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Capítulo 6

Una tormenta de verano se acerca, puedo verlo desde la ventana de la clase. Los árboles comienzan a agitarse por el fuerte viento y unas oscuras nubes se acercan. Sin embargo, yo ya tengo una tormenta de pensamientos en mi cabeza que no da tregua.

No puedo sacarme las palabras de Adrien de la cabeza.

¿Protegerme? ¿Acaso hablaba de que sabe todo lo que está ocurriendo, aun cuando yo no lo sé? Quizás, Adrien dice la verdad y tiene las respuestas a las preguntas sobre mi habilidad y el enmascarado, como también podría ser él parte de todo eso de una mala manera. ¿Estoy dispuesta a arriesgarme? Pero, los sueños nunca me han hecho daño.

Mis ojos se desvían del cuaderno donde estoy escribiendo la materia para encontrarse con April. Ella está ocupada en lo suyo, pero se le nota ansiosa. Aprieto los puños y tomo una decisión: les diré la verdad. Sé que ellos me creerán, que me ayudarán a descubrir qué es lo que está ocurriendo sin tener que asustar más a mamá de lo necesario. Pero, primero, obtendré las respuestas de Adrien.

El timbre resuena en todo el lugar y me levanto de mi asiento, como impulsada por un enorme resorte. Escucho unas risas a mi alrededor, pero no me importa. Tomo a April de la mano y corro por los pasillos.

—¡Sienna, detente, me haces daño! —exclama, pero sus gritos se ven opacados por la muchedumbre que nos rodea.

Le guío hasta detrás de los camarines de la cancha de deporte al aire, y nos quedamos recuperando la respiración. El viento agita con fiereza nuestro cabello y ella se abraza a sí misma para mantener el calor.

—Por lo menos, podrías haber dejado que tomara mi chaqueta —se queja, pero no le presto mucha atención. Me siento nerviosa, no quiero perderla porque piense que soy una mentirosa o un enorme fenómeno. Pero tengo que hacerlo.

Por ellos, por mí.

—Hay algo que tengo que decirte. —Tomo aire con fuerza y jugueteo con mis dedos, buscando la mejor manera de hablar.

El horrible temor me aprieta las entrañas. Siento que quiero vomitar y el arrepentimiento me invade. Quizás sí me apresuré, quizás no debería decirle la verdad en este momento.

—¿Y? Estoy congelándome aquí afuera.

—Yo...

—¿Sienna? —La secretaria del odioso director me mira con lástima, como si algo horrible acabara de ocurrir—. Tu madre te busca en la dirección.

¿Mamá? Mamá no viene desde... Oh, Dios. Algo en verdad malo debió de ocurrir.

—¿Qué pasó? —pregunta April por mí y se lo agradezco. Yo no tengo la fuerza para formular palabras en este momento.

Me mira a los ojos y me toma de la mano. No quiero oír que algo le ha pasado a mamá o lo que pasó para que dejara su trabajo para venir a hablar a dirección.

Sin decir nada, caminamos a buen paso hasta la dirección. Nunca me ha agradado ir allí y me genera un repelús insufrible, pero esta vez una voz me grita que abra la puerta. No toco, solo entro.

Mamá está moviendo el pie rítmicamente en un desenfreno emocional. Se le ve completamente destruida y un manojo de nervios. Eso no es común en ella, siempre ha sido una mujer fuerte y capaz de tomar el control de lo que la rodea. Eso admiro de ella y su ausencia me hace acercarme para averiguar qué ha ocurrido. Ella levanta la vista hasta mi rostro y su expresión cambia drásticamente.

—¡Sienna, cariño! —Se levanta apresuradamente y me envuelve en sus cálidos brazos.

—¿Mamá?

—Creí que algo te había ocurrido.

—Sabes que estaba aquí, ¿qué podría ocurrirme? —Controlo el tono de mi voz para que no sospeche que en verdad temo que un loco psicópata venga a buscarme mientras estoy orinando.

—Sienna —murmura, dándome a entender que está conteniendo el llanto frente al director y la secretaria. Sí, es fuerte, pero también orgullosa—, alguien entró a tu habitación hoy y lo revolvió todo otra vez. Salió y entró por la ventana, la que rompió. —Una lágrima se escapa hacia mi mejilla y la limpio enseguida—. No quiero ni pensar qué te habría pasado si hubieras estado ahí.

