Capítulo 8
Debería de haberme ido en el auto. Hay un viento de muerte afuera y he llegado más despeinada que en los comerciales de desengrasantes. Pero tampoco quería darle la razón a ese idiota de gritarme.
—Va a comenzar una tormenta —dice pensativo Sam—. Quizás no fue buena idea que no vinieras en auto.
—¿Y crees que tuve opción? Incluso puso a mi madre en mi contra. —Suspiro y camino por el pasillo con Sam a mi lado para entrar a clases.
He visto la camioneta de Adrien en el estacionamiento, lo que implica que debió de haber llegado hace un rato. Con Sam hemos llegado tarde por tener que caminar casi la mitad del camino.
Ojalá el enmascarado me hubiese atropellado para que se sintiera mal.
Toco la puerta suavemente y la abro. Me encuentro con mi profesor de matemáticas mirándome con mala cara, pero se suaviza cuando ve mi estado de tornado ebrio.
—Pasa.
Le dedico mi mejor sonrisa y me siento al lado de April, quien me mira horrorizada.
—No preguntes —le susurro.
—Quiero saber todo con lujo de detalles.
Le señalo el reloj que cuelga en la pared y ella asiente. Tendré que decirle cuando salgamos a clases. De seguro Sam también tiene preguntas, las que no me dijo cuándo veníamos aquí. Mi rostro enojado no atrae mucho a socializar.
Las luces se apagan de pronto y algunos lanzan un grito ahogado y unas risas nerviosas. La tormenta ha comenzado al parecer. Justo a tiempo para darme cuenta de que no tengo cómo volver a casa.
Diablos.
Tomo mis cosas nuevamente y me dirijo tranquilamente con los demás a la salida. Sam y April se me acercan.
—¿Cómo te vas a casa? Puedo llevarlos.
—Te desvías mucho de tu casa para eso. Llamaré a mamá para que me venga a buscar. Ustedes váyanse tranquilos.
—¿Segura?
—Por supuesto. —Le sonrío a April y ambos se despiden para irse en el auto de ella.
Yo me quedo sola, parada frente a la entrada con cara de cachorro abandonado. Suspiro y tomo el teléfono para llamar, pero la genialidad número dos del día ocurre: las líneas están cortadas. Puedo caminar, no tengo problema. Si corro incluso llegaré más rápido y no me mojaré con la lluvia.
Suelto un gran suspiro y comienzo a caminar hacia la entrada. Sonrío maliciosamente cuando veo el auto de Adrien aún aparcado. Me acerco disimuladamente hasta él y le levanto el limpiaparabrisas derecho subiéndome a la rueda delantera como piso. Voy a por el izquierdo cuando alguien carraspea a mi espalda.
—¿Se puede saber que estás haciendo? —Me doy media vuelta asustada y me encuentro con el chico de ojos azules del otro día, el amigo de Adrien.
—Se llama vandalismo, ¿lo conoces? —Pongo los ojos en blanco y me bajo de la rueda para quedar frente a él—. Supongo que ahora le contaras a Adrien.
—Para nada, venía a decirte que los laterales también sirven. —Da una sonrisa de lado y me ayuda a terminar el trabajo.
Suelto una carcajada cuando me toma de la mano y me lleva detrás de un árbol para ver cuando llegue Adrien, completamente fastidiado. Ya ni me importa estar mojándome con la lluvia.
El chico a mi lado saca una cajetilla y enciende un cigarrillo, evitando con la mano que el viento lo apague. Da una larga calada y suelta todo el humo de una vez. Yo miro hacia la camioneta, sin poder esperar a que él aparezca.
Mi dulce venganza.
—Así que, Sienna —dice mi nombre con lentitud—, ¿desde cuándo conoces lo nuestro?
Cuando me doy media vuelta para enfrentarlo, me encuentro con un brillante par de ojos violetas.
Me quedo completamente congelada en mi sitio y no solo por el frío. No puedo creer que frente a mi haya otro de los míos. Hace un par de días no tenía ni idea de que existieran más como yo, ahora me salen hasta por debajo de las piedras.
