Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 13: ¿Qué les pasó a los secundarios?

No hubo ni tiempo de buscar las maletas, cuando el grupo de amigos comenzó a separarse. Bruno, sin el más mínimo ápice de interés por conocer al tal Patrick, le preguntó tímidamente a Lauren si le parecería divertido recorrer el condado de Lancaster junto a él. La chica, luego de una ardua lucha interna de unos treinta segundos o menos, desistió de Lisa y aceptó encantada. A John no le pareció propio de su mejor amiga, el rechazar la amistad por un chico que acababa de conocer; pellizcó su nariz con desaprobación. Sin embargo, Dylan insistió que el origen de su molestia se hallaba en el hecho de que Lauren ya no requería de su compañía para reírse, sino que, muy en contra de su forma de ser, había preferido a un completo extraño para compartir nuevas alegrías. John, muy a regañadientes, terminó dándole la razón a su novio. Como siempre hacía.

Estos dos tórtolos tampoco duraron demasiado tiempo en el grupo de Eli. Si bien John no paraba de anunciar lo feliz que sería al ver a Patrick, y Dylan, por supuesto, compartía todo lo que su novio sentía, Eli había descubierto que ese día no era nada más y nada menos que el cumpleaños de John. Lauren se lo comentó, quizás intentando convencer a Eli para que lo "liberara" de ese encuentro. La pelirroja se bañó en culpabilidad al enterarse. Su amigo, desde el primer día que lo conoció, destacaba por poner siempre a los demás por encima de sus propios intereses. Pero no permitiría aquella absurda postura abnegada; John se justificó: Calló, creyendo que de hacerlo público, ella habría desatendido el propósito del viaje. No por preferir a John, sino porque la emoción de la noticia le nublaría el juicio, dando cabida únicamente a celebrarle.

—Me conoces muy bien para llevar una amistad de unos cuantos meses —le dijo ella llena de orgullo.

—En realidad, Dylan te psicoanalizó porque se lo pedí —confesó él avergonzado—. Es escalofriante lo bien que comprende a las personas, ¿no te parece?

Eli tragó saliva. Ese adjetivo no bastaba para explayar su desconcierto.

Se alejó de su amigo, y tomó al potencial psicólogo (o creepy stalker) por el codo. Lo condujo hasta un rincón alejado de lo que quedaba del grupo, cerca de los cajeros automáticos y los carritos para transportar las maletas.

Sacó la tarjeta de crédito platino y se la tendió. Dylan entrecerró los ojos y ladeó la cabeza: Podía entender a las personas, pero no siempre el porqué de su actuar.

—John tendrá el mejor cumpleaños de la vida junto a ti —demandó resuelta—. Y serás tan asquerosamente cursi que Benedetti te denunciará por plagio. De lo contrario, haré contigo lo que un jardinero hace con la hierba mala.

Eli no acostumbraba a tratar así a la personas, pero cuando lo hacía, Amy de seguro se enorgullecía de ella. Se crio en un entorno lleno de empleados que obedecían cada uno de sus caprichos, sin importar el tono con el que se les hablase.

—Chica, estamos hablando de hacer sonreír al amor de vida —respondió sonriendo—. Soy del tipo cursi capaz de superar al mismísimo Ed Sheeran, pariente tuyo supongo.

Amy, casi salida del fondo de la tierra, se inmiscuyó en el diálogo como si se tratase de un foro público.

—No lo sé, Gaga —opinó apoyándose en el hombre del chico, que era varios centímetros más bajo que ella—. ¿Has oído al novio de la presente aquí? Hace querer vomitar hasta al más dulzón de los dulzones. Me provoca cáncer.

<<Novio>>.

Eli no le respondió con palabras; se limitó a sonreírle, dando a entender que de cierto modo aprobaba el comentario de Amy. Incluso rió; rió fuerte, y siguió aumentado la intensidad de su risa hasta tornarse un tanto psicótica (Dylan retrocedió un pequeño paso). Ella no lo notó, estaba demasiado focalizada en intentar aparentar normalidad. El problema es, que mientras más te esfuerzas por aferrarte a lo mundano, más te alejas de él. ¿Pero qué otra opción tenía? Su vida amorosa mutó de irse a vivir con su único novio de toda la vida y su mejor amigo a recuperar a... a su otro amor. Y quería hacerlo, su corazón latía desesperado, ansioso por abrazar y golpear a su salvador con complejo de héroe. Tanto había pensado en él, que dejó por completo en el olvido a su novio. Hasta que oyó el sustantivo, fuerte y claro. Entonces, el recuerdo de un chico pelinegro tocando una canción escrita por él y para ella la sumió hasta un pozo sin fondo, en el que la luz cada vez se volvía más inalcanzable. El brillo verde de su mirada se iba apagando, acrecentando un hedor culposo imposible de neutralizar.