Ese tipo sabe quién soy, por lo que debe saber que a estas horas estoy en clases. Lo hizo a propósito, está jugando con mi mente para asustarme. ¿Por qué? ¿Qué busca esta persona? Pero lo peor no es eso, lo peor es tener la duda de si efectivamente se trata de la misma persona o es alguien más en la lista de personas que quieren torturarme.

Quiero abrazarla y llorar, pero no lo hago. Tengo que mantenerme fuerte por ella, pero es difícil. Por lo menos la mano de April en la mía me ayuda a contener el nudo en mi garganta por la horrible sensación de que alguien ha vuelto a profanar mi santuario de intimidad. Su tacto es reconfortante.

—Rachel, le recomiendo que deje que la policía se encargue de todo. —La voz del director aumenta mi malestar y mamá hace una expresión de que le acaban de decir lo más obvio del mundo—. Por mientras, lleva a Sienna a casa.

—Gracias, Aaron, le agradezco mucho su ayuda. —Me toma la mano y me saca de la oficina, separándome de April.

No puedo tener ningún pensamiento realmente coherente. Es horrible tener miedo; nubla el juicio y te quita la capacidad de controlar tus emociones.

Estamos por salir del establecimiento, cuando veo a Adrien caminar con el chico de ojos azules de antes. Basta que dirija su mirada un par de segundos hacia mí para que mis ojos se encuentren con los suyos, formando la conexión. No sé que cara debo tener o si debo estar blanca como el papel, pero frunce el ceño y abre la boca para hablar, pero yo agacho la mirada hasta la mano de mamá en la mía y la aprieto con fuerza. Mis cuerdas vocales se hallan petrificadas por el miedo de volver a casa y ver que ha hecho, no puedo decirle nada.

Entramos ambas en el auto que ha estacionado justo en la salida, pero no lo enciende enseguida. Su agarre sigue en mis dedos y acaricia mi piel con su pulgar.

—No te preocupes, cariño, solucionaremos esto. Ya lo verás —susurra, sonriéndome y besando mi coronilla—. Mañana te vendré a dejar y podrás recuperar tu auto.

Desearía que sus palabras me dieran esperanzas, que pudieran ser ciertas, pero siento que esto va mucho más allá de lo que una persona normal puede manejar.

Si tan solo tuviera una idea de lo que pasa. Un simple allanamiento no es nada comparado con lo que presiento puede hacer este sujeto. Pensarlo solo provoca que quiera vomitar. Me muerdo la lengua y limpio el sudor de mis manos en mis pantalones, forzándome a darle una sonrisa para que se relaje.

—Estaremos bien —digo, más para convencerme a mí misma que a ella.

Finalmente, conduce hasta casa y nos bajamos al mismo tiempo, pero con la lentitud de alguien que no quiere enfrentarse a la realidad. Los policías siguen viendo lo que ocurrió, por lo que uno sale de la casa al tiempo que otro entra. Los esquivo y subo las escaleras. Quiero ver qué hizo o qué se llevó de mi cuarto.

La habitación está destrozada. Han dado vuelta incluso el colchón. La ventana está rota como mamá dijo, pero no hay pedazos de cristal dentro. La rompió cuando salía. El espejo también lo está, con la marca de un golpe justo en el centro. Los cajones abiertos, mi ropa tirada en toda la habitación. Incluso los muñecos de peluche de cuando era niña fueron rotos y lanzados por todos lados.

¿Algo buscaba, algo que no encontró?

Aguanto la arcada que me asalta y me recargo contra la pared con el sudor frío bajando por mi espalda. Mamá aparece por la puerta y me envuelve en sus brazos. A partir de ese momento, todo es una nebulosa. No sé cuánto tiempo pasa, pero me quedo en la habitación de mamá, sentada en los pies de la cama y con un almohadón entre los brazos.

No sé qué hice para que todo esto comenzara a ocurrir. Me está llevando en un remolino con destino a la locura. No encuentro un puerto entre tanta neblina, no encuentro un lugar donde sentirme segura. Si puede hacer eso en mi casa, ¿dónde estaré segura?

¿Qué hago?

