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Capítulo 17

Capítulo 17

 Adam Anderson y Bastian Demirci llevaban apenas siete minutos esperando en el salón principal de la Fortaleza cuando, seguido por Daniela, Van Kessel irrumpió en la sala. Venía con prisas, dispuesto a finiquitar el asunto lo antes posible y poder volcarse de lleno en Erinia y su confesión, pero también con la esperanza de que fuesen buenas noticias lo que su buen amigo traía consigo.

Por desgracia, con tan solo mirarle a la cara supo que, nuevamente, la fortuna no les sonreía.

—Adam —saludó Van Kessel tendiéndole la mano—. Siento haberte hecho esperar. Bastian, me alegro de verte.

—No importa —respondió Anderson tras estrecharle la mano con firmeza. Seguidamente, Bastian repitió la acción—. No creo que vaya de diez minutos arriba, diez minutos abajo. ¿Nos sentamos?

—¿Lo crees necesario?

—Oh, sí. Lo es, por supuesto.

Siguiendo órdenes de Van Kessel, Daniela salió de la sala en busca de un mayordomo para que se encargase de servir unas bebidas calientes. A continuación descendió hasta la sala de control del salón y activó la chimenea eléctrica. La temperatura ambiente era agradable en toda la Fortaleza, pero la luz de las llamas permitiría bajar la luminosidad de los globos de luz lo suficiente como para poder crear un ambiente agradable.

Realizados los cambios, Daniela regresó al salón y tomó asiento en los cómodos sillones donde, tras un breve intercambio de palabras, los dos Parentes y Bastian se habían acomodado. Pocos minutos después, Douglas, uno de los camareros, se apresuró a servir cuatro tazas de café con menta, al gusto de Van Kessel.

—¿Y bien? Ilumíname, Adam. ¿Qué nuevas me traes? —Aidur tomó la taza y le dio un largo sorbo—. ¿Te manda Novikov? Porque si es así creo que necesitaré que esté presente mi abogado también.

—Más quisiera esa bruja; no tengo trato apenas con ella —respondió Anderson—. Intentó contactar conmigo pero, casualmente, mis redes estaban saturadas por lo que fue imposible realizar la conexión. Buen trabajo, Bastian.

Demirci respondió con una leve sonrisa visiblemente forzada. Al igual que el resto de miembros del equipo de Anderson, Bastian aún sufría la pérdida de sus queridos compañeros.

—Tengo entendido que Novikov ahora se mueve en otras esferas —apuntó Daniela—. El gobernador y sus lameculos, entre otros.

—Así es, querida Nox —secundó Adam—. Novikov ha pasado de mezclarse con Parentes a codearse con el gobernador y el maestro. Todo un avance. Sus agentes, sin embargo, siguen revoloteando por el planeta, molestando. Cruz se ha hecho con la policía de Nifelheim y, a día de hoy, va abriendo puertas a patadas para registrar una a una todas las viviendas. Por lo que sé, ese tipo se está volviendo loco buscando a los Tremaine.

Un escalofrío recorrió la espalda de Aidur al escuchar aquellas palabras. Imaginaba que la búsqueda proseguiría su cauce habitual, con interrogatorios, redadas y búsquedas exhaustivas, nada más. ¿Cómo imaginar que el agente de Novikov se volvería loco? ¿Es que acaso Novikov estaba perdiendo el juicio? Después de todo, ¿qué importancia tenían los Tremaine para ellos? Los realmente importantes, los antiguos, ya estaban en su poder. ¿Qué importancia podían tener una mujer y su hijo?

Frunció el ceño. Empezaba a temer lo peor.

Consciente de su cambio de actitud, Adam se llevó la taza a los labios y borró la sonrisa. A diferencia de la mayoría, él sí sabía lo delicado que podía llegar a ser aquel tema para Van Kessel.

—Daniela, preciosa, ¿qué tal si le enseñas a Bastian vuestra biblioteca? Creo que aún no conoce a Rick.

—Creo que prefiero presentarle a Guzmán —respondió ésta con tono burlón—. Al menos él no apesta a aceite.

—Ese tipo apesta en general, Nox —le recordó Aidur con cierta malicia—. Pero allá tú. Ningún hombre le llegará jamás a la suela de los zapatos a Rick.

—Se nota que conoce a pocos, Parente. Bastian, ¿me acompañas?

Bastian y Daniela abandonaron la sala dejando sus tazas humeantes sobre la mesa. Guzmán ya estaba lo suficientemente recuperado para poder entablar una conversación por lo que, siguiendo las órdenes de Aidur, volvería a interrogarle para comprobar por octava vez su versión. Si como había hecho hasta entonces la seguía manteniendo empezaría a tomarla en consideración. De lo contrario, Daniela empezaría a plantearse seriamente la posibilidad de expulsarle de la Fortaleza. Aquel tipo iba a acabar causándole problemas: sus interrogatorios y visitas ocupaban mucho tiempo; demasiado. Claro que eso no era un problema. El trabajo, en el fondo, era trabajo. Lo realmente preocupante era que le encantaba perder el tiempo con él. A Daniela le encantaba su compañía y, cuanto más tiempo pasaban juntos, más y más le gustaba. Tanto que empezaba a plantearse seriamente la posibilidad de expulsarle.

