Quinto día de verte
¡Era libre!
...
No completamente ya que aun tenía unas responsabilidades sobre él, pero le habían dado permiso de salir temprano todos los días de su pequeña vida a conquistar a su amada persona especial a la cual no había visto y ya extrañaba.
¡Pero ya era medio libre!
Con el animo renovado y un sonrojo adherido en su rostro camino tranquilamente hasta la parada.
Podría tener una buena fachada de chico tranquilo en el exterior, pero la verdad es que se estaba muriendo por dentro.
Se sentía demasiado nervioso, quizá hasta el punto de comparar la situación con un examen o una prueba.
Aunque si le preguntaran cual le da más miedo... Sin duda respondería que el examen.
No era muy bueno en los estudios y la mayoría de las veces olvida muchas cosas... A sus palabras, porque si a otra persona le preguntaran sobre el desempeño del pelinegro diría que es un nerd demasiado suertudo, nadie sabía como lograba sacar buenas notas y era algo que quizá no lograrían descubrir.
Estaba muy lejos del conocimiento humano.
Pero este no es el punto.
El punto era que ¡ah! Ya ha llegado a la estación, pero... ¿Y su pelirrojo?
Inclinando la cabeza hacia la izquierda, se hizo esta pregunta, miro hacia los lados en busca de aquel hombre bonito, pero no logro encontrarlo.
¿Acaso habrá venido más temprano? ¿Ya no utiliza esta parada? ¿Se dio cuenta de que le miraba mucho tiempo?
Sin ser consciente, comenzó a caminar hacia la banca disponible con una magnifica sombra proporcionada por aquel techo.
Con el animo bajando visiblemente, se sentó en aquella fría y solitaria banca, esperando como un pequeño cachorrito abandonado a que alguien llegara y lo recogiera... En este caso, si no estaba aquel lindo pelirrojo, sería aquel horrible autobús... Según él, el autobús se volvió un transporte bastante lúgubre.
¿Oh?
Al parecer su mente divagó hasta por los confines del universo porque ahora mismo estaba viendo a un apurado y casi al punto de desfallecer pelirrojo que corría en su dirección.
Sintiéndose renovado, su cola y sus orejas inexistentes se alzaron animadamente.
Por fin pudo verlo más de cerca y la palabra bonito o lindo sinceramente no son suficientes para describir a la persona frente a él... Claramente esa persona no se veía del todo bien.
Parecía demasiado cansado, un poco más pálido, sus mejillas estaban completamente coloreadas de rojito, sus cejas estaban fruncidas, su pecho subía y bajaba... Se veía muy dependiente del poste del que se sostenía.
Aun así, a Choi Han le parecía el humano más perfecto que pudo haber visto.
Eso no quería decir que no estaba preocupado por la condición del otro, buscando en su mochila encontró su botella de agua y con una valentía sobrenatural se levanto dispuesto a ofrecer un poco de agua.
—... Tú, uh... ¿Agua? Quieres...
Que fracaso.
Que horrible.
Quería golpear su cabeza contra algo duro.
Di algo más, algo más.
—¿Quieres un poco de agua?
Así es, tu puedes.
El hombre le vio con esos ojitos tan hermosos que podrían dejar cautivado a más de una persona y sintió su corazón derretirse… Lo que no sabía es que toda su persona se estaba derritiendo.
Estaba por sonrojarse y se estaba preparando para enterrar su cabeza cual avestruz en su imaginación que cuando por fin volvió a la realidad toda su ser sufrió un grave cortocircuito.
El pelirrojo había aceptado de manera silenciosa la botella de agua, pero eso no fue lo que hizo que dejara de funcionar, su sistema se rompió debido al suave toque de esa delgada mano sobre sus dedos, aunque fue solo un pequeño roce y no duro más de 10 segundos, fueron realmente maravillosos.
Y las maravillas no dejaban de llegar.
—… Gracias.
Su voz había sonado baja pero fue lo suficientemente clara para él y quedo completamente enganchado, la voz de ese hombre era demasiado para su pobre existencia.
Sentía un cosquilleo en su alterado corazón.
Para responder al agradecimiento solo negó con la cabeza, le mostró una sonrisa gentil y menciono que no era nada.
Internamente, estaba celebrando por no haberse puesto nervioso o haber tartamudeado.
Pronto su festejo se vio interrumpido con la llegada del autobús, bueno… Al menos esta vez no lo perdió.
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