fluyó sola. Charlaron de todo tipo de cosas, y aunque poco y nada tenían en común, las risas no tardaron en llenar la habitación. Es curioso cómo funciona la vida y el amor (que a fin de cuentas son la misma cosa, sólo que la vida termina eventualmente). Estuvo tan cegada en descifrar si su corazón estaba con Patrick o Zack, que se cerró a la posibilidad de alguien más.

Puede que haya sido esa una señal, para dar vuelta la página. ¡Qué digo, para cambiar de libro! Tanta fue la química de estos dos, que a los pocos meses ya estaban saliendo. Sebas descubrió que existían las personas bellas por dentro y por fuera, y Eli aprendió a dejar ir a las personas que traen más dolor que dicha.

A los veintitrés se casaron, y nada de lo que les dije realmente pasó. ¿Eli siendo más madura que un adulto promedio? ¿Qué sigue? ¿Zack sin llorar con la muerte de Mufasa? ¿Patrick bailando bachata?

¿Pero se lo imaginan? Un triángulo amoroso en el que la chica se queda con alguien que no es ninguno de los dos candidatos. Es una idea fresca, no diré que totalmente original, pero definitivamente un recurso que no ha sido explotado todavía...

Lástima que yo sólo narro lo que ocurrió. Solemos creer que la vida es impredecible, y a veces es así, pero la mayoría del tiempo es tan universal como un guion plagado de clichés.

Entonces, volviendo a la historia. Sebas y Eli se la pasaron muy buen. Se hicieron amigos como todos los demás, y en más de una ocasión él le ofreció su ayuda para aprobar las materias y así poder entrar a la universidad al siguiente año a estudiar veterinaria.

Eso fue todo.


*******


—¿Dónde andan Daisy y Patrick? ¡La gracia es que juguemos todos!

—Tirando en la casita que está atrás, lo más probable. Todavía no entiendo cómo es que no queda embarazada —contestó Dominic uniéndose al grupo junto con Dylan—. De todas formas no pueden jugar. La botella es para besarse.

—¿Vamos a jugar a la botella? —preguntó Sasha aterrada—. ¿Y si yo no quiero besar a nadie?

—Estarías mintiendo —contestó Nick con una sonrisa de medio lado. Zack lo golpeó.

—¡Eh, juguemos cultura chupísitca! —propuso Sebas con una sonrisa. El grupo entero se le quedó mirando—. ¿Qué? ¿Se me salió lo latino?

—No eres latino, eres mitad hispano —corrigió Sam—, mitad alemán. ¿Conocen cuarto de rey?

—Oh, no, no, no, no —irrumpió Zack—. Ese juego siempre termina en desastre. Mis padres están arriba. No quiero que me maten.

—¿Por qué están todos sentados en círculo alrededor de una mesa? —La voz de Patrick se hizo presente. Entró por el ventanal seguido de Daisy y se sentó junto a Zack—. ¿Están jugando a la ouija?

—¿Dónde estaban, sucios pecadores? —inquirió Dylan.

Bruno se levantó de golpe.

—Daisy, ¿estás bien?

La chica agachó la cabeza y asintió.

—Debo ir al baño, volveré enseguida. Partan sin mí —pidió caminando apresuradamente al piso de arriba. Zack tuvo intenciones de levantarse, pero ella sacudió la cabeza en señal negativa. Y él respetó su soledad. Un portazo se escuchó al minuto siguiente.

—¿Qué demonios pasó? —demandó Bruno colérico—. ¿Qué le dijiste?

Patrick se mordió el labio. Tenía a todo el grupo de amigos con los ojos fijos en él.

—La verdad —admitió centrando su atención en una sola persona. Una que no era capaz de devolverle la mirada. Al notar que todos se habían quedado en silencio, resopló—. ¿Vamos a jugar o qué? —preguntó, removiéndose en el sofá.

—¿A la verdad? —dijo Grace frotándose las manos—. Mi juego favorito. El menor empieza —explicó enderezándose—. Lauren, ¿verdad o reto?

—Esto... reto. Sí, ¡reto!

—Alto, primero las reglas —opinó Sasha. Hubo un abucheo general, pero ella continuo sin perder la compostura—. Pienso que sería incómodo para las parejas, tener que hacer retos como besos y esa clase de muestras de afecto con alguien de su sexo opuesto.

—Hecho. Nadie toca a mí Kevin —estuvo de acuerdo Grace. Éste le mordisqueó la oreja hasta causarle una risa francamente adorable—. Bien, el reto de Lauren... Tienes que escoger. Si John y Dylan hubiesen sido heteros, ¿con cuál te hubieses quedado?

—John, por supuesto. Gryffindor con Gryffindor.

Dylan le sacó la lengua.

