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Capítulo 17

El día se me hizo eterno.
Luego de pasar por el hospital, Caín nos planteó con detalles cómo entraríamos al hospital. Dijo que estaba consiguiendo más de los brazaletes para así poder pasar desapercibidos.
Teníamos armas, pero no las suficientes, así que el equipo tres se uniría con el uno para traer las armas, pero también se llevarían a Sam para ayudar a teletransportar las armas con más rapidez.

También Caín nos dio la orden de revisar nuevamente el hospital ya que, todo se haría en dos días.

Dos días, si Sam y yo no lo lográbamos esta noche, entonces la masacre se llevaría a cabo.

Estaban reuniéndose antes de irse, pero antes, Sam vino hacia mi llamando a sus dos compañeros. Nos reunimos en círculo.

-Les corresponde a ustedes el hospital, Abigail estará al mando mientras no estoy.- Me sobresalto y lo miro pero su mirada está en los dos chicos del doble de mi tamaño.

Ambos asienten serios pero puedo sentir su confusión.

Sam me mira.-Estás a cargo.

Mi pecho se estremece mientras asiento.-Nos vemos más tarde.- Dice antes de irse con el resto.

Me quedo parada sin habla, no podía negar que ambos me causaban cierto temor. Eran letales como Sam, pero a Sam lo conocía un poco más, a ellos no, eran completamente desconocidos.

-Bien.- Digo tratando de que mi voz no tiemble.- Andando.- Miro a Devon.- Tú conduces.

Si las miradas mataran realmente, yo ya estaría muerta.

Ya dentro, vigilando la entrada como hacíamos la mayoría del tiempo luego de cubrir varios puntos de referencia, Cam habla al fin.

-¿Y bien?¿Nos quedaremos todo el tiempo aquí?¿Sólo viendo?- Habla en voz baja pero sin perder la fuerza en su tono. Tanto Devon como yo, lo miramos.

-Sam dijo que no debíamos subir, es demasiado peligroso.- Digo yo.

Cam me mira con una mueca de disgusto.- Pero Sam no está aquí.

-Pero yo sí, y digo lo mismo que él.

Cam bufa y rueda los ojos.- No sé por qué te puso a cargo, a una niña.- Dice como si fuese tan difícil de creer.- En vez de a uno de nosotros, nosotros que tenemos suficiente experiencia.- Lo miro furiosa.

-¿Y yo no? Por si no lo sabes, estuve en esa guerra y no lamento decirte que asesiné a varios de los tuyos sin ningún problema.- Tal vez no debí decirlo, me di cuenta cuando su mirada lanzó chispas. Cam había guardado distancia pero ahora se acercaba con paso amenazante. Devon lo agarró del hombro para evitar que se abalanzara hacia mí. Yo estaba temblando por dentro.

Rechinó los dientes antes de decir:- Repite eso, y estás muerta.

Sin embargo, había pasado por demasiado como para doblegarme ante él, un idiota con carácter. Avanzo unos pasos hasta que siento la otra mano de Devon sobre mi hombros. Su poder me hace retroceder y sé que apenas y lo usó, sino estaría volando contra la pared y atravesándola. Miro a Cam de frente.

-Intenta tocarme y tú serás el que esté muerto.- Cam se ríe sin gracia.

-Eres una maldita.- Dice.- Una maldita que no estará viva por mucho tiempo.- Y tomo eso como una amenaza.

Entonces el ascensor se abre, está unos metros delante de nosotros, yo estoy de frente así que desvío mi mirada de Cam y la dirijo hacia la caja metálica y de donde un puño de personas sale con mascarillas en la boca.

Frunzo el ceño y retrocedo del agarre de Devon.

Ellos también se giran para ver mientras nos quitamos del camino de las personas.

Visten de blanco, como si fuesen doctores. No usan batas pero si una especie de uniforme con cuello de tortuga para cubrir sus cuellos, y usan guantes para proteger sus manos. Dejo de respirar cuando pasan frente a mi. Devon pone un brazo entre ellos y yo para hacerme retroceder más.

