Tormenta Emocional II
Las tres escobas se encontraba casi desierto, a excepción de un viejo sentado en la barra y a mí, en la mesa más alejada de Madame Rosmerta. Debía lucir un aspecto lamentable, ya que la cantinera se asustó al verme llegar y se ofreció a llevarme con un medimago. Insistió tanto que casi tuve que arrancarle la botella de whiskey de fuego que le habia pagado de las manos.
Coloqué cuidadosamente los restos de la escoba a mi lado. Tenía ganas de arrancarme el corazón y dejar de sentir, desgarrarme el pecho y permitir que el dolor saliera. ¿A quién engañaba? Harry jamás aceptaría vivir conmigo, ni por todas las escobas del mundo, era un intento de profesor fracasado, sin familia, con apenas amigos… una bestia inmunda… Isabelle volvió a mi mente para torturarme. La bella y misteriosa Isabelle ¿y si ella se habia enterado de mi condición? Por eso se habia alejado, tenía todo el sentido del mundo.
“¿Por qué no le haces un favor al mundo y te mueres?” recordé las palabras del tipo del bar.
Si… ¿Por qué no lo hacía? Pensé, cargado de pesar.
Sin darme cuenta el cielo se habia obscurecido demasiado, no noté la hora que era hasta que la voz de Madame Rosmerta avisándome que cerraría en diez minutos me sacó de mis cavilaciones. Terminé la botella rápidamente y me dirigí a la puerta, negando nuevamente cuándo la dueña del bar ofreció llevarme a San Mungo o siquiera acompañarme a Hogwarts.
El frío y la humedad de la lluvia habían traído con sigo una espesa niebla que calaba hasta los huesos, caminaba siguiendo las brillantes luces del castillo que se colaban entre el blanco velo, no tenía prisa por llegar. Habia sido un dia largo y a pesar de encontrarme cansado, herido y algo ebrio, no tenía una pizca de ganas de acostarme, lo último que necesitaba era ser acosado por las pesadillas.
El camino se sintió más corto de lo habitual, como pasa siempre que no deseas llegar a un sitio. Abrí la reja, dirigiéndome a la gran puerta de madera, rogaba por no encontrarme con algún habitante del castillo a quien tuviera que dar explicaciones, vergonzosas explicaciones por haber sido atacado por ser un monstruo… una aberración de la naturaleza. Al ir subiendo la colina dejé atrás la niebla y con ello la débil luz de la luna creciente ilumino el camino. En un juego de luces y sombras me pareció distinguir una figura humana no tan lejos, cerca del lago, movido por mi interés de evitar mi cama, decidí inspeccionar si habia algún peligro. Cuando estuve a una distancia considerable la figura habia desaparecido.
Lumus. — susurré y la punta de la varita brillo con una tenue luz. No habia nadie ahí.
Hol…— no termine la frase cuando alguien cayó sobre mí derribándome y sintiendo como me amenazaban enterrando una varita en mi cuello.
¿Remush? ¡por Merlín! Lumus. Hey, ¿estás bien? Me dista un susto terrible. — Isabelle se puso de pie para darme la mano, podía notar su semblante confundido, la chica habia caído sobre mí haciéndome el dolor por los golpes más agudo. No podía evitar varias cosas, entre ellas lanzar un gruñido por el dolor y obviar el hecho de que Isabelle olía bastante a licor, lo cual era toda una hazaña que pudiera notarlo, ya que yo mismo olía a que me habia bebido la cantina entera.
Hey, Hey ¿estás bien? Luces como un desastre. — dijo la chica mientras me daba apoyo para sentarme en una piedra cercana. — ¿Qué haces aquí? está muy frio, tu suéter no te cubre bien y estas ebrio…— comenzó a regañarme, con el ceño muy fruncido y las manos en la cintura. Era adorable considerando que ella estaba en las mismas condiciones a excepción de las lesiones.
Yo… — intenté hablar.