Ella no necesitaba aquel tipo de distracciones...

Aprovechando su partida, Aidur se bebió de un sorbo su taza y robó la de Daniela, la cual, ésta ni tan siquiera había probado. Las tazas que había adquirido Nox en la última compra tenían la capacidad de mantener la temperatura deseada de la bebida, pero acostumbrado a beberlo a prisa tal y como siempre había hecho hasta entonces, antes de que se enfriase, no pudo evitar vaciar también la segunda de un par de tragos.

—¿Quieres la mía también? —ofreció Adam en tono jocoso—. Si quieres puedes beberte también el agua de los jarrones, por mí no hay problema. Estamos entre amigos.

—Desde luego que lo estamos, y ahora que ni tu agente ni el mío están presentes, más aún —respondió Aidur con complicidad—. ¿Qué ha pasado? ¿A qué se debe tu presencia aquí? Novikov también me preocupa, te lo aseguro, no me gusta la facilidad con la que ha llegado a Jared y al gobernador, pero teniendo en cuenta su cargo, no es de extrañar.

—Personalmente esperaba que el maestro tardase un poco más en bajarse los pantalones, Aidur. Me inquieta que pase tanto tiempo con él; por lo que tengo entendido, Novikov pasa de la mansión del gobernador a la de Jared como quien cambia de camisa. Y en ambos sitios es muy bien recibida...

Aidur frunció el ceño. Conocía lo suficientemente bien al maestro Schreiber como para confiar plenamente en su criterio; lo había hecho hasta ahora y seguiría haciéndolo hasta que le diesen motivos para lo contrario, pero en aquella ocasión no podía evitar que las dudas le asaltaran. Ciertamente, Schreiber había demostrado en muchas ocasiones ser un más que eficaz Parente, tenía respuestas a todo y, al mando del equipo de Tempestad en Mercurio, había conseguido grandes éxitos. Sin embargo, la aparición de Novikov había complicado notablemente las cosas. Desde su llegada, Jared se había mantenido en la sombra, a la espera, y no solo no había apoyado a sus dos Parentes sino que, lejos de acudir en su ayuda cuando más necesario había sido, tanto en la intoxicación de Van Kessel como en el accidente de Kandem, había aguardado oculto en su "cueva", esperando la llegada de Novikov. ¿Y todo para qué? ¿Para mantener su posición?

Aidur quería pensar que no, que Jared estaba por encima de todo aquello, pero teniendo en cuenta los resultados vistos en otros planetas tras las auditorías, no iba a culparle por ello. En el fondo, incluso le entendía.

—Además, le está dando demasiadas libertades. La redada al consejo de Nifelheim me dejó anonadado.

—No eres el único —admitió Aidur—. Me resulta sorprendente que, después de tanto tiempo, hayan decidido intervenir ahora, cuando menos problemas daban. ¿Qué esperaban? ¿Qué se mantuviesen calladitos y encerrados en sus casas, a la espera? —Sacudió la cabeza—. No sé qué pensar: me da la sensación de que esto va a acabar mal.

—No lo dudes. ¿Y qué me dices del toque de queda? Cielos, Aidur, es de locos. Te voy a ser sincero, aunque podría darte mil excusas, la verdad es que es por ello que estoy aquí. No sé si lo sabes, pero esta madrugada Cruz ha dado con los Ford. Se habían atrincherado en una vieja factoría abandonada. Ha sido complicado sacarles... bastante complicado, no estaban solos y habían conseguido armas, pero finalmente han podido con ellos. Actualmente se encuentran en el hospital de Marney, heridos de gravedad.

¿Armas? ¿Aliados? ¿Heridos? Aidur parpadeó con perplejidad, incrédulo. Conocía a los Ford. Los conocía desde que era un niño y, aunque nunca le habían gustado demasiado, era innegable que eran unas buenas personas.

Cerró los ojos, sintiendo como la última carta oculta bajo la manga caía sobre la mesa, quedando así a la vista de todos los jugadores. Su última esperanza respecto al paradero de Tanith habían sido ellos. Si ahora Anderson le confirmaba que no había ni rastro de la mujer empezaría a preocuparse seriamente.

—¿Les han disparado?

—Ha habido un intercambio de disparos importante, Aidur. Ellos y sus cómplices, el equipo entero de policía de Marney. Al parecer, los agentes de la ley, nifelianos de nacimiento, los han convertido en una especie de mártires y les han dado asilo político. 

