Amores Brillantes - Drabble 1
『Amores Brillantes』
La lluvia era fuerte, los vientos gélidos y Felipe a penas estaba llegando al castillo luego de un día entero de reuniones con otros pueblos. Deseaba estar en cama, con Maximiliano entre sus brazos, besarle toda la noche si era posible y protegerle de los truenos que le asustaban al menor. Pero eso no sucedería por los momentos.
"Querido, Felipe.
La tarde de hoy se ve nublada y pareciera que en cualquier momento el cielo fuese a caer sobre nuestras cabezas, pero sigue siendo hermoso como cada día que paso a tu lado o pensando en ti. El sol aún puede verse desde mi ventana, y sigo mirando el sendero en busca del carruaje para verte llegar.
Sin embargo, hoy quiero hacer algo especial para ti, por ello he ido al bosque con Bobby, de seguro las praderas llenas de flores han de estar más brillantes en espera de la lluvia, de seguro los árboles han de tener nuevos y deliciosos frutos. Con solo imaginar ese paisaje, mi corazón se llena de gozo, y más cuando lo imagino a tu lado.
Nos vemos cuando llegues, amor mío.
Con cariño, Maximiliano."
Felipe rio ligero, enternecido por las palabras de Maximiliano escritas en tinta negra y letra cursiva, pero pronto recordó los estragos que podría hacer la lluvia, sobre todo en un lugar tan peligroso como lo era el bosque. Felipe sabía a dónde ir, y esperaba que la lluvia no le impidiera llegar a su destino.
—Con permiso, me he de retirar— Felipe se volvió sobre sus talones, acomodó su chaqueta y los guardias abrieron las puertas con leve impresión, pues el príncipe a penas había llegado—. Resguárdense dentro del castillo— les sugirió, viendo como los cielos parecían enfurecidos.
—Esto es un acto impulsivo, Joven Felipe— advirtió Zacarías sin volverse a mirarle, pensando fríamente en las tonterías que hacía el futuro Rey de Erini.
Felipe vaciló y siguió su camino sin responder a las palabras de su amigo. Su cabello pronto se vio goteando y sus ropas empapadas mientras montaba su yegua. La lluvia cada vez era más fuerte, el camino desaparecía entre la neblina y la furiosa lluvia, pero quizás aquella travesía tendría un tesoro al final del camino.
Llegar a la cabaña fue difícil y solo preocupaba al príncipe, el cual veía como los árboles crujian queriendo romperse. Pero nada le detuvo, ni los troncos, ni el río desbordado. No tardó en verse frente a la cabaña, guardó a Blu en el establo junto a Bobby y se encaminó apresurado a la casa.
Entró a la cabaña con las ropas goteando, la respiración agitada y la mirada en el suelo. Pero al alzarla, vio a Maximiliano en el sofá, temeroso y enrollado en una gran manta aterciopelada. Sus miradas fueron tan impactantes como los rayos que caían en las afueras.
—¡Felipe!— Saltó el doncel de su cálido estado y abrazó al empapado príncipe que entraba por la puerta—. Perdón, la lluvia se desató más temprano de lo que imaginé— el rubio se vio arrepentido de haber salido del castillo y con cariño acarició el frío rostro contrario, Felipe solo le miraba con suma ternura—. Tienes que tomar un baño, no quiero que...
Y el príncipe dejó de oirle, solo podía verle con gran detalle, ver su preocupación y ansiedad, podía apreciar sus gestos, su confianza al tocarle, sus ojos brillantes, y cuando el menor se quiso alejar para traer algunas toallas secas, el azabache atrevido le haló del brazo de regreso a su torso. Toda la angustia sentida, había desaparecido.
—Felipe, tienes que quitarte esa ropa. No quiero que te enfermes— insistió con inocencia Maximiliano, peinando como de costumbre los mechones rebeldes del mayor. Sabía que había preocupado al azabache—. Déjame ir a buscarte ropa seca, estás muy frío.
—Quítame la ropa— murmuró Felipe contra labios ajenos evitando su huida, a lo que el menor se sonrojó con solo mirarle a los ojos. El príncipe le abrazó con necesidad y Maximiliano sintió su corazón acelerado—. Cuida de mí esta noche.
Maximiliano sonrió, correspondió el abrazo y besó la cabeza del príncipe, intentando calmarle. La noche sería cálida dentro de la hogareña cabaña del bosque, y la tormenta, los truenos y relámpagos ya no serían motivo para tener miedo.
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