18
Reescrito.
Jimin miró a todos lados en su habitación aún con la nota entre sus manos. Sin duda la nota había sido de Yoongi y desde que la había leído no había podido dejar de temblar.
De repente sintió como el miedo se instalaba en la parte posterior de su nuca y deseó correr a esconderse. Pasó sus manos por su cabello y dejó la nota en la mesilla de noche para caminar al baño.
Una vez bañado y arreglado con un simple pijama bajó encontrándose a Jackson ya vestido dormido en el sofá, una puntada de arrepentimiento lo atacó y caminó hasta la cocina para prepararse un té para los nervios.
Se sentó en la barra con la taza entre manos y escuchó como el pelinegro comenzaba a despertarse removiéndose en el sofá, de repente sus mejillas se tornaron rojas de la vergüenza y bajó la mirada hacia la taza.
― ¿Qué hora es? ―Jimin observó el reloj.
―Las nueve. ―El pelinegro tomó sus cosas y se estiró un poco, la mirada de Jimin se plantó en la ventana que se encontraba a un lado de él, viendo la oscura y fría noche, de repente un escalofrío le recorrió la espina dorsal, sintiéndose observado.
―Será mejor que me vaya, gracias por todo. ― Jackson se acercó a Jimin y besó su mejilla para luego tomar un vaso de agua antes salir de la casa.
Jimin sintió la sensación aún más amarga cuando se encontró solo en casa y pasó saliva cerrando la ventana junto con la cortina para después correr al salón dispuesto a encender la televisión. Tomó su teléfono y revisó algunas cosas en el para tratar de distraerse, pero era casi imposible, aquel mal presentimiento no lo abandonaba.
Al cabo de algunos minutos el timbre sonó haciendo que se exaltara y corrió a asomarse a través el ojo de la puerta, congelándose en su lugar al ver a Yoongi parado detrás de la puerta.
Pensó en no abrir la puerta, hacerse el muerto o algo así, pero la voz del azabache interrumpió sus pensamientos. ―Abre la puerta, Jimin. Sé que estás ahí.
La voz de Yoongi salió tan filosa como una daga e hizo que Jimin contuviera la respiración, el menor llevo una mano temblorosa al pomo de la puerta y cerró los ojos unos segundos antes de reunir las fuerza para abrir.
Yoongi rápidamente entro al lugar cerrando la puerta de una patada y enseguida estampó a Jimin contra la pared a un lado de la puerta, lo tomó de la camisa con una mano y con la otra rodeó su garganta haciendo que Jimin temblara y parpadeará repetidas veces por la falta de oxígeno.
― ¿Eres consciente de lo que hiciste? ―El mayor siseó entre dientes haciendo que Jimin se tensara.
―Y-yo... N-no... ―luchó por hablar, pero las palabras se atascaban en su garganta.
―Sh... Te recomiendo conservar el poco aire que te queda ―susurró. Una fría ola recorrió a Jimin haciéndolo temblar, el ardor en sus pulmones comenzaba a hacerse insoportable y por más que tratara de liberarse la presión que estaba ejerciendo Yoongi era demasiado fuerte.
―Y-Yoongi... Suéltame. ―Jimin cerraba los ojos con fuerza para contener las lágrimas que amenazaban con escapar.
―Cállate. Cállate, Jimin. ¡Cállate! ―gritó. Cerró los ojos y cuando los abrió de nuevo Jimin pudo ver esa ira cegadora inundando sus fanales―. No me hagas molestar más.
―Y-Yoon... P-Por f... ―La mano del pelinegro se estampó contra la mejilla del pelirosa al mismo tiempo que lo liberaba de su agarre haciendo que cayera al piso, aturdido por la bofetada que el mayor le había dado.
― ¡¿Qué te pasa?! ―tosió Jimin tratando de recuperar el aliento sintiéndose mareado debido al golpe.
