Capítulo 10
El corazón se me detiene por un par de segundos, lo juro. Pensar lo peligroso que es Adrien realmente genera en mis instintos de supervivencia el querer huir lejos. Pero, a su vez, es más seguro estar cerca de la muerte que lejos. Después de todo, no es la única persona que puede matarme en mis sueños. O en los suyos. Estoy confundida.
—Vamos a buscar a West para que te indique las reglas y luego supongo que ya podre ir a dejarte a casa. —Se aleja de la ventana y camina hasta la puerta, pasando por mi lado—. Recuerda, no mires a nadie a los ojos a menos que sea yo.
Lo dice como si fuera algo fácil siendo que ambos sabemos que eso no lo es. Supongo que una de las últimas personas que veré al día será a él. Eso suena un tanto incómodo siendo que en casa, luego de clases, suelo estar con mamá. Entonces, la única manera de entrar en los sueños de Adrien sería verlo a él de último en el día. Suena más complicado de lo que es, ¿no? De todas formas dejaré que él vea como lo hace.
Salimos de la oficina de Evan para bajar las escaleras e ir a donde vi a todos. Ahora nos encontramos en un salón común con una televisión y un par de sillones repartidos alrededor. A un lado, hay una mesa de pool donde veo un par de chicos jugando, pero no me fijo en ellos. Me fijo en un chico que está frente a la televisión con un cuaderno de notas y está escribiendo algo que no puedo ver.
Debe ser West. El cabello castaño lo lleva hasta los hombros y con un flequillo que le cubre levemente los ojos violetas oscuros que leen frenéticamente lo que está escribiendo. Lleva unos pantalones holgados y una camiseta negra que lo hace ver más delgado de lo que es. Levanta la vista dos segundos, le sonríe a Adrien y vuelve a lo suyo.
—Supongo que ya viste a Sienna —dice Adrien.
—La chica nueva, sí. Evan me dijo que la encontraron hace un par de días. No se oculta de ellos —dice con reproche, sin apartar sus ojos de lo que escribe.
Tengo ganas de estamparle mi puño en su rostro, pero me contengo y sonrió. Extiendo mi mano para recibir un saludo, pero Adrien me lo impide.
—No le gusta mucho el contacto —me susurra.
Recuerdo que no debo verlo a los ojos, por lo que me concentro en un mechón desordenado que tiene en la frente.
—Mucho gusto, West.
—Lo mismo digo. —Deja el cuaderno a un lado y se levanta de su sitio.
—¿Evan te dijo que necesitamos tu ayuda?
—Por supuesto. —Se balancea en sus pies y mira al resto un momento.
En la mesa están las gemelas. Cabello rubio cenizo donde una lo lleva hasta la barbilla y la otra hasta las caderas. Son de figura esbelta y rostro afilado. Las chicas me dirigen una mirada llena de curiosidad antes de ponerse a cuchichear entre ellas. Me fijo que se miran a los ojos sin problemas.
Un poco más allá, se encuentra el que debe ser Reyner. Es un chico de alta estatura con el cabello negro que le cubre un poco las orejas. No parece agradarle mucho mi presencia, ya que me observa con el ceño fruncido. A su lado, está una chica de cabello largo y rojizo, con un libro en las piernas y unos anteojos cubriendo sus ojos. Ella no me presta mucha atención, pero supongo que su aparente ternura solo me indica que debe tratarse de Priya.
—Las reglas —dice West sacándome de mis pensamientos—. Tienes que tener claro un par, las demás las iras conociendo con el tiempo. Primero, nunca debes mostrar tus ojos a alguien que no sepa quién eres. —Comenzamos bien. He roto esa regla toda mi vida—. Segundo, no mirar a los ojos a una persona que no conoces o con quien no tienes una misión en concreto. Puede ser uno de ellos y uno nunca lo sabe hasta que amaneces muerto o sufres el peor infierno. Nunca debes hacer algo relacionado con nosotros sin la previa autorización de Evan y nunca debes revelar quienes somos. No hacemos las cosas solos, nunca, por eso tenemos compañero de trabajo.
—¿Algo más? —pregunto mientras intento asimilar lo que me acaba de decir.
—La traición es castigada, pero eso ya es algo obvio. —Se le ensombrece la mirada y un escalofrío me recorre la columna—. Eso implica también hacerle daño a uno de nosotros a propósito. Eso es todo lo que debes saber por ahora.
—Eso y que debes obedecerme a mí, Evan y West en todo caso —dice Adrien con una media sonrisa.
