Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Piñas Coladas.

Sabía que Remus estaba despierto, después de que el sol había caído por fin había recuperado la consciencia, aunque parecía que su intención era que pensara lo contrario. Su respiración ya no sonaba acompasada, aunque trataba de mantenerla tranquila sus músculos estaban rígidos, parecía que saltaría en cualquier momento.

Debe seguir alterado.

Me acerqué con sigilo a su oreja, como un puma que está a punto de saltar sobre el asustado conejo...

— Sé que estás despierto. — susurré suavemente. Pude sentir como saltó del sillón y adoptó una postura defensiva, solo que no tenía varita. Lo sabía perfectamente porque me encargué de resguardarla

en el gabinete de las tazas para té.

— ¡¿Y mi varita?! Sí vas a matarme a menos que sea un duelo limpio. — Gritó terriblemente desdeñoso. No podía reconocer a aquel hombre amable y triste que era hace unas horas. EL conejo se había convertido súbitamente en un lobo, perfectamente capaz y dispuesto a luchar contra el puma. — Lo olvidaba... Eso es lo que hacen los de tu clase ¿no? Matar a sangre fría... — Escupió como veneno.

Yo trataba de mantenerme estoica y no demostrar mi sorpresa ante su ataque... Quien sabe cuánto tiempo llevaba despierto, ¿habría oído mi conversación con Lucien? Pero si así era, ¿Por qué no había escapado? Claro, que no tenía su varita, pero pudo haber ido por ayuda... necesitaba hablar con él o todo se volvería incontrolable.

— No quiero hacerte daño. — mi voz salió más vulnerable de lo que pretendía, pero me había afectado un poco su temor... su, desprecio. Odiaba sentirme como un fenómeno, detestaba tener que ocultarme, ocultar quien era realmente o "que" era... porque dios sabe que no tengo idea de qué demonios soy.

Durante mi vida desde la muerte de mamá, Lucien y yo nos dedicamos a hacer lo que mejor sabíamos hacer... pero siempre juntos, jamás dejamos que nadie se acercara demasiado, supongo que él también teme lo que la comunidad haría si supiera lo que podemos hacer, nos convencimos a nosotros mismos de que si protegíamos a los humanos, mágicos o no mágicos, entonces significaba que seríamos los buenos. Era sencillo verlo así, solo negro o blanco, sin matices con lo que lidiar. Todo se complicó cuando Charlie se unió por un tiempo al grupo... vivimos juntos en su pequeño apartamento por un año entero, él era tan cálido y amigable que era sencillo confiar en él. Llegamos a sentirlo demasiado cercano, lo cual era reconfortante y al mismo tiempo aterrador. Fue un alivio salir de ese estado de ansiedad cuando Dumbledore nos reclutó para la Orden del Fénix y tuvimos que marcharnos... porque si no... probablemente habríamos formado una hermandad, una familia... y eso estaba demostrado que no funcionaba para nosotros. Reencontrarlo y estar tanto tiempo cerca de estas personas, conociéndolas... poniendo una historia, nombres y emociones a las caras que veíamos nos había vuelto a abrir heridas profundas... y el trato de Remus solo me recordaba que las personas rechazan lo que no entienden... lo que se sale de la norma, les asusta. Les asustan personas como nosotros.

— Quiero respuestas. — pronunció con firmeza, pero parecía haber menos agresividad en su voz.

Mantuve mi silencio por un momento meditando lo que significaban las respuestas que deseaba, era una realidad que yo no deseaba hacerle daño, pero mi parte instintiva me dijo que yo tampoco sabía nada de él... ¿por qué confiar en que el? Quizá Lucien tenía razón, debíamos largarnos de ahí. ¿A qué carajo estábamos jugando? Nunca habíamos permanecido en un lugar por mucho tiempo, mucho menos hacer amigos y ahora de repente eso parecía muy solitario... quizá las personas no notamos lo solas que estamos hasta que ves una familia como la de Charlie... o miras la buena voluntad de cientos de personas, gente que admiras y deseas estar cerca de ellos. Tal vez... no quería perder eso. La vida siempre exige sacrificios y este era uno. Necesitaba contarle algunas cosas si deseaba quedarme aquí.

— Trataré de responder todo lo que pueda. Pero debes entender que muchas respuestas ni siquiera yo las tengo. ¿Estás de acuerdo? — Suspiré rendida colocando mi varita en la mesa entre nosotros como acto de buena fe.