― ¿Qué me pasa? ¡¿Te atreves a preguntar que me pasa?! ―Yoongi dio un par de pasos enfurecido quedando más cerca de Jimin quien se había levantado del suelo.
― ¡No tienes ningún derecho de golpearme! ―Jimin respiraba agitadamente y miraba a Yoongi con la rabia brotando de sus poros.
― ¡¿Y tú si crees tener el derecho para engañarme?!
― ¡No te he engañado maldita sea! ¡NOSOTROS NO SOMOS NADA! ―Jimin temblaba después de haber dicho aquellas palabras de las cuales se había arrepentido casi al instante.
Apenas le dio tiempo de parpadear cuando sintió la palma de Yoongi estamparse contra su mejilla dándole una nueva bofetada. El pelinegro lo sostuvo y Jimin apretó los puños a sus costados observando al mayor con ira.
―Eres de mi propiedad... ―Yoongi mantenía la mirada fija en el menor― ¿Qué tengo que hacer para que lo entiendas?
―Nunca seré tuyo ―La voz de Jimin sonó firme con la rabia brotando de sus palabras― ¡Y NO TE ATREVAS A GOLPEARME DE NUEVO!
Jimin se lanzó encima de Yoongi atestándole un golpe directo a la mandíbula. El mayor quedó estático, claramente sorprendido ante su reacción y tardo un momento en recuperarse, el menor aún lo golpeaba, obligándolo a tambalearse mientras jalaba sus cabellos con fuerza. Lo sujetó firme por los hombros y lo alejó oyendo los gritos y maldiciones del menor quien no dejaba de removerse igual que un animal enfurecido.
― ¡Basta, Jimin!
― ¡No tienes derecho! ¡No tienes ningún maldito derecho sobre mí! ―El menor se quedó quieto escupiendo las palabras a Yoongi.
El mayor suspiró y pasó su mano por su cabello echándolo hacia atrás. ―Te voy a castigar, te arrepentirás de lo que hiciste.
―No vas a volver a ponerme ni un solo dedo encima en toda tu puta vida.
―Já. Eso es lo que crees ―dijo el mayor esbozando una sonrisa tétrica que hizo temblar a Jimin.
―A-Aléjate. ―Jimin retrocedió cuando se acercó peligrosamente a él.
―No juegues conmigo, Jiminnie ―susurro con lascivia el pelinegro y Jimin chocó con la pared―. Si supieras lo que estoy pensando ahora... Dios, te juro que te sacaría un gemido.
Jimin contuvo la respiración cuando el pelinegro acercó sus labios a su cuello y lo empujó bruscamente cuando sintió su aliento. ―Basta, Yoongi.
Yoongi mordió sus labios ante el tono demandante del menor, joder, lo ponía demasiado la actitud de Jimin.
El pelirosa no pudo evitar bajar la mirada a la entrepierna del mayor y soltó un pequeño jadeo que al instante cayó frunciendo los labios.
―Te gusta ¿no? ¿Ves lo que provocas?
Jimin luchó por alejar los pensamientos impuros, estaba volviéndose loco, acaba de golpearlo ¿cómo podía estar excitándose? Debía mantenerse firme.
―No, y ya vete por favor. ―Yoongi sonrió.
Jimin mantenía la mirada fija en el mayor, esperando a que reaccionara, se pegaba cada vez más a la pared sintiendo sus emociones revueltas. Estando cerca de Yoongi no podía pensar con claridad, el mayor despertaba todos sus sentimientos a la vez, las sensaciones lo ahogaban y lo hacían querer gritar. Odiaba la forma en que le hacía sentir, tan débil y vulnerable, era su sumiso, Yoongi aún no lo sabía, pero lo tenía a sus pies, él haría lo que fuera que le pidiese con que solo se lo ordenase y eso era lo que le causaba miedo. Tenía miedo de que el mayor descubriera el efecto que causaba en él.