Espera, espera, espera… ¿Quién te hizo esto? — su voz se habia suavizado a pesar de su pronunciación barrida de las palabras a causa de la embriaguez, sonaba profundamente triste. Recorrió mi cara suavemente con las frías y rosadas yemas de sus dedos, mi piel ronroneo ante su tacto. — ¡¿fui yo?! —se alteró al instante. — lo siento, lo siento mucho, Remush ¡no debí caer así sobre ti! — se tomó la cabeza con ambas manos. Parecía muy afectada. Al estar la varita sujeta en su mano tan cerca de su rostro, pude apreciar lo roja que estaba la punta de sus nariz, lo pálida que se encontraba, sus labios estaban tornándose azules. Sabrá Merlín cuanto tiempo llevaba sentada en el frio, sus ojos estaban hinchados, rojos como quien habia llorado por largas horas y enmarcados por profundas ojeras en tono lila, casi parecía un cadáver. Con todo el coraje que pude reunir, levante mi cuerpo maltrecho de la roca y me dirigí a la chica envolviéndola en mis brazos. Su coronilla olía a hierbabuena, su cabello estaba húmedo, parecía una estupidez pero en ese momento, teniéndola entre mis brazos, sentía que la conocía desde siempre, sentía que ese habia sido su lugar inamovible, casi podía verla en mi mente hacia cientos de años, paseando conmigo entre los campos, llenando el aire con su risa. ¿Era una locura?
Estaré bien, no fuiste tú. — pronuncié metiéndola en mi gabardina para hacerla entrar en calor. Con un movimiento de la varita hice que las ramas cercanas rodaran hasta amontonarse en un pequeño cúmulo y prendiéndose en una cálida llama verde. — ven aquí, estas muy fría. — procedí a quitarme la desgarrada gabardina cubriendo a Is con ella y sentándola cerca del fuego. Ella me tomó del brazo jalándome junto a ella y cubriéndome también con la tela. Permanecimos en silencio durante un rato, cada uno enfrascado en su mente, observando la danza del fuego.
Has estado llorando. — dije por fin.
Has estado siendo el costal de box de alguien. — respondió ella.
Solté una ligera risa que se convirtió al instante en una mueca de dolor. Ella me miro con lo que pude deducir, era tristeza, hizo ademan de querer voltearse en mi dirección, pero no lo hizo.
Te contaré si me cuentas. — le ofrecí.
Isabelle suspiro con cansancio.
Discutí con Luc… y hoy… hoy es el aniversario de la muerte de mis padres. — Apenas pude entender las últimas palabras ya que se le habia quebrado la voz.
E-es estúpido, lo siento, no sé por qué estoy actuando así. — intentó recomponerse limpiándose las lágrimas rápidamente.
Me rompía el corazón verla así, en los meses que habia estado espiándola, nunca la habia visto discutir seriamente con su hermano, así que debía tratarse de una situación en verdad seria.
Lo lamento, mucho. — la abracé contra mi pecho, podía sentir lo tensa que estaba, se separó de mi aparentemente incómoda y tomó algo del piso cerca de la roca, en la obscuridad no pude distinguir el objeto hasta que lo llevó a sus labios, era una botella, dio un trago directo de la boquilla y me la pasó, invitándome con sus gestos a que bebiera con ella, no sabía si sería buena idea, decidí internamente que sería una mejor idea cuidarla así que fingí beber un trago y se la devolví.
Tu turno. — suspiró melancólica dando otro sorbo. — ¿Quién carajo te hizo… eso? — no me miraba, observaba fijamente el fuego. No tenía idea de que decirle, me aterraba saber si ella conocía mi secreto y si no lo hacía, no deseaba contarle.
Digamos que… tuve un desacuerdo con un tipo en un bar. — suspiré. — A veces, no le agrado mucho a la gente.
¿Es por las cicatrices? — soltó, y yo lo sentí como si hubiera sido un golpe, me congele, ¿ella, lo sabía? — Al hermano de Charlie también le pasa. — continuó y así como mi corazón habia dejado de latir, volvió a la vida. El recuerdo de Bill cuando fue atacado por Greyback vino a mi mente. — La gente cree que por haber enfrentado a una de esas asquerosas criaturas ya estas contagiado. — lo último habia sonado tan cargado de rencor que apenas pude reconocer su voz. Era oficial, ella no podía enterarse de lo que yo era, o la perdería. Sentí una vez más en este día un dolor abrasar mi pecho, ella compartía aquellas ideas de la gente intolerante… probablemente podría tener una amistosa charla con el sujeto que me había dejado tirado en un charco de mi propia sangre. Eso me hizo surgir una nueva sensación de desasosiego.