—Pero yo soy Slytherin —dijo Bruno.

—Los noviazgos nunca son perfectos, di Lorenzo. Estás bien, así como reptil verde y todo.

—Dios mío, creo que es lo más tierno que te he oído decir —comentó Eli fingiendo llorar—. Grace, dime que lo tienes en vídeo.

Dylan bajó el teléfono que había sostenido en el aire.

—Esto se va a Snapchat y a mi corazón.

—Ya, ya. Son unos malditos. Me toca... Ay, no sé a quién escoger. ¡Lisa, pregunta tú!

—Sebas —dijo Eli luego de un redoble de tambores con los pies y contra la mesa por parte de los demás—, ¿verdad o reto?

—Verdad.

—¿Qué chica fue la que más te agradó hoy?

—Uhhhhhh —dijeron todos.

Sebas ni se ruborizó.

—Daisy. Sabe de ciencia y libros, y...

—¡Epa, epa! ¿No que no incluiríamos a las parejas? —interrumpió Zack con las mejillas algo rosadas.

—Pero no es de un reto —se excusó Sebas.

—Ni somos pareja —añadió Patrick mirándose los zapatos.

A Eli se le cayó el vaso.  

¿Se acuerdan cuando les dije que fueron con Bruno y Lauren a la comic con en San Diego? 

Mentí.

—¡Me toca! —anunció Sebas restándole importancia a lo que era, sin lugar a dudas, la revelación del siglo. Desventajas de llegar tarde—. Chica rubia que no es Sasha, ¿verdad o reto?

—Amy —contestó ella—. Reto.

—Te reto a besarme.

—Chico listo —se burló ella. Se levantó, dio unos pasos, y le plantó un beso que el grupo completo vitoreó (y más de uno grabó)—. ¿Satisfecho?

—Acabo de dar mi primer beso con la hija de una modelo. Estoy alucinando.

—¿Ese fue tu primer beso? —preguntó Zack.

—Oye, pero qué desperdicio —opinó Kevin—. Bien, para gustos, colores.

—Kevin —llamó Amy sonriéndole con malicia—. ¿Verdad o reto?

—Verdad.

—¿Si mi hermana se te declara, dejas a Grace por ella?

Samu se enderezó en su asiento

—Reto —dijo Kevin—. Cambié de opinión.

—Bien. Te reto a besarte con la persona que más ames en toda la habitación.

Kevin, que nunca perdía una batalla, y menos aún la guerra. Tomó por sorpresa a su mejor amigo y le dio un beso en los labios tan apasionado que por poco se nos cambia de bando el muchacho.

—Soy un actor, Amy. Es una buena forma de practicar. Quién sabe si me sale un papel de homosexual.

Zack se limpió los labios con la palma de su mano.

—Mis más sinceras condolencias, Grace. Tu novio besa con labios de pez y ocupa demasiada lengua. Aunque el factor sorpresa le dio cierto toque romántico. Siete de diez.

—¿Siete de diez? ¡Beso como un príncipe, malagradecido! —se quejó Kevin empujando a su mejor amigo hasta botarlo al suelo.

—Siento que soy el menos gay del grupo —confesó Dylan—. Y soy el gay del grupo. 

—Pfff, no hay nada más gay que un hombre que duda de su heterosexualidad. Los machos de verdad se besan con sus mejores amigos para demostrarlo —opinó Zack de buen humor—. Bien, me toca. ¡Dom! ¿Verdad o reto?

Dominic ignoró las penetrantes miradas de Patrick y Amy.

—Reto —musitó casi en tono de pregunta.

—Te reto a decirle a Daisy lo que sientes por ella.

Amy soltó una carcajada. Patrick sólo siguió con los ojos pegados en su hermano.

—Zack, cállate —espetó el pelirrojo.

—No te pongas, así. Todos somos amigos. Daisy está soltera, ¿qué te lo impide?

—Eh, ¿la verdad? —propuso Amy mandándole un beso a Nick—. Su negro corazón ya está ocupado, ¿no, Nick?

—Basta, Amy.

—¿Eh? —inquirió Eli—. ¿Me ocultaste algo, hermanito? ¡Te conté todo yo!

—No te oculté nada.

—¿Entonces a qué se refiere Amy? —preguntó Zack con una ceja alzada.

—¡Nada!

Miró desesperado a Patrick, pero éste negó con la cabeza y apartó la mirada. Ya no era como cuando eran niños. Estaba solo ahora. Solo y desprotegido.

—No es correcto que nos mientas —terció Sasha seriamente.

—¡Guárdatelo para tu hermana!

—¡Ni te atrevas, Dominic! —bramó Amy levantándose.

—¡Me toca! Amelia, ¿verdad o reto? —preguntó Nick amenazante.