Retrocedo lentamente hasta que mi espalda da contra el tronco del árbol. Se acerca con una sonrisa maliciosa y me lanza el humo de su próxima calada a la cara. Toso con fuerza y agito mi mano frente al rostro intentando evitar quitarle los ojos de encima, lo cual es sumamente difícil si tienes en cuenta que me está entrando humo a los ojos.
No respondo nada. No sé si Adrien sabe sobre él ni si está de nuestro lado. Quisiera gritar para advertirle, pero tengo la garganta cerrada y mi cuerpo paralizado.
—¿Blake? —Salvada por la campana. Adrien se acerca hasta donde nosotros estamos con el ceño fruncido y sin despegar los ojos de él.
—Adrien. —Le sonríe con pereza y se aparta de mí.
Veo como se da vuelta y se queda un par de segundos así. Luego, al girarse, sus ojos han vuelto a ser azules. Seguramente acaba de devolver las lentillas a su lugar.
—¿Y si alguien te veía? —pregunta Adrien molesto.
—A Sienna ya la han visto.
—Sí y por eso ahora un psicópata la persigue.
—Gracias —me limito a decir.
Blake lanza una carcajada y se aparta de mí, volviendo a poner el veneno entre sus labios. Las gotas de lluvia y el viento cada vez van en aumento, pero el tipo este no parece importarle mojar el cigarrillo y que el viento apure en apagarlo. Los vicios de algunos.
—Vamos. —Adrien me toma por el brazo y me jala hacia la camioneta, que ya tiene todo en su lugar nuevamente.
¿Y qué se piensa este? La verdad, no tengo muchos ánimos para volver a entrar a un vehículo con él. Además, me dejó ir caminando a clases cuando hay un psicópata suelto en las calles con un cartel de "se busca" con mi cabeza impresa. Sé que fui yo quien me bajó de la camioneta, pero no me gustó su trato conmigo cuando se enteró de que Sam sabía algo sobre lo que estaba ocurriendo. Ni que hubiese subido nuestro secreto por Youtube.
—No. —Me sacudo su mano de mi muñeca y retrocedo—. No pienso ir contigo a ninguna parte.
Los ojos oscuros de Adrien me analizan con curiosidad. Nunca debió de creer que yo me opondría de esta forma, pero supongo que ya es suficiente de todo esto. Y eso que recién comenzamos.
Blake me mira divertido y apaga la colilla en su suela. Entonces saca unas relucientes llaves de su chaqueta y señala una motocicleta un poco más allá.
—Yo te llevo.
Pasear al descubierto a gran velocidad con una tormenta que está haciéndose presente no es de las mejores ideas que he tenido en mi cabeza. El problema está en que es eso o caminar a casa. Asiento sin dudarlo y me dirijo hacia la máquina negra, pero Adrien me detiene en el camino. Voy a protestarle, pero simplemente se encarga de mirarme fijamente a los ojos y me deja ir.
Aún después de que lo estoy hasta rechazando frente a su amigo, ¿se preocupa por mí? Curioso. Igual debería preguntarle si somos muy pocos los que existimos o algo así. Quizás y soy un animal en peligro de extinción.
Blake me entrega el casco y se coloca sus anteojos de sol. Le servirán para protegerse de las gotas y el viento, pero no creo que mucho para un choque. Entonces una duda asola mi mente: ¿y si el enmascarado nos viene a buscar? ¿Y si tenemos un accidente por las calles resbaladizas? De pronto no estoy tan molesta como para no irme con Adrien. Miro hacia atrás y me doy cuenta de que ya se ha ido.
—¿Tienes miedo? —Me pregunta con una sonrisa socarrona.
—¿De qué me des cáncer al pulmón? No te preocupes, ya contraté un seguro. —Subo en la parte trasera tragándome todos mis miedos y me aferró al torso de Blake, quien enciende la moto de una patada.
No tardamos mucho en salir del estacionamiento a la calle. El viento me hiela hasta los huesos y me enreda el cabello que queda libre. Me aferro con más fuerza a la chaqueta de Blake y cierro los ojos, no quiero ver que es lo que va a ocurrir. Por lo menos si muero dirán que fue haciendo algo extremo.