No deseaba incomodarte, entiendo que puede ser un tema complicado. — su voz volvía a sonar suave y empática.
Un poco, mejor cuéntame por qué peleaste con tu hermano, me contaste que eran muy cercanos. — ella continuaba llevando la botella a su boca inconscientemente, incluso habia olvidado pasármela para beber, sabía que no era correcto aprovecharme de su estado para obtener información, pero ella ¡dios! Solía ser tan criptica, con sus desapariciones misteriosas y sus apariciones igual de inusuales. Parecía la oportunidad perfecta para conocerla mejor. Al menos eso quería pensar.
Peleamos porque soy una terrible y egoísta hermana. — escupió con facilidad, me prometí que solo intentaría sacar la información necesaria para poder ayudarla y quizá hacerla cambiar de opinión respecto a los hombres lobo.
Vamos, eres adorable, no podrías ser lo que dices ni en un millón de años. — ella soltó un suspiro a medio camino de una risa. — adorable… nunca nadie se habia referido a mí de esa forma. No tienes idea de lo que hablas Remush. Mi hermano… él ha estado conmigo desde siempre, y él quiere volver a Francia pero yo no quiero volver… ¡no puedo volver! ¿entiendes? y sé que él no se irá si yo no lo hago… es tan injusto, soy tan injusta. —
¿Qué ocurrió en Francia? — procedí con cautela, pasando mi brazo por sus hombros.
En esa casa murió ella… mi madre. ¡Esos malditos lobos la mataron! — me arrepentí en ese instante de mi plan. Su mirada mostraba la agonía del dolor que sentía a través de las lágrimas. Pero era tarde, habia hecho la pregunta clave y con ello habia abierto la puerta que tan aferradamente ella habia cerrado por quien sabe cuanto tiempo.
Cuando éramos pequeños, vivíamos cerca de un pueblito muggle, no se nos permitía convivir con otros niños porque no sabíamos controlar nuestra magia y podíamos lastimarlos, pero teníamos a nuestros padres y ellos jugaban con nosotros, nos amaban e instruían mágicamente. Nadábamos o patinábamos en el lago dependiendo de la época del año, viajábamos seguido acompañando a nuestros padres ya que ellos eran aurores y teníamos un enooooorme jardín en el que Lucien y yo pasábamos horas corriendo en nuestra forma animaga, todo era como un sueño. Pero un día unos hombres irrumpieron en la casa, hasta la fecha no sabemos cómo lo hicieron, porque la casa estaba protegida con antiguos y fuertes hechizos de ocultación, se llevaron a mi padre y nunca más volvimos a saber de él. Mamá quedó destrozada, cambió totalmente, jamás volvió a haber tardes de juegos, cenas familiares, ni fiestas de cumpleaños. El entrenamiento se volvió cada vez más riguroso, entrenábamos duelo mágico por el día, en las tardes y noches mamá nos encerraba en la biblioteca para practicar pociones y leer hasta el amanecer. Algo se habia transformado dentro de ella y se habia devorado su corazón. Cuando crecimos, sobre todo yo, ella comenzó a llevarnos de cacería, ya no se encargaba de las misiones de auror donde debía arrestar a los magos obscuros y criaturas de la noche, ella lo convirtió en una vendetta, investigábamos y perseguíamos pistas de los hombres lobo que se habían llevado a mi padre, cada salida con ella se convertía en un baño de sangre, la mayoría de personas que matamos no tenían información, pero eso no importaba para ella. “Las criaturas obscuras siempre sucumbirán a su naturaleza” solía repetir como un mantra. — se tomó la cabeza con ambas manos, acurrucándose. Se había convertido en una pequeña bolita tratando de defenderse de los recuerdos que la invadían, yo sabía de eso. La abracé con fuerza, tratando de darle fortaleza para enfrentarse a su mente.
Mi vida había sido complicada, pero siempre tuve a mis padres, a mis amigos… hasta que la mayoría de ellos murieron. Claro, que aun tenia a papá.
No me imaginaba quedar solo, después de tanto sufrimiento.
— ¿Qué edad tenías, pequeña? — continué, acariciando su cabello.
