Adrien me toma de la mano, apartándome de la pelea que se forma en medio de la pista de baile improvisada. Mientras caminamos a la cocina, escucho como Sam y April se gritan cosas con los amigos de Jordan. Entre ellos, escucho un montón de insultos indecoroso de April.
La música no tarda en volver a sonar y nosotros entramos a la cocina. Me hace sentar en un banquito de madera y me deja allí mientras busca un paño donde poner un poco de hielo. Yo lo miro trabajar en silencio, aún sin poder salir del trance. Al poco se acerca con el hielo y se encarga de mis maltratados brazos.
Verlo así provoca que me entren ganas de llorar otra vez, pero no me permito mostrarle eso a él. No confío, es su amigo. Aun cuando me defendió y me ayudó, nada me dice que no vaya a burlarse de esto después con él.
Aparto la vista de él y me quedo en un punto fijo en la pared de baldosas sobre el lavaplatos. En un punto intento quitarle el paño, pero mi cuerpo no responde adecuadamente al temblar tanto, por lo que desisto.
—¿Por qué? —pregunto con la voz rasposa. Tengo la garganta seca.
—¿Por qué no?
Me mira a la cara, pero no le permito hacer contacto visual. No quiero ser maleducada, pero realmente no tengo ganas de entrar a sus sueños esta noche.
—Porque seguramente acabas de ganarte una sentencia social allí afuera por alguien que ni conoces.
—No es algo que me vaya a quitar el sueño. —Se encoge de hombros y se aparta—. No sé por qué le temen, es un imbécil.
Lo miro asombrada. Adrien ha demostrado tener cerebro y ser maduro, no como la gran mayoría en este lugar. Permito que sus ojos se encuentren con los míos y siento una corriente eléctrica en todo mi cuerpo. Es una conexión como ninguna otra que hubiera sentido.
—Gracias, por todo —murmuro—. Supongo que nos vemos por ahí —suelto, intentando escapar de él.
Intento esquivarlo, pero me es imposible con su cuerpo, la encimera y la silla de madera. Nuestras miradas se vuelven a encontrar y siento como si buscara algo en mis ojos, una muestra, una pista o un secreto que no logro comprender.
Por lo general me produciría rechazo y lo empujaría para que me dejara tranquila, especialmente luego del episodio con Jordan, pero esta vez me quedo completamente quieta, devolviéndole su intensa mirada. ¿Con qué soñará?
Pasan un par de minutos y comienzo a incomodarme. No deja de mirarme fijo y el cuello me duele de mirar hacia arriba. No es que me gane por muchos centímetros, pero a esta distancia es inevitable que tenga que torcer el cuello para devolver su mirada. A esta cercanía, incluso puedo sentir su olor; una mezcla de alcohol, cigarrillo y perfume.
Trago saliva con fuerza. Las partes de mi cuerpo que están en contacto con el suyo están comenzando a tener un calor inexplicable. Quiero que termine, que se aleje o siento que voy a dejar escapar un grito involuntario.
—Mis amigos... —balbuceo, por lo que carraspeo para poder hablar con más claridad—. Quiero ir a buscar a mis amigos.
Parece salir de sus pensamientos y me deja salir, alejando su cuerpo. Agradezco su acción y paso con rapidez entre ambos hacia la puerta de la cocina. No quiero tener a ese chico muy cerca, no cuando Jordan lo ha apadrinado bajo su ala apestosa.
Salgo sin mirar atrás. El corazón me late muy rápido y las manos me sudan, como también siento el rubor en las mejillas. Su cercanía e intensidad me han dejado nerviosa, con las piernas como gelatina.
—¿Estás bien? ¿Dónde demonios estabas? —pregunta Sam, obviamente molesto.
—En la cocina —con Adrien.
—¿Estás bien? —insiste April, empujándolo para analizarme de pies a cabeza—. Dios. Vi como ese orangután te agarró, pero todo fue demasiado rápido y no logré llegar a tiempo. Suerte que ese chico nuevo estaba cerca.
—Sí —murmuro, apartando la mirada.
—¿Quieres que nos vayamos? —pregunta Sam, cuando April termina su inspección.
—No, está bien. Tengo ganas de bailar un poco más con ustedes —miento, con una sonrisa temblorosa.
