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Flores Bellamont - Drabble 3

Flores Bellamont


   Era uno de esos días donde el sol se ocultaba detrás de las nubes y las sábanas se pegaban al cuerpo. Sin embargo, Maximiliano se veía tan radiante que el sol no hacía falta, su ilusión diaria, su sueño hecho realidad, quizá era algo que alegra a los Bellamont, pero que a la vez les preocupaba.

   Sobraba decir que muchas discusiones empezaban dentro de la casa gracias a la desconfianza de Esteban. Amaba a su primo como si fuese su pequeño hermano, y verle tan feliz por algo que en cualquier momento podría ser una mentira, le llevaba a ser sobre proctector con el doncel.


—Maximiliano, hablo en serio— Esteban terminaba su desayuno y señalaba con un tenedor a medida que llevaba un bocado de comida a la boca—. ¿No crees que van demasiado rápido? Quiero, decir, tu lo amas, estás muy ilusionado con él. Pero él no es de nuestro mundo, quizá es apariencia lo que te muestra cada día.

—Que yo sepa, es humano, Esteban— rio ligero Max, intentando cortar con otro de los sermones de su primo. Emely rio igual a espaldas de los jóvenes, estaba atenta a todo lo que decían.

—No es juego, Maximiliano— Esteban se puso en pie para ir a lavar su plato—. Sigo sin confiar en él. Es un príncipe, Maximiliano, está en su naturaleza el ser caprichoso sin importar lo que los demás sientan.

—Esteban...— Emely buscaba evitar una discusión.

—Consigue todo lo que quiere— continúo el mayor ya secando sus manos, con un ceño molesto—. Por ello debes alejarte de alguien como él, Maximiliano, cuando ya no te necesite, simplemente te va a romper el corazón.

—Ni siquiera lo conoces bien, Esteban— Maximiliano hacía lo posible por mantener la calma ante las duras palabras de su primo—. No tienes que hablar así de personas que no...

—Es solo un príncipe como todos los demás— recalcó el castaño, viendo entonces como el doncel volvía de lavar su plato—. La realeza es así, no se cansa hasta conseguir lo que quieren y cuando lo tienen, lo rompen y lo botan— Esteban estaba hablando demás—. Estoy seguro que ni siquiera siente eso que tanto sientes por él, Max. Yo no quiero que salgas herido.

—Hasta ahora el único que ha dicho palabras hirientes has sido tú, Esteban— Maximiliano secaba sus manos con algo de tristeza, su primo solo intensificaba sus inseguridades.

—¿Crees en serio que tendrás un cuento de hadas?— Esteban empezaba a molestarse—. Esas son puras fantasías, Max. Eres muy ingenuo todavía, y él se aprovecha de eso— le señaló al menor—. Él solo viene para tenerte en su mano, para él debe ser algo nuevo experimentar con un doncel.

—Basta, Esteban...— el menor cada vez sentía como su pecho se encogía, la angustia no tardó en querer hacer acto de presencia en su mente.

—Él podría embarazarte y dejarte a la deriva, controlaría los medios para su conveniencia— Esteban estaba hablando más allá de los límites que Max podía resistir, pero el castaño parecía no tocarse el corazón al abrir la boca—. Podrías ser un capricho para él, Maximiliano, y tu te estás enamorando de una simple ilusión creada por él. Te puede decir que quiere todo un mundo contigo, pero, ¿No es eso lo que todos dicen? Sabe cómo controlarte.

—No quiero oírte, Esteban...

—¿Por qué? Sabes que tengo razón— Esteban volvió a acercarse al rubio y Emely se aproximó los varones en busca de evitar una catástrofe—. Sabes que él simplemente juega contigo, ¿Por qué lo dejas? ¿Quieres que te rompa el corazón? Porque va a acabar con nosotros con tal de guardar su imagen, él no está enamorado de un doncel como...


   Y una cachetada resonó en la casa. Maximiliano no había dudado en golpear a su primo, pero Esteban dudó menos al tomarle la mano con la que le había cacheteado. El mayor parecía molesto, histérico, pero Max mucho más herido y firme ante su molestia contra su querido primo. Emely no tardó en interponerse entre los varones, los separó de un empujón y evitó que se volvieran a acercar.


