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Capítulo 8

El Primer Momento Privado"

Durante esos meses (marzo hasta junio), mi vida había sido una montaña rusa de emociones. Netta había llegado como una tormenta a nuestras vidas, rompiendo las barreras que intentaba levantar para mantener la calma y el equilibrio. No podía negar que ella era especial, y aunque al principio me decía a mí mismo que solo éramos buenos amigos, con el tiempo me di cuenta de que no podía alejarme de ella.

Desde el principio, Netta había dejado claro que no buscaba nada romántico con nadie. Su advertencia de aquel primer día todavía resonaba en mi cabeza. Pero, irónicamente, eso solo había hecho que más chicos intentaran ganarse su atención, lo que resultó en una cadena de rechazos y situaciones incómodas. Yo no era la excepción. Por más que intentara convencerme de que sus encantos no me afectarían, me encontraba hipnotizado por su personalidad y sus acciones, incapaz de apartar la mirada.

Había días en los que recordaba pequeños momentos entre nosotros. Como aquella vez en la que, por los nervios, confundí las palabras "nice" y "noise" mientras hablábamos en inglés. La manera en que su nariz se arrugó y sus cejas se alzaron mientras decía en francés:

Qu’est-ce que « nice » a à voir avec le nez?

Luego, dándose cuenta de mi confusión, cambió al inglés, preguntándome de nuevo con una mezcla de paciencia y diversión. Fue un momento vergonzoso para mí, pero uno que nunca olvidaría.

Con el paso del tiempo, fui testigo de cómo Netta se adaptaba a nuestras costumbres y al idioma, superando barreras con una determinación admirable. Pero también empecé a notar algo más: el efecto que tenía en mí. Desde abril hasta julio, mis sentimientos por ella crecieron de manera constante. Era difícil no enamorarse de alguien como ella: fuerte, segura de sí misma y con un carisma que iluminaba cualquier lugar al que iba.

Lo peor era que no era el único que se daba cuenta de su atractivo. Había dos kouhais, Yamamoto Shuma y Yaguwara Sushei, que pasaban demasiado tiempo con ella. Verla arrojarse a la espalda de Shuma y bromear con Sushei me revolvía el estómago. Incluso Daichi lo notó:

—Hermano, si las miradas matasen, esos dos estarían bajo tierra hace mucho tiempo. —Su tono era despreocupado, pero sus palabras solo intensificaron mi frustración.

—No lo puedo evitar. No sé qué me pasa, Daichi. —Resoplé, tratando de mantener la calma.

—Sé qué te pasa, Asahi. —intervino Sugawara, con su sonrisa característica mientras mordía un mochi. —Estás enamorado.

Esa palabra resonó en mi cabeza como un eco interminable. ¿Enamorado? ¿De Netta? Durante un tiempo, me negué a aceptar lo obvio. Pero cada día, me era más difícil ignorar la verdad.

Entonces llegó diciembre, y con él, un día que cambió todo. Netta estaba sola en la plaza, con una expresión triste que no podía ignorar. Me acerqué, preocupado:

—¿Estás bien? —pregunté, intentando sonar calmado.

—Es mi culpa. —Su voz era un susurro lleno de frustración.

—¿Qué quieres decir? ¿Qué pasó? —Me senté a su lado, esperando poder ayudarla.

—No estoy siendo sincera conmigo misma. Y ellos lo tienen muy en cuenta. —Su mirada estaba perdida, pero sus palabras me llenaron de inquietud.

—¿Cómo? No entiendo. ¿En qué...? —Mi voz temblaba de preocupación.

—Me siento atraída por un chico. Ellos me ayudaron a entender que no solo lo veía como un amigo, sino como algo más.

Mi corazón se detuvo. ¿Un chico? ¿De quién estaba hablando? No pude evitar preguntar:

—¿Y... eso cómo te hace sentir? —La pregunta salió de mis labios con dificultad, como si estuviera temiendo la respuesta.

—Nerviosa. ¿Y si él no me corresponde? —Sus ojos ambarinos se clavaron en los míos, llenos de vulnerabilidad.

Algo en su mirada me hizo sentir un calor desconocido. Era como si hubiera un significado oculto en sus palabras, algo que no podía entender del todo pero que despertaba algo dentro de mí.

—¿Por qué no lo haría? —respondí sin pensar, intentando consolarla.

—Porque la persona de la que me siento atraída es muy tímida, y podría rechazarme por mis propias palabras de no querer nada romántico, Asahi. —Su voz era un susurro, pero su significado era claro.