—Y llegado el momento, viéndose atrapados entre la espada y la pared al ver al enemigo llegar se han liado a tiros, ¿verdad? —Ni tan siquiera aguardó a escuchar la respuesta: la sabía perfectamente—. ¿Ha habido muertes? Bueno, ni me respondas. Por supuesto que ha habido muertes, sino no lo mencionarías. Joder, ¿desde cuándo nuestro planeta está tan dividido, Adam? Es cierto que Mercurio nunca ha sido un lugar del todo tranquilo, pero nunca habíamos llegado a este punto. ¿Qué demonios está pasando?

—El miedo cambia a las personas.

—¿El miedo o el miedo a Tempestad?

Anderson hizo amago de responder, pero finalmente no dijo nada. Fijó la mirada en el contenido de su taza e, imitando a Aidur, se la bebió de un largo trago. El café no servía en absoluto para calmar los nervios que, en lo más profundo de su ser, le atenazaban los músculos, pero al menos servía para aclararse la garganta.

—Estoy preocupado, Aidur, no te voy a mentir. Me preocupa lo que está pasando en el planeta. Sé que Jared quiere que nos centremos en las desapariciones, que nos mantengamos al margen, pero no puedo evitar preguntarme si no deberíamos intentar evitar que se nos vayan las cosas de las manos. Han muerto personas en el tiroteo: siete agentes, y es posible que Graham Ford muera también. Él y el bebé de Sorensen, si es que no lo ha hecho ya. La última vez que le vi estaba prácticamente muerto.

—¿Y qué hay del resto?

—Menos Finn Katainen y los Tremaine, todos están detenidos. Olaff Katainen, Tanna Dust, Willk Sorensen y Harald Ford están sanos y salvos, detenidos, pero bien después de todo. El resto... —sacudió la cabeza—. Si ahora muere Graham y el crío  ya serán tres los miembros del consejo que habrán caído. Y eso sin contar que no sabemos qué ha pasado con los Tremaine... O al menos no lo sé yo, claro. —Adam bajó el tono de voz—. Dime que están contigo.

Aidur lanzó un largo y profundo suspiro. Empezaban a temblarle las rodillas de puro nerviosismo. ¿Qué se supone que pretendía hacer Novikov con toda aquella gente? ¿Matarlos? ¿Acaso no tenía suficiente con haber acabado con la ya anciana Freydis Dust?

Con una muerte había más que suficiente.

—Ojalá pudiese decirlo —admitió finalmente—. El niño está aquí, a salvo, apareció solo hace unos días, pero de Tanith no hay ni rastro. La estoy buscando, pero no aparece por ningún lado... es como si se la hubiese tragado la tierra. De hecho, llegué a creer que había logrado esconderse con el resto, pero si ahora dices que también tienen a los Ford ya no sé qué pensar.

—Puede que esté con Lengua de Víbora —respondió Anderson, pensativo—. No sé cómo demonios lo ha conseguido, pero ese tipo ha logrado escapar de la cárcel donde le tenían encerrado. Bastian cree que alguien ha debido ayudarle desde dentro.

—Es posible que tengan ayuda, sí, pero dudo mucho que esté con Tanith. Ella desapareció hace más tiempo que él: tiene que estar en algún lugar, ¿pero dónde? He buscado en prácticamente todas partes y no encuentro ni tan siquiera pistas. No lo entiendo.

—Yo tampoco, pero teniendo en cuenta lo que le espera casi que mejor que no aparezca, Aidur. —El rostro de Anderson se ensombreció—. Creo que los van a ejecutar.

La medida no llegó a sorprender a Van Kessel todo lo que Anderson esperaba, aunque tampoco le dejó indiferente. El castigo, en el fondo, era el esperado teniendo en cuenta la acusación. Cualquier otro terrorista habría pasado por la soga sin tantos remilgos. No obstante, en aquel caso no era tan sencillo puesto que, en realidad, era la acusación la que realmente fallaba. Aquellos hombres, aunque quizás no simpatizantes del Reino y del gobierno planetario, no eran terroristas. O al menos eso quería pensar Aidur. Si bien en otros tiempos había tenido más contacto con el tema gracias a Kaiden Tremaine, el cual había intentado que él mismo formase parte del Consejo, hacía ya demasiado que se había distanciado de aquel mundo. Demasiado.

Aidur cerró los ojos y dejó que el fluir de los recuerdos le llevase de vuelta a su infancia. A veces se preguntaba qué habría sido de él sí, en vez de unirse a Tempestad, hubiese seguido los pasos de Tremaine. ¿Habría sido él también detenido?

Teniendo en cuenta los acontecimientos, muy probablemente.

—¿De quién depende la decisión?

—Del juez que instruya el caso. En cuanto den por finalizada la búsqueda empezarán los juicios por lo que, dependiendo de lo bien que se escondan Tanith y Finn, puede que se alargue bastante.