Cada célula de mi cuerpo grita, cada fibra nerviosa está a tope con la tensión y amargura de todos estos días. Mis sentidos están tan a flor de piel, que he llegado a un punto donde quiero salir de mi propia piel.

—Voy a pasar —dice una voz masculina, sacándome de mi desesperación.

En el umbral, Sam y April se han detenido. April se sienta a mi lado para abrazarme y Sam se agacha frente a mí, tomando mis manos entre las suyas. Su cariño esfuma los sentimientos negativos, ya no me siento tan desesperada.

Me acompañan hasta la sala, donde April me sirve una taza de té caliente. Se sienta en el suelo con las piernas cruzadas y ahora es Sam quien lo hace a mi lado.

—Sienna, ¿qué está sucediendo? Tu mamá nos dijo que el fin de semana también alguien entró a la casa —dice April.

Miro hacia todos lados, temerosa de que alguien pueda escucharme. No quiero que mamá entre en un ataque de pánico si sabe todo. Sé que debería decirle, pedir ayuda a alguien que pueda manejar mejor las cosas, pero ¿de qué es capaz él? Ha entrado dos veces a la casa —más si incluimos el día de la ventana abierta— sin que nos demos cuenta, podría herirla si quisiera.

Dejo la taza en la mesa con tanto cuidado que me sorprendo, como si el mero ruido en el cristal pudiera alertar a mamá o los policías.

—No aquí. —Me levanto y salimos a la parte delantera de la casa, donde el escarabajo rojo de April está estacionado.

Me subo en la parte trasera y ellos en la delantera. Se giran inmediatamente, llenos de curiosidad por lo que tengo que decirles. Entonces, con una voz monótona, les digo todo lo que pasa, pero sin hablar en absoluto de lo relacionado con mi habilidad. Evito por completo mirarlo a los ojos, sino a una parte cercana como sus pómulos o sus cejas, sin perder a Adrien.

—¡Dios, Sienna! —gime April—. Tenemos que decirle a la policía sobre esto. Ya sabes lo que pasa en esas películas cuando los protagonistas tontos no lo hacen.

—No es tan fácil —suspiro—. Además, tengo mis razones para no decirles.

—¿¡Estás loca!? —Sam está que explota de rabia, pero necesito que me comprenda.

—Sam, por favor, sabes que no te pediría que mantuvieras el secreto si no supiera qué es lo que hago. —Es una verdad a medias, ya que realmente no sé a lo que me enfrento y, por lo tanto, no sé qué hago. Pero, estoy segura de que es más seguro para todos que la policía no lo sepa.

Sam se muerde el labio inferior con fuerza y termina por resignarse con un bufido, impactando suavemente su cabeza contra el cabecero del asiento del copiloto.

—Por lo menos, podríamos intentar descubrir quién está detrás de todo esto. Con pistas, podría resultar más fácil que la policía ayude y así no correrías tantos riesgos —dice April, entusiasmada.

—Ni loca, no dejaré que se entrometan en esto. —Frunzo el ceño y me siento erguida, intentando verme más imponente—. Si algo les pasa, no podría perdonármelo. Ni en un millón de años.

—O nos dejas ayudarte o iremos con la policía —dice Sam, cruzándose de brazos como un niño pequeño y con el ceño tan fruncido que sus cejas están por juntarse.

Me atraparon. Dejarles participar en la locura es la manera de proteger a mamá. El problema es que no saben toda la verdad. Supongo que, si les digo ahora, pensarán que estoy loca y que inventé al enmascarado.

—Bien, pero prométanme que, si se pone demasiado peligroso, se irán para no volver —digo con mi mejor tono de mujer madura, pero no ha resultado en ellos.

—Sienna —dice April y me sonríe, poniendo su mano cálida sobre la mía congelada y sudorosa—, nosotros nunca te dejaríamos sola.

Le sonrío. Tengo esa clase de amigos envidiable. Nunca dejarán de significar muchísimo y me encanta tenerlos cerca.

Supongo que está bien comenzar con pasitos de bebé para descubrir todo lo que se oculta tras la máscara y el color de mis ojos, además de la misteriosa muerte de esa mujer. Solo espero que no sea algo relacionado con todo esto y se repita en otra persona.

Es hora de sacar respuestas de Adrien, de aceptar su propuesta y entrar en sus sueños.

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