Mi mente se quedó en blanco. ¿Estaba hablando de mí? ¿Podría ser posible?

—Si se lo explicas con calma, tengo por seguro que podrá entenderte. —Mi voz era apenas audible, llena de nerviosismo. No sabía si quería animarla o protegerme de la posibilidad de que estuviera hablando de alguien más.

—No lo estás entendiendo, Asahi. —Netta se mordió el labio inferior, frustrada.

—¿Cómo? ¿P-por qué no? —tartamudeé, sintiendo el calor en mis mejillas.

—Porque... yo me siento una luciérnaga hacia un amigo muy cercano, y lo conoces más que yo.

En ese momento, todo encajó. Su mirada, sus palabras, su manera de evitar los nombres... ¿Podría ser posible que ella...? La posibilidad me aterraba y emocionaba al mismo tiempo. ¿Estaba lista para confesarlo? ¿Estaba yo listo para escucharlo?

Pasmado, esperé que dijera algo mas.

Las luces de Navidad iluminaban el parque, reflejándose en los ojos ámbar de Netta, que brillaban más de lo habitual. Aunque no derramaba lágrimas, podía sentir la intensidad de sus emociones con cada palabra que pronunciaba. No entendía por qué, pero mi corazón latía desbocado, como si presintiera que algo importante estaba a punto de suceder.

—Seré justa con mis sentimientos, y dejaré de hablar con rodeos, aunque tenga miedo.

Su voz temblaba ligeramente, pero su determinación era evidente. Sin embargo, yo no lograba descifrar sus palabras del todo.

—N-no entiendo. —respondí, confundido, sintiendo cómo mi nerviosismo crecía. ¿Acaso estaba a punto de decirme algo relacionado conmigo?

Netta respiró profundamente, sus labios temblando mientras miraba hacia las luces del parque por un segundo, como buscando valor. Su mirada volvió a la mía, directa, sincera, y tan cargada de emociones que hizo que me sintiera aún más pequeño frente a ella.

—No quería admitir que me he enamorado de ti. —confesó de repente, su voz baja pero clara—. Realmente me daba miedo arruinar nuestra amistad por estos sentimientos, tanto que busqué que siguieran pensando que Shuma y Shusei eran heterosexuales, cuando no lo eran.

Mis ojos se abrieron de par en par al escuchar su confesión. Todo mi cuerpo se tensó de golpe.

—¿Q-qué? —pregunté, frunciendo el ceño en completa confusión—. ¿Yamamoto y Yaguwara no son...?

—Yamamoto fue mi novio en París. —admitió, su voz cargada de nostalgia y un dejo de pesar—. Pero no pudo seguir con la mentira porque le atraían los chicos. Quería mantener la farsa hasta que pudiera independizarse, por si sus padres lo echaban de casa por ser gay.

El corazón se me encogió al escuchar esa confesión. Durante meses había sentido un incómodo resentimiento hacia Shuma, creyendo que había tenido algo con Netta recientemente. Pero al saber que todo era parte de una mentira, sentí una extraña mezcla de alivio y tristeza por la situación que había vivido.

—Mientras que Shusei es la pareja actual de Shuma. —continuó, bajando ligeramente la mirada—. Siempre le he robado besos a mi ex para que se armara de valor y saliera del clóset. Ambos se aman, y mi mayor deseo era que fueran felices juntos. Pero discutimos... Me echaron en cara que, si yo no seguía mis propios consejos, ¿cómo podía esperar que ellos lo hicieran?

Su tristeza era palpable. No pude evitar sentir una punzada en el pecho al verla así.

—Entonces... Todo eran malentendidos y mentiras que ocultaban la verdad.

—Sí...

—¿Y ahora... Q-qué vas a hacer?

Pregunté con cautela, temiendo la respuesta. Aunque su confesión inicial ya había sacudido mi mundo, no estaba seguro de lo que podría venir después.

Netta levantó la vista, mirándome directamente. Sus mejillas estaban ligeramente sonrojadas, y su expresión era tan honesta que mi corazón pareció detenerse por un momento.

—Intentaré enamorarte. —respondió sin rodeos, con una sonrisa tímida—. Y si no funciona... Pues... Supongo que no hay drama. Te quiero demasiado como para perder nuestra amistad por una idiotez como esta.