— De acuerdo. — me estiró formalmente su mano y no pude evitar sonreír. Que tipo tan raro. — ¿Quiénes son ustedes?

— Que pregunta tan metafísica... — me reí tirándome despreocupadamente en el sillón frente al suyo, parecíamos una tensa imitación de una consulta terapéutica. — En el sentido más mundano la respuesta sería: Humanos, franceses, magos... Sí te refieres a por qué puedo hacer magia sin varita... no lo sabemos, nuestros padres murieron antes de poder decirnos algo al respecto, nosotros crecimos pensando que éramos como cualquier otro mago... hasta que notamos que no.

— ¿Qué más puedes hacer? — se sentó en el sillón, parecía haber bajado un poco la guardia, en este momento estaba vulnerable, aun podía arrepentirme y encargarme de él... quizá no tendría que irme de aquí, podía asesinarlo y enterrar su cadáver entre los escombros, mi mente iba a toda velocidad inventando la excusa perfecta. Podía visualizarme con un convincente semblante preocupado yendo a la oficina de McGonagall a decirle que no encontraba a Remus, que había tenido un golpe muy severo en la cabeza y ahora no aparecía, horas después alguien encontraría su cadáver entre los escombros de algún lugar derruido. "Oh no, el pobre debió salir muy confundido de su habitación y en su desorientación encontró un triste final" ya podía sentir la magia recorrer mis extremidades, no necesitaba mi varita, podía simplemente lanzarme sobre él y estaría muerto. Simple, rápido. No habría pruebas ni dolor alguno. No sé qué expresión habitaba en mi cara, pero lo que cruzaba por mi mente era tan obscuro que contrastó totalmente por el tono cálido que volvió a adoptar tu voz.

— Puedo notar que es muy difícil para ti hablar sobre esto. ¿ayudaría si te cuento algo sobre mí? — la culpa invadió de inmediato mi mente... a pesar de sus cambios repentinos de humor exaltantes, ahora se mostraba más abierto, como si hubiera comprendido algo de mí, como si alguna pista le hubiera indicado que no era tan peligrosa... Definitivamente volvió a convertirse en conejito. Asentí lentamente.

— Yo también perdí a mi madre, no era tan joven como tú cuando murió, pero sé lo doloroso que es... también perdí a mis amigos... ellos eran como mi familia. — Su semblante se había ensombrecido de un momento a otro, la escasa luz que proporcionaba la chimenea se reflejaba en sus ojos, aportándoles un poco de la luz que había perdido en ellos. La culpa por planear su muerte se incrustó un poco más en mi pecho. Esto es lo jodido de ponerle historia y emociones a las caras... dejan de ser solo un cuerpo y te ligas a ellos... ya no estaría asesinando a Remus, el tipo freak que me amenazó con su varita. Tendría que asistir al funeral de Remus Lupin, el hombre que perdió a su madre y a sus amigos en medio de una guerra, aquel que estaba siendo amble conmigo.

— También puedo convertirme en animal, en un bonito tigre. — susurré dedicándole media sonrisa.

— Eres animaga. — me devolvió la sonrisa. — Desde los cuatro años... — respondí y su sonrisa flaqueo un poco.

— ¿Cómo lo lograste? Es magia complicadísima... ni siquiera la enseñan a todos aquí en Hogwarts. —

— Nuestros padres nos enseñaban magia avanzada desde pequeños, en ese momento no sabíamos que era avanzada... ahora pienso que nuestra magia era incontrolable y por eso necesitaban educarnos al respecto, para no hacerles daño o nosotros mismos... — me invadieron recuerdos de la época, en que practicaba magia con papá, él siempre tenía buen humor y se asombrara con cada cosa nueva que podía lograr. — En una de las muchas ocasiones que salíamos de viaje, recuerdo que estábamos en Rusia, nuestros padres habían salido y nos habían dejado en una muy protegida casa en medio del bosque. Estábamos aburridos y afuera nevaba, entonces convencí a mi hermano de salir solo un poco a jugar en la nieve, él tenía nueve años y lo habían dejado a cargo de una muy insistente niña de cuatro, así que accedió a que saliéramos solo por unos minutos. Me arrastraba por la nieve, suave y sigilosa cuando a lo lejos vi a la criatura más increíble que había visto en mi vida... resaltaba su pelaje naranja entre la claridad de la nieve y los obscuros troncos de los arboles... vi cómo se acercaba lentamente, yo también había llamado su atención... tenía unos ojos enigmáticos, casi podía percibir la curiosidad en ellos... no había notado lo cerca que estábamos hasta que Lucien le lanzo un hechizo y él se alejó corriendo...— suspiré pesadamente.

