Narciso Reales - Drabble 5
『 Narcisos Reales 』
El tiempo pasaba rápido cuando se estaba ocupado, pero Felipe podía sentir que era una eternidad estar en el salón que se había adecuado para sus estudios.
Los profesores eran duros, estrictos con el futuro rey, y Felipe ya no hablaba tanto como en algún momento fue siendo más joven. Simplemente trataba de adelantar tareas y clases siempre que otra terminaba, evitaba los regaños pues en un inicio recibió comentarios de mal gusto, y no sabía si era su culpa o los profesores sólo eran malgeniados.
Zacarias, junto a su abuelo, le acompañaban desde lejos siempre y cuando no interrumpieran la clase. En algún momento Zacarias perdía los estribos cuando dichos tutores le gritaban o hablaban mal a Felipe, quien no solía tener el tiempo para devolver una disputa perdida, y su abuelo terminaba por sacarle del salón antes de cualquier problema. La reina y madre de Felipe, después de todo, le traía a los mejores tutores del mundo, según ella, para aprender sobre muchas cosas, y ser un rey culto en el futuro. Ser el mejor, y quizá eso implicaba tener una gran paciencia y fortaleza para no llorar o asustarse cuando le alzaban la voz, le amenazaban con pegarle con algún instrumento de estudio, o simplemente oír comentarios que podían llegar a ser hirientes para un niño de 10 años.
Zacarias era testigo, gracias a su amistad con Felipe, que el muchacho estudiaba hasta tarde, evitaba las discusiones con los tutores y con su madre, decía que todo estaba bien como si no importara. Zacarias estaba en primera fila, sin poder hacer mucho, viendo como la niñez y alegría de su mejor amigo era apagada. La reina de por sí no parecía agradada cuando Felipe jugaba con él, pero era de las pocas libertades que se le había otorgado.
Quizá por ello el abuelo Alcalle le enseñaba lo mismo que los profesores enseñaban a Felipe, lo pulía en el arte de la espada y el combate cuerpo a cuerpo, llenaba su espíritu de conocimiento y fuerza, para ser tan digno como Felipe, quien tenía una mente brillante y espíritu lleno de valentía y fuerza. Y Zacarias lo hacía con gusto, aprendía de buena voluntad, pues a sus 10 años sabía que Felipe nunca dejaría de estar a su lado, que serían compañeros independientemente de las clases que los diferenciaban.
Felipe y Zacarias habían crecido juntos, codo a codo; Felipe iba a ser Rey y Zacarias su mano derecha, quien siempre estaría a su lado.
—Quiero comenzar mis prácticas con la lucha cuerpo a cuerpo— siendo Felipe ya un joven de 12 años, se sentía listo para una libertad más que añoraba con todas sus fuerzas.
La reina no parecía impresionada, pero mantenía una mueca de negación.
—Eres un príncipe, un futuro rey, no es tu deber aprender esas barbaridades— la dama no dejaba sus papeles mientras detallaba a Felipe con la mirada.
—He tomado todas y cada una de las tutorías que me has ofrecido con los tutores que has deseado, madre— Felipe era neutral al hablar, y su voz no temblaba, y sabía que no podía ser débil ante la mirada de la reina—. La lucha cuerpo a cuerpo, inclusive la preparación en el uso de la espada, me harán un mejor rey.
Era de saber general que los príncipes solían ser entrenados, por lo menos, en el arte de la espada, pero la reina Susan no mostraba interés desde que su esposo falleció en batalla.
—No comprendo cómo ser un bárbaro te hará mejor rey— la mujer soltó un muy ligero bufido sarcástico, teniendo tal vez malas visiones de una nueva batalla—. La guerra sólo traerá más guerra. Por eso debes ser un hombre inteligente para evitar las guerras.
—Entiendo su punto, pero es irreal lo que me está diciendo— Felipe armaba un argumento en su mente, viendo entonces como su madre se levantaba de su asiento—. Seré un rey con cultura, sabré un poco más que los demás, pero eso no evitará guerras. Las batallas seguirán existiendo, el odio se mantiene a pesar del tiempo; tener práctica en combate y manejo de armas es defensa personal, no seré un blanco fácil.
La dama parecía totalmente reacia a aceptar tal argumento, pero era cierto y ella más que nadie lo sabía.
—Seré el mejor en mis exámenes mensuales, y aprenderé el arte de la lucha como recompensa— Felipe mantenía sus manos atrás, había sido una charla natural e improvisada para el joven azabache que no solía hablar tanto.
—Entonces traeré a los mejores...
—No— Felipe cerró por un momento los ojos, quizá temiendo la reacción de su madre, y los volvió abrir—. Los Alcalle serán mis maestros.
Felipe se refería al abuelo Alcalle y a Zacarias, quienes eran los únicos Alcalle que conocían.
Hubo un nuevo silencio, la reina no sabía qué decir. No podía negar que Franco fue y era el mejor de los caballeros, y su nieto, aunque fuese rebelde y amigo de Felipe, tenía buen entrenamiento. La reina Susan era estricta, pero una libertad más para Felipe no le haría mal, aunque la llenaba de miedos; su ceño se mantenía ligeramente fruncido, se notaba su incomodidad, y Felipe frente a ella parecía inmutable, tan tranquilo, que dejaba de parecer un niño de apenas 12 años.
—Está bien, aceptaré tu petición— se rindió la mujer con su frente en alto y la voz firme—. Serás el mejor en tus exámenes, y el mejor en batalla.
Aunque mantenía su ceño neutral, la reina pudo ver como los ojos azules de su hijo se iluminaban.
—Muchas gracias— su voz salió suave, menos tensa, y tras un reverencia, el menor salió del despacho.
Nadie le estaba viendo, pero al cerrarse las puertas tras él, Felipe sonrió victorioso y tomó aire, porque sentía que en cualquier momento su pecho explotaría. Le diría a Zacarias que sería su nuevo compañero de combate.
La reina, por su lado, retomo asiento tras el escritorio y miró por el ventanal como la brisa movía los árboles y flores a lo lejos. Por un momento se sintió feliz de ver la emoción de Felipe, pero la pena en su alma era algo que ni su propio hijo podía borrar, y era lamentable.
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