Todos se dirigen hacia el pie de las escaleras y antes de subir, los guardias señalan el aparato metálico. Cada uno de ellos posa su dedo en el detector y este lanza una luz verde. Suben uno por uno a pasos seguros y coordinados. Miro a Devon a mi lado izquierdo.

-Seríamos idiotas si nos quedamos aquí.- Dice Cam.

Lo miro. Estaba loco. Niego con la cabeza pero él ya está avanzando antes de que pueda detenerlo. Devon maldice en voz baja.

Lo vemos avanzar, llega frente a los guardias y les saca el dedo medio justo frente a sus narices. Ellos ni se inmutan. Luego lentamente, sin cruzar las escaleras, sube el brazo y tan rápido como un rayo, lo mete entre el espacio de entrada, lo saca tan rápido como lo hizo y luego vuelve a tantear. Comprendo al instante lo que trata de hacer. Está buscando un sensor de movimiento que pueda delatarnos si cruzamos por la entrada de las escaleras. Pero no hay anda, ni el mínimo pitido. El sensor de huellas no debía ser como un código de acceso solamente, sino que archivaba quien entraba y quien salía de la estancia.

Contengo el aliento, esperando que una alerta sonara advirtiendo nuestra presencia. Pero nada, no pasa nada. Miro a Devon que parece igual de confundido y eufórico que yo. Lo miro antes de avanzar hacia Cam. Llego hasta él en completo silencio. Un error y los guardias nos escucharían y se alertarían de voces fantasmas.

Cam sube su dedo y señala hacia arriba como diciendo "Vamos" yo niego con la cabeza pero él de todas formas pasa entre los guardias y pisa el primer escalón. Lo miro de muerte mientras le ordeno en silencio que regrese, pero él ya está subiendo las escaleras. Miro hacia atrás, hacia Devon.

¿Qué debo hacer? ¿Seguirlo?

Trago saliva antes de hacer la cosa más estúpida que he hecho este año. Empiezo a subir tras él. Son al menos doce escalones, una pared blanca en medio, luego tengo girar a mi derecha y subir el otro tramo de escalones blancos. Subo quince más y me encuentro con una pared de vidrio con una puerta doble también de vidrio. Cam está parado junto a la puerta.

Me quedo de piedra al ver lo que él.

Es una gran sala dividida por paredes de vidrio. En cada pequeño espacio hay camillas, y en ellas, los cuerpos sedados de los infectados. Hay docenas, me doy cuenta para mi horror. Los tienen ubicados de tal manera que alcanzarían al menos unos cincuenta más.

Puedo verlos a todos a causa del cristal entre ellos y nosotros. Veo como gente con guantes y mascarillas los atienden. Les sacan sangre, a otros los mueven con camilla y todo hacia otro espacio. No todos están dormidos, unos cuatro están retorciéndose contra las correas que los sostienen contra las camillas. Se miran desesperados, sus bocas forman una O. Están gritando.

Sólo me imagino lo que sienten. La impaciencia por deshacerse de las correas, por quitarse los tubos y agujas pegados a sus cuerpos. Veo como uno de los doctores, o al menos eso creo que es. Golpea a una chica de cabello oscuro. La golpea justo bajo el ojo. No tienen piedad. La chica gruñe, veo su rostro volverse furioso mientras saca sus dientes, filosos y brillantes. El hombre con la mascarilla retrocede y saca algo de su bolsillo, una jeringa. La chica se retuerce, es tan joven, creo que incluso, más que yo. Patalea, grita y el doctor la agarra del cuello evitando sus mordidas, antes de clavar la aguja sin piedad en el pecho de la chica. Esta parpadea, parpadea cada vez más lento, hasta que deja de luchar, hasta que sus ojos se cierran.

Mis manos se vuelven puños. El doctor no está satisfecho porque la abofetea en la cara, mientras ella está aún inconsciente.

Ellos se merecen morir. Pienso con odio.

Un día pensé, cuando aún no había cambiado. Que yo era como ellos, como los humanos. Pensé que no debía haber diferencias entre nosotros, me metí esa idea en la cabeza. Estaba tan equivocada. No somos como ellos, ellos nunca nos aceptarían.

No todos los humanos son malos pero estos... estos que tengo en frente, que torturan a mi gente y la utilizan como experimentos. Estos merecen morir.