Es mucho que asimilar, pero creo que ya tengo lo básico en mi cabeza. Asiento lentamente y luego miro a Adrien para ver qué es lo que haremos ahora. Él me mira unos segundos antes de mirar al resto. Un sentimiento indescifrable para por su rostro antes de señalar el pasillo hacia la cocina.
—Ahora debo dejarte en casa.
—¿No conoceré a los demás?
—No por ahora. Primero Evan debe decirles que haremos contigo. Hasta entonces, no creo que quieran acercarse. Nuestro modo de vida nos impide encariñarnos con alguien, ya que vivimos en constante peligro de muerte. —Me suena a discurso practicado. ¿Con cuántas personas habrá hecho lo mismo? Quién sabe, pero cada vez suena más terrible este modo de vida.
Me despido de West con un gesto de mi mano y camino hasta la cocina. Allí, Adrien me entrega una bolsa con mi ropa mojada y vamos hasta el garaje, donde Blake acaba de estacionarse y se está quitando el casco.
—¿Todo bien? —Recibe de respuesta una encogida de hombros y toma las llaves de la repisa—. Dile a los chicos que volveré en un par de minutos, debo dejar a Sienna en su casa.
—Espera —dice Blake.
—¿Sí?
—Dale estas a Sienna. —Le entrega una bolsa oscura y vuelvo a sentirme como si ignoraran mi presencia a propósito.
No digo nada cuando Blake se despide de mí sacudiéndome el cabello enredado y sigo sin decir nada cuando subo a la camioneta de Adrien. Enciende el motor y prende el aire antes de echar marcha atrás y salir del lugar. La radio da una tonada relajante mientras pasamos por las calles ahora llenas de ramas y hojas por todos lados. Incluso hay un poco de basura repartida luego de tanto viento.
Seguimos callados durante el viaje. Yo no puedo dejar de pensar en todo lo que ha ocurrido durante el día y Adrien... bueno, no tengo idea en que estará pensando él. Saber que es como yo y que en realidad el color de su cabello y ojos no es más que tintura y unos lentes de contacto es difícil de terminar de tragar. Quizás yo debería hacer lo mismo y teñir mi cabello, cortarlo y usar lentes de contacto cafés. Entonces, sería la chica normal de colegio que no hace nada interesante en su vida más que existir.
No sé en qué minuto hemos llegado, pero se estaciona en la entrada de mi casa y se queda mirándome.
—Gracias por traerme —digo en voz baja y tomo mis cosas para abrir la puerta.
—Ten. —Me dice tendiéndome la bolsa negra que le dio Blake.
La tomo con cuidado y miro lo que hay dentro. Puedo ver perfectamente la caja de unos lentes de contacto de color.
—Blake no sabía de qué color las querías, por lo que las compró verdes. Tendrás que comenzar a usarlos todos los días.
—¿Incluso en casa? —trago con fuerza y cierro la bolsa, como si fuera un monstruo en vez de unas simples lentillas.
—Con nosotros no hay problema, o con tu madre y amigos. Pero a la calle no podrás ir sin ellas. Ya verás cómo te acostumbrarás a usarlos. Me encargaré de comprarte más del color que quieras otro día. —Me sorprende lo amable que ha sonado.
Un rubor cubre mis mejillas y miro hacia otro lado para que no lo note.
—Gracias.
Vuelvo a tomar la manija de la puerta para salir del auto, pero antes de que pueda hacerlo Adrien me toma por la barbilla y sus ojos violetas se encuentran con los míos. El corazón me late como si estuviera en una maratón y no me muevo de mi lugar. Me suelta con delicadeza y entonces me permito respirar.
—Quería asegurarme. —Da una media sonrisa y vuelve a su puesto.
—S... sí.
—Nos vemos en un par de horas, Sienna.
Asiento como en un trance y salgo del auto. Veo como se aleja y se despide con un gesto de la mano. Me obligo a volver a ser yo y me doy media vuelta para entrar a casa, dispuesta a luchar una tarde entera a no mirar a mamá a los ojos y controlar mi respiración mientras espero la noche.
Mientras espero a Adrien.
La llave encaja con perfección en la cerradura. La giro y entro a casa. Sé que mamá no está, lo que me deja un poco acongojada ante la idea de estar sola todo el resto de la tarde.
Dejo mi mochila en la entrada y arrastro los pies hasta la cocina. Tomo un vaso de jugo antes de ir a tirarme al sofá para encender la televisión. Comienzo a cambiar los canales mientras apoyo los pies sobre la mesita de café. Sé que a mamá no le gusta que lo haga, pero ella no está aquí en este momento.