Intentó, durante ese instante de risa falsa, borrar esa escena de su cabeza; actuar como cobarde, y huir. Sin embargo, ya sabemos e incluso la misma Elizabeth sabía que no era ni cobarde ni insensible. Y al instante acabó por comprender que cualquier recuerdo de Zack, se adhería en su cerebro como goma de mascar en su suela. La suela pasaba a ser el zapato, el zapato el pie, el pie el cuerpo, y el cuerpo ella misma. Lo amaba en demasía, y cuando sientes algo tan fuerte por otra persona, ese sentimiento pasa a ser parte de ti. Matas el sentimiento y te quitas un trozo de lo que eres. Justo como la memoria. Porque nuestros recuerdos no son siempre individuales. Y cuando existen otros en él, se fusionan con tu identidad. Ya tuvimos todo un libro para hablar sobre los problemas identidad-memoria, pero Elizabeth recién estaba relacionando ambos conceptos. Porque ahora entendía lo poderoso que podía ser el pasado.

Deseó que existiese un botón para apagar lo que sentía por él sin efectos colaterales... ¿Pero quién era ese él? ¿Quién estaría dispuesto a olvidar a quién y por quién? Puede que sepamos la respuesta de Patrick, pero, por extraño que suene, la mente de Eli era un poco más compleja. Aunque solo en este punto retorcido de corazón divido, pues Patrick sigue llevándose el trofeo de oro por Mejor Personalidad Inentendible.

La mandíbula adolorida regresó su mente al mundo terrenal y detuvo la falsa risa.

—Eh, Lisa —la llamó John acercándose al grupo junto con Grace—. Si pasa algo, lo que sea, nos llamas. No saludes a Patrick de mi parte, quiero verlo y darle un buen susto. Recién salido del infierno y listo para darle un gran abrazo.

—No eres tan inofensivo con memoria, John —comentó Grace extrañada.

—¿Lo fue alguna vez? —Dylan soltó una risa—. Necesito eso grabado o de lo contrario no me lo creo.

—¡Dylan, me estás dejando mal!

—Amor, te amo, pero es cierto.

—En coma era todo un angelito —reveló Eli con una sonrisa.

—Tal vez, al perder la memoria, nos transformamos en una versión alternativa de nosotros mismos.

—Puede que tengas razón. —Admitió John—. Quiero decir, yo pensé que me gustaban las chicas, y.... —buscó la mano de Dylan, pero este, inconforme con tal diminuta muestra de afecto, lo atrajo tomándolo por el codo y le dio un beso en la mejilla; siguió así hasta llegar a su oreja y la mordió ligeramente.

—Resultó mentira —completó Dylan. John rio por las cosquillas que le produjo el roce de sus labios al hablar—. ¡John! Le quitas seriedad a mi declaración.

—Tranquilo, ustedes dos la perdieron el día que entraron por la puerta —comentó Amy fríamente. Estaba incómoda.

Eli sabía lo mucho que su amiga odiaba a los homosexuales, por fortuna, se había mantenido al margen. Claro que dijo uno que otro chiste cruel, pero eso ya era por esencia de ella; sería cruel con cualquiera sin importar si amaba chicos, chicas, perros o... no lo sé, globos o algo así.

—Bien, par de enamorados, sean libres de festejar. Pero no demasiado, Patrick te adora, así que hazte espacio en tu agenda para verlo, John.

—¿Y Patrick es...? —preguntó Dylan estoico.

—Hetero —respondieron John, Eli y Grace al unísono.

—Oh, perfecto, sólo confirmaba. En ese caso, iremos a la tarde a verlo.

Y así, el gran grupo se redujo a tres personas... por unos treinta segundos.

—Lisa, ¿te importa si llego más tarde? —le preguntó Grace cuando ya estaban por irse—. Tu amiga me pidió hablar con ella sobre algo.

Eli no tardó en juntar las cejas; su frente y su nariz se arrugaron. ¡Es que eso no era posible!

—Ustedes son como hermanos —le dijo ella lentamente, intentando no perder la compostura—. ¿No quieres verlo?