Dicen que los humanos le temen a lo desconocido. Bien, les daré una razón para temer.

En momentos como este es cuando pierdo mi humanidad. Cuando veo la injusticia cometerse contra inocentes. Cuando veo como alguien con poder, se siente superior al resto. Cuando veo a inocentes sin poder defenderse. En estos momentos, es cuando no me arrepiento de no tener corazón, o de tenerlo de piedra.

"Los vengaré"

Es lo primero que pienso.

Tal vez no me estén escuchando, pero lo haré. Vengaré lo que les están haciendo, lo que les hicieron no sólo los humanos, sino también Los Primeros. Después de todo esto, ellos serán los próximos.

A lo lejos veo al grupo que acababa de subir hace poco, se los señalo a Cam que estaba distraído viendo a esa chica. Veo que están caminado directo hacia la salida, hacia nosotros. Con maletines en sus manos, cada uno de ellos.

-¿Qué será lo que traen ahí?

Niega con la cabeza.- No lo sé, pero es algo que no deben tener en su manos.

-¿Qué hacemos?- Pregunto con impaciencia.

Cam me mira serio.

-Dímelo tú, ¿Acaso no eres la que nos lidera?

Los miro acercarse, mirando con disgusto los cuerpos de los nuestros. La furia le gana a mi cordura y con oscuridad contenida digo:- Espero que seas tan macabro como pareces.
Lo miro sonreír cínicamente, y entonces le devuelvo la sonrisa de la misma manera.

Bajamos. Era momento de desatar a mis demonios.

Nos encontramos con Devon, estaba vigilando abajo, Cam lo agarró del brazo y lo jaló fuera del camino de los que venían.

Veía la superioridad en su mirada mientras pasaba. Los tres los seguimos pisándoles los talones hasta el estacionamiento en la parte trasera del edificio.

Devon era la fuerza

Cam la rapidez

y yo era el fuego.

Los cinco agentes, cuatro hombres y una mujer, se subieron a su respectivo auto mientras que nosotros, ya en el nuestro, los vigilábamos. Yo era la única visible ya que estaba fingiendo revisar el motor del auto. Sólo quedaba un hombre fuera que se preparaba para subirse en la parte trasera, antes de que pudiera hacerlo lo llamé.

-¡Señor!- Este se giró alarmado.-¡Disculpe, necesito su ayuda!

El hombre de al menos cuarenta pero bien conservado negó con la cabeza.- No tengo tiempo, niña. Caminé hacia él rápidamente fingiendo inocencia y urgencia por ayuda.

-Es mi auto.- Digo fingiendo estar sin aire.- No enciende.

Me miró con disgusto.- Como te dije antes, no tengo tiempo.

Hijo de puta.

Pensé.

-Por favor.- Le rogué.- Necesito llevarle las medicinas a mi madre, acaba de salir de una operación y necesita los analgésicos. Si sabe algo sobre motores...

-No sé nada.- Dice sosteniendo la puerta listo para subir. Lo tomo del brazo con cuidado de moderar mi fuerza.

-Por favor, entonces déjeme usar su celular para advertirle a mi hermana que necesito que venga por mí, tan sólo eso, por favor.- Lo miro a los ojos. "Vamos, cae." mis ojos se empiezan a nublar por lágrimas falsas, lo escucho maldecir mientras niega con la cabeza.

-Que sea rápido.- Suelto aire aliviada, eso no es fingido.

-No sabe cuánto se lo agradezco.

Agarro el celular desbloqueado y fingiendo mandar un mensaje descargo la aplicación de la que Cam me habló. Cierro la pestaña mientras termina de cargar y copio su correo y contraseña para mandarle la información a mi celular (Que está en manos de Cam en estos momentos) Lo mando ágilmente con manos temblorosas y luego borro el mensaje, cuando vuelvo a revisar, para mi gran alivio, la aplicación se ha descargado por completo. Borro cualquier rastro que pueda dejar y oculto la aplicación. Me sorbo la nariz fingiendo sonreír con gratitud y le devuelvo el celular.

-Muchas gracias señor.- Me arrebata el celular y me da una mala mirada antes de entrar al auto y cerrar de un portazo.

