Capítulo 7
Los chicos se fueron hace un rato, luego de ayudarme a ordenar lo que quedó de mi pieza. Tendré que dormir con mamá hasta que mi cuarto quede habitable, pero por lo menos aprovecharan de instalar un mejor sistema de alarmas y seguridad. Yo estaré más tranquila y mamá también, además que ese sujeto no podrá entrar de ninguna manera.
Recuesto la cabeza sobre la almohada y me quedo mirando el techo. Mi madre yace a mi lado, profundamente dormida hace unos minutos. Yo tengo miedo de dormir, siento que entrar a los sueños de Adrien puede como no ser algo bueno. Pero supongo que no lo sabré hasta hacerlo.
Cierro los ojos e intento tranquilizar mi respiración agitada. Nunca he tenido problemas para quedarme dormida. Lo veo como un botón de prendido y apagado que yace al fondo de mi cerebro. Apaga todo menos esa parte de mi cerebro que me mantiene viva por las noches y mi habilidad.
Cuando vuelvo a abrir los ojos, me encuentro parada en un lugar de kilómetros y kilómetros de oscuridad. Todo es negro a mi alrededor, menos yo. Puedo ver perfectamente mis manos, piernas y otros
¿Qué es este lugar? No estoy en la oscuridad típica de los soñadores, donde quedo cuando las personas no están soñando o no están dormidas. Es como si Adrien quisiera que yo solo viera esto.
—Viniste. —Escucho su voz a mi espalda y me giro sobre mis pies para mirarlo.
Es Adrien, el mismo Adrien que va a clases conmigo. El problema es que su cabello no es del mismo rubio que lleva diariamente, sino de un color oscuro como todo lo que me rodea. Sus ojos castaños me analizan con curiosidad y tengo una sensación intranquila en el pecho, como si tuviera un grito atascado en la garganta.
—Quiero respuestas —digo con la voz firme, aunque por dentro me estoy muriendo lentamente de la ansiedad y el nerviosismo. No creo estar preparada al cien por ciento para lo que tenga que decirme.
—Te escucho. —Se cruza de brazos y me mira expectante.
Trago con fuera e inspiro profundamente.
—¿Cómo sabes lo que puedo hacer?
Adrien no me contesta, pero una media sonrisa le tira la comisura de la boca. Es como si mi pregunta le causara gracia, cosa que a mí ni un pelo. Es frustrante saber que hay otros que saben de ti, pero tú nada de nada. Sé lo que puedo hacer, pero no por qué puedo hacerlo.
Adrien cierra los ojos, pero al volverlos a abrir el tiempo se congela. Siento un escalofrío recorrerme la columna y abro los ojos como plato. Frente a mí, hay un chico con los iris violetas. Es un color tan fuerte, que deja los míos como meros manchones opacos. Parece que brillaran como dos faros en toda esta oscuridad, una oscuridad que de pronto quiere devorarme.
El mundo a mi alrededor gira, pero no por mí. Del suelo emergen árboles de troncos gruesos y largas ramas llenas de hojas moribundas. Es un escenario que está constituido de un riachuelo a un lado mío y un enorme bosque en pleno otoño. Siento el ruido de los pájaros y el viento agitarme el cabello.
—No eres la única en este mundo, Sienna, existimos otro como tú. —Aparece a mi espalda, por lo que tengo que volver a darme media vuelta para encararlo. Está a unos escasos centímetros de mí, invadiendo mi espacio personal—. Nos ocultamos entre los comunes por seguridad. Hay gente que nos teme y nos busca para deshacerse de nosotros. Hay otros más peligrosos, que buscan reclutarnos para ayudarlos en sus planes. También existen criaturas que nos persiguen en los sueños, criaturas que solo existen en las peores pesadillas, las que se alimentan de los soñadores cuando llega la hora de ir a dormir. —Todo lo que me dice es demasiado, mucha información que no logro procesar del todo.
—Tú... tú sabes lo que soy. —Mi voz tiembla y siento que quiero llorar. Tanto tiempo sintiéndome sola en el mundo y luego aparece una persona que es igual a mí, que sabe lo que se siente vivir en un mundo que no quiere aceptarte como suyo.
