
Capítulo 5
❝La Incertidumbre"
Los días antes de la presentación de Netta fueron un torbellino. Ella no paraba de moverse, ajustando detalles, practicando hasta la extenuación. La vi correr de un lado a otro, con partituras en una mano y su celular en la otra, coordinando a Yuma y Sushei como si fuera una general en un campo de batalla. Su energía era contagiosa, pero también me preocupaba verla gastar cada gota de su fuerza. Era la primera vez que la veía así, tan determinada, tan… viva.
El día de la presentación, el auditorio del Instituto Karasuno estaba lleno. El murmullo de los estudiantes se convirtió en un silencio expectante cuando Netta entró al escenario. Llevaba un atuendo simple pero elegante, algo que le permitía moverse con facilidad, y cuando desplegó el big piano sobre el suelo del escenario, las miradas de todos se llenaron de curiosidad.
Tomó el micrófono y se dirigió al público.
—Buenos días a todos. Mi nombre es Suznette Ishii, aunque pueden llamarme Netta. Hoy quiero presentarles un proyecto que combina música, danza y resistencia física: el big piano. —Hizo una pausa y señaló el piano desplegado a sus pies—. Este instrumento me ha acompañado desde Francia, y es una forma única de interpretar la música. No solo es un piano, es una experiencia.
La sala estalló en murmullos, y vi cómo el director, sentado en la primera fila, observaba todo con interés. Netta comenzó a tocar, o más bien, a bailar sobre el big piano. Sus movimientos eran gráciles, casi como si flotara sobre las teclas. La música que producía era mágica, una mezcla perfecta entre precisión técnica y pasión desbordante.
Yuma y Sushei subieron al escenario poco después, acompañándola con tonalidades secundarias que hacían que la melodía se sintiera aún más completa. No podía apartar los ojos de Netta. Cada movimiento suyo irradiaba confianza y alegría.
Cuando terminó, el auditorio estalló en aplausos. El director se levantó de su asiento y se acercó al escenario, emocionado.
—Señorita Ishii, esto ha sido… impresionante. —El hombre sonrió ampliamente, mirando el big piano—. Cuénteme, ¿cómo planea integrar esto en el instituto?
Netta, con una postura firme pero humilde, respondió:
—Sensei, mi objetivo es abrir una clase extracurricular dedicada al big piano. Este instrumento no solo requiere habilidad musical, sino también trabajo en equipo, disciplina y resistencia física. Creo que puede ser una oportunidad para que Karasuno se destaque en competencias artísticas a nivel nacional.
El director asintió, pensativo.
—¿Y cuántos alumnos se necesitarían para participar en competencias?
—Diez es el número ideal para ejecutar piezas complejas. Sin embargo, con tres podemos interpretar melodías intermedias o fáciles.
—Entendido. Esto tiene potencial. Hablaré con el consejo para aprobar el presupuesto necesario.
Netta hizo una reverencia agradecida, pero al levantarse, su mirada se cruzó con la mía. En ese instante, sentí como si todo el auditorio desapareciera y solo quedáramos ella y yo.
[...]
Los días siguientes al evento fueron extraños para mí. Netta seguía agotándose al máximo, y aunque admiraba su pasión, no podía evitar preocuparme. Un día, la encontré dormida en el regazo de Yuma, mientras él le acariciaba el cabello con una expresión de cariño que me revolvió el estómago. Sushei estaba cerca, trayendo comida como siempre.
Un grupo de chicas a mi lado empezó a susurrar.
—¿En serio? ¿Qué tiene de especial esa extranjera? —dijo una de ellas, con un tono venenoso.
—Nada, solo suerte. Es tan fea que no entiendo por qué esos chicos la cuidan tanto.
Antes de que pudiera decir algo, Sushei, que había escuchado los comentarios, les lanzó una mirada que podría haber helado el infierno.
—¿Tienen algo más que decir? —preguntó con una voz tranquila, pero cargada de amenaza. Las chicas se quedaron calladas al instante.
Netta se despertó poco después, como si nada hubiera pasado, y volvió a su ritmo frenético de siempre. Pero yo no podía sacarme de la cabeza lo que había visto. La conexión entre Yuma y Netta era evidente, y eso me dolía más de lo que quería admitir.
Comencé a dudar de todo. ¿Realmente había espacio para mí en su vida? ¿Podría competir con alguien que claramente seguía siendo importante para ella? Mis sentimientos eran un caos, y cuanto más intentaba entenderlos, más confuso me sentía.
