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Capítulo 16

Nuevamente esa oscuridad familiar, pero esta vez sé que no estoy en la cabeza de Adrien, sino en la de Blake.

Cierro los ojos e inspiro con profundidad. Al volver a abrirlos, me encuentro en una montaña, a las orillas de un precipicio. No es un lugar aterrador, aunque debería serlo, más bien es tranquilizante y hermoso. El viento me agita levemente el cabello y la luna brilla con fuerza en lo alto del cielo.

—Me gusta —le indico a Blake, quien se posiciona a mi lado con un cigarrillo en los labios y las manos en los bolsillos.

Es extraño que su vicio le persiga hasta este plano, donde no es necesario contaminar tu cuerpo con sustancias extrañas si puedes hacer lo que quieras. ¿Para qué beber alcohol si puedes estar literalmente en las nubes? Supongo que se debería aplicar lo mismo a los sueños.

—¿Ves esas montañas frente a nosotros? —pregunta, luego de dar una fuerte calada, expulsando el humo mientras habla.

Extrañamente, el humo huele a rosas y un poco de lavanda, no a tabaco quemándose. Es una sensación agradable, como todo lo que nos rodea.

—Sí.

—Quiero que las destruyas —dice, con una enorme sonrisa en sus labios que enseña los dientes, mientras sostiene el cigarro entre sus dedos.

No me extraña su petición, pero no creo poder hacerlo. Intentar algo como eso, implicaría que tuviera que pasar por sobre su esencia para imponer la mía y aún no estoy lista para hacerlo.

—Tranquila, te permitiré hacerlo fácil esta vez —susurra y siento como si me hubiese leído la mente, conociendo las respuestas a mis inquietudes sin que las haya pronunciado en voz alta.

Concentro toda mi mente en este plano donde estamos, en el dónde se producen los sueños y no los pensamientos. Es como si el plano onírico, el del inconsciente, se dividiera en más donde se encuentran distintas capas. Tomo los bordes de la que quiero, en la donde nos encontramos, y tanteo el terreno y donde puedo entrar. Blake dijo la verdad, me ha dejado la puerta completamente abierta para que pueda ingresar y hacer de las mías.

Mis pensamientos viajan y se concentran en toda la rabia que tengo acumulada. Las murallas se derrumban, el sueño se distorsiona y la luna desaparece. Me vuelvo un huracán, un tornado, un maremoto destruyendo todo a su paso. Yo soy una fuerza incontenible y eso me hace sentir muy bien, me hace sentir imparable. Nadie puede herirme, nadie puede hacer mella en mí.

En este lugar, Adrien no puede alcanzarme, no puede tocarme.

Cuando he acabado de romper la hermosa ilusión de Blake, me siento en el suelo, empolvada hasta las raíces del pelo. Lanzo un suspiro y me dejo caer de espalda, sintiendo la quietud del silencio después del terremoto de mis emociones.

No volveré a llorar por alguien que no quiere estar conmigo. Independiente de que es lo que él decidió, yo también tomo mi decisión: se puede ir a la mierda. Si quiere que respete que me abandone, entonces tendrá que respetar que no quiera verlo ni en pintura. Si eso sucede, no respondo si pierde un par de dientes o le rompo la nariz. Es lo que sucede cuando hieres a alguien, por lo menos en la mente de ese alguien.

—Veo que te sientes mejor, pero creo que te pasaste un poco de la mano. —Lanza una carcajada y se sostiene la cabeza.

—¿Estás bien? —pregunto angustiada, incorporándome rápidamente.

—Acabas de romperme la mente un tanto —susurra, recostándose a mi lado—. Estaré bien, no eres lo suficientemente fuerte como para hacerme un daño significativo. Además, yo te dejé entrar.

—No sabía que te ocasionaría eso —digo, avergonzada y arrepentida por mis acciones.

—No, yo no te lo dije. Pero estoy bien, no te preocupes. —Da unas palmadas en mi espalda y me dejo caer nuevamente a su lado—. Tampoco esperaba que pegaras tan fuerte siendo tan inexperta.

—Gracias, supongo.

Nos quedamos en silencio mientras el sueño vuelve a cambiar. Ahora estamos en un prado, donde el pasto es lo suficientemente largo para volverse un colchón bajo mi peso. Si miro hacia los lados, puedo ver pequeños cerros o bosques. Incluso, por debajo del trinar de los pájaros, puedo oír un riachuelo.

Blake se levanta y me ayuda a hacer lo mismo. Me doy un giro de ciento ochenta grados antes de volver a mirarlo a él.

—Te voy a enseñar como volver tu mente un muro impenetrable y como meterte en la de las demás como si fuera coser y cantar. También quiero que sepas como destrozar la mente de tu contrincante o meter ideas en la de los débiles, provocando que hagan lo que tú quieras —recita, con el gesto ensombrecido.

»Durante la noche, te enseñaré a ser una de nosotros. Durante el día, te enseñaré a defenderte usando un cuchillo o una pistola. Aunque a veces los sueños son más peligrosos que las personas, no debes olvidar que siguen siéndolo.

Se da media vuelta y comienza a caminar, lejos de mí. No tardo en seguirlo, con sus palabras rondando en mi cabeza.