—Somos viajeros, podemos vivir en mil mundos distintos y crear otros miles. Podemos viajar entre las mentes de personas con solo cerrar los ojos, encontrarnos con sus secretos más grandes o destrozarles la mente con un chasquido de dedos. —Chasquea los dedos y el ambiente se retuerce. Los árboles pierden sus hojas, ya no hay viento y el riachuelo se seca. El sol ya no golpea mi rostro, sino que un cielo sin estrellas ni lunas se alza imponente sobre mi cabeza—. Tenemos un poder tan grande al cual tú solo has accedido una milésima parte.
»No se sabe de dónde venimos ni cómo fuimos capaces de existir. Se descubrió que es un gen completamente heredable, pero hay quienes lo desarrollan solos, sin que sus padres tengan algo que ver con ello.
—¿Por qué no me lo dijiste antes? —digo en un tono acusatorio.
—Hay personas que son como nosotros, pero sus intenciones no son vivir vidas tranquilas. Tú te encontraste con uno de ellos esa noche.
—El enmascarado.
—Exacto. Sospechaba que no tenías nada que ver con ellos cuando te conocí ese día en la heladería. Si hubieses sido como ellos, Jordan estaría en un instituto mental hace tiempo, con la mente destrozada por un simple pensamiento tuyo.
—¿Por qué te juntas con alguien como él? —Retrocedo, asqueada ante la idea.
—Codearse con gente con contactos y redes como las de él me ayudan a encontrar a quien está matando a los soñadores, como también a mantenerte a salvo—. Ni se inmuta ante mis palabras, acciones o expresiones. Está ahí, parado frente a mí solo observándome.
Me sonrojo y aparto la mirada.
—¿Quién mata a los soñadores? —Me cubro el rostro parcialmente con una mano, intentando disimular mi rostro carmesí y mi emoción involuntaria.
Estúpido cerebro, ponte a colaborar conmigo.
—No lo sabemos, creemos que es una pesadilla como ninguna que se haya visto en años. El problema es que cuando aparece, los otros también aparecen junto con él. Creemos que el enmascarado tiene algo que ver con la pesadilla, pero no lo tenemos del todo asegurado.
—¿No eres el único que está aquí? ¿Hay más? —No puedo evitar esconder la emoción que eso me produce, saber que no solo somos dos, sino que existen más personas con nuestra habilidad.
—No, somos un grupo que viajamos juntos. —La pregunta no parece acomodarle, ya que frunce el ceño y la boca, como también aparta la mirada. Parece ser que hay algo que los hizo viajar juntos y no es agradable, o simplemente a él no le caen bien.
—¿Qué hay de mis habilidades? Dijiste que solo conozco una parte de ellas.
—Eso y que aún no sabes usarlas del todo bien. Es peligroso que te metas en los sueños ajenos por ahora. —Mira el cielo negro y luego a mí. Sus ojos brillan en la oscuridad que nos rodea, provocando que el corazón se me acelere—. Tendrás que venir aquí hasta que descubramos quien está haciendo estas cosas.
¿Él me está invitando a quedarme en sus sueños? ¿Cómo se supone que me tome todo esto? Es todo tan extraño, pero una parte de mí se siente aliviada e incluso feliz con su invitación. Pero, si él es como yo, entonces ¿no se supone que no tiene sueños? Dios, tengo muchas cosas que aprender.
—¿Por qué quieres protegerme? No somos nada, acabamos de conocernos. —Alzo una ceja y lo miro a los ojos. Tengo el corazón en la garganta y me sudan las manos de una manera impresionante. Debo parecerle completamente penosa en este momento, una niña con todas sus letras.
—El tiempo se acabó —dice sin más, ignorando mi pregunta por completo—. Nos vemos mañana, Sienna.
Entonces desaparece, dejándome sola y llena de dudas.
☽☽☽☽☽
Abro los ojos de golpe y me encuentro sola en la habitación. Un leve sonido a pájaros cantando se cuela por la ventana cerrada y el olor a café inunda mis fosas nasales. Nunca me ha gustado mucho el sabor de la cafeína, pero nada que el azúcar no pueda arreglar. Bueno, puedo vivir con ello.