El día había sido agotador, pero también uno de esos días que dejan una sensación cálida en el pecho. Netta había logrado algo increíble con su proyecto del big piano, y aunque todo el instituto estaba emocionado, no podía evitar sentir que había quedado en segundo plano en su vida. Lo peor es que no podía culparla; estaba dedicando su energía y pasión a algo que realmente amaba, y eso era admirable.
Mientras caminaba de regreso a casa, el destino quiso que me cruzara con ella en el camino. Se veía más tranquila que durante la presentación, como si por fin hubiera soltado un peso de encima.
—¡Asahi! —me llamó, levantando una mano para saludarme. Me detuve, nervioso, pero feliz de verla.
—Hey, Netta. Te felicito por hoy, estuviste increíble.
—Gracias. —Su sonrisa me desarmó, como siempre—. Aunque fue un trabajo en equipo, ¿eh? Yuma y Sushei hicieron un gran papel.
Le propuse ir a tomar un helado para celebrar su éxito. Quería que ese fuera mi regalo de felicitación, aunque también había algo más detrás: necesitaba hablar con ella, expresar esa preocupación que me venía rondando. Ella aceptó sin dudarlo, y nos dirigimos a una heladería cercana.
Mientras esperábamos nuestros pedidos, saqué valor para decir lo que me estaba carcomiendo por dentro.
—Netta, yo… últimamente siento que pasas tanto tiempo con el proyecto que… bueno, que no tienes tiempo para nada más. Me preocupa que nos estemos distanciando.
Ella me miró, y por un momento pensé que había dicho algo fuera de lugar. Pero lo que vino después me dejó sin aliento.
—Claramente mis tiempos se han disminuido en cuánto a estar libre. Pero eso no significa que siempre deba estar coordinando y cuidando que aprendan acerca del big piano en mi presencia. Yuma y Sushei son tan capaces como yo de enseñar y practicar solos y sin mí. —Sus ojos marrones claros, casi dorados, se fijaron en los míos con una intensidad que me dejó paralizado—. Puedo faltar si te sientes mal por no compartir la misma pasión conmigo, como ellos lo hacen. Solo dime, ¿quieres que vaya a apoyarte en tu equipo de voleibol? ¿A observar tus prácticas?
Su tono era tan compasivo, tan sincero, que sentí una mezcla de ternura y nerviosismo al mismo tiempo. Imaginé por un instante a Netta en el gimnasio, viendo cómo Daichi, Suga y yo intentábamos no ser un desastre en la cancha. Era una imagen que no quería que ella presenciara; me avergonzaba que notara lo novatos que éramos, lo lejos que estábamos de ser un equipo como los grandes de Karasuno.
—Tranquila, solo lo decía porque me preocupaba que nos aislemos... Pero no quiero que te expongas a regaños por mi culpa, Netta. —Mis palabras salieron más torpes de lo que esperaba, y desvié la mirada, sintiendo el calor subir a mis mejillas.
De repente, sentí su mano en mi mejilla, suave y cálida. Me obligó a mirarla. Su sonrisa era dulce, reconfortante, y me desarmó por completo.
—No te podría dejar de lado, Asahi. Me haré de tiempo, comeremos helado y quiero ir a los eventos anuales contigo, o con Yuma o Sushei. Mi pasión no es tan asfixiante como para perder a mis amigos, así que no te comas la cabeza con este tema, ¿sí?
Sus palabras eran tan seguras, tan libres, que me hicieron sentir pequeño en comparación. Pero también me llenaron de alivio. Netta siempre tenía esa forma de hacer que todo pareciera más fácil, más ligero.
Avergonzado hasta la médula, asentí y me dejé guiar por su confianza. Nos sirvieron los helados, y mientras comíamos, descubrí algo nuevo sobre ella: le gustaba el helado de banana split, cielo y uva. Sabores que jamás habría imaginado juntos, pero que le encantaban.
—¿No son muy extraños esos sabores juntos? —pregunté, riendo un poco.
—Tal vez, pero son los mejores. Aunque debo confesarte algo… —bajó la voz, como si fuera un secreto importante—. Si abuso con el chocolate, me da una reacción alérgica horrible. Mejor evitarlo que asustarte, ¿No?
No pude evitar soltar una risa nerviosa. Era típico de Netta compartir algo tan casual con ese tono que hacía todo más interesante. Ese día aprendí más sobre ella, pero también entendí algo importante: Netta siempre encontraba la forma de demostrarme que, aunque estuviera ocupada, yo siempre tendría un lugar en su vida.
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