No puedo creer lo rápida que fui. Finjo encogerme mientras camino "torpemente" al auto.

Los escucho irse y sonrío para mis adentros.

Estaba que temblaba por el nerviosismo. Fue arriesgado, aún lo es. Si ese hombre descubre lo que hice, me buscará y me asesinará, a mí y a todos a mi alrededor. Finjo un poco más estar mirando el "Auto estropeado" y luego cuando me cercioro de que no hay nadie que pueda descubrirme. Subo al asiento de copiloto totalmente sin aire.

-Debo admitir.- Dice Devon desde atrás.- Que tienes ovarios. Ahora malditamente salgamos de aquí.

Los tres condujimos nerviosos. Mirando cada dos por tres por el retrovisor, sabíamos que había una posibilidad de que nos descubrieran antes de que pudiéramos actuar.

Cuando bajamos del auto casi corrimos dentro.

Ya todos habían regresado de la misión de traer armas, cuando vieron lo agitados que estábamos nos preguntaron qué había pasado. Y Cam sosteniendo mi celular con una sonrisa oscura, dijo:

-Estamos dentro.

Despejamos la mesa, aun recibiendo regaños de parte de Caín, sobre cuánto habíamos arriesgado y cuánto podemos perder si este plan improvisado falla. Sam estaba también ahí y pude notar que en cierto punto se miraba enojado. Y es que sí, en verdad nos arriesgamos pero ¿Quién no lo haría si nosotros no?

Cam empezó a explicar mientras se metía en la computadora central.

-La aplicación que Abby plantó en el celular, sirve para rastrear el dispositivo.- Teclea algo y en la pantalla pide el correo y la contraseña del dueño. Cam se mete a los mensajes y transcribe la información necesaria hasta que accedemos a la ubicación.- Esta gente me imagino trabaja para el gobierno, los vimos entrar al tercer piso y bajar con maletines, no supimos lo que contenían.

-Hubiese sido el colmo que hasta les robaran los maletines.- Dice Jordy.- Aunque pensándolo bien, yo lo hubiese hecho.

Devon tuerce el gesto, lo más parecido a una sonrisa.- Cam lo hubiese hecho si Abby se lo hubiese permitido. Cam gruñe en respuesta y señala la ubicación.

-Aquí se encuentran ahora, lo que nos da una idea de lo que se encuentra en ese lugar.

-¿Creen que ahí es donde hacen los experimentos?- Pregunta Natalia a nadie en particular.

-Creo que sí, el tercer piso parece servir nada más que para resguardar a los infectados.- Contesta Cam.

-Santo cielo, y es que subieron al último piso.- Dice Caín con expresión sorprendida.- Creí haberles dicho que no lo hicieran ya que era demasiado peligroso.

-De hecho.- Dice Sam haciendo que todos nos giráramos en su dirección.- Me lo dijiste a mí, pero yo no me encontraba a cargo hoy.- Sonríe de lado.- Así que la advertencia no cuenta.- Caín tensa la mandíbula niega con la cabeza.

-Dejando los juegos atrás.- Dice Cam.- Ahora sabemos dónde atacar si es necesario, ahora sabemos dónde buscar si queremos.

-Nuestra prioridad es el hospital.- Dice Caín.- Luego de eso entonces decidiremos qué hacer con esta información.- Nos mira.- Hicieron un buen trabajo, a pesar de los riesgos. Eso es lo que hacen los soldados. Se arriesgan.- Asiente hacia nosotros.- Guarda una copia de la información en una memoria.- Le ordena a Cam.

Sam se acerca a nosotros.- Tienes suerte de que tus padres estén entrenando fuera y no se dieran cuenta de lo que pasó.