—Francamente, Adam, yo creo que esa gente ya está sentenciada. Ya sea hoy, mañana o dentro de un mes, acabarán ahorcados. Tengo la sensación de que el gobernador planetario lleva bastante tiempo intentando dar este golpe y la llegada de Novikov le ha venido de perlas. Él y sus perros, los de la Golden Arrow, siguen culpando a Nifelheim del Gran Colapso, y hasta que no logren hacerlos desaparecer no pararán.

—Coincido contigo, aunque creo que nunca entenderé el porqué. Las generaciones que hoy en día pueblan Mercurio no son las mismas que las que sufrieron el Gran Colapso de hace un par de siglos. ¿A qué viene tanto rencor? La era de las brujas ya ha pasado.

—¿De veras? —Aidur ensanchó la sonrisa ampliamente, con aire misterioso—. Este planeta está lleno de leyendas, profecías y cuentos, Adam: sus gentes son muy supersticiosas. Imagino que es la desesperación, o quizás la falta de cultura, no lo sé, pero es evidente que los curianos creen vivir en tierra maldita y necesitan un culpable al que perseguir para apaciguar sus almas.

Adam asintió levemente, pensativo. Al igual que el resto de curianos, Anderson conocía suficientes historias y leyendas sobre cuevas malditas, seres malignos y maldiciones varias como para poder entender a lo que se refería. La sociedad curiana había crecido mirando debajo de la cama y en el armario antes de acostarse. Era un hecho. Sin embargo, le costaba creer que aquel tipo de cuentos pudiesen haber calado tan fondo en la sociedad. Quizás sí entre los más desafortunados, los pobres y los enfermos, pero el gobernador y la Golden Arrow eran todo lo contrario a ello. ¿Cómo era posible que personas cultas como aquellos hombres pudiesen dejarse llevar por la superstición de aquel modo?

Tenía que haber otro motivo. El odio tenía que venir de otro lugar... ¿pero cuál?

Adam no podía evitar preguntarse a veces como era posible que, estando tan avanzados en según qué campos, los humanos fuesen tan estúpidos. Desde luego era todo un misterio.

—Me siento un poco confuso ante todo esto —confesó Anderson finalmente—. Conozco las órdenes de Jared perfectamente, pero no estoy seguro de poder cumplirlas. Tengo la sensación de que si siguen tirando de la cuerda acabará estallando el conflicto, y bien sabe Lightling que si me eligieron como Parente es porque amo este planeta como el que más. No puedo permitir que eso suceda.

—Adam, yo también quiero a este planeta, te lo aseguro, incluso sin ser el mío propio. Lo quiero como al que más, ¿pero no has pensado que quizás lo que quiere Novikov es crear ese conflicto? —Aidur se encogió de hombros—. Me preocupa, no te voy a mentir. A mí también me gustaría intervenir y detener esta locura, te lo aseguro, no quiero que estalle la guerra en el planeta, pero mientras Jared siga siendo el maestro, le obedeceré. Estoy seguro de que tiene algún plan: confío en él. Además, es mi deber. La normativa indica que en caso de...

—Sí, sí, —interrumpió Adam con un suspiro—. Sé perfectamente lo que indica la puñetera normativa de Tempestad, pero no puedo evitar tener dudas. Sé que tengo que obedecer a Jared; por supuesto que lo sé, siempre lo he hecho, pero su comportamiento me intriga. No apoyo lo que defiende: ni la trampa que tendieron al Consejo ni sus intenciones de ejecutarlos. Tampoco el maltrato a su sociedad. Castigar a Nifelheim solo va a empeorar las cosas. No pueden provocar a un pueblo sin esperar que éste saque las uñas...

—Insisto, Adam. Te entiendo, y siento algo parecido a ti, pero no es cosa nuestra. Tienes que mantenerte en tu posición, tal y como se espera. No olvides que Novikov está aquí buscando excusas con las que poder sacarnos del planeta a patadas: no le des motivos.

Adam apretó los puños, con rabia, ansioso por poder explayarse a gusto. Bajo su punto de vista lo que Jared estaba permitiendo era una aberración que iba a costarle muy cara al planeta. Estaba siendo injusto y permisivo con alguien que, bajo ningún concepto, lo merecía. No obstante, tal y como insistía Van Kessel, su deber era obedecer y por lo tanto permanecer en la sombra, a la espera. Tempestad le obligaba a ello.

Su gran pregunta ahora era: ¿realmente era consciente Tempestad de lo que estaba haciendo Novikov en el planeta? ¿De sus provocaciones a los nifelianos y su sed de sangre? ¿De sus deseos de provocar una guerra civil? Y en caso de ser así, ¿lo apoyaba? Porque Adam tenía serias dudas de que pudiese aceptarlo. Su Tempestad, o al menos el concepto mental que tenía sobre su amada organización, no era ése.