Mamá murió unos meses después de mi cumpleaños diez. — susurró.
Lo lamento mucho, no puedo ni imaginar algo semejante. Al menos pudiste convivir con ella un poco más, si algo he aprendido en esta vida es que debemos valorar absolutamente cada minuto con nuestros seres amados.
Me hubiera gustado convivir con ella, pero lamentablemente comencé a desconocerla, los hombres lobo se llevaron también una parte de nosotros junto con mi padre. — Las palabras de Is me erizaron la piel, habia recuperado la compostura, incorporándose y mirándome intensamente, como si estuviera intentado leer mi mente, algo que me aterraba porque no podía dejar de pensar en lo mucho que me odiaría de saber mi secreto.
Nunca le habia contado esto a nadie… — frunció el ceño acusatoriamente. — Eres un ser extraño Lupin, pareces tener el poder de desnudar a la gente con esos bonitos ojos amielados. — Un escalofrío me atravesó cuando su mirada recorrió mi rostro.
Me pareció notar un doble sentido en sus palabras y sentí mis mejillas arder, desvié la mirada avergonzado. Pero escuché una fugaz risa catarina, que se llevó toda la tensión del momento.
No hablaba de un sentido literal, pervertido. — Sonreía brillantemente, con sus hoyuelos iluminando su rostro, a pesar de lo agotado de su mirada, la sonrisa le devolvía la vida.
Entonces… eres una bruja excepcionalmente brillante ¿no? — la reté. — ¿podrías convertir el agua del lago, en algo de vino? Te has terminado la botella. — Volvió a reír, quería seguir escuchando ese sonido…
Me temo, profesor Lupin, que sería inapropiado embriagarlo, estando en ese estado tan lamentable. Podrían pensar que yo le di la paliza. — dijo acercándose tambaleante de vuelta hacia mí. Colocando su mano en mi mejilla, justo sobre la sangre seca de mi pómulo herido, sentí un cosquilleo repentino y una luz violeta brillante me cegó, pero podía escucharla recitar un hechizo susurrante, y sentir su frio tacto en mi cara. Duró apenas unos segundos cuando bajó su mano.
Me congelé un momento, tratando de entender lo que habia ocurrido. No percibía ningún tipo de dolor, ni malestar en todo mi cuerpo incluso me sentía revitalizado, había estado exhausto cuando volvía al castillo, pero ahora tenía demasiada energía, incluso mi borrachera habia desaparecido.
Ella sonreía orgullosa, con un semblante cínico que me recordaba que ella seguía muy ebria.
Gracias, eres increíble. — la abracé llevado por el impulso.
No es nada. — dio un paso hacia atrás. — no queremos que esa linda cara salga de circulación. — me guiño uno de sus preciosos ojos azules mientras tironeaba de mi mejilla.
Sentí mis mejillas volver a arder, ¿Estaba coqueteando conmigo?
Me convencí que era mi imaginación.
Pero seguí cuestionandome como me sentiría si asi fuera, ella era después de todo mucho más joven que yo. Sentí una punzada de remordimiento al darme cuenta que no debía admirarla de la forma en la que lo había estado haciendo hasta ahora. Me era difícil ahora en este momento, observándola alumbrada por la luz de las llamas, volteando el cielo. Su perfil era delicioso. Suspiré sintiéndome terrible. Ella odiaba a los hombres lobo… no la culpaba, su historia me había dejado descolocado, pero parecía que ella era experta ocultando sus sentimientos, había pasado de estar vulnerable y expuesta, a actuar como si nada hubiera ocurrido. Meditaba sobre esto observándola.
No noté el instante en el que cambió su semblante, un segundo después ella estaba vomitando mis zapatos.
Jajaja, lo siento… — Se disculpó soltando una carcajada.
Creo que es momento de ir a la cama. — suspiré limpiando las comisuras de su boca con mi pañuelo mientras ella pasaba su mano sobre mis zapatos dejándolos impecables.
Generalmente primero me invitan un trago, pero cómo decirle que no a todo esto. — volvió a reír, señalándome de pies a cabeza. Parecía sentirse cómoda causandome inquietud, me sonrojé mientras podía notarla totalmente segura de si misma.
Y-yo me refería a...