De pronto, un auto negro se posiciona a nuestro lado. Extrañamente tiene los vidrios tintados y no nos adelanta ni nosotros a él. Por encima del ruido, intento advertir a Blake, pero no parece oírme. Entonces me atrevo a soltar una de mis manos y le señalo hacia donde se encuentra el auto. Él dirige sus ojos hacia allí y luego da un giro brusco.
Si no me hice en los pantalones, fue por suerte.
Las ruedas patinan en el asfalto y Blake debe poner el pie en el suelo para que no caigamos. Luego, se endereza y aprieta el acelerador a fondo, buscando sacar ventaja de quien nos persigue. Me atrevo a mirar hacia atrás y me doy cuenta de que el auto no está tardando en darnos alcance. Definitivamente nos está dando caza.
Maldigo entre dientes y me abrazo con fuerza al conductor. Sé que no puedo hacer nada, solo confiar en que el chico será capaz de sacarnos de este embrollo. Si no, uno de los dos podría morir o ser raptado y torturado. Nada agradable dentro de mis planes a futuro.
—¡Sujétate! —Lo escucho por sobre el rugido del viento y el motor.
Da un frenazo imprevisto con lo que la rueda trasera se levanta. En seguida aprovecha esto para girar la moto y quedar mirando hacia el otro lado. El auto pasa por nuestro lado y frena con fuerza, con lo que se escucha el chillido de las ruedas sobre la calle. Blake no pierde el tiempo y acelera nuevamente para meterse en una calle al azar. Conduce unos minutos más así, mientras yo miro por sobre mi hombro con miedo a que en cualquier momento el auto vuelva a hacer presencia, peor no ocurre. De pronto, Blake se estaciona en una casa y abre el garaje para introducir la moto, donde ya hay un par de vehículos estacionados. Entre ellos, el de Adrien.
—¿Qué haces? Esta no es mi casa ni de lejos. —Se baja de la moto y me ignora mientras guarda las cosas. Finalmente, se me acerca y me quita el casco de la cabeza.
—No, pero es muy peligroso por ahora salir. Le diré a Evan que vaya a dejarte más tarde.
—¿Evan?
Me bajo con la ropa empapada y el cabello estilando, independiente de que llevara casco para mi sorpresa. Blake abre la puerta para entrar a la casa y yo le sigo. En seguida entramos a una cocina espaciosa y moderna, en donde llega amortiguado el ruido de muchas voces y una televisión. En la mesa se pueden apreciar un montón de platos sucios y los esqueletos de cajas de pizza acumulados. ¿Dónde estoy? ¿Acaso me trajo hasta su casa? ¿Ahora es cuando conozco a su familia?
Adrien entra por la puerta y por unos segundos logro escuchar con claridad los sonidos, pero se acallan cuando vuelve a cerrarla.
—¿La trajiste hasta aquí? —pregunta molesto.
—Nos intentaron atrapar cuando veníamos en camino, no me iba a arriesgar a seguir manejando con esta tormenta y una desconocida cantidad de perseguidores— Abre la nevera y saca un par de cervezas sin alcohol. Le lanza una a Adrien y se apoya contra la encimera de la cocina.
—Pero preferiste que pudieran encontrar este lugar.
—Di un par de vueltas antes de venir. Ni ella podría decir con exactitud dónde estamos.
—Estoy aquí por si lo olvidaron.
Los ojos violetas de Adrien hacen contacto con los míos antes de volver hacía Blake, quien me mira aburrido. Sé que no hay mucho de mí para dar, pero por lo menos podrían fingir que les importo un poco.
Blake saca su paquete de cigarrillos y se lleva uno a la boca, pero se detiene y sonríe.
—Quizás debamos presentar a Sienna a los demás.
—¿Los demás? —pregunto realmente curiosa.
Adrien camina por mi lado y se dirige a la cochera, ignorándome por completo. Blake guarda el veneno antes de ofrecerme la mano. No la tomo, pero me acerco hasta donde está él. Luego, camina hasta la puerta por donde entró Adrien y la abre, dejándome ver un largo pasillo con un par de puertas. Me conduce hasta la más alejada y la cruza. Enseguida llegamos al recibidor en donde están las escaleras al segundo piso. Sin embargo, no es por ahí por donde me lleva, sino que cruza otra puerta hasta una sala llena de gente y no puedo ni contar cuantos son los ojos violetas que me están observando en ese momento.