Anderson se puso en pie bruscamente, sintiendo que las ansias de hablar y confesar sus más terribles pensamientos le atenazaban los músculos. Confiaba en Aidur, pero había cosas que ni tan siquiera a él podía explicarle. Cosas demasiado privadas y peligrosas que, como fiel seguidor de Tempestad, podrían acabar con su amistad como poco. Después de todo, Aidur era Aidur: el Parente en mayúsculas. Si Adam le daba el más mínimo motivo, este acabaría con él en un abrir y cerrar de ojos. Así pues, era mejor no arriesgarse.

En el fondo, ni tan siquiera debería haber ido.

—Tengo la sensación de que te vas con las manos vacías, Adam —reflexionó Aidur poniéndose también en pie—. Esperabas más de mí, ¿verdad?

—Sinceramente, no sé lo que esperaba —mintió Anderson con una mueca forzada en la cara—. Creo que solo necesitaba hablar con alguien.

—Te conozco, Adam. Sé cuánto te cuesta acatar según qué órdenes, y aunque te entiendo, lo único que puedo hacer es recordártelas. Te aseguro que me duele tanto o más que a ti todo lo que está pasando, pero tienes que mantenerte en tu lugar. Intervenir ahora...

—Pondría en jaque mi posición como Parente, sí, lo sé. —Esbozó una sonrisa gélida—. Y también sé que quizás sea eso lo que esa perra de Novikov busca, pero... incluso así... —Apartó la mirada—. Para mí no todo vale con tal de mantener mi cargo, Aidur. Llevo ya mucho tiempo sirviendo en Tempestad y créeme que nunca he visto nada como lo que está pasando ahora. Mi deber es proteger a Mercurio de cualquier amenaza... Y eso incluye protegerlo también de sí mismo.

Adam se llevó la mano al pecho, allí donde el corazón latía desbocado lleno de furia y de rabia. Sus pensamientos se enturbiaban más y más cuando pensaba en el daño que estaban causando a su planeta. Su querido y amado planeta: el lugar que le había visto crecer y que, seguramente, le vería morir.

Mercurio no se merecía que jugasen con él de aquel modo.

—Adam... —murmuró Aidur en tono de advertencia—. Deberías tener cuidado: esas palabras pueden traerte muchos problemas.

—Por suerte no van a salir de aquí. Siempre nos hemos guardado los secretos, ¿no? —Adam le estrechó el hombro con suavidad, con una extraña expresión cruzándole el rostro—. Además, las palabras no dejan de ser solo eso: palabras.

—Adam, no hagas ninguna locura, por favor. Ahora no... tengo algo grande entre manos. Muy grande. Si sale bien, puede que recuperemos el control del planeta por completo. No hagas nada hasta entonces... déjame intentarlo.

Sintiendo como la congoja crecía en su interior con cada segundo que pasaba, pues Aidur creía poder ver las intenciones reales de Anderson en su mirada, el Parente aguardó en silencio a que su compañero aceptase darle el tiempo que le pedía. No era mucho, o al menos eso quería pensar, pero tal y como estaban evolucionando las cosas, la petición era excesiva. Mercurio no podía seguir aguantando. Por suerte, Adam sí parecía ser capaz de esperar el tiempo necesario. Su desesperación y el sentimiento de impotencia que le había llevado hasta allí seguirían creciendo con fuerza durante aquellos días, pero confiaba poder aplacarlos el tiempo suficiente. Después de todo, ¿qué otra cosa iba a hacer? Tal y como le había recordado Aidur, estaba atado de pies y manos...

Siempre y cuando quisiera mantener su posición, claro.

Tenía que pensar. Adam tenía demasiadas cosas en la cabeza como para poder actuar con cordura. La muerte de sus agentes, las desapariciones, la aparición de Novikov, el temor a que descubriesen a Alex... Todos aquellos factores empezaban a generarle pensamientos extraños frente a los cuales no estaba preparado para posicionarse.

Pensamientos que lograban incluso asustarle.

Le palmeó suavemente la espalda, quitándole importancia a lo hasta entonces hablado. Últimamente ya no sabía cómo enfrentarse a la vida: si con una sonrisa o con el puñal en la mano.

—Me pierde la pasión, ya sabes.

—Eres una persona inteligente; juega bien tus cartas. Novikov es una buena adversaria, pero creo tener la clave para vencerla. Pero tal y como te he dicho, necesito tiempo.

—Te doy tu tiempo, pero no será eterno. Hay cosas que no voy a permitir.

—Ni tú ni nadie, te lo aseguro. Confía en Jared: estoy convencido de que tiene un plan.

Adam sonrió, pero no respondió. Aidur sabía que le estaba pidiendo demasiado. No obstante, incluso así, confiaba en su buen hacer.

Acompañó a su buen amigo hasta la salida donde, tras aguardar unos minutos, Bastian y Daniela regresaron de su fugaz visita al pintor. El agente apenas había tenido tiempo para interrogarle, pero con lo que había escuchado tenía más que suficiente. Ella, en cambio, ansiaba poder seguir donde lo habían dejado.