— ¿Ahí fue cuando decidiste convertirte en una tigresa?— Sonrió con ternura.

— Ahí no acaba la historia, volvimos a Francia sin que mis padres se enteraran de mi encuentro con un tigre de dos metros, gracias a que Lucien me hizo prometer no decirles. Pasaron algunos meses y mientras jugaba en el lago que rodeaba la casa, encontré a un gatito, debía haber escapado de una casa cercana pues estaba bien alimentado, y este era casualmente color naranja, y le pedí a mis padres quedármelo inmediatamente, ya que me recordaba a mi fugaz amigo de dos metros. Mis padres no me dejaron conservarlo porque viajábamos mucho y no podíamos cuidarlo como se debía, así que decidieron buscar a sus protectores iniciales, los cuales resultaron ser una familia que vivía cercana a la propiedad. Creo que es el único gran berrinche que hice de niña... ansiaba tanto tener a mi tigre que decidí volverme uno. Debiste ver la cara de mi padre cuando descubrió un cachorro de tigre jugando en el patio y Lucien le dijo que era su hija. Lamentablemente no adquirí el color que tanto deseaba, soy un tigre albino — sonreí haciendo un puchero, recordando una de las escasas y felices historias que tenía con mi padre.

— Eres obstinada... — rió alegremente. — ¡Hey! Yo diría tenaz. — reclamé con orgullo uniéndome a su risa.

— Creo que no eres tan peligrosa mientras no se te niegue algo que deseas. — continuó. — lamento haber reaccionado así, supongo que me he vuelto receloso y paranoico después de todo lo que ha pasado... te vi como una amenaza. No voy a negarte que aún tengo muchas dudas, pero me gustaría ir respondiéndolas de una forma más amigable.

— ¿Y... esto en donde nos deja? ¿Le dirás a los demás? — me sentía vulnerable, como un animal acorralado, habia contado mucho y Lucien estaría furioso... pero se habia sentido tan bien compartirlo, quizás establecer lazos no era tan negativo.

— No veo por qué alguien más deba saberlo... A veces, es mejor mantener ciertos temas en secreto. — parecía estar refiriéndose a algo más, sus ojos se desviaron sospechosamente al decirlo. Él también me generaba dudas, estar cerca iba a dame ventaja en averiguar más. Me convencí que en parte era una postura estratégica.

— Podemos ser amigos, compañeros, colegas de reconstrucción. — continuó. Amigos... caí en la cuenta de algo.

— Nunca he tenido un amigo. — confesé, me sentía estúpida, e incómoda, como si fuera un bicho raro que no sabe relacionarse con la sociedad. — Bueno, tal vez Charlie, pero al jamás le he contado algo como esto. Es... agradable. — creo que me estaba sonrojando, demonios ¿por qué tiene que ser tan incómodo?

El solo arqueo una ceja y rió despreocupado, su risa era bonita, casi como la de un niño... no tenía ni rastro de la tristeza y dolor que tenía a veces su voz o sus ojos.

— Seré tu guía de la amistad. — dijo despreocupado. Reí y mordí mi labio inferior como siempre que estaba nerviosa, estaba aterrada de lo que pudiera pasar y al mismo tiempo me hacía feliz tener alguien con quien compartir momentos así. Y de lleno, acepté y me arrojé al precipicio de lo que significaba esta amistad.

— Bueeeeeno, mis amigos y yo teníamos una tradición en la que me gustaría incluirte. Nuestro primer evento será sellar nuestra amistad como cada acto pactado en adelante, con un trago. — Parecía haber recuperado la juventud de repente, casi parecíamos dos adolescentes a punto de embarcarnos en una aventura para conseguir un poco de alcohol ilegalmente. Hacia tanto que no me sentía tan liviana... tan despreocupada y acepté la sensación sin reparo.

— Espero que te gusten las piñas coladas. — le guiñé.  

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro