El calor era insoportable y aun le faltaba para llegar a su destino, solo debía soportar un poco más y podría descansar en la deliciosa sombra de la parada de autobuses.

Un suspiro salio de su boca al por fin estar más cerca, ya podía saborear la tan ansiada separación de ese calor infernal, sentía como una gota de sudor recorría su sien y mejilla, hasta terminar cayendo al suelo o a donde haya parado.

Se detuvo a pocos pasos del punto de destino, el sol le daba en todo el cuerpo con fuerza, sus ojos estaban enfocados en un solo lugar... O mejor dicho, en una sola persona.

Cabello rojo, deslumbrante como un atardecer que podría dejar cautivado a cualquiera con solo una mirada.
Piel completamente blanca, como si fuera un nuevo tipo de porcelana de la más alta calidad, que fue mostrada al mundo como un tesoro que debía ser admirado.
Un cuerpo delgado, pero no por eso menos atractivo que otros, a su pensar, era realmente atrayente y tenia cierta elegancia desbordante, así como un aura que daba la sensación de dominar todo y a todos.
El movimiento de sus manos y la forma en que sostenía aquel abanico de forma circular le parecían como una danza sumamente sensual, una danza que no esta dispuesto a perderse.

Inconscientemente, paso saliva, su manzana de Adán hizo notable aquel movimiento, sus mejillas ya no estaban rojas solo por el sol abrazador.

Aquel hombre era realmente atractivo.

Y vio a ese mismo hombre levantarse de aquel asiento y subir el autobús que hasta ahora, por fin noto su presencia.

De igual forma, vio a aquel autobús avanzar hasta alejarse y desaparecer de su vista.

Con su mano izquierda limpio un poco de su sudor y con su otra mano se dio un leve golpe en la mejilla.

Él también debía tomar el autobús.