—No seas ridícula, Lisa. Estoy intentando ser un ser humano decente y hablar con Amy. Además, no quiero ser tercera rueda. Estás por conocer a tu familia, ¿qué podría yo pintar ahí?

Apoyo.

Oh, eso en voz alta podía sonar verdaderamente triste y falto de autoestima.

Le sonrió.

—Tienes razón, te veo más tarde entonces.

Amy, que había estado oyendo en silencio, le respondió la sonrisa y pescó a Grace del hombro.

—Te da devolveré sana y salva, chica. Tranquila.

Eli quedó en completa soledad. A veces podía estar sola, pero no sentirse como tal. Ahora, en cambio, la rodeaban turistas apresurados, pero todo ese gentío no era su grupo de amigos; no la hacía sentirse más que abandonada. Pateó el suelo con fuerza, y se tragó un insulto para nada apto en una historia de mayores de trece años. ¡Realmente era increíble! Cruzó el país con toda una horda de personas, ¿y para qué? ¿De qué sirve un pelotón si al momento de ir a la batalla desisten de la guerra?

Se tragó la rabia. Ella les permitió irse. No podía enojarse con ellos ahora, la culpa debía asumirse.

Suspiró, echó sus problemas a una carpeta para "más tarde", y pidió un uber.



*******



Amy se imaginó que convencer a Grace resultaría una tarea ardua. Nunca imposible, no. Ella obtenía todo lo que quería sin importar el medio, pero jamás se le pasó por la cabeza que la chica aceptaría sin reproches, sin dudas, sin sarcasmo.

Incluso se atrevería a decir que su rostro se tornó sereno, casi aliviado apenas ella le pidió unos minutos para hablar. Para ser una chica llena de perforaciones en la oreja que llevaba peinado digno de un vago y vestía un atuendo hecho jirones que Amy ni siquiera pensaría en donar a la caridad, se mostraba mucho más sumisa de lo que se podía pensar.

Se tardó en descubrir que usaba un disfraz. Sea lo que sea que quisiera ocultar lo hacía bastante bien. Mejor que Kevin por lo menos, quien no pasaba de un simple amateur. ¿Jugador de baloncesto, con cigarro en mano y actitud rebelde?

¡Hola, los noventa llamaron pidiendo su estereotipo de vuelta!

Si bien la conducta de Amy tampoco era de lo más original, por lo menos tuvo la decencia de no volverse porrista o bulímica. Eso sí que sería un plagio a Glee, el nido de todos los arquetipos que han existido en la historia para personajes adolescentes.

Kevin era el paquete completo, pero actuaba tan bien, que de seguro pasaba desapercibido. ¿Y Grace? ¿Qué llevaría a alguien a usar semejante disfraz? Solo pudo pensar en algo demasiado retorcido, así que prefirió dejarlo ir y concentrarse en lo que realmente importaba: Su hermanita.

Estaban paseando por una pintoresca calle, llena de tiendas locales; el lugar parecía sacado de un cuento infantil alemán con sus construcciones de maderas y nombres difíciles de pronunciar en los escaparates.

—Es una locura todo esto del coma —comentó Amy luego de varios minutos en silencio—. Suena como esos libros sinsentido que lee Eli.

—¿Me vas a decir lo que era tan urgente, Barbie?

—¿Cuál es el apuro, Inglaterra? —Amy sonrió—. No me digas que quieres ir a ver a tu amiguito porque ambas sabemos que no es cierto.

Grace se detuvo en seco.

—¿Perdón?

—Desconozco por qué te niegas a verlo, pero lo supe de inmediato. De lo contrario, no estarías a aquí, ¿o sí?

—¿Qué te hace creer eso?

—Claramente no eres el tipo de persona que pone a los demás por encima de sus propios intereses. Si quisieras ver a tu amigo, lo habrías hecho.

Grace suspiró: había dado en el blanco.

—No puedes decirle a Lisa.

—Por supuesto que no, siempre y cuando me hagas un favor. —Tenía toda su atención, era el momento perfecto—. Supe que tendrás una cita con Kev.

—¿Cómo lo sabes?

Sacó su celular y lo señaló.

—Estamos en el 2014, Inglaterra. Existe WhatsApp, y más importante aún, existen los grupos de mejores amigos. —Guardó el aparato—. Los mejores amigos se cuentan todos.

—Ya sí, me invitó a salir. —Resopló—. ¿Y eso qué?

—¿Te... te gusta? —Grace alzo una ceja—. Quiero decir, ¿te parece atractivo? ¿Serías su novia?

