12
Seungkwan despierta de pronto. Siente que su piel se quema y también un agarre fuerte en su cuerpo; suspira al darse cuenta de que solamente se trata de Seokmin abrazándolo como un pequeño niño.
Se deshace del brazo de su amigo y, con cuidado de no despertarlo, se deshace de las cobijas encima de él y termina levantándose de la cama. Seokmin ha sido demasiado amable, dejándolo quedarse en su casa a pesar de que Seungkwan no le dio ninguna clase de explicación lógica para no querer poner pie en su propio hogar.
El reloj digital marca las 3 de la mañana con números rojos brillantes. El recién teñido azabache siente un escalofrío y fija su mirada en las delgadas cortinas que cubren las ventanas de la habitación de Seokmin.
Atribuye la silueta que se desvanece rápido a su falta de sueño y su —no tan reciente— paranoia. De cualquier forma, aquella sensación de ser observado se había mantenido estable para Seungkwan desde que Mingyu se fue.
—Él no se quería ir; yo hice que se fuera —se dice a sí mismo en un murmullo inconsciente.
Mingyu. Mingyu. Mingyu.
Últimamente no puede sacarse ese nombre de la cabeza. Aunque ha tratado, la bonita piel morena, los ojos brillantes y los colmillos puntiagudos regresan siempre a él de una u otra forma, recordándole que su miedo había sido más grande que el cariño que sentía por Mingyu.
¿Sentía cariño por Mingyu? Ah, Seungkwan realmente se cree un tonto por no haberlo querido admitir antes. Siempre supo aceptar que el moreno era guapo —precioso, si pudiera expresarlo él mismo—, pero decir que lo quería resultaba difícil.
Mingyu es un vampiro. Y a Seungkwan le dolía haber reaccionado tan mal porque, incluso habiéndole dicho palabras hirientes, Mingyu se aseguró de procurar la seguridad del menor ante todo.
Vaya situación.
Seungkwan hace un puchero mientras estira un poco sus articulaciones. Los días pasados, después de despertar inexplicablemente a mitad de la noche, el sueño no había abandonado su persona, así que el azabache se había limitado a volver a cerrar los ojos y dejar a Seokmin utilizarlo de almohada. Pero esta vez parecía diferente. El sueño que siempre suele tener se ha desvanecido, y Seungkwan no ve otro remedio más que cansarse a él mismo para retomar su siesta junto a su amigo lo antes posible.
Se viste con un conjunto deportivo y sale de la habitación en silencio. La sala de la casa de Seokmin se ve tenebrosa en la obscuridad, tanto que por un momento Seungkwan extraña estar en su propia casa, un lugar tan seguro para él que nada podía aterrarlo; antes, al menos.
Decide tomar un par de tragos de agua y dejar su celular cargándose cerca de la cocina, de cualquier manera, ¿para qué lo necesitaría?
Abre la puerta de la casa y sale, porque sí, ha decidido que dar una caminata en la madrugada será una manera fácil de cansarse. La casa de Seokmin está lo suficientemente lejos de la suya de cualquier forma, así que los vampiros no irán a buscarlo tan lejos.
La luz de algunos faroles parpadea de vez en cuando, pero fuera de eso la mayoría permanecen con una luz cálida estable.
A pesar de la chaqueta que lleva encima siente el frío del invierno calarle los huesos más pronto de lo esperado.
Busca regresar por donde ha venido, pero se encuentra frente a los altos árboles del bosque. ¿Cómo ha llegado ahí? Ni siquiera era su destino, para empezar. Busca frenética con su mirada las luces parpadeantes, pero ahora no encuentra ninguna encendida detrás de él.
Está perdido en medio de un bosque sin final.
Escucha un par de hojas caer y ramitas quebrándose cerca, entre los frondosos arbustos. Su corazón late tan fuerte que incluso le duele.
La esperanza de que de pronto salga Mingyu de ahí es lo que lo obliga a permanecer ahí parado, sin mover un músculo.
—¿Mingyu? —pregunta en voz baja, tartamudeado a la nada.
Da un paso hacia atrás cuando no obtiene una respuesta inmediata.
—Seungkwan —lo llama entonces una voz cálida que jamás ha escuchado —. He escuchado mucho de ti.
Uh, esto es malo; y Seungkwan lo sabe. Se muerde el labio para no volver a hablar y trata de perderse entre la densa obscuridad de la noche.
¿Cómo escapar ahora? No sabe lo que lo espera más adelante y tampoco desea averiguarlo.
Entonces, antes de incluso darse cuenta, siente como su muñeca es aprisionada y su boca es tapada con brusquedad.
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