Sus palabras me golpearon como un torrente de emociones. Nunca la había visto así, tan vulnerable, tan sincera y, al mismo tiempo, tan decidida. Netta siempre había sido alguien fuerte, segura de sí misma, pero ahora estaba mostrándome un lado completamente nuevo de ella.

No sabía qué decir, ni qué hacer. Mi mente era un caos, pero mi corazón latía como loco, llenándome de algo que apenas empezaba a reconocer como esperanza.

Por primera vez, la estaba viendo como una chica que también tenía miedo de amar. Y aunque mis pensamientos seguían enredados, en ese momento supe que no podía dejarla sola en este nuevo camino que había decidido recorrer. No cuando sus sentimientos habían logrado llegar tan profundo dentro de mí.

El aire se volvió pesado, cargado de una mezcla de nervios y expectativa. Mi garganta estaba seca, y sentía las palmas de mis manos sudar mientras intentaba encontrar las palabras adecuadas para responderle. Pero los nervios me traicionaron, y todo salió como un balbuceo atropellado.

—N-no... N-no será necesario.

Netta me miró, claramente confundida. Su ceño fruncido y la ligera inclinación de su cabeza me hicieron sentir aún más torpe, como si no pudiera articularme correctamente frente a ella.

—¿Cómo? ¿Cómo qué no? —preguntó, su tono lleno de consternación, como si no entendiera lo que estaba pasando.

Tomé aire, llenando mis pulmones con todo el valor que podía reunir. Sabía que no había marcha atrás. Era el momento, no podía seguir escondiéndome.

—Porque desde... Hace meses que estoy enamorado de ti.

Lo dije. Ya está. Mi corazón latía como un tambor desenfrenado, y el miedo de haber arruinado todo me golpeó de inmediato. Pero al mismo tiempo, una pequeña chispa de esperanza me mantenía en pie. No siempre existía la posibilidad de que ambos fuéramos correspondidos, pero esta vez parecía diferente.

Cuando levanté la mirada, vi sus ojos ámbar brillar de una manera completamente distinta. Eran dos lagunas, llenas de emoción, de algo que no podía identificar del todo pero que me llenaba de alivio. No pudo decir nada más. De hecho, no tuvo que hacerlo, porque en un segundo la sentí lanzarse a mis brazos con una fuerza que me tomó por sorpresa.

El impacto fue tan repentino que ambos caímos al suelo. El golpe fue torpe, y sentí el dolor recorrer mi espalda al tocar el suelo, pero nada de eso importaba. En ese momento, todo lo que podía sentir era su cuerpo contra el mío, sus manos aferrándose a mí como si temiera que fuera a desaparecer, y sus labios buscando los míos con una pasión que me dejó completamente sin aliento.

El mundo a nuestro alrededor desapareció. Las luces del parque, las risas lejanas de las personas que paseaban, el frío de la noche... Nada importaba. Solo estábamos Netta y yo, perdidos en un beso que había esperado durante tanto tiempo, aunque nunca me hubiera atrevido a admitirlo antes.

Instintivamente, mis brazos se aferraron a su cintura, atrayéndola más cerca de mí, como si quisiera grabar este momento en mi memoria para siempre. Era todo lo que había soñado y más. La calidez de sus labios, el ritmo acelerado de su respiración, el temblor sutil de su cuerpo contra el mío... Cada detalle era perfecto.

Cuando finalmente nos separamos, ambos estábamos jadeando, nuestras frentes apoyadas una contra la otra. Mis manos seguían sujetando su cintura, temiendo que si la soltaba todo esto se desvanecería como un sueño.

—Netta... —murmuré, aún sin aliento, buscando su mirada.

Sus ojos brillaban con lágrimas, pero una sonrisa se extendía lentamente por sus labios. Una sonrisa sincera, llena de felicidad y alivio.

—Suznette Ishii... —susurré su nombre completo, como si al decirlo pudiera hacer que este momento fuera aún más real—. No sabes cuánto he esperado esto.

Ella rió suavemente, una risa nerviosa y cargada de emoción, mientras sus manos acariciaban mis mejillas.

—Asahi... —respondió, su voz temblorosa pero segura—. Tú también has sido todo lo que siempre he querido.

No pude evitarlo, volví a inclinarme hacia ella, capturando sus labios en otro beso. Porque si esto era un sueño, no quería despertar. Si esto era real, quería quedarme aquí, en este momento, con ella, para siempre. Netta había aceptado sus sentimientos. Y yo también. Este era solo el comienzo, el primer beso de muchos, y estaba decidido a no dejarla ir nunca más.

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