Narcisos Reales - Drabble 3
『 Narcisos Reales 』
La familia real aparecía en cada periódico del reino, cada pueblerino sabía de los Berwent-Rosewalt. El Rey Camilo con su gran corona, tan elegante y sereno que podía transmitir calma a cualquiera que le viese; la Reina con su hermosa sonrisa y dulzura rebosante y el pequeño Felipe con un traje hecho a su medida, las mejillas coloradas y una tenue sonrisa adornando su rostro angelical.
Era una tarde tranquila, Susan jugaba con el pequeño Felipe de 2 años y esperaba la llegada de Camilo a su lado, porque mientras le hacía cosquillas a su dulce hijo, Camilo siempre llegaba a ella a llenarla de besos y palabras bonitas.
—Qué hace la reina más hermosa de este mundo— susurró a su oído con dulzura, y la dama sonrió con la mejillas coloradas—. Tan hermosa como las rosas del jardín, aunque asumo que ellas quisieron parecerse a ti, pero no lo lograron— continuo coqueto y cursi el hombre de azabaches cabellos, y esta vez abrazo la cintura de la mujer.
—Creo que te hace falta dormir, cariño— rio ella al recostarse en el pecho ajeno—. Las rosas han de estar ofendidas por haberlas comparado conmigo— se sonrojó, y Felipe se dejó mimar de sus delicadas manos.
—Han de estar halagadas por haberlas comparado contigo, pero claro, fue injusto— murmuró al acercar su rostro al cuello de la reina—. Tu belleza es inigualable, y qué decir de tu angelical actitud— susurró con cuidado contra la piel ajena.
Sí, el Rey era coqueto, romántico y seductor, y Susan disfrutaba de ser mimaba por el hombre que tanto amaba, ese que tanto le hacía bien.
—Felipe está mirando, deja de jugar, Camilo— murmuró ella al sentir las cosquillas en su cuello—. Mira, parece molesto.
Y es que Felipe les miraba en busca de atención, pero siendo muy observador. Entonces, al recibir la mirada de mamá y su caricia en la cabeza, el pequeño se acurrucó en el vestido de la mujer que tanto había jugado con él durante toda la tarde.
—Será un gran Rey— comentó de repente Camilo, acercando su mano a la cabeza de su hijo—. Será un gran hombre, un gran esposo, un gran Rey de Erini— y entonces Susan le miró.
—Estarás allí para acompañarle— susurró ella con cariño, sabiendo que Camilo le había oído—. Estaremos aquí para él, juntos, y será tan grande que ningún obstáculo podrá contra sus sueños.
—Sí, los tres juntos—repitió el Rey con cierta nostalgia por pensar a futuro y ante su voz suave, la reina se volvió a mirarle.
Nuevamente Felipe miraba a sus padres, atento y curioso, y Susan besó los labios de su marido con dulzura. Ante la inocente mirada del bebé, sus padres se amaban y lo amaban a él, y con ello se sentía seguro. El rey prometía un futuro que era incierto.
Ya saben cómo terminan estas promesas...
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