―Bien, me voy. Pero recuerda, este asunto queda pendiente ―cedió antes de acercarse a Jimin para besar sus labios de manera corta y suave.
Jimin cerró los ojos y los mantuvo así hasta que el mayor se dio la vuelta y salió de la casa.
El menor se dejó caer al piso y enterró su cabeza en sus rodillas, se sentía mareado, la presencia de Yoongi lo mareaba, lo volvía loco, quería fundirse con él, quería quedarse a su lado para siempre, aunque eso le costará su estabilidad mental y física.
En otro lado de la ciudad.
Jungkook caminaba cuidadosamente por aquellos peligrosos callejones, el aire frío se colaba dentro de su gruesa sudadera haciéndolo temblar a medida que sus pies se arrastraban decididos sobre la acera. Estaba oscuro a excepción de las débiles luces que emitían algunas farolas, la zona se encontraba algo desolada a excepción de los pequeños grupos de gente en las esquinas que parecían más sombras que personas, pues habían aprendido a vivir así, ocultos de día y de noche como sombras, esa era la única manera de sobrevivir en los "bajos mundos" como solían llamarlos.
Detuvo su andar un momento para mirar a todos lados buscando a la persona por la que había venido, entrecerró sus ojos tratando de ver mejor una figura alta y esbelta en una esquina, acomodó la capucha de su sudadera sobre su cabeza y luego se dirigió a la persona que se encontraba de espaldas.
― ¿Tienes lo que te pedí? ―susurró el pelinegro con cautela y se mantuvo firme con las manos dentro de los bolsillos de sus jeans.
― ¿De nuevo, Kookie? ―La voz de la persona de espaldas le erizó la piel haciéndole palidecer cuando se volteó dejando ver a quién menos esperaba.
― ¿T-Taehyung...? ―titubeó el menor mientras relamía sus labios que se habían secado debido al aire frío que salía a través de estos.
― ¿Te sorprendí? ―El peliverde se quitó la capucha de su sudadera dejando ver su rostro a la perfección, haciendo que el menor temblara con fuerza retrocediendo un paso.
― ¿Q-Que haces aquí? ―cuestionó el castaño. Mantenía una sensación entre asustada y emocionada.
Llevaba alrededor de un mes sin ver a Taehyung en lo absoluto y el verlo ahora cuando ni siquiera lo esperaba había despertado ese sentimiento cálido en su pecho. Se odiaba a sí mismo, debido a que a pesar de todo lo que había pasado con el peliverde, su corazón aún se emocionaba cuando lo veía.
El mayor se encogió de hombros y dio paso hacia Jungkook. ― ¿No te dije que dejaras esta mierda?
―No sé de qué hablas... ―fingió demencia y miró al suelo cuando el peliverde posó sus ojos sobre él.
―Las drogas, Jungkook, las drogas. Te dije que debías dejarlas ―habló suave, el mencionado pasó saliva sin saber que responder―. Eres demasiado lindo, Kookie. En todos los sentidos. No te destruyas de esta manera.
―Necesito alejarme. De mis problemas, de mis pensamientos. De ti.
Los ojos de Jungkook se llenaron de lágrimas y mordió su labio inferior para contenerlas.
―No tienes que alejarte de mi pequeño... Déjame ayudarte ―pidió Taehyung acercándose a él para envolverlo con sus brazos.
El menor se dejó llevar y tembló entre los brazos del mayor sintiéndose cálido y protegido después de tanto tiempo. Taehyung no tenía idea de cuanto había necesitado aquel abrazo.
―T-Tú... Tú estás con Hoseok. ―Los labios de Jungkook formaron una línea y miró al suelo.
―Ya no. Terminó conmigo ―confesó. Jungkook alzó la mirada enseguida, observando al mayor buscando alguna pizca de broma en sus palabras.