—Te demostraré, niño iluso, que ese príncipe de pacotilla no te ama tanto como crees— Esteban estaba molesto, su promesa sonaba tan firme y amenazante, que el doncel se vio ligeramente mortificado de que su primo confirmara su sospecha—. Y cuando te des cuenta, vas a agradecerme.


   Si existía la posibilidad de Felipe no estuviese enamorado de Max, Esteban lo descubriría por más que Max no quisiese saberlo.

   Se sabía que Felipe iría esa tarde a la casa, que por más de que el cielo anunciara una tormenta, el azabache llegaría montado en su yegua por solo querer ver al rubio doncel. Esteban tenía un plan para desenmascarar al futuro rey de Erini y así finalmente le sacaría de la vida de Maximiliano.

   Esteban calculaba el tiempo y cuando se vio con la oportunidad, encerró a Maximiliano y a Emely en la habitación del doncel. Había sido atrevido y ágil al cerrar la puerta con llave, oía los gritos de Maximiliano rogándole que le liberara, pero solo tendría una oportunidad para demostrarle que Felipe no era quien todos creían.

   Al paso de unos minutos, la puerta principal fue tocada un par de veces. Esteban suponía de quién se trataba, así que su plan daría inicio. Se aproximó a la puerta principal y la abrió, recibiendo pronto una mirada serena por parte de Felipe, el príncipe trataba de llevarse mejor con el malgeniado primo Bellamont para que Max no se siéntese mal, pero aquel castaño no le dejaba las cosas fáciles.


—Buenas tardes, Esteban— saludó educado Felipe al quitar la capa de su cabeza, iba preparado para la lluvia—. ¿Se encuentra Maximiliano? Hoy quisiera...

—Él ha salido con Emely a comprar unas cosas— se apresuró a interrumpir al azabache—. Pero entra, en lo que ellos vuelven, quisiera hablar contigo sobre algunas cosas— con aquella invitación, Felipe sentía que algo raro estaba pasando.


   El príncipe se adentró en la vivienda Bellamont y se sacó la chaqueta, miró el alrededor con detalle, pero el mayor de los Bellamont pronto le invitó a sentarse en alguno de los sofás en lo que tomaba el sillón individual.


—Quiero hacerte unas cuantas preguntas respecto a Maximiliano— comenzó con tranquilidad el castaño, queriendo aparentar que sería algo inocente de su parte, pero sus intenciones casi eran visibles ante los ojos de Felipe.

—¿Max está bien?— Felipe se vio curioso y estuvo por volver a ponerse en pie, pero Esteban le indicó que volviese a tomar asiento, a lo que Felipe dedujo sobre qué trataba el interrogatorio—. Sobre nuestra relación, con todo respeto, no le incumbe a us...

—Si me incumbe, su majestad— Esteban volvió a interrumpir al azabache, pero éste no parecía tomar importancia en ello, no esperaba mucho del castaño—. Es de mi total incumbencia el saber porqué usted, majestad, es novio de mi primo Maximiliano— fue directo—. Cabe destacar que usted y yo no nos llevamos, no confío en usted en lo absoluto y mucho menos cuando sale con un chico que es de mi familia y es un doncel.

—Veo que tiene bastante curiosidad, joven Esteban— Felipe comentó aquello con algo de ironía, quizá tentando la poca paciencia que Esteban le tenía—. ¿Qué necesita saber con tanto esmero?

—Por qué sale con mi primo— contestó con seriedad el castaño—. ¿Por qué lo eligió a él? ¿Qué busca de él? ¿Cuál es su objetivo? Si no es capaz de contestar tales cosas, supongo que le pediré que se vaya— sonrió con amargura, al final, Esteban tenía a su público cautivo. Una sola equivocación por parte de Felipe y podría acabar con él—. ¿Acaso está contento de que Maximiliano cayese en su trampa? ¿De que fuese un doncel ingenuo?


   Max y Emely se encontraban todavía encerrados en la habitación, pero en cuanto se escuchó la voz de Felipe, Emely tapó la boca de Max para evitar que le pidiera ayuda. Emely, muy en el fondo, quería oír si Felipe en serio amaba tanto a Max como parecía. Max y ella pronto cayeron al piso, Emely le obligaba a oír algo que él temía y Maximiliano trataba de calmarse.


—No le permitiré que hable así de él, joven Esteban— Felipe había sonado intimidante incluso sentado en el sillón, se veía tan frío y elegante que cualquiera correría del miedo, pero Esteban quería mostrar el peor lado del príncipe—. Yo no busco su aprobación para estar con Maximiliano, tengo suficiente con que él me haya aceptado.