-¿Estás enojado?- Pregunto.- Confiaste en mí y quebranté una de las primeras prohibiciones que hiciste sobre no subir a ese lugar.
No parece molesto, pero tampoco parece alegre. Parece nada.
-No podría estarlo.- Dice con voz neutral, suelto aire aliviada. Sé que si estuviéramos sólos, su voz sería más cálida y su mirada estaría brillando. Pero él siempre guarda sus expresiones en una caja cuando estamos rodeados, cuando hay alguien cerca. Me da gusto decir que reconozco cuando actúa y cuando no.- Aunque también debo decir que no me sorprende.
-¿Ah no?
-No, nunca es aburrido estar cerca de ti.
No puedo ocultar mi sonrisa ladeada.
-Qué bueno que no te aburro.- Veo un destello en su mirada, todo lo que necesito para saber el efecto de mis palabras en él.- Deberías felicitar a Cam, él fue quien se atrevió a subir de primero.
-No lo dudo.- Dice mirando hacia él, que habla con Caín cerca de la computadora.- Espero no te echaras hacia atrás con lo de esta noche.
Bufo en respuesta.- Soy Abigail Williams, nada me detiene.

Lo había hecho. Había arriesgado el pellejo de todos por obtener información. Había actuado, había sido astuta y nos funcionó a todos. Lo que sentí en el momento en que vi lo que les hacían a toda esa gente, mi gente. Fue adrenalina, adrenalina mezclada con ira y desprecio por ese tipo de humanos. Una muy mala combinación de emociones sin duda.
Al llegar la noche, sentí la misma adrenalina recorrer mi cuerpo. Me sentí mal por mentirles a mis padres, pero me dije a mi misma que era para no preocuparlos más de lo que estaban. No habían reaccionado bien ante mis acciones de esta tarde.
Si lleváramos una vida normal, me hubiesen castigado, quitado mi celular y cualquier derecho a salir por al menos dos semanas. Pero no llevábamos una vida normal y los castigos ahora, eran innecesarios para mi.
Caín y yo habíamos estado distantes, lo contrario que había querido. Pero era normal este tipo de cosas, me dije.
Ya que él era una especie de líder, alguien que nos planteaba misiones, que nos mantenía con provisiones y nos decía que hacer. Y como es de esperarse, a veces no todos estaríamos de acuerdo con los mandatos.
Hubiese dado mi brazo a torcer con él pero yo tenía razón.
La gente del hospital, era nuestra gente, nuestra especie. No podíamos matarlos de esa forma. Si iban a morir, sería de una manera pacífica, como mandarlos a dormir.
Seguía siendo eutanasia.
Sabía que las vidas que quitaría pesarían en mi espalda por mucho tiempo, y que sus muertes se mantendrían constantemente en mis sueños. Sin embargo hacía lo mejor que podía. No había cura, si la hubiese yo misma iría e inyectaría a cada uno, pero no la hay. No hay una cura y ellos, aunque no se lo merezcan, morían en dos días.