Bajo los pies de la cama y me arrastro pesadamente a mi habitación para buscar algo de ropa que ponerme. Intento no reparar en el plástico que cubre lo que alguna vez fue mi ventana, y abro el armario. El problema es que una sensación horrible me invade por completo. No quiero algo que él posiblemente tocó. No tengo ni la más mínima intención de hacerlo. Me dirijo al armario de mi madre a buscar ropa y luego vuelvo a entrar a la mía. Tomo todo lo que encuentro y lo apilo en un rincón, dispuesta a meter todo a la lavadora.
No tardo en darme una ducha para bajar por las escaleras de dos en dos con la pila de ropa entre mis brazos.
—Buenos días, cariño —me saluda ella mientras yo sigo de largo al cuarto del lavado.
—Hola, mamá.
Ella no pregunta nada. Creo que ya sabe por qué lo estoy haciendo y eso me alivia. Me desagrada tener que admitir algo tan estúpido en voz alta.
Nos sentamos tranquilamente y en silencio a desayunar. Ella no levanta los ojos de su tableta, donde debe de estar leyendo las noticias, pero se le nota que quiere preguntarme algo. No le dejo saber que lo sé. Estoy en un plan de disimular que nada sucede hasta que con Sam y April hagamos el trío dinámico de pseudo-investigadores y vayamos en busca de pistas. Pediré ser el perro, así me darán galletas.
Mi madre está a punto de abrir la boca, cuando el timbre de la casa suena. Me levanto presurosa y voy a abrir.
El alma se me cae a los pies.
—¿Adrien? —No me molesto en disimular mi sorpresa. ¿Qué hace este aquí?
—Vine a llevarte a clases, vamos. —Me señala una camioneta que se ve de unos cuantos años y bastante uso. Es de color negro con algunas piezas metálicas plateadas.
—¿Disculpa?
—¿Quién es? —La voz de mamá me llega desde la cocina y de pronto siento un nerviosismo horrible. No quiero que hable con Adrien y no sé por qué, es como si una parte de mí pensara que lo odiará.
—¡Nadie! Adrien, tienes que irte. —Miro por encima de mi hombro, pero parece que tengo un poco de tiempo antes de que llegue a ver quién está en la puerta.
—No pienso moverme de aquí, Sienna. —Su característica media sonrisa aparece y me mira con aire de superioridad. Dios, ¿qué te hice?
—Si te digo que iré contigo, ¿te meterás en tu auto y esperaras a que esté lista? —Le digo con impaciencia.
—¿Temes que tu madre me conozca? —Me mira divertido y me aparta para entrar en la casa.
Y yo qué creí que mi vida no podía ser peor. Pues bien, Sienna, acabas de romper un récord ¿crees que los Record Guinness te acepten entre sus filas? La chica con la mayor cantidad de malos sucesos en un extremado corto tiempo.
—¡Ni lo sueñes! —Susurro y lo tomo por la muñeca para echarlo, pero tiene mucha más fuerza que yo y me arrastra por el pasillo hasta la cocina.
Mamá me mira extrañada, como si hubiera metido a un extraterrestre al lugar. Yo intento explicarme, pero Adrien pone su mejor sonrisa encantadora y le estrecha la mano.
—Buenos días, señora Clark. —Me da escalofríos, hasta parece una buena persona. Quizás todo esto es parte de su fachada para poder conseguir pistas de lo que está ocurriendo—. Vine a buscar a Sienna para llevarla a clases.
Mamá sonríe y saluda, pero la sonrisa no llega a sus ojos cuando se da cuenta de que aún no he soltado la muñeca de Adrien. Le suelto rápidamente y pongo mi mejor cara de niña buena.
Definitivamente me siento como en la película "Una serie de eventos desafortunados".
—No sabía que...
—Es solo un amigo, quedo preocupado por lo de ayer y quiere llevarme a clases. —No soy muy buena mintiendo, pero por su cara sé que ha colado. Además, prácticamente acabo de repetir lo que él dijo.
—Oh, muchísimas gracias...
—Adrien, Adrien Bates. —No ha quitado la sonrisa y comienza a perturbarme.