—¡Guau, guau! Retrocede y pausa, Barbie Oxigenada. Nada más vamos a salir, ¿de acuerdo? ¿Que si me parece atractivo? Pues, sí, por supuesto. Es el chico más atractivo que he conocido. Y estoy siendo objetiva.

—Le gustas mucho —dijo Amy.

Los ojos de Grace se llenaron de un brillo esperanzador por unos segundos. Rápidamente, volvió a su mirada desinteresada.

—Bien por él —soltó de mala gana.

A Amy se le agotaron las ideas. Tomó aire, dispuesta a soltarlo de una vez. Ella no se iba con rodeos, no era experta en decir las cosas de forma sutil.

—Mira, escucha, lo diré de una vez.

—Aleluya.

—Kev es de mis mejores amigos desde que pasé a segundo de primaria. Y ha estado babeando por mi hermano desde entonces. —Grace sacudió la cabeza—. Mi hermana, Sasha: bajita, y con cara de santa. Bueno, el punto es que... siempre tuve miedo de que ellos dos terminaran juntos, ¿entiendes? Él nunca tuvo ojos para nadie más que ella. Vive rechazando chicas.

—Perfecto, entonces el tipo que acaba de invitarme a salir ni siquiera está interesado en mí. Gracias por el dato.

—¡No! —respondió ansiosa—. Quiero decir que, por primera vez, él mostró interés en alguien que no es mi hermana. Está totalmente interesado en ti.

Grace rascó su barbilla mientras asentía con la cabeza; era una chica inteligente, lo había entiendo por completo.

—Y tú quieres que se mantenga de ese modo.

—No puedo permitir que termine con mi hermana.

—No se ve como la clase de persona que escogería a Kevin como compañero de vida. Menos aún por lo que Lisa me ha contado sobre ellos dos —agregó más calmada—. Son incompatibles. No me preocuparía.

—Tú no lo entiendes. Sasha haría lo que sea con tal de hacer felices a los que la rodean. —Amy sintió un escalofrío en todo su cuerpo—. Incluso si eso significa quedarse con Kevin. Ella dice que no, pero yo la conozco. Terminará cediendo un día u otro con el único fin de alegrarlo. Ella merece un final feliz, pero es demasiado buena para luchar por él.

—Eso es porque los finales felices son egoístas.

—La vida lo es, pero Sasha no lo entiende.

Grace le sonrió.

—Me agradas —le dijo.

—También a mi chica —Amy le ofreció el puño y Grace lo chocó con energía—. ¿Lo intentarás?

—Pregúntamelo después de nuestra cita, Barbie.

—Hecho, Inglaterra.

La amistad es, como tantos tipos de relaciones humanas, difícil de analizar. 

Pero, sin entender muy bien cómo, acababa de formarse una.



*******



Paseando por Central Park, Sasha y Kevin se detuvieron frente a un carrito para comprar un helado; era un día particularmente caluroso para ser invierno y además Nueva York.

—¿No estás ni un poco nervioso? —le preguntó ella—. Tu audición es mañana.

Kevin negó con la cabeza. Señaló los sabores de helado para ella y él, y le tendió un billete de cien dólares al vendedor. El hombre miró extrañado, un poco molesto también. De seguro pensó lo molestos que era los jóvenes al no pagar con sencillo. Pero cuando Kevin le hizo una seña para que conservara el cambio, su expresión cambió y le regaló una afable sonrisa.

—Que tenga un maravilloso día con su novia, señor —le dijo quitándose el sombrero en forma de cono.

—Adoro el dinero. Tiene el poder de transformar a cualquier miserable en un auténtico hipócrita —le escupió Kevin sonriente.

—¡Kevin Stevens! —Exclamó Sasha avergonzada—. ¡Ya vámonos! —le dio un golpecito en el hombro para que se alejara del lugar. Volteó para dirigirse al comprador—. Lo lamento mucho, señor. —Estuvo por volver la vista cuando recordó—. Y solo para aclarar: No es mi novio.

Kevin resopló cuando se alejaron lo suficiente para perder de vista el carrito.

—Demonios, Thompson. ¿Alguna vez te diviertes?

—No me parece que compartimos la misma definición de divertirse, Kevin. Insultar a las personas no lo es para mí.