Estaba sumida en mis pensamientos cuando Sam apareció.
Estábamos en la parte trasera de la casa, ya era de noche y yo aún vestía la ropa que llevé durante todo el día.
-¿Estás bien?- Me pregunta cuando ve mi rostro desencajado por la preocupación.
-Los mismos pensamientos de siempre.
Ladea la cabeza.-¿Qué voy a hacer contigo?- Pregunta suavemente.
-¿Llevarme a Los Ángeles?
Sonríe.- Ojalá no fuese en éstas circunstancias.- Me tiende la mano y la tomo sin titubear. Su mano firme y cálida rodea la mía y le doy una última mirada a mi casa antes de desaparecer.
Su apartamento no ha cambiado, nada ha cambiado.
Recuerdo cada detalle cuando aparecemos a un lado de la cama.
-Me pregunto si realmente eres así de ordenado o has movido todo a su lugar antes de ir por mi.
-Nunca lo sabrás.- Sonríe burlón.
-¿Trajiste las cosas?- Asiente desapareciendo en su baño y regresa con una pequeña maleta.
Nos encontraríamos con el contacto de Sam en una discoteca que pertenecía al mismo hombre. Yo no podía ir vestida como si fuese a asesinar a cada cliente y tampoco como suelo vestirme, que aunque he mejorado mi apariencia, no encaja con los de ese lugar. Sam me preguntó di tenía un vestido y contestando con la verdad, le dije que no. Y él dijo algo así como "¿Qué clase de chica no tiene ni un sólo vestido en su guardarropa?" entonces me había señalado a mi misma con una sonrisa fingida y le había contestado: "Este tipo de chica, que no tiene tiempo para fiestas o salidas nocturnas"
Sam se había ofrecido a comprarme un vestido y por más que me negué, lo hizo con la excusa de que era por la misión que llevaríamos a cabo juntos. Accedí pero le hice prometerme que no buscaría nada demasiado escandaloso o muy escotado y ahora abriendo la maleta me doy cuenta que no es bueno cumpliendo promesas.
-Santo Dios.- Digo al sacar el pequeño pedazo de tela rojo. Lo miro de manera asesina.- Esto no me cubrirá.- Me quejo. Miro la etiqueta, es de marca, lo miro aún peor.-¿Estás loco Sam? ¿Cuánto costó esto?
Sam sonríe recostado a la puerta.- No importa, valdrá la pena cuando te lo vea puesto.
Niego con la cabeza.- No lo harás, esto... Ni siquiera tengo con que...- Me callo, porque no es una conversación que quiera tener con él. Se ríe descifrando lo que iba a decir y se acerca con paso felino. Quita el vestido de mis manos y lo posiciona en mi cuerpo esquivando mis manotazos. Sus manos que agarran los costados del vestido probando como luce en mi de manera artificial, se topan con cada lado de mi cadera. Me quedo sin aliento y lo miro.
Sam mira mi cuerpo.- Perfecto.- Dice.- Ahora póntelo y verás que llenarás cada espacio. Mientras yo me cambiaré en el baño, no te atrevas a espiar.- Me guiña un ojo y ruedo los míos.
-Eres un maldito presumido.
Se ríe cerrando la puerta. Me ha dejado todo el espacio a mí.
Sostengo el vestido encima de mi ropa. Ahí donde él lo ha colocado. Me abrazo al vestido y miro por el ventanal. Es lo que más me gusta del apartamento, la hermosa vista.
Camino lentamente y aparto las cortinas blancas con cuidado. Se descorren sin hacer ruido y suspirando ante la vista, me digo que no dejaré que nada de esto cambie. No dejaré que la guerra venga y borre de golpe toda esta luz.