Finalmente, tras una despedida fría y llena de incógnitas en la que Adam no miró a Van Kessel a la cara, las dos figuras se perdieron en la lejanía, finiquitando así una de las más tristes visitas hasta entonces recibidas. Ya a solas, Aidur cerró las puertas y aguardó en silencio a que el silencio volviese a apoderarse de la Fortaleza.

La visita le había dejado inquieto. Aunque reacio al cumplimiento de normas, el comportamiento de Adam había sido demasiado extraño incluso para él. Sus comentarios, sus miradas, su nerviosismo... ¿sería posible que hubiese algo de lo que no tenía constancia? Le extrañaba que Adam no se lo hubiese explicado en caso de haber sucedido, pero aún más su comportamiento por lo que cabía la posibilidad de que no anduviese desencaminado.

¿Sería por Alex?

—¿Está bien, Parente?

Aidur se volvió hacia Daniela, la cual, con el rostro ligeramente ladeado, le miraba con fijeza, tratando de ver más allá de sus ojos. Aquella mujer parecía ser capaz de leerle el alma.

—Sí, creo que sí. Adam...

—El Parente está siendo sometido a mucha presión. Bastian me ha comentado que la muerte de los Gianetti le ha afectado mucho. Tanto a él como a Marco. Además, anoche recibieron la visita del maestro en plena madrugada. Demirci no sabe de qué hablaron, pero al parecer Anderson no quedó demasiado satisfecho. Poco después de la marcha del maestro, Bastian le escuchó gritar y maldecir como nunca. Al parecer estaba fuera de sí...  —Daniela se encogió de hombros—. Intentó hablar con él, pero para su sorpresa Adam no estaba solo. En la celda, con él, estaba "su hermana".

—Alex...

—La misma. Al parecer están planteándose sacarla del planeta. Adam es muy protector con ella, ya lo sabe, y más ahora que está encinta. Imagino que...

—¿Está embarazada? Demonios.

Aunque no aclaraba nada, aquel último detalle le daba bastantes pistas respecto al evidente nerviosismo de Anderson. Con Alex embarazada, las posibilidades de que su matrimonio encubierto fuese descubierto aumentaban notablemente. Y es que, aunque todo el papeleo a nivel burocrático estuviese aparentemente arreglado, tan solo era necesario investigar un poco en profundidad los orígenes de ambos para descubrir que, obviamente, aquella mujer no era su hermana. ¿Sería por ello que, la noche anterior, el maestro les había visitado? En teoría, nadie sabía de su unión. Nadie salvo su personal, la familia de ella y el propio Aidur, por supuesto. No obstante, las noticias volaban, y más ahora que, muy a su pesar, los nifelianos estaban siendo presionados. ¿Sería posible que algún interrogatorio hubiese revelado la verdad? En caso de ser así, Adam estaba perdido, desde luego. Quizás, de no haber estado allí Novikov, el maestro hubiese encontrado la forma de ocultarlo, pero con la auditora presente las cosas cambiaban demasiado.

Aidur apretó los puños, repentinamente inquieto. ¿Sería posible que corriese él la misma suerte? Van Kessel no lo sabía con certeza, pero sospechaba que los Ford no eran tan estúpidos como aparentaban ser. Si aquellos hombres eran mínimamente astutos se habrían dado cuenta del evidente parecido entre padre e hijo y, por supuesto, de las visitas que, de vez en cuando, Aidur hacía a Tremaine. Siempre con Thomas, desde luego, pero visitas después de todo. Y teniendo en cuenta su situación...

Cerró los ojos, sintiendo como el nerviosismo crecía en su interior. Costase lo que costase, Van Kessel tenía que adelantarse a los interrogatorios de los hombres de Novikov.

—¿Quién está al mando de Nifelheim ahora? ¿Cruz, dijiste?

—El mismo, sí.

Aidur se encaminó hacia las escaleras seguido por Nox.

—¿Le conoces? Creo que me he cruzado con él pero no estoy muy seguro. ¿Es un tipo peligroso?

Daniela se detuvo por unos instantes a los pies de la escalera, pero rápidamente empezó a subirlas tras Aidur. Hasta entonces había intentado ocultar lo que había ocurrido con Cruz para evitarse problemas debido a su inapropiado comportamiento. Sabía que aquella licencia le podía costar cara por lo que había intentado mantenerlo oculto el máximo de tiempo posible. No obstante, desde un principio había sabido que tarde o temprano saldría a la luz por lo que, teniendo en cuenta las circunstancias, prefirió ser ella quien confesase. En el fondo, Aidur se acabaría enterando de lo ocurrido, porque siempre lo hacía, así que no valía la pena esconderlo.

Aceleró el paso hasta ponerse a su altura.

—¿Por qué pregunta por él?

—Necesito hablar con él. Anderson me ha dicho que ayer detuvo a los Ford.

