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Capítulo 14

Pestañeo un par de veces más, pero no debo rascarme los ojos. Es un poco extraño tener lentes de contacto, pero Adrien insistió antes de que nos subiéramos a mi auto para ir a la morgue.

La morgue, un lugar un poco siniestro para pasear, pero no lo digo en voz alta. Las cosas volvieron a ponerse volubles entre los dos y tengo miedo de meter la pata. Si me lleva a este lugar, es por una razón importante y porque confía en mí.

Creo que él soporta menos el silencio cuando pone música unos decibeles más altos de lo que se acostumbra a poner. No pasa mucho tiempo para que mis nervios colapsen y la apague, dedicándole una de mis mejores miradas de hastío.

—¿Me vas a explicar qué haremos allí? —Enarco una ceja y me estiro hacia delante, cargando mi peso en el cinturón de seguridad.

Me dirige una pequeña mirada inexpresiva y vuelve a poner la vista en la calle. No estamos muy lejos del hospital donde mamá trabaja y donde nos dirigimos. Ojalá y no me encuentre con ella.

—Quiero que veas algo —dice, con un tono de voz neutro.

—¿En la morgue? No me atrae mucho todo eso de los muertos. —Especialmente después de ver como una mujer murió frente a mí y yo nada pude hacer.

—Es la única manera de que entiendas bien a qué te estás enfrentando.

—¿Y tú cómo puedes entrar ahí?

—Tenemos contactos en muchas partes —admite, dando por terminada la conversación.

Muevo las caderas hacia delante y me deslizo por el asiento, de brazos cruzados. Ahora debo verme como una niña haciendo una pataleta, pero no tengo ganas de aparentar que todo esto no me molesta. No tengo intención alguna de estar frente a un cuerpo en un estado desconocido para mí.

—¿Llevas a todas tus citas a lugares así de románticos? —inquiero, mirándolo de reojo.

—¿Esto es una cita? —pregunta, con una ceja alzada y un tono que supone diversión ante la situación.

—No —niego rotundamente, pero no puedo evitar sonrojarme. No pensé muy bien antes de hablar.

—¿Por qué haces tantas preguntas?

—Soy curiosa, especialmente si siento que me están raptando a una película de terror. —Dejo caer mi cabeza en el respaldo y la tuerzo, para poder mirar por la ventana la entrada al hospital. Adrien aparca unos cuantos metros más allá y apaga el motor, girándose a mirarme.

—¿Estás lista?

—Noup —respondo, haciendo una mueca con la boca.

—Vamos.

Se baja del auto y camina hasta mi lado, para abrirme la puerta. Yo lanzo un bufido y acepto su caballerosidad, la que me acelera ligeramente el pulso.

Juntos, nos dirigimos a la parte trasera donde un chico de unos veinte y tantos años nos abre la puerta. Le dirige una sonrisa cálida a Adrien antes de saludarlo con un abrazo. Me fijo en que lleva una bata de doctor junto con una credencial enganchada en el bolsillo, la cual dice "Médico Forense".

—Vincent, tiempo sin vernos —exclama él, antes de darle unas palmadas firmes en la espalda.

—Lo siento por no avisarte antes de que estaríamos cerca. —Adrien, o "Vincent" como le ha llamado el chico, se rasca la nuca, nervioso, antes de apartarse para dejar que él me vea—. Ella es Sienna. Sienna, Chace.

Lo analizo de pies a cabeza disimuladamente antes de sonreírle y saludarlo de un apretón de manos. Es alto, por lo menos media cabeza más alto que Adrien. Tiene el cabello oscuro rapado casi al ras y sus ojos oscuros no muestran señales de usar lentillas. Debe ser un chico normal y corriente que está siendo utilizado por Evan para conseguir acercarse a los cuerpos. ¿Con qué mentira lo tendrán cooperando de esta manera? Siendo que por esto puede meterse en graves problemas.

Chace nos indica que entremos antes de cerrar la puerta detrás de nosotros y caminar por un pasillo. Nosotros lo seguimos de cerca y en completo silencio.

Él llamó a Adrien por otro nombre, lo que no puede evitar hacerme sentir extraña. Ahora no estoy ni segura de que Adrien sea su verdadero nombre. Quizás cuantas veces se han cambiado de nombre, apellido y apariencia física. ¿De qué color realmente es su cabello? ¿Cómo se llama? ¿Dónde nació? No sé nada de él y eso me pone nerviosa.

Me pierdo entre tantas puertas, pasillos y escaleras antes de que lleguemos a un par de puertas cerradas con un lector de tarjetas en la pared contigua. Sobre ella, en grandes letras luminosas, sale escrita la palabra "morgue". Chace saca su credencial y la pasa por ella antes de que continuemos.

—¿Por qué te han enviado a ti esta vez? —pregunta él, una vez que dejamos la puerta atrás.

Yo deseo con fuerzas haber pensado mejor las cosas y haber traído algo con lo que abrigarme. Afuera está bien el clima, pero aquí hace mucho frío. Entiendo que es para que se conserven los cadáveres, pero no es necesario volverme a mí uno de ellos.

Me abrazo a mí misma y sigo de cerca a los chicos, con miedo a perderme o quedarme sola en este lugar escalofriante.

—Jack estaba ocupado esta vez, por eso no pudo venir en persona —responde, dejándome con la duda de a quien se estará refiriendo. ¿A Blake o a Evan? Quizás a West, pero no tengo ni una pista.

—¿Por qué razón quieres ver el cuerpo esta vez? —El chico no es tonto, tiene sus sospechas.

—Lo de siempre. —Se encoge de hombros—. Sabes que él investiga casos de muertes extrañas.