No parece ser el chico de hace un rato. Además de tener el cabello desteñido y lentillas en los ojos, tiene una actitud completamente diferente. Siento que el sueño pudo ser una enorme mentira, pero no habría venido a buscarme si fuera eso.
Observo su perfil y no puedo no preguntarme si ese es su verdadero nombre. Puede que sea un seudónimo o que se cambie de nombre en cada lugar nuevo que visita con su grupo.
Dice querer protegerme, pero ¿cómo lo hará si no confió del todo en él?
—Es un gusto Adrien. ¿Quieres una taza de café o algo para comer? —Listo, se acaba de ganar a mi mamá y eso que a mí me tomo como diecisiete años hacerlo.
—No, gracias. No quiero llegar tarde, no se preocupe.
Se despiden y creo que incluso ella se ha olvidado de mi existencia. Debe estar pensando en que momento tuvo un animalito de hija en vez de alguien tan caballeroso como él.
Me subo al lado del copiloto con un bufido, luego de haber ido por mis cosas. A él se le ha ido la sonrisa carismática, para quedar un rostro serio.
Tengo preguntas de anoche, pero no sé si hacerlas. No quiero parecer ansiosa ni loca, o incluso desesperada. Lo mejor será esperar, no es que haya terminado de procesar todo lo que me dijo, después de todo.
—¿Gracias? Supongo.
—¿Supones? —Me mira divertido.
—No es que te haya pedido que vinieras por mí ni nada por el estilo. Además, no parece para nada perturbante que sepas el apellido de mamá o que sepas donde vivo. —Miro por la ventana, evitando sus ojos.
—No lo es, ya te dije que busco codearme con personas informadas dentro del colegio— Me atrevo a mirarlo y me encuentro con sus ojos sobre mí. Nos quedamos en silencio, mirándonos el uno al otro por un rato, hasta que mi teléfono comienza a vibrar.
—¿Diga?
—¿Sienna? ¿Ya estás llegando? —Es Sam. Mierda.
—Voy en camino. —Corto el teléfono y suspiro.
—¿Desde cuándo eres taxista?
—Solo conduce. —Me encojo en mi sitio, buscando en mi mente que le diré a Sam cuando llegue con Adrien como piloto.
☽☽☽☽☽
La cara de sorpresa de Sam está para venderla por Internet. No esperaba para nada que yo llegara en otro auto con Adrien en el copiloto.
—¿Sienna?
—No preguntes y sube al auto.
No dice nada y sube con cuidado, como si el auto fuera una enorme bomba a punto de explotar. Dice buenos días con suavidad y se abrocha el cinturón.
—Buenos días, Samuel —responde Adrien al mismo tiempo que acelera la camioneta.
El viaje se hace en completo silencio. Un silencio incómodo y exasperante. No me agrada la idea de que me lleve a clases ni que tenga que refugiarme en sus sueños tal niña perdida y asustada. Sé que no hay mucho que pueda hacer en contra del tipo de la máscara, pero no creo que me ataque a plena luz del día yendo a clases con Sam.
—¿Puedo siquiera preguntar qué está pasando? —Al parecer Sam no aguanta más la curiosidad.
—Él sabe lo del tipo enmascarado —bufo con los brazos cruzados y la mirada pegada en la ventana.
Adrien frena en seco y me golpeo contra el salpicadero. Las bocinas de los autos que iban atrás no tardan en hacerse escuchar y las groserías vuelan como balas.
—Me cago en tus muertos —gruño mientras me froto el rostro.
—¿¡Le dijiste!?
—No, Sherlock, me leyó la mente. —Lo encaro para ver su rostro lleno de ira.
—¿¡Sabes acaso en lo que te estás metiendo!? —Definitivamente no es necesario que me grite, pero se ve muy alterado al respecto y es preocupante. ¿Qué es lo que no sé?
—Son mis mejores amigos, tienen derecho a saber que un loco extraño me está persiguiendo. —Abro la puerta enojada y me bajo de un portazo.
Escuchó como Sam y Adrien discuten un momento antes de que Sam también baje del auto.
—Vamos, Sienna. —Me sonríe y me toma del brazo cariñosamente para que caminemos juntos a clases.
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