—A los Ford, vaya... —Daniela lanzó un suspiro—. La verdad es que sí que sé quién es, Parente. Le conocí de casualidad el otro día, cuando fui a por Tremaine. Ese tipo... —Daniela se detuvo—. No, tipo no. Ese maldito cerdo metomentodo estaba en la tienda, destrozándolo todo con varios otros policías.

Aidur también se detuvo, sorprendido, y volvió la mirada hacia ella. Daniela no solía alzar el tono de voz ni insultar gratuitamente.

—¿Cómo dices?

—Estaba en la tienda, Aidur —repitió—. Él y sus lacayos habían tomado todo el edificio sin nuestra autorización y estaban destrozándolo todo. El muy cerdo se comportaba como si todo le perteneciese, y se atrevió a poner en duda mi presencia allí. Insinuó que... bueno, ya te haces a la idea de lo que insinuó. Siendo Tanith la esposa de Thomas no hizo falta unir muchos cabos para suponer qué hacía yo allí. La cuestión es que...

El rostro de Van Kessel fue ensombreciéndose hasta dibujarse en él una mueca de furia asesina. Daniela sabía que el tema era complicado, que iba a sacarle de quicio, y más estando Tanith de por medio, pero dadas las circunstancias, después de lo que había pasado con Cruz, o era él, o era ella.

—¿Qué más pasó? ¿Qué demonios hacía en la tienda?

—Estaba buscando a Tanith y a los Ford, Parente. Ese tipo fue el que llevó a cabo la redada y no creo que pare hasta tenerlos a todos. Yo... bueno, yo le incordié un poco, más que nada por su actitud: ordené a sus agentes que se fueran y, teniendo yo mayor rango al trabajar para usted, obedecieron. Imagino que Cruz debe estar bastante cabreado... Aunque teniendo en cuenta todo lo que soltó, puede darse con un canto en los dientes. Ese tipo cree que Mercurio le pertenece, jefe.

Aidur recordó las palabras de Adam entonces, las unió a las de Daniela y, sintiéndose repentinamente agotado, comprendió a su compañero. Las cosas se estaban complicando demasiado en Mercurio. Las desapariciones estaban causando un gran daño, pero no eran comparables a la llegada de Novikov y los suyos.

Ascendió el último tramo de escaleras a grandes zancadas y entró en su despacho, sintiéndose más nervioso que nunca. Daniela cerró la puerta tras de sí en silencio. Sospechaba que, más allá de su salida de tono, había algo que realmente preocupaba a Aidur. Algo que iba más allá de ellos o incluso de la desaparición de Tanith.

 Van Kessel se dejó caer en la butaca de su escritorio y cerró los ojos, nervioso. Quería confiar en el maestro, pero estando en aquel estado de tensión, le costaba. ¿Sería por algo parecido por lo que Anderson no había podido evitar acabar viniendo a visitarle?

Antes de que los pensamientos pudiesen enturbiar su mente, pidió a su asesora a que tomase también asiento. Llegados a aquel punto, necesitaba su opinión.

—Daniela, ¿crees que sospechan de mí?

—¿Quiere que sea sincera?

—Te ordeno que seas sincera.

—No me hago cargo de las consecuencias, que conste.

—Podré soportarlo, tranquila. Tú simplemente dispara.

Nox organizó rápidamente los pensamientos antes de responder, consciente de que según qué palabras podrían hacer mucho daño al Parente. Aidur, aunque ya un buen amigo, no dejaba de ser su superior por lo que debía tener cuidado con lo que decía. No obstante, dado que le brindaba la oportunidad, iba a decir todo aquello que tanto le había carcomido durante los últimos años. Jamás tendría un momento mejor que aquel. Además, la caída de Van Kessel la arrastraría a ella también por lo que, en el fondo, era por el bien de ambos.

Por el bien de todos en realidad.

—Puede ser, Parente. Sinceramente, no sé cuál es el motivo de la presencia de la auditora aquí, pero estoy convencida de que no se va a ir con las manos vacías. De hecho, creo que no se va a ir. Quiere Mercurio. Hasta donde sé, el maestro ya ha movido sus cartas por lo que tanto usted como el Parente Anderson lo tienen complicado.

—Viene a por uno de los dos.

—O a por los dos directamente, Parente. —Se encogió de hombros—. De todos modos, sean cuales sean sus intenciones, la única manera de no caer es no dándole motivo para que nos investiguen. Para lo del Acheron ya es tarde: usted ya ha movido ficha, pero si ahora intentamos mantener las formas quizás logremos superar esta crisis.

—Te refieres a Tremaine, ¿verdad?

Daniela asintió levemente, sintiendo como la mirada se le ensombrecía. Hasta entonces el juego de Tanith había sido entretenido, peligroso en algunos momentos, pero nada más. Ahora, sin embargo, la situación era demasiado complicada como para seguir jugándosela. Aidur tenía que centrarse, y mientras que esa mujer estuviese en su mente, no lo conseguiría.