Amy tragó saliva.

—Si me hundes, te vienes conmigo —respondió ella—. Reto.

—Te reto a salir del clóset.

—¡CÁLLATE, DESGRACIADO!

—Claustrofóbica de mierda.

—¡No le hables así a Amy, pobre de mierda! —espetó Kevin furioso.

—Dominic, eres realmente un imbécil —dijo Zack incrédulo. Decepcionado, casi en un susurro—. Amy, no le hagas caso...

—Cállate, Zack. Sólo cállate.

Él obedeció. Jamás se lo dijo a nadie. Él siempre guardó en su corazón el amor que su amiga tenía por Eli.

—Zack... —comenzó diciendo Nick. Recién comprendiendo lo maldito que había hecho.

—¿Siempre vas a ser así, no? Qué triste y solitaria vida.

—Oh, no Nicky querido, estás perdiendo a Zack —se mofó Amy sin el maquillaje corrido—. No te preocupes, yo te ayudo. ¿Verdad o reto?

—Cierra el pico o te mato.

—La tocas y te mato yo —contestó Kevin.

—¿Verdad o reto? —repitió sonriente.

—Reto.

—Te reto a recuperar su amistad. Anda, dile que eres un idiota.

—Soy un idiota —obedeció Dominic a regañadientes. Sabía que las había cagado, sabía que Amy lo podría destruir—, Zack.

—Dile que lo sientes.

—Lo siento.

—Ahora, el besito de consuelo.

—¿Quieren dejar de hacer que me bese con hombres? —pidió Zack soltando una risa—. Ya, bien, te perdono, Dom. Eres un estúpido, pero no puedo enojarme contigo.

—Awww, ¡beso gay! —pidió Eli—. No es bromance hasta que haya beso gay.

—¿Según qué? ¿Un yaoi? —quiso saber Patrick.

—¡Beso, beso, beso!

—Chicos, basta que me sonrojan —se rió Zack dándole un sorbo a su ya casi vacío vaso de ron.

—Dale, bésalo.

—Beso

—Beso.

—¡Ahh! —gritó Dominic, arrojando su botella de cerveza al suelo.

Pescó a Zack bruscamente de la ropa, como los matones hacen con los más indefensos antes de golpearlos.

Luego lo besó.

*******

Y no sintió como en sus sueños, si no mucho, pero mucho, mejor.

Lo besó con desesperación, como si se fuese a morir. Como si al segundo siguiente fuese a desvanecerse. Temió que fuera a empujarlo, y toda su amistad terminara en el tacho de la basura, pero Zack... le correspondió. Permaneció quieto unos segundos, pero luego, tímidamente se dejó llevar.

Y finalmente ambas lenguas se abrazaron en la oscuridad de sus bocas.

*******

Algo dentro de él que por muchos años se vio obligado a apagar por miedo al qué dirán, había vuelto a encenderse. Existía una razón por la que la ruptura con Eli no le dolió como hubiese esperado. Y hasta entonces, no había entiendo por qué. Hasta entonces, no se había preguntado por qué.

Entonces, descubrió por qué.

*******

Intentó amar a Daisy, intentó amarla desde los doce.

Pero el corazón siempre se negó a obedecerle.

Su corazón nunca le hizo la vida fácil. Porque aun sabiendo que provenía de una familia tan católica como el Vaticano, se vio incapacitado de amarla. Incluso luego de los abusos en la escuela, no pudo amarla.

Se lo confesó, pidiendo silencio, pero ella no guardó el secreto.

Patrick lo supo.

Y Dominic nunca la perdonó.

*****

Zack se quitó de golpe, casi como si hubiese estado bajo un hechizo (¿no es así como un beso de verdad debe sentirse?); se le quedó mirando, atónito, mudo.

*******

Dominic se perdió en el verde de sus ojos. Hasta que su vista se nubló, y se cubrió la cara por el llanto.

—Dom...

—¡No!

*******

Y alejándose de él, con la misma intensidad que la vez que partió al hospital, Nick cerró el ventanal detrás suyo con la fuerza suficiente para que el vidrio se quebrara.

El vidrio y su alma.

*******

Zack se acarició los labios con sus dedos.

Sonrió.


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N/A: Shippeen a Dom y Zack si quieren. Apruebo la moción con toda violencia. 
Es más, ¿se acuerdan de la pareja de chicos que se comenzaron a besar en el casino de la escuela cuando Dylan y John eran más chicos? ¡Bah, qué se van a acordar! Bueno, como sea. Sus nombres eran Jack y Nate... ¿Entiendes?  Jack... zACK... Y Nate... Nick.
AHHHHH *explosión*. Aquí nada es porque sí(? Me gusta poner pequeñas pistas implícitas:3  

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