—Ya, pero no termino de entender que envíe a alguien de tu edad para ello, sin ofender —dice, deteniéndose frente a una puerta que parece al azar, al no tener nada escrito en ella.

—No te preocupes, suele pasarme —dice, con una pequeña sonrisa amistosa en el rostro.

Aún me cuesta ver a este Adrien amistoso, a diferencia del que suele estar conmigo. Ese chico cerrado herméticamente que me muestra facetas extremistas que me confunden por completo. Sí, ese mismo chico por el cual mi corazón late cada vez que está lo suficientemente cerca de mí como para sentir su perfume.

Y yo que no me creía masoquista.

—Aquí está, avísame si necesitas algo. Estaré en la sala de descanso —gruñe y lanza un bostezo largo antes de irse y dejarnos solos.

—¿Vincent? —Enarco una ceja, una vez que el chico se ha perdido de nuestra vista, en uno de los pasillos.

—No es el único nombre que tengo —responde con una sonrisita y entra al lugar, obligándome a seguirlo.

Adrien toma una tablilla de madera con un par de papeles en ella. Los ojea antes de dirigirse a una de las puertas de metal insertas en la pared. En esta, está el número doce sobre ella. Hay alrededor de unas veinte como esta, igualmente insertados en la pared.

Es una gran estancia con máquinas desconocidas para mí en las murallas, al igual que instrumentos como cierras y bisturís. Frascos, botellas, cajas de guantes, mascarillas, protectores y otros se encuentran repartidos en un orden especifico en las mesas y demases. También, hay un par de mesas de metal en el centro y en una de ellas hay un cuerpo en una bolsa, listo para ser retirado o cortado para la autopsia.

Para nada tétrico.

Escucho el chirrido del metal contra el metal cuando arrastra la mesa hacia afuera de la abertura. En seguida, un cuerpo cubierto por una sábana blanca aparece frente a mis ojos.

Sus dedos aferran la tela con fuerza, pero lo detengo antes de que descubra el cadáver.

—¿Estás bien?

—No creo estar lista para volver a verla —admito, con la garganta seca y las manos sudorosas. Agradezco que lleve chaqueta o de seguro se daría cuenta.

—Supuse que no querrías. Ella no es, este es el chico que murió hace poco —dice y entonces lo destapa.

Puedo ver que le abrieron la cabeza en el proceso, buscando algo que desconozco. También tiene cortes suturados en el pecho y el abdomen. No tengo idea de que buscaban, ya que no sé de medicina ni nada del estilo, pero me parece que no lo encontraron.

Quedo absorta mirando las facciones de alguien demasiado joven como para haber muerto de dos maneras muy complicadas y al mismo tiempo. Es terrible saber que hay algo en el mundo que puede hacerte algo como esto mientras duermes, en un mundo donde no tienes defensa alguna. La mente es el punto débil de las personas, algo tan complejo, pero a la vez tan frágil.

—¿Estás bien? —Vuelve a preguntar.

—Es como quinta vez hoy que me haces esa pregunta.

—¿Lo estás?

—Lo estaré. ¿De qué manera murió? ¿Es lo que dicen en las noticias? —inquiero, buscando cambiar el tema.

—Derrame cerebral y paro cardiopulmonar —confirma mis temores—. Es de la misma manera en que murió ella, ¿lo recuerdas?

—¿Cómo olvidarlo? —digo y suelto una risa amarga. Es de las cosas que me acompañarán hasta que me muera.

Se dirige a una de las mesas de metal repartidas en el lugar y coge dos pares de guantes de látex y un par de mascarillas.

—No eres alérgica, ¿verdad? —pregunta, tendiéndome ambos objetos.

Niego con la cabeza y me los pongo en silencio, al igual que él. Estamos en poco rato más mirando nuevamente al cadáver, del cual ni el nombre sé. Entonces, Adrien toma la cabeza del chico y la separa, dejando ver el cráneo vacío.

—¿Qué es lo que buscamos? —Intento no ver hacia la cabeza, pero no puedo evitarlo. No es una visión muy agradable.

—El cerebro, pero no está. Quizás lo dejaron en una bolsa por aquí —dice, procediendo a destapar por completo el cuerpo. Yo aparto la mirada, sin intensiones de ver desnudo a un muerto.

—Me refiero a qué es lo que planeas encontrar.

—El cerebro, como supondrás, es el encargado de generar los sueños, o, bueno, partes de él. Si las víctimasestán muriendo en sus sueños, deben tener daño en las partes que lo generan y controlan. El daño comienza allí y se disemina a las demás partes, como el centro encargado de la respiración y del sueño —explica y comprendo que me lo está resumiendo para que yo logre entenderlo.

—Eso no explica el derrame.

—Pues, en pocas palabras, el cerebro se destruye. Aún no sabemos cómo, quién y por qué lo hace, pero lleva un tiempo en ello. Son muertes extrañas, tachadas de "muerte súbita" cuando en realidad son algo mucho peor —habla, mientras toma una especie de bolsa y saca el órgano—. Como lo temía.

En sus manos, hay un cerebro que parece sacado de una película de terror. Parece como si alguien les hubiera inyectado tinta a los vasos y freído la corteza. No sé cómo se verá por dentro, pero ese cerebro es la viva comparación de lo que le ocurre a una computadora cuando se sobrecalienta.

—Es él —gruñe, con ira, y deja todo en su lugar antes de cerrar la puerta de metal con fuerza.

—Adrien...

—Evan supuso que podría tratarse de esto, pero creímos que era un mito.

—¿De qué hablas?

Cuando se gira a mirarme, siento miedo. En sus ojos se refleja la desesperanza y un dolor tan grande que me quema por dentro.

—Se trata de la misma criatura que mato a mis padres, Sienna.

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