Continúo con lo mío hasta que incluso olvido que sigo con la ropa de Adrien puesta. No es que me moleste, incluso su aroma me llena las fosas nasales y lo encuentro relajante. Pero supongo que debo tomar una ducha para arreglar mi cabello. Estoy levantándome de mi lugar cuando algo en la televisión me llama la atención. Es una noticia. Está la chica reportera frente a una casa, pero no está el desastre de la tarde, lo que significa que es una noticia de la mañana que están retransmitiendo.
Un hombre, de veinte años, encontrado muerto bajo las mismas condiciones que la mujer que vi morir.
Veo lo que queda del reportaje en trance. No sé por qué Adrien no me dijo nada. Debería haberme avisado que se repitió el suceso, pero no me dijo nada.
Apago la pantalla y tiro el control remoto lejos. Subo las escaleras dando zapatazos y cierro la puerta del baño de un portazo. Estoy enfadada y no sé realmente por qué. Quiero golpear a alguien y a la vez me siento estúpida. No es mi tema, al cien por ciento, pero sigue teniendo algo que ver conmigo al final del día. Todo esto me incumbe si mi vida y la de quienes me rodean corren peligro.
En algún momento será mi lucha.
Enciendo la ducha y no espero a que esté caliente antes de meterme debajo. No volveré a demostrarme débil frente a nadie, no volveré a derramar una lágrima. Les demostraré que puedo ser más, que soy más. No dejaré que nadie vuelva a dañarme ni a quienes amo. Seré un arma en esta guerra y ganaré, sin importar nada.
☽☽☽☽☽
Ha llegado la noche. Estoy en la mesa con mi madre cenando con tranquilidad. Ella, como siempre, está ocupada en su trabajo mientras come apenas su plato de pasta. Yo giro el tenedor sin poner mucha atención a lo que hay a mi alrededor.
—Lo siento si estoy en otra parte, cielo, pero la tormenta me está dejando con mucho trabajo. — Se disculpa—. Sabes cómo se ponen las personas en las tormentas, no hacen mucho caso a las advertencias. —Lanza un suspiro cansado y sé cuánto le está pesando su trabajo en el hospital.
—Tranquila, he tenido tanta tarea que no he tenido tiempo para muchas cosas. Ya sabes cómo son los inicios de año. —Le sonrío aunque la mentira sea enorme.
—¿Y cómo vas con ese chico? El tal Adrien. —No me atraganto solo porque no estoy comiendo.
—Es solo un compañero que está siendo muy buena persona y todo eso. —Y ahora nos vamos a ver en nuestros sueños. Sí, solo un compañero.
—Me extraña que solo un compañero se comporte de esa manera. —Enarca una ceja en mi dirección y me sonrojo, pero lo oculto bajando la cabeza al tenedor lleno de comida humeante.
—Ya ves, el chico es otra cosa. —Lanzo una carcajada disimulada y meto la comida en mi boca para masticarla con exagerada lentitud.
Mamá me mira extrañada. Definitivamente no me cree, pero tampoco tiene pruebas de que no sea cierto. Debe suponer que es mi novio o algo, pero no tiene ni idea. No es que pueda de pronto saber que en realidad es un chico en un grupo de personas que busca detener a otro grupo de loquitos y, añadido a eso, un par de asesinatos misteriosos que algo tienen que ver con los sueños, o eso parece.
Adrien tiene miedo o por lo menos está lo suficientemente preocupado como para evitar que entre a los sueños de otras personas y corra peligro. Pero, ¿a qué le teme más? ¿A los locos o a eso que está matando a las personas? ¿No están relacionados ambos sucesos?
—Creo que le gustas —dice de pronto, con lo que me atraganto y comienzo a toser con fuerza.
—¿Y tú como piensas en eso? Ya te dije, es solo...
—Un chico extraño, ya te oí. Pero tú no eres yo, tú no puedes ver cómo te mira. —Cierra la tapa del computador y me mira con suficiencia.
Después de eso, no digo nada más. No quiero discutir algo que no tiene sentido. Cuando una idea se mete en la cabeza de mamá, nada se la quita con facilidad. Es así como ha ayudado a mucha gente. Es así como sé que sus corazonadas suelen ser ciertas. Pero en este caso, estoy segura de que se equivoca. Si yo no fuera alguien especial, si no tuviera los ojos de este color y mi extraña habilidad, pensaría que incluso me odia. Y debe ser así, pero me protege porque estamos en algo así como peligro de extinción.
Dejo mi plato a medio vaciar en la encimera y me despido para subir las escaleras a mi cuarto. No sabré si hay clases mañana hasta la mañana siguiente, pero de todos modos no planeo ir. Necesito un poco de paz.
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