02
—Eso es extraño —dice Seokmin, quien está sentado en el sofá, frente al televisor encendido que exhibe infomerciales desde las 6 de la mañana.
—¿Qué cosa?
—Que espíes a tu nuevo vecino —aclara —. ¿Lo haces porque es muy guapo?
Seungkwan recorre las cortinas y las acomoda de nuevo en su lugar, cubriendo los amplios ventanales.
Piensa en el atractivo rostro que le ayudó hace un par de días, y recuerda que también le dio uno de los tenedores de su madre. Sus orejas se sienten calientes ante aquella absurda memoria y Seokmin sonríe cuando lo ve.
—Entonces si es guapo.
Seungkwan niega ligeramente y se deja caer a un lado de su amigo. —No es eso. Y no lo estaba espiando —aclara. Seokmin alza una de sus cejas de manera acusatoria —. Okay, si lo estaba espiado; pero tengo una razón completamente justificable.
—Si tú lo dices.
—Ayer vi un documental —comienza, y el mayor se acomoda mejor sobre los cojines —, era de vampiros.
—¿Vampiros?
—Vampiros, ya sabes. Colmillos filosos, nocturnos, bebedores innatos de sangre...
—¿Desde cuándo te interesa lo paranormal?
—Desde que comencé a pensar que mi vecino es un vampiro.
—Eso es ridículo. —Seokmin suelta una carcajada y Seungkwan rueda los ojos. —¿Qué te hizo llegar a esa conclusión?
Alza sus hombros y desvía la mirada hasta los ventanales por segunda vez. Hoy el sol parece particularmente irritante y a Seungkwan sinceramente no le apetece salir de casa.
—Nunca lo he visto salir en el día sin que lleve alguna sudadera entera o capucha, como si temiera evaporarse al sol —explica moviendo los brazos de manera exagerada.
—Quizá quiere mantener su tono de piel.
Seungkwan piensa en su reluciente piel morena y niega de forma brusca. —Imposible. Tampoco sonríe mostrando sus dientes. ¿Sabes por qué? —Seokmin niega. —¡Porque seguro esconde sus colmillos!
—Estás siendo paranoico. —Seokmin se levanta del sofá y revuelve la cabellera azul deslavada que Seungkwan tiene (gracias a una apuesta que perdió con él). —Los vampiros ni siquiera existen.
—Lo dices porque jamás has visto uno —alega cuando Seokmin abre la puerta principal dispuesto a salir.
Como su respuesta no llega pronto, se levanta también y se asoma detrás de su espalda.
Mingyu alza una de sus manos y de nuevo sonríe sin mostrar sus dientes. En su otra mano lleva un molde de cristal con aluminio cubriéndolo.
—Estaba a punto de tocar el timbre —dice.
Seokmin voltea a ver a Seungkwan por un segundo y después da un paso fuera de la casa. Extiende su mano hasta Mingyu y se presenta cordialmente. El más alto duda un par de momentos y al final decide hacer una reverencia en lugar de estrechar la mano del chico.
—Bueno, me voy. Te veo después, Kwannie —se excusa Seokmin antes de desaparecer en el calor del día.
Mingyu dirige de nuevo su mirada hasta Seungkwan y este le sonríe medio forzado. Lo invita silenciosamente a entrar a su casa con un leve movimiento de cabeza, pero él parece no entender.
—¿No vas a entrar? —cuestiona confundido.
—Ah, claro. Me gustaría —dice Mingyu con sus mejillas infladas.
Seungkwan muerde su labio y con su mano señala dentro una vez más. Mingyu parpadea lentamente antes de que el menor sienta sus ojos taladrarle la cabeza una vez más.
—¿Por qué sigues sin pasar?
—De donde vengo esperamos una invitación explícita —expresa.
Seungkwan junta ambas de sus cejas. Sospechoso. Muy sospechoso.
—Te invito a entrar, entonces —asegura con la mejor sonrisa que tiene.
Mingyu alza las comisuras de sus labios y el peli-azul alcanza a ver una parte de sus perlados dientes. Pero no demasiado, porque Mingyu se arrepiente rápidamente de haber sonreído así.
Pasa a su lado y Seungkwan siente su piel helada rozar en su antebrazo. Se baja la capucha de la sudadera y deja a la vista sus mechones ligeramente húmedos, quizá por lo que ha sudado de estar asándose bajo el sol con una sudadera abrasadora y negra.
—Ayer cociné algo para ti —dice Mingyu y le pasa el molde de cristal que sostiene al contrario —. Espero que te guste.
—Oh. ¿Te gusta cocinar? —indaga Seungkwan sosteniendo el molde. Lo lleva hasta la mesa de su cocina y Mingyu lo sigue de cerca.
—Me encanta —admite —. Cocinaba para mis amigos todo el tiempo.
—¿Y para ti? —Mingyu ignora la pregunta fingiendo que no la ha escuchado y el menor se da por vencido rápido. —¿Tienes hambre?, ¿quieres comer algo?
—Para nada.
—¿Sed? —indaga.
Mingyu sonríe de una manera extraña y después de un rato niega suavemente. Carraspea antes de dar un paso hacia atrás.
—Será mejor que me vaya —dice —. ¡Te veré por ahí! —Abre la puerta principal y sale antes de que Seungkwan se pueda despedir.
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