El corazón de Taehyung se rompió al ver el rostro de Jungkook, esas ojeras debajo de sus bellos ojos, los labios secos y el cabello echo un desastre. El hermoso brillo que invadía siempre sus ojos no estaba allí, se veía roto y sin vida. La culpa lo envolvió al recordar todas las veces que se había atrevido a lastimarlo, las veces que se había dejado llevar por la ira y lo había golpeado, el hecho de que nunca lo valoró.
Se sentía miserable.
― ¿Es broma?
―No. Te debo una disculpa, Jungkook. Te debo mil disculpas, por haberte hecho tanto daño y sé que después de todo lo que ha pasado entre nosotros, es difícil de creer... Pero, te amo Jungkook. Te amo como no tienes idea.
El menor no pudo evitar sollozar al escuchar aquellas bellas palabras salir de la boca del mayor. ―Y-Yo... Necesitaba tanto escuchar esas palabras. Me he sentido muy solo Tae, mi padre ha descubierto que me gustan los hombres y me botó de la casa, tuve que ir a vivir con mi hermano y el actúa como si yo no existiera, me mira como un bicho raro y mamá... Creí que ella me apoyaría, pero solo me mira con esa expresión decepcionada... Y yo...
El castaño rompió en lágrimas y se aferró al pecho del mayor cuando este lo abrazó más fuerte. ―Sh... Todo estará bien, Kookie. Estoy aquí, no estás solo.
―Esta vez mi padre sí que me dio la golpiza de mi vida y... Dijo que la próxima vez que me viera iba a matarme ―Jungkook sollozaba y limpiaba las incesantes lágrimas de sus ojos― ¿Cómo un padre puede decirle eso a su hijo?
A Taehyung le rompía el alma ver al menor de esa manera, saber que se había encontrado mal y no había estado allí para él. Era solo un niño, no merecía todo esto.
―Ven a vivir conmigo. Compraré un departamento para ambos ―habló decidido y sonrió al ver como la expresión del castaño de suavizaba.
― ¿H-Hablas enserio? ―Los ojos de Jungkook brillaron, ese brillo tan especial que mantenía, estaba volviendo. Taehyung nunca había hablado más enserio en su vida.
―Muy enserio.
Jungkook junto sus labios con los de Taehyung en respuesta, el mayor le correspondió al instante, era un beso tierno y lleno de amor, lleno de todos los sentimientos que Jungkook necesitaba para reparar su alma.
El pelirosa salió del pequeño café en el que había estado con el celular en la mano, había recibido un mensaje de Yoongi quién lo había citado a su departamento el cual no estaba muy lejos de donde se encontraba, lo pensó un momento antes de aceptar, de todos modos, sabía que no tenía opción.
El menor caminó a pasos apresurados hasta el conjunto de apartamentos donde vivía Yoongi pensando en cuál sería el motivo por el cual lo solicitaba con tanta urgencia.
Cruzó la recepción con la mirada de la recepcionista encima, entro al elevador y marcó el piso del mayor, sus nervios aumentaban a medida que el elevador iba ascendiendo y pasó su mano por su cabello para alborotarlo un poco. Cuando el ascensor paró avanzó unos pasos hasta la puerta y tocó el timbre. Solo habían pasado algunos segundos cuando la puerta se abrió dejando ver a Yoongi con un traje algo peculiar.
―Pasa ―ordenó el mayor haciéndose a un lado para que Jimin entrara―. Han pasado un par de días, Jiminnie.
― ¿Para qué me pediste que vinieras?
―Hm, tengo un juego en mente. ―Yoongi sonrió con lascivia y Jimin sintió como un escalofrío recorría su nuca.
― ¿Q-qué juego? ―Jimin tragó saliva y relamió sus labios.
―Es hora de que confieses todos tus pecados, Jimin―La mirada de Yoongi puso al pelirosa en alerta, sabía que lo que sea que estuviese planeando el mayor, no sería bueno―. Empecemos por ponerte esto.