—Eso suena romántico, pero sigue sin contestar a mis preguntas. ¿Está feliz con que mi primo cayese en su trampa? Porque él es un chico iluso e incluso bobo, cree en cuentos de hadas y confía con rapidez en la gente. Eso le ha traído bastantes problemas, majestad.

—Yo no he tendido ninguna trampa, joven Esteban.

—Entonces, el hecho de que Max fuese invitado a su fiesta, ¿Fue simple casualidad?

—Yo escribí su invitación personalmente, joven Esteban— Felipe parecía inmutable, parecía que el simple recuerdo de Max lograba calmarle—. Yo no le llamaría trampa. Fue un plan para conocerle y de todos modos, él fue a voluntad propia.

—Eso quiere decir que usted está forzando a un muchacho a que esté con usted; aparte, un baile era el escenario perfecto para acorralar a un doncel inocentemente enamorado. Usted sabía de sus sentimientos, ¿No es así?

—Igual se equivoca, joven, yo no he obligado a Max a estar conmigo, pero me hace muy feliz de que haya aceptado ser mi novio. Y no, no sabía que ya estaba enamorado de mí antes de aquel baile, pero eso lo descubrí aquella misma noche. Fue importante para él y para mí.

—¿Es tan osado de admitir que fue un experimento? Veo que estaba dispuesto a tomar a Max esa noche— Esteban se vio más serio, un tanto molesto por el simple hecho de suponer qué había pasado aquella noche—. Solo lo buscó como un objeto sexual, ¿Qué le hace pensar que en realidad es amor lo que usted siente si solo lo buscó para tener sexo con él? Quiero decir, Max es un chico muy lindo.

—No lo busque por ello— por más de las preguntas que Esteban hacía, no lograba preocupar ni una pizca al azabache, Felipe se veía como si en su interior existiese la paz eterna—. No hay duda en que Max es un muchacho lindo, apuesto y a mi parecer llamativo, pero cuando lo vi por primera vez, hubo algo en él que explotó mi curiosidad y por ello quise conocerle.

—¿Qué es ese algo? No puedo creer que de usted, un futuro Rey, venga una respuesta tan inmadura como lo es el decir que llamó su curiosidad— Esteban estaba tanteando los límites, su paciencia estaba acabando.

—Ese es el punto... — Felipe suspiró ya agotado, no le era fácil expresarse y menos cuando no era con Maximiliano, fue el único momento en que Esteban vio un gesto diferente—. Joven Esteban, usted me está exigiendo explicaciones de algo que yo todavía no sé interpretar, pero de lo que estoy seguro...—Felipe fue sincero.

—¿Y qué se supone que es eso que lo hace estar tan seguro? ¿Qué Maximiliano cayó de pleno en su trampa?— Esteban no se molestaba en ocultar su sarcasmo—. ¿Que atrapó a un doncel entre sus garras para romperlo? Es lógico que un príncipe busque...

—Que lo amo— Felipe se vio tan calmado diciendo algo tan importante, que la casa quedó en pleno silencio por unos cuantos segundos. Esteban perdió el habla al instante, sus suposiciones macabras no habían puesto nervioso al príncipe en lo más mínimo.

—¿Y eso no tendrá que ver con el hecho de que sea un doncel? ¿No es eso un factor influyente? — Esteban estaba llegando a su límite, y Max dentro de la habitación, también—. Un doncel en sus manos sonaba tentador, ¿Cierto? Tantos libros y leyendas de los donceles, despertó su curiosidad en él.

—Doncel o no, eso no cambiaría mis sentimientos hacia él—Felipe no veía aquello como algo relevante y no dudó en su respuesta—. Usted ha llevado muy lejos su imaginación, es usual viniendo de un escritor, pero entienda que para estar enamorado no hacen falta tantas preguntas. Joven Esteban, creo que ya es hora de terminar con esto.


   Felipe se puso en pie para acomodar su traje.


—No elegí a Maximiliano, él era para mí y yo estoy totalmente entregado a él sin lugar a dudas. Lo que busco de él es que se quede conmigo, porque así como yo lo amo, sé que él me ama también, y no dejaré que nadie interfiera en nuestra relación o quiera dañar los sentimientos de Maximiliano con suposiciones fuera de lugar; él es un muchacho bueno, gentil, y no lo voy a dejar solo. Mis intenciones son simples: quiero que se case conmigo y vivir para siempre con él, quiero tener una familia con él, quiero envejecer a su lado si él me lo permite. Eso es todo lo que deseaba saber, ¿Cierto?