Si no estuvieran un tanto ebrios, sabrían que no estoy siendo sincera. Sin embargo, no quiero que tengamos que irnos aún. Siento que la música y las personas me ayudan a sentir que todo ha sido una ilusión mía más soportable que la realidad.
Los mando a la pista y les digo que iré por un vaso nuevo y los alcanzo, pero me encuentro con Adrien hablando con amigas de Jordan y cambio de opinión. Verlo allí me hace desconfiar aún más, sospechar de sus buenas intenciones. Además, si Adrien está allí con esas chicas, el rey de los guarisapos debe estar cerca.
Dejo el vaso lleno en el suelo y voy hasta el patio. El aire me refresca el rostro y seca el sudor que me cubre la piel. Me permito relajar allí unos segundos, tomando fuerzas para volver a la fiesta.
No es una noche tranquila con la música detrás de mí o con las parejas alocadas repartidas por todas partes, por lo que decido que no quiero seguir mucho tiempo allí. Estoy por entrar cuando me doy cuenta de que hay una figura sospechosa junto a la reja que da a la casa de los vecinos. No es que sea de mi incumbencia, pero, cuando se gira, veo el color de sus ojos.
Violetas.
No tardo mucho en correr hacia su dirección, llevada por un impulso abrupto. Si los ojos violetas tienen algo que ver con la habilidad de entrar en los sueños de los demás, entonces quiero saberlo. Necesito sentir que no soy la única que puede hacerlo, que no soy realmente tan anormal como me han hecho sentir durante tanto tiempo.
Sin importar que alguien pueda verme, salto por la reja hasta el otro lado, cayendo de bruces al suelo. No tardo en levantarme, ignorando el dolor punzante, para escanear el lugar con la mirada. ¿Dónde diablos se metió el chico? Ni siquiera me di cuenta de cómo era, solo pude ver el color de sus ojos.
Muy bien, Sienna, estás hecha toda una detective.
Me sacudo los pantalones y me acerco hasta la casa, con la esperanza de encontrar algo que me diga dónde fue. Una sombra en una de las ventanas llama mi atención. Pienso por un momento que he sido descubierta en propiedad privada, pero son ojos violetas viendo el patio. No hemos hecho contacto, él no debe de haberse dado cuenta de mi presencia.
Doy vuelta y encuentro una ventana abierta. No me importa si es su casa y yo estoy entrando ilegalmente, solo quiero saber si es como yo o no. Si no lo es, siempre puedo fingir demencia.
Arrastro los pies por la cocina y me asomo al pasillo. No parece haber nadie. Utilizo mis pobres habilidades de sigilo para investigar el primer piso, pero no encuentro nada. Solo queda esa habitación con la puerta cerrada. Toco de forma débil antes de abrir, sintiéndome como una estúpida. Asomo la cabeza y me encuentro con una figura cubierta por las mantas de la cama. Debe ser la persona que estaba siguiendo. Quizás fue a la fiesta un rato y luego saltó la reja en vez de abrir la puerta. Ahora debe querer dormir.
Sí claro, que inteligente eres.
Me acerco más hacia la figura y me detengo en seco. ¿Qué estoy haciendo? ¿Si es el dueño o dueña de casa y me ataca pensando que soy un ladrón? Tengo que salir de aquí, no lo vale.
Me doy media vuelta para salir, pero un ruido me alerta, por lo que miro por sobre mi hombro. Ahora puedo ver a la persona; es una mujer de cincuenta y pico años durmiendo en su cama y se está quejando. No son gemidos de alguien que está teniendo una pesadilla, sino de alguien que siente dolor y está muy adormilado como para expresarlo mejor. Suena horrible, eso no es una pesadilla.
—¿Se encuentra bien? —pregunto, acercándome rápidamente, desesperada por ayudarle.
La mujer comienza a moverse violentamente en la cama. Intento sostenerla, pero no puedo hacer nada. Es como si yo fuera una hormiga intentando detener un camión sin control, pero, de todos modos, me mantengo firme hasta que parece calmarse. Dejo escapar un débil grito cuando, de forma abrupta, abre los ojos y chilla. Sus irises son de un color rojo espeluznante y tienen su propio brillo sobrenatural.
Caigo sentada al suelo y el pánico me invade. No puedo creer que haya terminado metida en esto. Tengo que llamar a la policía para pedir ayuda, sé que ellos podrán ayudarla y sabrán que no fui yo. No pude haber sido yo.