Jadeó cuando vio el atuendo del que hablaba el mayor, que no era nada más ni nada menos que un disfraz de monja demasiado pequeño, que consistía en un vestido negro y un velo blanco. Iba totalmente a juego con la sotana de Yoongi.
― ¿Q-Quieres que me ponga eso? ―cuestionó con una ceja alzada. Yoongi asintió con una sonrisa y le extendió las prendas a Jimin junto a unas medias blancas que iban hasta la rodilla.
―Rápido.
Jimin tomó la ropa inseguro y caminó hasta la habitación de Yoongi para cambiarse. Casi podía oír los agresivos latidos de su corazón junto al sudor frío recorrerle la espalda.
Se desvistió completamente a excepción de la ropa interior y se enfundó en el pequeño y ajustado vestido que le llegaba poco más abajo de los muslos, metió sus piernas en las medias y se colocó el velo en la cabeza, luego se miró al espejo con las mejillas rojas y tuvo que admitir que se veía sexy.
Bajó las escaleras nuevamente hasta la sala encontrándose con Yoongi, quien sonrió en grande al verle. El mayor relamió sus labios, lo estaba desvistiendo con la mirada y Jimin podía ver el deseo detrás de su mirada oscura.
―Vas a confesarte, yo seré el sacerdote y tú serás el pecador ―explicó. Jimin asintió no muy seguro y observó cada movimiento de Yoongi, quien jaló una silla y se sentó frente a él.
―De rodillas ―ordenó el mayor y apenas Jimin abrió la boca para protestar le interrumpió ―Lo haremos a mi manera.
Yoongi le extendió un papel a Jimin con algunas cosas anotadas. ―Esto es lo que debes decir.
Jimin tragó duro y se puso de rodillas pegando sus muslos a sus tobillos mirando al suelo.
―Empecemos. En el nombre del padre... Del hijo... Y del espíritu santo. ―Yoongi hizo la señal de la Cruz a medida que hablaba y Jimin le siguió preguntándose en que se había metido
―Empieza.
Jimin miró el papel y tomó una bocanada de aire tratando de relajarse y empezó a leer. ―Yo confieso, ante ti Yoongi. Y ante ustedes hermanos, que he pecado mucho de pensamiento, palabra, obra y omisión ―El pelirosa miró a Yoongi quien lo miraba con ojos brillantes y llenos de lujuria. Tragó saliva―. Por mi culpa, por mi gran culpa. Por eso ruego al cielo, a los ángeles, a los santos y a ustedes hermanos, que intercedan por mi ante Yoongi, mi Señor.
Yoongi lo escuchó atento, sin apartar la mirada de su rostro sintiendo como su boca se hacía agua y su entrepierna se endurecía gracias al morbo que le provocaba la situación. Estaba perdiendo la cabeza ante aquella imagen. Y juraba que estaba poniendo todo de su parte para no arrancarle aquel vestido y sacarle todos los demonios de una vez.
―Confiesa tus pecados ―habló con calma. Jimin suspiraba tratando de relajarse
―Yoongi, confieso que he me acostado con Jackson... y que lo he disfrutado ―dijo alzando la vista para verlo―. Confieso que te he engañado. Y que te he hecho molestar ―continuó―, te he desobedecido, te he golpeado...
―Has sido un niño muy malo, Jiminnie. ―La voz de Yoongi sonó ronca.
―Yoongi, mi Señor... Apiádate de mí que soy un pecador... ―El menor formó un puchero con sus labios viéndose sexy e inocente a la vez, haciendo que Yoongi respirara ansioso.
―No tendré piedad, Jimin. Vas a pagar por todos tus pecados.
La sonrisa de Yoongi era descarada y obscena. Y sin duda no había un pecado más grande en esta tierra que ese hombre. Y Jimin no podía estar más feliz con cometer ese pecado.
―Mi señor. Deme mipenitencia.
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