—Chicos, les presento a Sienna.
Santo patrón de lo que sea que necesite en este momento. Frente a mí hay por lo menos seis personas con los ojos especiales mirándome como si les hubieran metido un enorme elefante en la sala. Todos menos un hombre que pareciera como si fuera lo más horrible que hubiese visto en la vida.
Apuesto mi pierna derecha a que ese es el tal Evan.
Evan se levanta del enorme sofá en el que estaba reposando hace unos segundos y camina hacia nosotros. Es muy alto y esbelto, con unos cuantos años encima. Yo diría que debe estar cerca de los cuarenta sin duda, pero se ve más viejo por su expresión huraña y esas canas que le salpican el cabello negro y la barba de un par de días. Sus ojos de un violeta opaco me observan como un depredador muy precavido.
Sin decir nada, pasa por nuestro lado y Blake lo sigue, por lo que yo también. Sube las escaleras a buen paso y entra en la última habitación de un pequeño pasillo que hay luego de una sala de estar. Una vez que entramos, cierra la puerta detrás de nosotros.
—Llama a Adrien —le dice a Blake, dejándonos a solas.
Jesús, aquí es cuando me muero. ¿Cómo es que pase de ser una chica completamente aburrida —con una habilidad fuera de lo común— a que yo sintiera que hasta mi vecino puede matarme? Nadie lo sabe.
—Tu nombre es Sienna, ¿no?
Asiento y escondo mis tiritonas manos tras mi espalda para que no se dé cuenta del horrible miedo que siento en este momento.
—Adrien nos dijo sobre ti hace unos días. No creímos que hubiese uno de nosotros aquí y mucho menos que fuera tan... descuidado. —Que me atropelle un tren si eso no lo dijo con desprecio.
La ira me corre en las venas en este minuto. Sé que no soy la mejor en lo mío, pero he estado sola todo este tiempo, sin poder hablar con nadie sobre lo que me sucede o preguntar qué es lo que tengo que hacer. Nadie me dijo lo peligroso que era tener esto o que tenía que ocultar mis ojos. Es como la pubertad, pero en versión Harry Potter. Bajo ese pensamiento es que no dudo en expresar cómo me siento.
—He estado completamente sola todo este tiempo ¿sabes siquiera lo que es eso? No tuve a nadie que me ayudara o me enseñara como funciona todo esto. Toda mi vida he sufrido por mis ojos o por la capacidad que tengo. —Respiro profundamente intentando contener las lágrimas de rabia que tengo en este momento. Él solo me mira con una mueca, como si encontrara interesante que estuviera desafiándole—. Entonces, que vengas aquí y me trates con esa actitud no ayuda en nada, amigo. No tienes idea por lo que he pasado y no tienes idea de quién soy o como soy. A la próxima... —Una mano me cubre la boca y siento la calidez de un cuerpo contra mi espalda. El olor a perfume de Adrien me invade las fosas nasales y mi corazón se acelera rápidamente.
—La llevaré a que se cambie de ropa —dice con seriedad y Evan asiente con una sonrisa. .
Adrien no me suelta hasta que llegamos al pasillo. Entonces, me toma por la muñeca y me arrastra hasta su habitación. Yo no dejo de mirar el piso de alfombra por el cual caminamos, con la garganta apretada y una sensación horrible. Supongo que eso era algo que había tenido bien oculto bajo capas y capas de protección. Dejarlo salir era peor de lo que había imaginado. Dolía como el demonio.
En un pasillo al otro lado de donde habíamos estado, había otra corrida de puertas. Adrien entra en una y me arrastra con él, sin que antes ambos nos quitemos los zapatos. El lugar no era muy espacioso, pero no resultaba incómodo. Adrien es bastante ordenado y serio al parecer, ya que su habitación no tiene ningún póster o decoración. Solo hay una cama en una esquina y un escritorio en otra. Los muros son de un azul petróleo y la alfombra es blanca. El armario está insertado en la pared y no hay televisión, pero si un ordenador portátil. En la mesita de noche hay un montón de cuadernos apilados y sobre el escritorio una pizarra de corcho donde tiene noticias y recortes pegados junto con fotos. ¿A quién está investigando?
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