☽☽☽☽☽

Despierto agotada mentalmente. La luz afuera está extinta, más allá de los faros y la luna. Blake sigue durmiendo a mi lado en la cama, por lo que no lo despierto y salgo despacio a la oscuridad del pasillo. Doy un respingo cuando me encuentro a mamá saliendo de la suya.

—¿Sienna? ¿Estás bien? —pregunta, con el ceño fruncido y tomándome con delicadeza por el hombro.

—Sí, ¿por qué lo preguntas?

—Tus ojos... olvídalo. ¿En qué estabas? —Mira la puerta con desconfianza.

—Durmiendo. Aproveché ya que no lo he hecho muy bien desde que... ya sabes. —Cambio el peso de una pierna a otra, con mi mejor cara de inocencia y miedo para darle lástima y que se deje de hacer preguntas mal encaminadas.

—No sabes cuánto lamento no estar tanto en casa. —No digo nada, sé que su tiempo se divide entre su novio y su trabajo. Supongo que sus prioridades están en otro lado, lejos de que su hija pueda morir por un psicótico o no. Tampoco diré nada sobre eso, no vaya a ser que me restrinja y me encierre en una celda en lo alto de una torre. Además, no lo hace tan mal para ser madre soltera.

—Estoy bien, de verdad. No tienes que preocuparte tanto por mí —digo, con una pequeña sonrisa fingida.

—Tienes razón, ya no eres una niña y con el nuevo sistema de seguridad debería bastar. —Suspira y me abraza, como lo hacía antes, con sus brazos sobre mis hombros y una mano en mi cabeza y la otra en mi espalda.

No me di cuenta de lo que lo necesitaba hasta ahora. Le devuelvo el abrazo con el doble de intensidad y ella me besa la coronilla.

—Te amo, Sienna, nunca lo olvides.

—Yo también, mamá.

—¿Quieres ordenar una pizza y ver una película? —Me aparta y vuelve a sonreír cuando asiento con energía.

Blake estará bien en mi habitación, durmiendo. Lo necesita al parecer más que yo y yo necesito pasar tiempo con mamá, sentirme normal para variar. Hace mucho tiempo que no pasamos tiempo de madre e hija y es agradable la idea de hacerlo.

Nos sentamos mientras ella toma el teléfono para marcar a la pizzería más cercana. Nos indican que estará aquí en media hora y entonces ella enciende las noticias para ver que hay mientras esperamos. Es una mala idea, pero ella no tiene cómo saberlo.

Sí, yo tenía razón.

Casi como si el destino dijera que cada vez que veo las noticias tiene que tener algo que ver conmigo, aparece la noticia de una tercera —o quizás hay más, yo no lo he seguido— víctima. Esta vez, es un niño de ocho años. Su muerte fue bajo las mismas condiciones que la mujer y el hombre de los que yo sé.

El bastardo no discrimina ni en sexo ni en edad.

—Tengo que ir al baño y vuelvo —me excuso y subo las escaleras corriendo.

Entro a la habitación y agito a Blake para que despierte. No tarda en abrir los ojos y brillan, al igual que los de Adrien cuando se quedó a dormir. Quizás fue eso lo que vio mamá cuando me encontré con ella en el pasillo, pero eso implicaría que nunca antes lo había visto. Quizás tiene algo que ver con que ahora he usado mucho más mis habilidades.

—¿No hay un beso de buenos días? —pregunta, frotándose los ojos.

—Ni siquiera es de día.

—Bueno, el de las buenas noches también cuenta —dice, con una sonrisa lobuna en el rostro y se acerca.

Le empujo y me apartó.

—Otra muerte, mismas características —suelto sin pensarlo mucho.

Se queda callado y vuelve a su lugar, con el ceño fruncido. Tiene una expresión pensativa cuando mira por la ventana, concentrado en algo que yo ignoro.

—Se está volviendo más agresivo. La cantidad de muertes ha aumentado de sobremanera —susurra.

—¿A qué te refieres? Solo han muerto tres personas.

—¿No has visto las noticias? —Cuando niego con la cabeza, la lanza un suspiro—. Esta es la décima víctima de la semana, Sienna.

Un horrible escalofrío me recorre la espalda y siento un pitido en los oídos. Diez malditos muertos en una semana y no tengo idea de cuantas realmente son. Todo es tan real que duele como los mil demonios.

—Yo...

—Tranquila, nosotros no estamos en peligro —interrumpe.

—Pero Adrien dijo que...

—Por eso te dijimos que te mantengas con nosotros. Tenemos métodos para mantenerlo lejos, nada te pasará mientras hagas lo que te decimos. —Me toma por ambos hombros para mantenerme estable.

—Vale, pero ¿qué hay de las personas que no son como nosotros? —pregunto despacio, como si tuviera miedo de que alguien me oyera. Pero no hay nadie que pueda oírme aquí además de Blake.

Nos quedamos en silencio. Yo esperando su respuesta y él mirando a la nada, con las comisuras de los labios ligeramente hacia abajo.

—Supongo que Adrien nunca te contó que sus padres no eran como nosotros —dice, luego de un rato—. Es por eso que murieron. Lo siento, Sienna, pero no hay nada que pueda garantizar que tus amigos y familia estén bien.

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