   Esa abrupta aclaración no hizo más que dejar sin palabras al Bellamont mayor, que no tuvo más opción que morderse la lengua al no encontrar otra excusa para discutir. Felipe, al ver que ya no había más de qué hablar, se encaminó a la puerta de la casa, más sin embargo, un sollozo lejano hizo que se detuviera. El príncipe miró con frialdad al castaño y a paso firme se encaminó a la habitación de Maximiliano, la puerta estaba cerrada con llave, por lo que se vio preocupado.

   Pero Esteban le mostró la llave, Felipe por segunda vez mostró otra expresión en rostro y era de mero apuro por abrir la puerta y dejar libre a Maximiliano de tal encierro. Cuando por fin la puerta se abrió, Felipe no tardó en ver a un pequeño doncel acurrucado contra la pared, sollozando en silencio mientras Emely se levantaba de su lado.


—Max... — Felipe no tardo en arrodillarse frente al doncel en busca de alzar su mirada, pero el menor se negaba a mirarle luego de tantas declaraciones—. Oye...


   Entonces Maximiliano se abalanzó al príncipe, lo rodeó con sus brazos y escondió su rostro en el pecho ajeno, soltando el llanto que por esos largos minutos se había atorado en su pecho. Felipe se vio por un momento sorprendido, pero no dudó en rodear al doncel con su brazos en busca de darle seguridad.

   Emely estaba a un lado, su mirada encontró la de Felipe y una ligera disculpa salió de sus labios. La joven muchacha salió de la habitación con la frente en alto y cerró la puerta tras ella, y Felipe decidió olvidar todo lo ocurrido para centrarse en Maximiliano y su acelerado corazón. Siseaba palabras lindas en busca de que Max se tranquilizara, pero el menor parecía estar muy agobiado.


—Tuve miedo...—confesó Max con la voz quebrada, casi inaudible, y Felipe acarició su cabeza con calma—. Tuve mucho miedo, Felipe. Te juro que confío en ti, no lo he dudado— insistía el doncel, a lo que Felipe besó su cabeza—. Lamento que hayas tenido que pasar por esto, lamento mucho el haber dejado que esto pasara.

—Max... —Felipe se sentó correctamente, acomodando a Max sobre sus piernas y logró capturar su mirada—. Yo igual estuve asustado— confesó mientras acariciaba la mejilla empapada del contrario—Maximiliano, provocas algo en mí que no se puede describir con palabras, algo tan increíble que no podría escribirlo en ningún papel. Lo único que me hace estar seguro de esto, de nosotros, es que con tener tu mano entre la mía... —el príncipe tomo la temblorosa mano del menor y la llevó a su mejilla—, podré vivir tranquilo por el resto de mi vida.


   Y las mejillas del rubio se coloraron, y la lluvia en las afueras empezó a caer. Felipe, viendo los cristalinos ojos de Max, le dedicó una ligera sonrisa, algo tenue pero que podía enloquecer el corazón del menor. Ciertamente Maximiliano era expresivo, sus gestos y acciones decían más que suficiente, pero Felipe no era así, no era expresivo, seguía siendo un misterio, un diario con candado, y sin saberlo, el frío y calculador príncipe le había dado la llave de tal diario a un chico que no sabía que la poseía.


—Hoy te quería llevar a pasear... — murmuro Felipe cerca del rostro contrario en busca de cambiar el tema, y Max se sintió mucho más sonrojado —. Supongo que será otro día.

—Eso... Eso no importa— Max sorbió su nariz e hizo un vago intento de secarse la cara con la manga de su camisa—. Yo... estoy feliz solo de que estés conmigo, aquí— murmuró el menor, y Felipe supo que los ánimos de su rubio estaban volviendo.


   Con la lluvia arrasando afuera, la pareja solo podía pensar en estar juntos.


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Hola, queridos lectores.

¿Qué tal es ha parecido el libro y sus Drabbles? 

Espero cada sábado sus comentarios y opiniones, me hacen muy feliz.

Espero que me sigan leyendo, les queiro mucho. 

Cuídense en esta cuarentena y muchos besos para uds ♥

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