¡Debiste ver tu cara! — dijo cínica, tomé la manta en la que había envuelto los restos de la escoba y le ofrecí mi brazo como apoyo. Comenzamos a caminar rumbo al castillo, mientras intentaba que Isabelle no se cayera.
¿Que traes ahí?— preguntó después de un rato, con la voz barrida señalando la manta.
Un sueño roto.
Ella se detuvo en uno de los pasillos iluminados únicamente por las escasas antorchas.
— Suenas muy lúgubre Remush ¿Es grave? — dijo haciendo un puchero.
— No te preocupes, ya veré como resolverlo. — acaricié su mejilla.
— ¿Puedo ver? — volvió a cuestionar con una tierna voz que jamás creí escucharle
— Claro. — sonreí abriendo la manta.
— ¡Noooo! — Exclamó con incredulidad — ¡Es una Hawk Zeero! ¡¿Que diablos le ocurrió?!
— En tipo con el que tuve el desacuerdo en el bar, no respetaba mucho las pertenencias de otros. —
— Que imbécil, si quieres puedo darle una lección. ¿En qué bar estabas? Iremosh ahora mismo y patearé su estúpido trasero. — su amenaza me hizo reír.
— Ya no tiene caso, pero gracias por querer defenderme de los bravucones. — continuamos caminando hasta la puerta de su habitación.
—Es un placer, eres demasiado suave, necesitas que te cuiden. — Se puso de puntitas para acariciar mi cara de forma un poco brusca debido a su estado.
Una vez frente a la puerta intenté abrirla, pero parecía estar sellada por algún hechizo.
—Tiene contraseña. — dijo Isabelle soltando una risita.
— ¿Cuál es?
— jajajajaja hummm, tal vez: mel oculus meis. — pronunció intentando abrirla, pero la puerta permaneció impasible. — oh no, creo que la cambié al volver… — se recargó en la pared deslizándose hasta el piso, donde tomó su cabeza entre las manos. se veía adorable intentado recordar una contraseña que ella misma habia puesto.
— Entonces vayamos con tu hermano. — le tendí la mano para ayudarla a levantarse. Tenía años sin estar al cuidado de otro ebrio que no fuera yo, Isabelle era una borracha tranquila que me recordaba a mi mismo dándole lata a Sirius.
— No quiero ir con él, dormiré aquí, esh cómodo. Oh sí, taaaan shuave. — dijo recostandose sobre el suelo en posición fetal con sus manos bajo su cabeza a modo de almohada. — Ven, con confianza, aún hay espacio.— le dió unas palmadas al piso.
La tomé entre mis brazos, cargándola estilo nupcial, llevándola a mi habitación.
— hueles muy bien. — dijo recargando su cabeza en mi pecho y cerrando los ojos.
Caminé con ella por los pasillos que restaban a mi habitación, se había quedado dormida en mis brazos, al llegar la recosté sobre la cama, cubriéndola con las cobijas y encendiendo la chimenea, esperando que entrara en calor. Lucía tranquila, había sido un día lleno de emociones y descubrimientos.
El hablar con Is y descubrir tantas cosas de ella, en lugar de apaciguar mi necesidad de conocer más, la intensificó… deseaba desentrañar sus secretos.
Le dí un beso suave en la frente y me dirigí a la manta que había dejado sobre la mesa, observando los trozos, no tenía ganas de tirarlos, ni desaparecerlos… sentía que debía hacer algo más simbólico. Lo pensaría por la mañana, me recosté en el sillón de mi habitación suspirando y tratando de despejar mi mente para dormir un rato. El crepitar de la madera ardiente me arrulló hasta caer rendido.
Por la mañana Isabelle no estaba, yo me encontraba cubierto por las mantas con las que la había arropado. Y para mí sorpresa la escoba se encontraba totalmente intacta y reluciente, brillando como nueva a los cálidos rayos del sol que se filtraban por la ventana. Sobre la misma manta en la que había envuelto sus trozos.
Junto a la escoba se encontraba una nota.
Gracias por prestarme tu hombro para llorar, y cuidarme tan gentilmente.
Debo encargarme de algunos asuntos, pero te espero a cenar esta noche en mi habitación.
8:22
No llegues tarde.
Pd: Roncas muy adorablemente.
Isabelle
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