Me levanto y apresuro hacia la puerta para salir de allí, pero me encuentro con una figura tapando mi única vía de escape. Es alta y completamente vestida de negro.
—¡Ayúdame, hay que llamar a urgencia! —exclamo, señalando el cuerpo inmóvil sobre la cama, pero no se inmuta.
Levanta la mirada, dejándome ver una máscara blanca con solo dos hendiduras para los ojos, los cuales no puedo distinguir, pero de igual forma evito. ¿Es acaso el mismo chico de antes?
—Hola, Sienna.
¿Cómo es que el rarito sabe mi nombre? Sé que no debería ponerle un nombre a alguien que puede ser mi futuro asesino en potencia, pero el estrés suele sacar lo peor en mí.
La adrenalina comienza a invadir mi torrente sanguíneo a causa del pánico. El extraño está bloqueando la única salida que poseo por el momento, sin contar las ventanas al otro lado de la cama. Definitivamente es mi momento de escribir mi testamento. Demasiadas situaciones corriendo peligro en mi vida por una noche.
—Supondré que tienes algo que ver con la muerta en la cama. —La voz me tiembla ligeramente y no sé por qué le hablo, pero es lo único sensato que pasa por mi mente.
—La verdad es que no —admite, avanzando un par de pasos, a lo que yo retrocedo hasta que mis piernas chocan con la mesita de noche. No quiero ni que respire el mismo aire que yo—, pero déjame decirte que tienes un cuarto bastante desordenado.
Siento un escalofrío por mi espalda. ¡Sabía que yo no había abierto la ventana! ¿Por qué lo hizo? ¿Qué es lo que quiere de mí exactamente? Quizás sabe de mi habilidad y quiere algo con ella o puede ser un asesino serial con el que me acabo de encontrar en una muy mala situación. Si es lo primero, debería comenzar a usar lentes de contacto para evitar futuras situaciones como esta.
—¿Cómo sabes quién soy? —inquiero.
—Sé todo sobre ti. —Se detiene a unos cuantos pasos de mí. Siento sus ojos como un peso horrible sobre mí—. Como, por ejemplo, la habilidad que tienes y la que has estado mal aprovechando todo este tiempo.
¿Mi habilidad? ¿Se refiere a que puedo entrar en los sueños de otros? No voy a preguntarle eso, no tengo tiempo que perder y sería algo estúpido de hacer. Necesito salir de aquí antes de que piense en hacerme daño o me descubran cerca del cuerpo de una muerta. ¿Cómo explicar por qué entre aquí en primer lugar? Nadie me creería o sería una razón estúpida.
—Ha sido un placer hablar contigo, pero me tengo que ir —murmuro e intento pasar por su lado, pero se mueve para cubrir el camino.
Vuelvo a retroceder a mi lugar seguro, asustada de lo que pueda hacerme. Ni siquiera sé si está armado o sus intenciones, cosa que me revuelve el estómago y dilata mis pupilas. Incluso podría ser una broma pesada, pero no lo creo siendo que sería una que habría ido demasiado lejos.
—No creo que vaya a suceder —ronronea.
Desvió la mirada para volver a ver el cuerpo que yace en la cama y mis ojos vuelven a mi atacante. Puedo sentir un objeto duro en la espalda, lo que podría usar como arma si logro distraerlo, pero ¿cómo?
—¿Qué quieres de mí? —cuestiono, tragando con fuerza cuando vuelve a acercarse. Me siento como un pequeño ratón acechado en la oscuridad. No sé quién es mi atacante ni si va a comerme.
—Todo —dice y termina con la distancia que hay entre nosotros.
Tomo el pesado objeto y lo muevo con rapidez para darle, pero el desconocido se mueve mucho más rápido que yo y me detiene en la mitad del aire. Apresa mi muñeca y el reloj de mesa cae al suelo con un fuerte estrépito.
Siento la sangre bombeando en mis oídos. Puedo escuchar mi propia respiración agitada y me lo imagino con una enorme sonrisa, disfrutando a tope todo lo que está sucediendo. Lo tenía planeado, sabía que seguiría la sombra de ojos violetas y yo caí como tonta. La curiosidad mató al gato o, en este caso, a Sienna.