—No quiero que se enfade, Parente: sabe que no tengo nada en contra de ella ni del niño, pero estamos pasando por una situación muy complicada. Debemos ser precavidos... Cruz no es estúpido, sabe que estamos vinculados a ella a través de Thomas por lo que, antes de que investigue más, quizás debería cortar las relaciones.

—¿Cortar las relaciones? ¿A qué te refieres?

—Bueno... Primero de todo, Thomas debería divorciarse de esa mujer. Es la única forma de desvincularlo: que muestre abiertamente su disconformidad con sus ideas. Tanith ahora es una delincuente por lo que la única forma de desvincularlos es separándose de ella legalmente. De ese modo, nadie podrá acusarle de posibles ayudas económicas. Segundo, debería reconocer al crío y quitarle el apellido. Si lo que quiere es que Daryn se quede aquí, y entiendo que así es, debería normalizar y legalizar su situación. No podemos jugárnosla: además, sería solo papeleo, nada más.

Aidur asintió levemente, con tristeza. Aunque le dolía escuchar todas aquellas palabras, sabía que, en el fondo, si lo que quería era mantener su posición no tenía otra alternativa. En el fondo, todo había sido por su culpa. Si desde el principio hubiese mantenido las distancias nada de aquello habría pasado.

—Tercero... Tanith es una delincuente, Parente... o al menos lo es a ojos de la ley curiana. Ahí no entro. Como Parente solo tiene dos opciones: o darle caza, como hace el resto o ignorarla, pero no puede intentar salvarla. —Daniela apartó la mirada— El maestro le pidió que se mantuviese al margen, y creo que es lo más sensato. Por el momento tiene que olvidarla, Aidur. Mercurio sabe que no quiero que le pase nada a esa mujer; pero ahora mismo no podemos hacer nada por ella salvo esperar que haya encontrado un buen lugar donde esconderse.

Aidur apretó los puños con fuerza, sintiéndose decepcionado consigo mismo. El mero hecho de plantearse abandonarla en aquella situación le resultaba vomitivo, pero tal y como le pedía Daniela, tenía que ser realista. Si ambos lograban salir de aquella ya tendrían tiempo para arreglar las cosas si es que realmente tenían que hacerlo.

—Sigue.

—Cuarto: posicionarnos abiertamente a favor de Novikov, Parente. Ganarnos su confianza... y ya de paso, quitarnos un problema llamado Cruz de encima. Él es el único que sospecha de usted... pues bien, tendámosle una trampa: acabemos con él. Pero hagámoslo de tal modo que estemos haciendo un favor a Novikov. Tenemos que ganarnos su confianza. La suya y la del gobernador... y para ello, por suerte, tenemos a Morganne. Podemos limpiar su nombre antes de que se ensucie.

—Este punto suena bien: ¿algo más?

Daniela se movió inquieta en la butaca. Hasta entonces, el análisis de lo que debían hacer para mejorar su situación había sido sencillo. Tremaine, en el fondo, era un problema que arrastraban desde hacía demasiado. El último punto, sin embargo, no era tan fácil de tratar.

Se apartó el cabello de la cara, repentinamente incómoda con lo que estaba a punto de decir. Aquellos pensamientos la quemaban; la hacían sentir incómoda y, en el fondo, como una auténtica traidora, pero sabía que no estaba equivocada. Si lo que querían era salir indemnes de la auditoría, tenían que jugar todas sus cartas.

—Quinto: uno de los dos va a caer, Parente. Usted lo sabe... es o Adam o usted: hagamos que sea él.

—No.

—¿No?

Aidur negó con la cabeza con rotundidad. Hasta ahora había aguardado en silencio, reflexivo, escuchándola con atención, consciente de que podía haber parte de verdad en sus palabras, pero llegado a aquel punto no estaba dispuesto a seguir escuchándola. Una cosa era jugar con verdades a medias; otra muy distinta era atacar a un amigo para salvarse a sí mismo.

Aquello era demasiado bajo.

—Bajo ningún concepto. Agradezco tu punto de vista, Daniela, pero ése último ni tan siquiera me lo voy a plantear. —Aidur se puso en pie—. Sé cómo ganarnos la confianza del maestro y de todo el planeta. Ha sido muy complicado, pero tras muchos años de búsqueda he encontrado en el Acheron lo que durante todo este tiempo estaba buscando.

Intimidada, Daniela arqueó ambas cejas. Desde que volviese del Acheron, la mujer había tenido muchas sospechas. Había oído rumores e incluso había visto alguna que otra cosa. No obstante, no se había atrevido a investigar más a fondo, temerosa de lo que pudiese descubrir. Ahora, sin embargo, parecía no haber vuelta atrás.

Cogió aire. Temía incluso pronunciar las palabras.

—¿Qué quiere decir, Parente? —preguntó en apenas un susurro, temerosa—. ¿Qué ha encontrado?

—Acompáñame al laboratorio: quiero que lo veas con tus propios ojos.

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