El vestido realmente es hermoso, ahora que Sam está dentro del baño y no es capaz de ver la sonrisa en mi rostro, veo mejor el vestido.
Es liso de color rojo vino, combina con mi cabello y me pregunto si Sam hizo la combinación de colores a propósito. El escote de corazón. Trae un bordado trenzado en la línea de este que le da la vuelta hasta en la espalda. De ahí, es liso y para nada suelto, no, es de ese estilo que se te pega al cuerpo como una segunda piel. Lo compruebo cuando lo tengo encima, al principio siento como un corsé en mi cuerpo pero luego me adapto a la tela. La aliso y estiro hacia bajo ya que mis piernas quedan en total descubierto. Tuve cuidado de elegir mi ropa interior, como ya anticipando lo que Sam compraría para mí.
En el fondo de la maleta también vienen unos tacones, son de gamuza y del mismo color vino. Ya calzada y vestida, siento una sensación extraña en mi pecho.
Aunque la razón del regalo fuese únicamente para la misión, no podía evitar sentirme golpeada por la sorpresa. Nadie nunca me había comprado algo tan bonito. Mi madre no contaba, claro. Pero nadie además de ella se había tomado semejante molestia. Sam pudo haberme dicho que llevara mis ropas y lo esperara afuera. Pero él me compró un vestido, y no uno barato. La marca, la tela y la calidad me decían que esto valía demasiado. Antes de salir del baño él golpeó y le dije que podía pasar.
Sí, estaba sin aliento por lo del vestido, cuando lo vi en ese traje, pude haber muerto por falta de oxígeno.
Su cabello lucía despeinado, seguro por el cambio de ropa.
No llevaba sus típicas camisetas, ahora una camisa blanca manga larga cubría su duro y bien formado cuerpo. Había doblado sus mangas hasta por los codos, lo que lo hacía lucir aún más sexy. Traía los dos primeros botones de la camisa desabrochados. Me quedé sin aliento. Sus pantalones eran unos jeans azul oscuro y unas zapatillas negras totalmente lustradas, le daban el último toque. Se miraba... se miraba hermoso. Mi cuerpo se estremeció y no pude evitar sentirme mal por la forma en que casi me lo comí con la mirada.
Pero no iba a disculparme, no cuando él me miraba de la misma manera.
La mirada de Sam pasó desde mis piernas, mis caderas y luego a mi pecho. Tragó saliva al mirarme a los ojos.
Nadie me había mirado así, nunca.
No con crudeza, no con esa hambre con la que Sam parecía mirarme y no pude evitar pensar lo malo que era esto. Que yo lo viera así y muy cuerpo reaccionara de la forma en la que lo hacía y que él me viera así, con fuego latente y hambre.
-Y-Yo...- Me aclaré la garganta y miré hacia maleta, guardando mis cosas torpemente.- Realmente te agradezco por el vestido.- Cuando volví a verlo, estaba más cerca de mí, a sólo unos pasos de tocarlo. Su cabello seguía sin ser arreglado, un lechón grueso caía sobre su ojo brillante y verde.
-Te dije que había valido la pena.- Mi cuerpo dio un tirón, mi cara se calentó.- Su voz parecía más ronca de lo normal.
Ni siquiera pensé en una respuesta grosera para eso, parecía estar sin habla.
-Te ves bien.- Dije de regreso.
No dijo nada, no hizo nada más que mirarme. Parecía querer saber lo que pensaba en estos momentos por la forma en que lo hacía. O no, no era eso... Aclaré mi garganta.- Supongo que tienes un peine...
Eso pareció sacarlo de sus pensamientos y parpadeando caminó hacia su cómoda.
-S-sí aquí está.- Dijo tendiéndomelo.- Yo solté mi trenza y empecé a cepillar mi cabello. Iba a atarlo en una coleta alta pero la voz de Sam me detuvo.
-No, déjalo suelto.- Y por alguna razón, obedecí.
Sam terminó de ajustar su ropa frente el espejo de la cómoda. Enderezó su cuello y acomodó su cabello. Luego procedió con las armas. Metió dagas en sus calcetas negras. Otras en un espacio oculto en el cinturón. Otras más en las correas que usaba dentro de la camisa. Yo me apliqué el maquillaje que había traído en mi pequeña cosmetiquera. Delineé mis ojos compartiendo espejo con Sam. Mientras él arreglaba su cabello otra vez, ahora con un poco de gel, peinándolo hacia atrás, yo me colocaba lápiz labial rojo.
Debía admitir que su cabello arreglado de esta forma lo hacía parecer un poco más mayor.
Pero había algo, un detalle que le faltaba.
Me acerqué a él y apunté a su cabello. Separó los labios y me miró curioso.
-¿Puedo?
Relamiéndose los labios, asintió. Y traté que ese gesto no me afectara.
Claramente no me refiero a su asentir.
Era alto y por ende, con tacones y todo, tuve que ponerme de puntillas para acomodar uno de sus finos mechones hacia adelante cerca de su ojo. Acomodé el resto para no se salieran de su lugar, peiné sus cortas patillas y luego me alejé para ver el resultado.
Cuando sus ojos encontraron los míos, pareció un movimiento en cámara lenta.

Cuando terminé de acomodar mi daga en la liga de mi pierna, suspiré nerviosa.

-¿Estás lista?- Me preguntó. Alisé mi suave vestido y lo miré.

- Si tú lo estás.- Respondí un tanto nerviosa.

Cruzó la habitación, ya que estaba cerca del ventanal, viendo la oscura noche.

-No tienes de qué preocuparte, no dejaré que nada te pase. Lo prometo.- Su voz salió sincera y suave. Me imagino que lo contrario a cómo será en ese lugar. Logré asentir y entonces él me tendió la mano, sabía lo que venía a continuación. Su mano envolvió la mía y entonces.

Ya no estábamos en su apartamento, mucho menos en Canadá.

Quiero felicitar a todas mis hermosas lectoras, por ser el día de la mujer les voy a compartir un pequeño especial y el Domingo les traeré otro por el cumpleaños de una de mis lectoras, pero eso sí, al tener todo el libro escrito yo subiré los capítulos pero no tendré el control de si estos son alegres o tristes, espero que para el domingo no sean los tristes o le arruinaré su día ajajja (Recemos porque sean buenos) Y eso sería todo, espero disfruten de los especiales.

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