¿No podía haber nacido con un poder más útil? ¿De qué diablos me sirve poder ver los sueños de las personas? ¡De nada! Moriré aquí y hay tanto que no pude descubrir, tanto que no pude experimentar...
No, no quiero morir aún. No estoy lista para ello.
Utilizo mi pie para darme un impulso con la mesita y empujarlo con todo mi cuerpo. Logro provocar que caiga y aprovecho para correr, pero toma mi tobillo y caigo de bruces al suelo. Me revuelvo, frenética, hasta que le pateo la mano y vuelvo a correr ante su alarido.
Tomo el pasillo que da a la cocina. Para mi suerte, la ventana sigue abierta. No quiero llamar la atención saliendo por la puerta, temerosa de que luego crean que tengo algún vínculo con la muerta sobre la cama. Subo a la encimera y me apresuro en lanzarme por la ventana. Caigo como costal de papas y me doy media vuelta en el suelo para ver al chico parado, mirándome tétricamente. La máscara en definitiva no ayuda.
Le saco el dedo de al medio y corro hacia la reja, volviendo a perderme entre la gente de la fiesta.
☽☽☽☽☽
—¿Estás segura? —pregunta April, observándome con preocupación mientras yo tomo las llaves de mi auto.
—Sí. El alcohol no me cayó muy bien en el estómago y quiero volver a casa —donde no soy vulnerable al tipo de la máscara por el momento. Tendré que hablar con mamá y decirle lo que ha pasado sin darle muchos detalles. No quiero tener que volver a pasar por algo así en mi vida.
Me siento mal por no decirles a mis amigos que me pasa, pero no quiero meterlos sin saber si es real o algo más. No sé como tomarían todo esto y temo perderlos. Incluso temo que, si me creen y apoyan, los pierda por culpa de un enmascarado haciéndoles algo malo.
—No quiero que tengas un accidente por haber bebido. —Sam intenta quitarme las llaves, pero lo miro mal.
—Estoy perfectamente bien —suspiro—. Solo que fue demasiado todo lo que ocurrió esta noche y necesito descansar.
Sam mira a April y ella asiente.
—Deja que me quede en tu casa hoy, no quiero que te quedes sola esta noche —murmura, apoyando su mano en mi hombro—. Te haría bien una pijamada improvisada —sonríe.
—¿Estás segura? —cuestiono, mirando a April, quien me hace un gesto con su mano para restarle importancia.
—Será mejor para mí no tener que limpiar el desastre de los dos mañana por la mañana. Ve con Sam.
Se despide de nosotros cerrando la puerta en nuestras narices. Sam me quita las llaves y se sube como piloto, obligándome a no manejar. Le agradezco en silencio y me subo con él. No tardamos mucho en llegar a mi casa y entramos en silencio, ya que mamá debe de estar durmiendo profundamente. Su auto está en la entrada.
Subimos caminando en puntitas, evitando hacer ruido, y entramos en mi cuarto. Sam hace una mueca al ver mi horrible desorden, pero no se queja esta vez.
Sin decir nada, me recuesto en mi cama con la ropa puesta y Sam se sienta a mi lado a acariciarme el cabello, reconfortándome. Él siempre sabe como me siento sin que tenga que decirlo y el como hacerme sentir mejor.
—¿Estás bien? —pregunta en un susurro.
—Todo menos eso —admito y asomo la cabeza entre los cobertores, para ver su deslumbrante sonrisa en la oscuridad. Ese gesto siempre logra subirme el ánimo, aunque sea ligeramente.
—Ya verás que mañana nos divertiremos y olvidarás todo lo pasado con Jordan —se levanta y va por un saco de dormir que hay en el armario.
Quizás debería decirle a alguien lo que ha hecho esta noche y sé que Sam y April opinan lo mismo, pero no tengo ganas de pasar por ello y tener que aguantar más acoso de él. Además, podría llevarlo a que sus amigos comiencen con ello.
—¿Sam?
—Dime.
—¿Puedes dormir conmigo esta vez? —pregunto.
Parece pensar que estoy bromeando, pero ve que no vacilo y se acerca a mí. No tardo en sentir su calidez contra mí cuando me abraza, al recostarse sobre los cobertores. Me siento protegida, como si nada pudiera tocarme. Así es como April y él me hacen sentir; como la chica más afortunada del mundo.
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