Una paloma intento acercárseles, pero Kevin corrió hacia ella hasta espantarla. Desgraciadamente, a la pobre le habían lastimado las alas y solo pudo correr con sus patitas heridas, llena de desesperación. Esto le pareció digno de risa, pero se detuvo tan pronto como vio la mirada acusadora y cargada de reproche de Sasha.

—¡Oh, vamos! ¿Por qué tienes que ser tan buena? Dejas a toda la humanidad mal parada. Y a mí sobre todo.

—¿Por qué todo el mundo dice que soy buena? —preguntó Sasha. Se llevó una cucharadita de helado de vainilla a la boca—. No lo soy.

—Eso, precisamente, es lo que te hace buena. ¿Te has postulado a un convento? De seguro te ofrecen la beca completa.

—No si se enteran que soy atea.

—Tonterías. Conozco más ateos santos que religiosos. Tú eres la viva imagen de eso —Sasha alzó la vista al cielo, claramente rendida—. ¡Es cierto! Siempre vas por ahí con tus bondades, intentando pacificar lo primero que se te cruce. ¿Alguna vez piensas en ti misma?

Sasha se llevó otra probadita de helado a la boca. Era su oportunidad de sacárselo de su cabeza. Quizás la única que tendría.

Suspiró dispuesta al disparo.

—Kevin, ¿aún te gusto? —Su mandíbula se tensó; el helado del chico comenzó a derretirse, pero si quiera respirar era impensable—. Lo tomaré como un sí —continuó con una sonrisa.

—Te desprecio tanto algunas veces.

—Si yo... si yo estuviera con otro chico, ¿eso te molestaría? Si, por ejemplo, me enamorara e iniciara una relación.

—Eh...

—Porque a mí sí me molestó —soltó de golpe—. Sí, claro, me partió el corazón y todo eso, pero también me enojó.

—¿Estás hablando de...?

—Tú sabes de quién hablo, Kevin. Ambos recordamos lo que pasó en esa fiesta. Ya no puedo desdecirme, así que al menos lo usaré como argumento de que no soy tan buena como ustedes dicen. —Fue a sentarse a una banca de madera seguida por Kevin—. Porque si lo fuera, no me habría enfurecido con Eli. No la habría odiado. No habría tenido ganas de matarla con mis propias manos.

—Sasha...

—¿Qué? ¿Decepcionado? Lamento informártelo, Kevin. Pero no soy como dice, ¿de acuerdo? No soy de piedra, y me duele lo mismo que me molesta ver a esos dos juntos. Ver que... que podría haber sido yo.

—Sasha, yo... yo quiero que seas feliz. De verdad que sí. Y sé que me vas a odiar, pero...

—Yo nunca podría odiar a nadie.

—Seré el primero. Porque, la única razón por la que Zack no está contigo es por... mí.

—¿Qué? —exclamó soltando el helado.

—¡Yo no sabía que lo querías! Teníamos como doce o trece años y yo le confesé que me gustabas, que me gustabas mucho. Y parece que tú también a él, pero me dijo, me dijo que quería que yo fuera feliz, ¿de acuerdo? Y... —La palabras se le atascaron en la garganta—, y luego, por primera vez, comenzó a fijarse en Eli como algo más que una hermanita. Y ella también. Y se enamoraron. Yo... lo siento.

—Se enamoraron —repitió Sasha echándose en la banca.

—Yo estaba totalmente enamorado de ti, y todavía lo estoy, Sasha. Me encanta que, ante todo, pongas a los demás primero. No me importa si dices que no lo haces, porque así es. Te enoja verlos juntos, ¿y? Eso es normal, no te hace un monstruo, sino alguien con sentimientos. Y me enamoré.

Sasha se quedó en silencio unos segundos.

—Pero yo no estoy enamorada de ti, Kevin. Nunca voy a estarlo.

—Ya lo sé —contestó agachando la cabeza.

—Aparte, tú tienes una cita.

—Pero un último intento no mataba a nadie, ¿no?

—Supongo que no. ¿Amigos?

—¿Me ayudarás con mi cita? Sé tanto de chicas como tú de autos.

—Por supuesto que sí —le respondió en una sonrisa que intentaba tapar todo el dolor que se la comía de adentro.

—Entonces, amigos. Los mejores.

—Los mejores.

Extrañamente, ambos chicos pasaron de Central Park, a museos, de museos al teatro, del teatro a la ópera y de la ópera a un fino restaurante cerca del hotel. Se rieron, disfrutaron como nunca y desearon congelar el tiempo.

Más extraño aún, fue que ni siquiera hablaron sobre su cita.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro